El Playa Hotel

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El Playa Hotel: un sueño realizado

La historia y la vida del Playa Hotel se encuentran enlazadas en muchos puntos con las de nuestro Instituto Uruguayo Argentino. Después de iniciar su actividad en el año 1978, el C.I.P.E. (Centro Integral del Pre Escolar) continúa en 1981 con la creación del área de primaria, que funcionó en dos chalés ubicados en la esquina de las Calles 24 y 26, frente a la Plaza de Punta del Este. La capacidad locativa del nuevo emplazamiento sólo permitía el funcionamiento de las aulas. No se contaba con espacios adecuados para la realización de actos y conmemoraciones con presencia de público. Para satisfacer esta necesidad, la familia Sader abrió las puertas de las espaciosas instalaciones del hotel y fue así como, por un extenso lapso, la mayoría de los actos oficiales y eventos sociales de nuestro Instituto tuvieron como escenario La Cueva o Il Papagallo del Playa Hotel, de los que guardamos un emocionado recuerdo.

A modo de agradecimiento y homenaje a la familia que en forma gentil y desinteresada nos acogió tantas veces en su casa, y ante el inminente nuevo destino de ese referente de la vida hotelera de Punta del Este, hacemos esta evocación sobre los orígenes y la vida del Playa Hotel.

El Playa Hotel

Los viejos hoteles han ido dejando paso a modernas estructuras edilicias; ejemplo de ello son el Hotel España y La Cigale.

Todos aquellos que nos sentimos atraídos por el pasado vemos con asombro la velocidad y el vértigo con que muchas veces se producen los cambios y qué necesario es registrar los recuerdos para no perderlos.

Este trabajo es fundamentalmente el fruto de cuatro entrevistas mantenidas con Ethel Pierri de Sader, César “Belcha” Sader, Jorge Díaz y Leonel Tassano, a quienes agradecemos el tiempo que nos entregaron y el interés por secundarnos en esta búsqueda.


HISTORIA DE LA FAMILIA

La familia Sader tenía en Líbano una filatura, un taller en el que un equipo de mujeres procesaba los capullos de seda y procedía a su posterior devanado. Debido a que a fines del siglo XIX se produjo una quiebra en las sederías de Lyon (Francia), perdieron sus principales compradores y se generó una conmoción laboral y económica.

Era indispensable buscar nuevos horizontes, por eso decidieron marchar a América. Entre 1909 y 1910, Abdón Sader y sus hijos César y Emilio se instalaron en Minas. Elena, la esposa de Abdón, quedó en Líbano con los hijos menores.

En Minas tenían un “pariente”, tal vez del mismo pueblo libanés, de nombre Hermenegildo Daher, y también un primo ferroviario que trabajaba con Piria y vivía en las inmediaciones de Pan de Azúcar; ellos fueron quienes recibieron a la familia.

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Así, alrededor de febrero de 1909, encontramos a César Sader en la zona de Pan de Azúcar, cerca del Cerro Betete, relacionado con un fabricante de quesos de apellido Silveira o Silvera. En aquellos tiempos era muy común referirse al sabor especial de los quesos de la ladera del Betete. Buscando comercializar los productos que elaboraban, los socios llegaron hasta Punta del Este y César vislumbró la grandeza y potencialidad del lugar.

En el año 1911, con su padre y su hermano alquilaron una casa frente a donde después se instalaría la Casa Sader (intersección de calles 9 y 12). Este es el origen del slogan que identificará el lugar: “Casa Sader, fundada en 1911 y siempre adelante”.

Pasado el verano, cuando el incipiente balneario caía en el letargo, los tres Sader regresaban a Pan de Azúcar a atender su almacén de ramos generales - instalado frente a la plaza - y a Minas, donde recorrían su entorno rural como vendedores ambulantes, comúnmente denominados mercachifles. Estos libaneses -llamados “turcos” en aquel entonces- compraban las mercaderías que comercializaban en ambos lugares a Don Emilio Neffa, importador que tenía su comercio en las calles Millán y Raffo de la ciudad de Montevideo.

Durante varios años vinieron a trabajar a Punta del Este en verano y regresaban cuando terminaba la temporada.

César Sader se alojaba en casa de la familia Alegre cuando comenzó a trabajar como profesor de francés en el liceo de Maldonado, cargo que desempeñó hasta 1940.

Cuerpo docente del Liceo Departamental de Maldonado en el período 1917-1919. Eugenio Pérez Aquino, Alberto Odizzio, HumbertoCausa, Braulio de Nava, Martiniano R. Chiossi y César Sader (parados de izquierda a derecha). Carolina Cabrera de Amorín, R. Francisco Mazzoni, Eduardo Martínez Monegal, Gonzalo Acosta Viera, Dr. John Edye (sentados de izquierda a derecha). Información aportada por el Dr. Fernando Cairo.

El balneario iba creciendo... En 1917 se hicieron las calles de balasto y se inauguró el alumbrado público, lo que determinó un paso más en su jerarquización.

El local donde se instaló la Casa Sader antes de 1920 fue comprado al Sr. Anatole Tomasek y hubo problemas de posesión, que el Esc. Antonio J. Marta logró resolver en el año 1928.

Doña Basilia, al decir de su nuera Ethel Pierri, fue el verdadero personaje del hotel. Don César era la cabeza, pero Doña Basilia era los brazos, la espalda y la fuerza que llevaba todo adelante.

Basilia Iturria, la que sería esposa de César, venía a trabajar al Hotel España en las temporadas; ambos ya se conocían y el matrimonio se concretó en 1926, cuando los Sader se habían instalado definitivamente en Punta del Este.

Un sector especial dentro de la vieja Casa Sader -que era tienda y almacén- lo ocupaba La Cueva, librería creada por César. Los libros llegaban de Europa, en su mayoría desde Francia, antes a Punta del Este que a Buenos Aires. Esos libros eran verdaderos objetos artísticos, con hojas de papel de China, encuadernados con cuero de Marruecos y a veces hasta con hojas perfumadas. Se comercializaban allí también objetos de arte, perfumes, chocolates y turrones.

La antigua Casa Sáder en Punta del Este.

César, como buen libanés, gustaba de la puja por los precios y cobraba muy bien los libros y otros objetos que vendía. Entre sus clientes, su hijo “Belcha” recuerda a Otto Federico Bemberg, dueño de la cervecería Quilmes; a Susana Soca, la poetisa y mecenas uruguaya; a varios presidentes de nuestro país, como Juan José de Amézaga (fanático francófilo, que tenía su casa Loreley en una proa frente al puerto de Punta del Este), Gabriel Terra y Luis Alberto de Herrera.


DOÑA BASILIA ITURRIA DE SADER

Basilia Iturria vino de España, de una localidad llamada Vera de Bidasoa, a pocos quilómetros de Pamplona, donde vivía con Mario Iturria, su padre, que había quedado viudo y con ocho hijos: María, Magdalena, Antonia, Luisa, Luis, José y Asencio, el menor.

Sus tíos Fermín Zabaleta y su esposa Isabel Iturria, que tenían un tambo en El Prado - en Montevideo - la trajeron de una España muy pobre donde se vivía con muchísimas dificultades. La lechería o tambo de los Zabaleta tenía características de granja, en la que aparte de las vacas se criaban innumerables aves de corral. Doña Basilia siempre recordaba que, cuando el trabajo daba una tregua, se engalanaban con sus mejores ropas para ir al centro en tranvía, seguidas hasta la parada del mismo por una bandada de gansos.

Es en el Montevideo de ese entonces donde se cruzaron por primera vez César y Basilia, en el velatorio de Don Abdón Sader.

Doña Basilia, al decir de su nuera Ethel Pierri, fue el verdadero personaje del hotel. Don César era la cabeza, pero Doña Basilia era los brazos, la espalda y la fuerza que llevaba todo adelante. Fue la Madre con mayúscula, de sus hijos y de todos los que formaban la extensa familia del personal del hotel. Siempre decía: “En todos los aspectos de la vida hay un mostrador, por eso es que debemos atender muy bien a los pasajeros del hotel, tan bien como queremos que nos atiendan a nosotros”. Su vitalidad era increíble y acostumbraba bañarse en la Playa Brava todos los días: eso sí, después del ocho de diciembre, luego que el sacerdote hiciera la bendición de las aguas.

Su hermano menor, Asencio Iturria, fue el último de los hermanos que vino de España a Punta del Este. Tuvo diversos trabajos, de diferentes características, hasta que creó el restorán Mariskonea(nombre de la casa en que vivían en España y que significa La casa de Mario). Asencio vivía en Mariskonea y cuando, con el paso de los años, enfermó, Doña Basilia lo visitaba todas las tardes; hablaba con él en vasco, lo ayudaba a acostarse y le cantaba canciones de cuna. Cuando no había en el hotel nadie de la familia para llevarla hasta allí o a la misa en la parroquia, salía a la calle y al primero que pasara, en moto, en carro o en auto, le hacía señas y le pedía que la llevara.

En el hotel vivía también Doña Francisca, mano derecha de Doña Basilia, bastante mayor que ella. Tuvo mucha gravitación y autoridad. Era quien se encargaba de todo lo inherente al personal del hotel.


LA BÚSQUEDA DE UN LUGAR...

El Hotel de L’Élite fue la primera experiencia hotelera de los hermanos Sader; estaba ubicado a escasos metros de la Casa Sader, sobre la calle No 1 que desciende hacia la Playa Mansa.

La residencia, construida en 1915 por el Sr. Ortega -uruguayo residente en la República Argentina- era ocupada por su familia durante las temporadas de verano. La casa fue comprada poco después por el Dr. Avelino Gutiérrez, destacado cirujano argentino, quien la amplió y remodeló.

En el año 193 fue adquirida por César y Emilio Sader, y se constituyó en el primer eslabón de la actividad hotelera familiar. Muchos miembros de la familia nacieron y vivieron allí hasta fines del año 1942.

Hotel de L´Élite
Hotel de L´Élite

Procurando ampliar la actividad hotelera, iniciaron la búsqueda de un lugar adecuado para concretar su proyecto. Pensaron alquilar el Hotel Biarritz -ya abandonado por esos años- pero desistieron por no considerar viable su puesta en marcha.

En 1935 comenzaron la construcción del Hotel Sur Mer, proyecto demasiado ambicioso que no pudieron concretar totalmente. El Doctor Cerdeiras Alonso, que fuera Ministro de Guerra durante el gobierno de Terra, en sociedad con la familia Sagasti, compró en 1937 la estructura inconclusa a los hermanos Sader.

Estructura inconclusa del Hotel Sur Mer

Los nuevos propietarios culminaron en primer lugar las obras sobre la actual calle, que se inauguraron en 1938 como Hotel Punta del Este. El concesionario, durante sus dos primeros años de vida, fue Juan Miguel García quien era propietario de otro hotel en la Plaza Matriz de Montevideo.

Terminada esta primera etapa, se concluirá el resto de las obras sobre Gorlero y, posteriormente, una ampliación proyectada y dirigida por el arquitecto Humberto Bonomi, lo que hoy conocemos como Edificio Punta del Este y Casino Nogaró. El Arq. Bonomi será luego el contratista de la emblemática estación de servicio de ANCAP con su torre, el Playa Hotel e innumerables residencias particulares de la Península y aledaños.

Los hermanos Sader no se sintieron fracasados y fue así como, con la ganancia obtenida en la venta, iniciaron un nuevo emprendimiento entre julio de 1940 y diciembre de 1941; el mismo se concretó en el Playa Hotel, inaugurado en la temporada 1941-1942 .

Vista aérea desde la península
Vista aérea desde el océano, frente a la costa de la Playa Brava

El terreno, propiedad de don Máximo Arana, dueño del Banco Territorial, tenía casi catorce mil metros cuadrados. Se extendía desde Playa Brava hasta Playa Mansa y sufrió posteriormente una expropiación para la construcción de la vía, cuando el ferrocarril llegó a Punta del Este. En el jardín lateral se plantaron vides, especialmente traídas de España, que formaron el hermoso y recordado parral de casi ciento cincuenta metros cuadrados de superficie cuya sombra ayudaba a soportar los intensos calores del verano.

Como habíamos referido, el excelente proyecto fue obra del arquitecto Bonomi y en 1947, también bajo su supervisión, se realizó la ampliación de un sector que agregó cuatro habitaciones por planta y un nuevo piso, el cuarto, que sumaba veintiuna habitaciones más. Se realizó en este momento la segunda inauguración del hotel.

Entre los años 1948 y 1955, el gobierno argentino dificultó la venida de los turistas a Punta del Este y entonces comenzó un período de muchos inconvenientes...

Estructura definitiva del hotel. (Fotografía aportada por el diario Correo de Punta del Este).

LA CUEVA

La librería La Cueva se trasladó de la Casa Sader al Playa Hotel, pero su actividad ya no fue la misma; pasó a ser sede de actos y reuniones varias hasta la muerte de César Sader, el 21 de diciembre de 1953. Fue durante muchos años centro de las tertulias que se compartían luego de la cena y lugar de difusión cultural excepcional para Punta del Este.

Posteriormente La Cueva devino en café concert. Horacio Molina - el cantautor argentino - buscaba un local en Punta del Este para instalar La Fusa, un café concert similar al que funcionaba en Buenos Aires. Ya había instalado La Fusita en la planta baja del Edificio Isla de Gorriti en parada 10, donde actuaron Les Luthiers en su primera época, Cacho Tirao y la uruguaya Vera Sienra. En el local del Hotel Playa, Molina y su socio realizaron los cambios necesarios y lo adecuaron a su nuevo destino. El primer espectáculo que presentaron fue “Juan Moreira Super Show” en el que actuaba Enrique Pinti.

También actuaron allí Susana Rinaldi, Cacho Tirao y muchos otros. Fue un centro muy importante en la actividad nocturna puntaesteña.

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ALGUNOS PASAJEROS DEL HOTEL...

La gente llegaba en tren a la estación del ferrocarril y, mientras la familia esperaba el equipaje, los hombres corrían al hotel tratando de llegar primero y conseguir las mejores ubicaciones. Luego los seguía el resto de la familia, acompañado por los changadores, que en sus carros traían los pesados baúles desde la estación. Eran tantos y tan grandes los baúles de los pasajeros que había un espacio especialmente destinado para su depósito.

Las familias más importantes venían con su mucama personal, niñeras e institutrices que se hacían cargo del cuidado y la educación de los más pequeños, pues muchas veces esas familias pasaban en el hotel hasta tres meses (generalmente desde el quince de diciembre hasta el quince de marzo).

Los clientes eran en un noventa por ciento argentinos. El motocar los traía directamente desde el puerto de Montevideo al que arribaban procedentes de Buenos Aires; el resto eran principalmente uruguayos y algunos, brasileños.

La mayoría de los veranos se ocupaban todas las habitaciones del hotel. El mes de mayor demanda era febrero, con una presencia preponderante de hacendados y productores rurales. Más de una vez fue necesario improvisar habitaciones en otros espacios disponibles, con tal de satisfacer la demanda de clientes habituales. La capacidad total del hotel era de ciento noventa y dos pasajeros, aunque en oportunidades especiales se llegaron a alojar hasta doscientas diecisiete personas.

En ocasión de la Conferencia del CIES, la delegación cubana presidida por Ernesto “Che” Guevara se alojó en el hotel y ocupó íntegramente dos de sus pisos. También allí, Guevara brindó una conferencia de prensa a los medios de difusión de aquel entonces.

Cuando se realizó la Cumbre de Presidentes de América, se alojó en el hotel el Servicio de Inteligencia y el personal de apoyo de la delegación estadounidense.

Aunque todos los pasajeros del hotel fueron muy importantes para la familia Sader, nuestros entrevistados recuerdan especialmente a los fabricantes Cademartori; a los argentinos Campomar (quienes, acompañados por dos institutrices inglesas, ocupaban diez habitaciones); a los Siganevich; a los Herfán; a Hadad (un sirio libanés marchand de Castells Capurro en el mundo); a los joyeros argentinos Scassani; a Miguel de Molina (que actuaba en Le Carrousel, la boite del Casino San Rafael) y a Gila (el genial humorista español).

El Chef Bartolo Mayans y sus colaboradores.

EL COMEDOR

La cocina del Playa Hotel fue extraordinaria. Las especialidades que se servían eran supervisadas por el Chef Bartolo Mayans, quien dirigía un equipo de especialistas, entre los que recordamos a Otto, el pastelero, que en invierno trabajaba como repostero en Montevideo; a Tula, francés especialista en salsas y guisados; a Cancela, el parrillero, proveniente de San Carlos, y a “Guerrita”, ayudante de cocina, que carneaba pollos y cerdos en un santiamén.

Don Fermín Amando Díaz, hombre múltiple del hotel, también se involucró mucho en la actividad de esta cocina. Desde la huerta que él cultivaba, provenían las verduras frescas y también la carne de cerdos y pollos que allí se criaban (llegaron a faenarse más de cincuenta pollos por día).


IL PAPAGALLO Y VICTORIA “GORI” SALAVERRI DE REILLY

Entre 1967 y 1970, dentro del cambio estructural que se genera en Punta del Este y en sus establecimientos, desaparece el régimen hotelero de pensión completa ya que comienza una oferta múltiple, integrada por una extensa lista de nuevos emprendimientos gastronómicos. Por ello, en busca de continuar aprovechando las espaciosas instalaciones de comedor y cocina y en procura de una revitalización del hotel, “Belcha” y “Rubio” Sader se entrevistaron con la señora “Gori” Salaverri quien vino gustosa a visitar la cocina del hotel y las instalaciones del comedor. Consideró necesarios una serie de cambios y se procedió a un reacondicionamiento de la cocina y redecoración del espacioso y clásico comedor.

“Gori” era toda una dama, muy agradable en el trato, y dirigía un equipo totalmente integrado por mujeres. En los meses de verano llegaba al hotel muy temprano, peinada y maquillada, a supervisar el comienzo de las tareas en la cocina, con una impecable chemise que protegía su ropa. Cuando llegaba un personaje relevante a ocupar una mesa sin reserva previa, su asistente de comedor corría a avisarle y “Gori”, inmediatamente, estaba junto a él recibiéndole como correspondía según el caso.

Dos pinturas realizadas por Jorge Páez Vilaró - amigo de la casa - flanqueaban la entrada al nuevo restorán que se convirtió en centro obligado de las cenas puntaesteñas.

Petiot Sader
José Michel "Rubio" Sader

“PETIOT” Y “RUBIO” SADER

Dice Jorge Díaz al referirse a Emilio “Petiot” Sader: “puedo nombrarlo, sin temor a equivocarme, entre los mejores hoteleros de Punta del Este; fue solidario y generoso con todos los establecimientos hoteleros. Cada vez que el hotel había completado su capacidad, se trabajaba para trasladar a esos pasajeros a otros hoteles, haciendo verdadero turismo y satisfaciendo siempre la demanda del cliente”.

Ante el retiro de “Petiot”, su hermano José Michel, conocido por todos como “Rubio”, se vio obligado a tomar las riendas de la dirección del hotel. Siendo un profesional universitario y destacado profesor de la facultad, debió hacerse hotelero a la fuerza y afrontar la situación de un Punta del Este que cambiaba, con una competencia muy fuerte de los nuevos hoteles que surgían.

PARTE DEL PERSONAL DEL HOTEL...

Fermín Amando Díaz, el “Gallego Díaz”, fue un español de Lugo que trabajó en la construcción del hotel. Luego se desempeñó como portero del mismo al momento de su inauguración en la temporada 1941-1942. Después cumplió diversas y disímiles tareas: conserje, sereno, responsable de la huerta y de la cría de cerdos y pollos que se realizaba en los fondos del hotel. Su hijo Jorge recuerda que en más de una oportunidad corría a cambiar su overol por el uniforme de portero.

Algún tiempo después, el Conserje de apellido Cabrera pasó a ocupar la gerencia y Don Amando, la conserjería. Desde su lugar de conserje fue el gran conductor de un equipo de más de cuarenta personas, a quienes trataba con amabilidad y a la vez con firmeza.

En baja temporada, entre los meses de abril y noviembre, después que entraba el último pasajero, alrededor de las 22 :00, Díaz cerraba la puerta del hotel y marchaba en su bicicleta negra con canasto a su casa del barrio La Pastora, que distaba pocas cuadras.

Rescatando algunos nombres que la memoria de nuestros entrevistados acerca, podemos mencionar a Horacio “Coco” Salgueiro, que sustituyó a Díaz en la portería, quien a su vez fue sustituido en la tarea por Jorge Díaz -hijo de Fermín- y los “Mellizos” Montañés que se desempeñaron como cadete y mensajero. En la administración trabajaron durante un extenso lapso Gladys Batista de Alonso, Nelson de León y los Tassano, padre e hijo. A partir de 1967 Jorge Díaz sustituyó a su padre en la conserjería.

José Carlos Tassano se incorporó a la administración del hotel entre los años 1957 y 1958, y su hijo Leonel, en la temporada 1962-1963, quien en sus comienzos se desempeñó como adicionista del restorán y luego pasó a cumplir funciones administrativas.

En la central telefónica trabajaron Beatriz “Beba” Salgueiro y Gladys Hernández. La responsable de la cafetería era Miguelina Díaz de Gimeno -esposa del conserje del Hotel España- y los encargados del bar eran Juan Pedro Fucé y Eleazar Sena.

Mary Serrón desempeñó múltiples tareas: cafetera, coctelera, confitera y cocinera en invierno.

La mayoría de los mozos “de verano” venían de Montevideo, aunque también integraban el plantel algunos locales como: Conrado “Pelado” Batista, Angel Salgueiro - padre de “Coco” y “Beba” - y Pablo Velázquez.

Alfredo Busquets fue el hombre orquesta del hotel por muchos años: arreglaba la parte eléctrica, la sanitaria, la carpintería, las heladeras, la calefacción y todo lo que se rompiera y fuera reparable.

Las mucamas estables, las que trabajaban todo el año, fueron durante muchísimo tiempo: Juana Pereira de de León, Ramona Pereira, Bergilia Cano de Domínguez, Mercedes Torrens y Élida Núñez de Puñales. En la lavandería, que en sus comienzos fue de pileta y plancha de carbón, trabajaron Presentación Pérez, a quien llamaban “Marujita”, Fermina Pereira y Miguelina Díaz - la cafetera - que también cumplía un turno en el lavadero.

El Playa Hotel cesó su actividad el 1º de marzo de 2006. En el extenso predio, donde a lo largo de 64 años permaneció en pie el emblemático edificio, se proyectó la construcción de un exclusivo condominio.
"A golpe de hacha, rompieron tu facha...". La expresión de Carlos Páez Vilaró, en su candombe dedicado al Mediomundo, se hace presente en el desplome del viejo hotel.

Porque marcó una etapa en la historia de Punta del Este, porque acompañó su progreso constituyéndose en hito de la hotelería del balneario y especialmente porque fue nuestra casa, lo recordamos con sentido agradecimiento y fraternidad. Seguramente se estremecieron las almas de sus creadores y un dejo de tristeza impregnó a los lugareños que, a través del tiempo, habían incluido la silueta del hotel en el paisaje del balenario.




El Playa Hotel - Capítulo III del libro Cinco Postas en el Siglo de IUA Ediciones.


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