El entierro

De Banco de Historias Locales - BHL
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Hugo Mancebo recuerda afectuosamente a Teddy y su entierro




En casa siempre teníamos algún perro y muchos gatos, especialmente a partir del otoño, cuando los turistas los dejaban abandonados, tal como ocurre hoy día.


Yo me encariñé con Teddy, un perro callejero, de pelo duro como alambre, que dormía en mi cama, salvo cuando volvía de la playa, donde se revolcaba en los lobos muertos, trayendo un olor a podrido espantoso.


A mi madre no le gustaba y se lo regalo a una familia argentina que estaba parando en una chacra, pasando el Cementerio de Maldonado. Lo llevaron en una bolsa de arpillera para que no viera el recorrido, pero a los 3 días estaba de vuelta en casa.


Se quedó con nosotros y ya viejito pagó tributo a su audacia de ladrarle a los autos que pasaban por la calle 24, lo pisaron y murió. Yo tenía 8 años y me hice cargo del entierro. Tomé una pala y en el límite del terreno, marcado por un cerco de tamarices, hice el pozo, enterré a Teddy, lo tapé, y como buen cristiano le puse una cruz que hice con dos maderitas.


Al otro día, estaba jugando en el taller de papá, y con curiosidad vi cruzar por el terreno una comitiva, encabezada por el comisario López, el juez García Lagos, Silvera, el policía padre de Barril, y algunas otras personas que no conocía. Al frente iba una vecina nuestra. Fueron hasta donde enterré a Teddy y vi como procedían a escarbar y reírse por lo que habían encontrado.


Pasó que la vecina, que siempre cortaba camino por el terreno, vio la tumba con una cruz y pensó que podían haber enterrado a una criatura, por lo que corrió hasta la Comisaría a hacer la denuncia. Yo me callé hasta el día de hoy, porque pensé que había cometido una travesura, a la cual tenía acostumbrados a mis padres, y me ligaría una reprimenda.




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