Recuerdos de Maldonado antiguo - Ignacio Grieco

De Banco de Historias Locales - BHL
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El antiguo muelle del Molino de Cavallo, en la playa Las Delicias. Foto publicada en el libro "Maldonado y su región" de Carlos Seijo.
Jaime Pereira Pou y su abuelo Jaime Pou en la playa Las Delicias.
1943 - Brenda Cuervo, Chichí Pou, Umberto Pereira y amigos en la playa Las Delicias.
Los primos en Playa Mansa: María Eloísa Rivero, José Luis Serra Rivero, Elcira Rivero, Elbio Manuel Rivero, Nacho Grieco Cuervo, Jaime Pereira Pou.
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Maldonado



Soy de aquí igual que mis mayores y menores.

Estoy orgulloso y me gusta la ciudad y Departamento. Me gusta y disfruto su geografía y su gente, por eso aprovecho a hablar de esas cosas lindas, dar algunas pinceladas de recuerdos que conservo y aún insignificantes quiero compartir para refrescar otras memorias de otros tiempos.

¡Qué lindo ser de aquí! De estas playas, islas, cerros, bosques, lagunas, arroyos, cañadas, gente querida.

Y qué bueno recordar ciertas cosas, desde un Maldonado con Interbalnearia a doble vía, aeropuerto internacional, shopping center, hoteles cinco estrellas, un futuro centro de convenciones y tantas cosas nuevas que nos acercan más al resto del mundo.

Quien habla llegó al mundo exactamente 200 años después de la fundación de la ciudad, es decir 1955, y habitó el casco urbano de la ciudad enmarcado por Av. Artigas, Santa Teresa, 3 de Febrero y Williman, recordando calles a una cuadra de la Plaza aún de balastro, flechadas al revés, canillas en algunas esquinas, gente tomando el fresco en la vereda en las tardecitas de verano.

Y como pueblo que era, una referencia obligada es la plaza: la antigua, arbolada, florida y arrebatada plaza. Testigo de tantos romances y tantas cosas, con la infaltable Banda Municipal los Domingos y días de fiesta; con Juan el Fotógrafo de cámara de cajón y manga; los frankfurteros Perdomo y Guitérrez, los taxis multicolores, mezclados con colachatas, Playmouth y Ford del 47, gente como Ramiro Gaggioni, Pedrito Martínez, el Negro Chocho, los lustradores Emilio y Carlitos, los diarieros que así le decían y los quioscos, el de Blanquita, el de Sta. Rita, el Plaza de Montes de Oca, y otro frente a la Jefatura, de formas chinas, que fue de Sureda.

Recuerdo el Maldonado iniciando los 60, ¡qué década!, con pocos vehículos, con autos parecidos a sus dueños, de hermosas jardineras tiradas por caballo repartiendo leche, pan, fruta y verduras, con los llamativos toldos azules y números blancos que las identificaban.

En Maldonado siempre predominaron las dos ruedas, ahora son las scooter, pero supimos de Fidos, Cocciolos, Velosolex o simples bicicletas, hasta que Papá Homero Pérez introdujo las primeras nobles Honditas 50, las verdes… Los palillos de ropa se encargaban de mantener limpia la manga del pantalón que iba del lado de la cadena.

Rescato esos lazos indisolubles de la infancia, en que la escuela pública nos cobijaba sin distingos de ninguna especie, tiempos de bolita, figurita, agarrada, mancha y a veces algún bizcocho de “La Montevideana” del Tito Stuart al recreo.

Fui a la antigua Escuela Nº 2, hoy víctima de la soberbia porteña.

La casa Funes estaba donde hoy la Galería 18, la tienda La Económica de Salomón Solkoski donde está El Campanario (La Pasiva) y al correr por Sarandí estaban “La Favorita”, la “ONDA”, lo de Baquero y el Paz y Unión, seguían el Tico-Tico, el Bar Plaza…

Los domingos eran de interminables matinées en el Cine Plaza (“Larrañaga” o “de los curas”), y en el moderno y amplio Maldonado junto a una moderna confitería de exquisitas medialunas rellenas y excelente música de rocola. Se entraba enseguida del mediodía y se salía de nochecita. Igual que la Plaza, era lugar de romances, algunos tan fugaces como la película.

Lugares que asocio a nombres como Visconti, Zácari, Lamaison, Clauser, Montañés, Lavalleja Cruzado. Época que no había video, dvd ni internet, y tiempos que aparecían en los techos las primeras antenas de TV, que después fue un gran bosque de metal que modificó el suave paisaje urbano, donde solo predominaban las torres de la iglesia, del vigía, la del agua, y las araucarias de los mormones y del instituto normal.

Hablo de un Maldonado que atesora anécdotas y leyendas dignas de varios tomos (y en ese sentido abrigo una enorme esperanza en el BHL del IUA, por el cariño que le imprimen).

Maldonado con el muelle de Las Delicias, desde donde se pescaba. Se sacaba mejillón de sus pilares de hierro y se ensayaba algún clavado ornamental, lugar que el burel acorralaba al pejerrey que se pescaba a balde en la arena, sin caña.

Maldonado generoso en piñas, marcela y hongos rosados. Maldonado internacional, de festivales y estrellas de cine, conferencias y crímenes célebres, también internacionales.

Ciudad de humilde arquitectura, de muchos ranchitos que aún sobreviven en alguna esquina, para regocijo de los nostalgiosos.

Bailar era sinónimo de Paz y Unión, Deportivo, Atlético, URU, Cycles Peñarol, o en el ómnibus de Luisito Cugnetti pal de Cerro Pelado, o del Roig en Abra de Perdomo. Aquí los nombres que surgen son Barbi´zan, Tolino, Ney “Macho” Rosas…

El “bajo” estaba en Santa Teresa y Montevideo: “Las muñequitas 556”, “El Farwest”, “El Marabú”, “La Dolce Vita” y otros que por razones cronológicas nos estaban vedados. Era solo la ñata contra el vidrio. ¡Hay que reconocer que Maldonado siempre fue célebremente prostibulario!

Estaba el liceo y al lado 2 canchas de tennis, y las de Porvenir y Maracaná, y después era arena.

La “Escuela al aire libre” y el “Cycles Peñarol” estaban donde hoy está la IDM, ¡inicios de Wilson Olivera como empresario bailable!

Volviendo al centro, se caminaba por Sarandí, nos entreteníamos con las fotos carnet de la cartelera de Toja, junto a espléndidos retratos y paisajes lugareños, en blanco y negro, tomados por este poco reconocido maestro de la fotografía.

Por 18 estaba el “Rincón de los zorzales” de tulio Villegas, por las calles circulaba la publicidad de Pacy Propaganda en un camión con grandes carteleras iluminadas con neón, post moderno, como dicen hoy.

En lo de Peloche se oía el forjado rítmico metálico.

Otra atracción pueblerina, resultado de un “pool” entre las supertiendas del Tito Polakof, CW51 y el popular filántropo de las madres pobres: Prof. Marius, fue el “Pájaro Marciano”, móvil desde donde se transmitía desde los pocos barrios.

Ciudad que era cruzada por la bocina del motocar de AFE y el silbato de Cairo para entrar y salir de las obras.

Los bomberos salían desde donde hoy está el Centro Español, tiempos de los Leyland y Aclo de Plataforma, de UCOTE hasta la Parada 19 y los marrones de ETEMPE por la reciente Arcobaleno.

Maldonado que hacía rato recibía turistas que pasaban meses, y gente de trabajo que se quedaba para siempre, cuyos hijos, de aquí, también hicieron y tienen su historia. Tierra de pintores y poetas, Maldonado dinámico, a veces vertiginoso como pocos, que ha sabido de todo, de buenas, regulares y malas, que más allá de todas las luces no se encandiló, que es servicial y hospitalaria, y si le sobra algo es cordialidad.




Memorias de Ignacio Grieco

Octubre de 2015





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