Dodera, José

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José Dodera


Maestro ejemplar, José Dodera

Oriundo de Montevideo, nacido en 1866, hijo de Juan Dodera y Margarita Torchelli, quienes fallecieron prematuramente, por lo que quedó huérfano a muy temprana edad. El Dr. Aureliano Rodríguez Larreta fue quien se hizo cargo de la educación de José Dodera, en su calidad de tutor.

La primera Escuela en la que se desempeñó como Maestro, fue en El Amarillo, Cerro Largo, donde desarrolló una importante labor aplicando una filosofía impregnada del idealismo de José Pedro Varela. Posteriormente se radicó en Maldonado, continuando con su labor de docente. En 1897, a los 31 años, contrajo matrimonio con Inés Fossemalle, oriunda de Maldonado. Su nombre se cuenta entre los maestros más destacados en la trayectoria de la Escuela Ramírez, en la cual, desde 1891 hasta 1906, ocupó el cargo de Director.

El 1ro. de octubre de 1917 la Junta Departamental en un merecido homenaje a su brillante gestión, resuelve designar con su nombre la calle que en ese entonces se llamaba Punta del Este y en la cual se encontraba ubicada la casa en la que vivió ésta relevante personalidad, que tan bien supo aplicar el pensamiento vareliano, en lo que respecta a que “El Maestro hace la Escuela, que ésta es el foco de luz y que los rayos luminosos son más o menos intensos según las condiciones del maestro".


Del artículo publicado en “El Siglo” el 28 de Agosto de 1918 por Daniel García Acevedo:


“Tuve a Dodera por buen compañero den los inolvidables bancos de la Escuela Elbio Fernández; se me reproduce su exterior simpático de muchachón fuerte; su inteligencia vigorosa, su invariable sonrisa bonachona, abierta, siempre dispuesto a complacer a sus condiscípulos, a ayudarlos, a disculpar sus faltas; era huérfano de padre y madre y parecía que le sobraba dulzura, y que buscaba en quienes prodigamente derramarla. fue presentado en la Escuela por su tutor el doctor don Aureliano Rodríguez Larreta, que hizo de generoso padre.

Pocos años después de concluida la vida escolar, tuve el gran gusto de conocer los grandes triunfos de mi amigo, transformado en noble mentor de la infancia campesina, allá por los lejanos campos de Cerro Largo cerca de la frontera brasileña.

Recién hecho maestro, ardía en deseos de realizar los ideales que le infundiera el estudio de las obras de José P. Varela; y al llamado del Inspector de Instrucción, don Antonio Camacho, rebosante de entusiasmo, marchó Dodera a ponerse al frente de una de las más desacreditadas escuelas de aquel departamento.

Como José P. Varela le había enseñado que el maestro hace la escuela, que ésta es un foco de luz, y que los rayos luminosos son más o menos intensos, según las condiciones del maestro, se propuso Dodera colocar su escuela al alto nivel ansiado por su joven imaginación. Todos los que entonces vivían en Cerro Largo saben que Dodera consiguió su objetivo (…).

Una por una, visitó todas las familias de la localidad, cultivó con ellas el trato personal, se ofreció a todos los padres, los invitó a presenciar las lecciones, los interesó por la enseñanza… y pronto el salón, antes desierto, rebosaba de niños, pendientes todos de la palabra dulce y cálida del entusiasta educador; la propaganda civilizadora y patriótica había triunfado, y el secreto del triunfo estaba en la seguridad que tenía Dodera de que realizaba una obra útil, en la forma entusiasta con que hacía su trabajo, en la sencillez, en la alegría que se transparentaba en todas las obras de aquel espíritu fuerte, sano y recto.”



MAESTROS MEMORABLES: DODERA

Transcripción parcial de artículo de A. Pintos Márquez publicado en el DIARIO DEL PLATA el Domingo 20 de Enero de 1924 (sobre la Escuela Ramírez).


Dodera fue llevado a la dirección de la Escuela Ramírez por indicación del Inspector de Escuelas de Maldonado de aquella época, don Antonio Camacho, que lo conocía por su actuación en Cerro Largo como maestro y ciudadano.

Desde luego se destacó por el cariño que le merecían los discípulos, por el empeño que puso en el adelanto de los mismos, por el amor con que ejercía el magisterio, y también, justo es decirlo, por la rectitud de su conducta y nobleza de su carácter. Caballero en toda la extensión de la palabra, modelado por la lucha bajo la influencia de una sana orientación, inflexible con la inmoralidad, benévolo con el error, fue, además de un gran maestro, el ejemplo de sus educandos.

Los mayores prestigios de la Escuela Ramírez son obra suya. Preparados por él, en colaboración con el señor Camacho - a quien le alcanzan merecidamente los honores del triunfo - se graduaron de bachilleres muchos alumnos que no habían soñado siquiera con rebasar los conocimientos de la enseñanza primaria, y algunos de los cuales deben su título universitario o su carrera de profesores, a aquel binomio de abnegados educacionistas que, sin interés pecuniario alguno, los puso en el camino de la victoria.

Algo más podemos decir en abono del esfuerzo que desarrollaron Dodera y Camacho en su noble empeño. Como había algunas materias en el programa de bachillerato que no conocían o no dominaban en toda su extensión, ellos estudiaban al par de los muchachos para completarles sus conocimientos. Y esta no fue tarea de un día sino de muchos años.

Sobre el sepulcro que guarda los restos de Dodera hay una placa conmemorativa, que habla de la gratitud de sus discípulos. Su misma sencillez es elocuente, como fue elocuente el recogimiento de los que concurrieron allí a ponerla en nombre de todos sus camaradas.




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