Diferencia entre revisiones de «Testimonios sobre la vida y obra del Padre Domingo de Tacuarembó»

De Banco de Historias Locales - BHL
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==Historia de Azucena Berrondo==
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Al Padre Domingo lo conocimos en 1980. A toda la familia nos impactó su luz. Mis hijos, que eran pequeños, decían - vamos a la iglesia papá y mamá a ver a Jesús y al Padre Domingo. Era hermoso verlo en su bici con su vieja sotana y una bolsita de plástico donde llevaba leche, pan o ropa para alguien que la necesitaba.
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En 1987 comencé a sentirme muy extraña. Fui al médico, me dijo que era la menopausia. Gracias a Dios yo tenía dos hijos, mujer y varón, y aunque la situación económica no era buena los habíamos criado con lo indispensable para vivir y con mucho amor como debe ser.
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El tiempo pasaba y yo seguía sintiéndome extraña. Un día fui a un laboratorio y le digo a la química: Sara, por favor, haceme un análisis, creo que estoy embarazada. Esta se rió mucho y me dice "Esos síntomas son la menopausia, yo también estoy igual y tenemos la misma edad, pero si quieres yo te lo hago". Me lo hizo y se lo dejé pago.
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Al otro día la llamo y me dice "Felicitaciones, vas a ser madre por tercera vez". Yo iba a cumplir 42 años... No sabía que pensar, yo quería tener por lo menos cuatro hijos pero al nacer mi segundo hijo en el Hospital de Durazno la partera me dijo "Vos ya sos grande, si tienes otro hijo corres riesgo de vida o el niño va a ser enfermo". Me traumó y me cuidé con métodos legales y que no perjudicaban mi salud. Pero ahora, dentro de 6 meses nacería una personita más.
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Fui al médico, me propuso hacerme una punción, en el caso de ser Down me lo sacaban, me pareció un horror, una pesadilla, así que en este mundo podíamos elegir quién vivía y quién no y nos decíamos "seres humanos". Le dije que Dios iba a querer que fuera normal y si no lo era iba a ser mi hijo o hija igual. Fui a la iglesia y le conté al Padre Domingo y me dijo "Yo pienso igual que vos, anda tranquila y cuando esté por nacer vení por acá que yo te voy a dar una bendición".
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Así lo hice. Fueron 6 largos meses. Alguna vecina me decía "Usted es egoísta y si nace enfermo le arruina la vida a toda la familia".
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Cuando fue a nacer y perdí el tapón de glucosa salí caminando rumbo a la iglesia. El Padre Domingo estaba celebrando misa. Me vio, bajó del altar, me dio una bendición y me dijo "Anda tranquila, vas a tener una preciosa niña, eso sí, apenas nazca yo la voy a ir a bautizar a tu casa." Así fue, pero ¿cómo sabía él que era niña y sana?
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Fue mejor parto, con 43 años, con los otros dos anteriores tuve muchas dificultades, no los pude amamantar y eso les creó algunos problemitas. Inti María tomó pecho hasta los 3 años y fue una bendición para toda la familia. Igual a mis otros dos hijos.
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Gracias Padre Domingo por el regalo de toda mi hermosa familia porque mientras vivió iba casi a diario a charlar con él, a confesarme, pedirle consejos, y fue antes y ahora quien me ayudaba a resolver cosas simples y complicadas que a todos nos pasan. Pequeños milagros que nos ayudan a comprender y a amar esta vida tan llena de telones que tenemos que ir corriendo para poder ser felices.
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Siempre me decía: "Cree en Jesús y María y nada más necesitas para ser feliz".
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Gracias Padre Domingo porque yo siento que estás con Jesús y también con nosotros.
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Azucena Berrondo
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Revisión del 16:55 14 jun 2018

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Extracto del texto redactado por el Maestro Juan Ramón Suárez



Durante muchos años compartí, como Maestro de Su colegio Parroquial, horas inolvidables y profundas, en sus visitas a su amado Colegio, para conversar con los niños, los maestros o su Hermana en Francisco, Sor Adriana, Maestra y Directora llamada por él en 1949; compartir sus Misas, con esas homilías sencillas, pero con una profundidad que podían conmover hasta las lágrimas, llamándonos a ser todos los días "un poquito más cristianos, más parecidos a Jesús"; sus charlas, sus anécdotas, eran una lección continua de de vida misionera.


Siendo ya muy anciano, con más de 80 años, los niños asombrados, lo veían en pleno invierno, con los obreros, en lo alto de la cúpula mayor de la Catedral de San Fernando, supervisando como obrero práctico los arreglos de la misma. Llegados los recreos, algunos días, aparecía por el patio de su Colegio, envuelto en su capa marrón, paralizando los juegos y los gritos de los niños que salían a su encuentro con el afán de besarlo, de tocarlo, de acariciar sus frágiles manos o su barba blanca y sedosa como el algodón. Él siempre traía caramelos o galletitas para compartir con los pequeños y recordando sus años jóvenes, le pegaba a la pelota con su pie, ante la mirada cómplice de sus "hermanitos pequeños".


Cuando llegaba el cuatro de Mayo, día de su cumpleaños, íbamos con una delegación de niños a llevarle regalos, que con tanto amor se habían preparado: bufandas abrigadas, pantuflas, buzos, frazadas y ¡siempre muchas golosinas!. Poco o nada usaba él de lo regalado; siempre alguien tan pobre como él recibía esos abrigos, aunque él estuviera calado por el frío.


Llegar a su "celda", a su dormitorio, nos llenaba de una profunda emoción: la pobreza, su hermana pobreza era extrema; una camita de hierro, con un colchón viejo y finito, sábanas limpitas y blancas y unas mantas grises de lana, eran todas sus galas; una mesa mediana de madera era su escritorio y el lugar donde se amontonaban sus libros, revistas de su congregación, cartas y apuntes. Un ropero pequeño, de dos puertas, viejo y marrón, mostraba su poca ropa y algún hábito raído y remendado con sus propias manos. Un sostén de oratorio, daba al patio interno del Convento; allí él recibía de Dios su mayor riqueza, el sol que entibiaba el aire frío de la mañana, o el canto de la lluvia vivificante, el trinar de los pájaros o el maravilloso arcoiris de sus plantas y flores.


Era inmensamente feliz, porque se sentía amado por Dios y eso lo percibía en el inmenso amor que todos le teníamos; inmensamente rico, en la única fortuna que cuanto más se entrega y se da a corazón pleno más se acrecienta: en el amor.


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Testimonio de Cecilia Della Mea Haita



Celia Della Mea Haita, hija adoptiva de María Eshter Bonilla Curbelo, nos narra la vivencia de su madre adoptiva, quien fuera en vida, catequista, cursillista, legionaria y colaboradora del despacho de la parroquia de la Catedral de San Fernando de Maldonado.

En el año 1987, María Esther Bonilla Curbelo, se ve obligada a apartarse de las tareas de la Iglesia, dando previo aviso pero sin dar detalles, por motivo de una enfermedad que le ocuparía mucho tiempo, por los estudios que debía realizarse en la capital del país.

En primera instancia se le descubre un nódulo en un seno. El Doctor Salgado le da pase al Doctor Leborgne en la ciudad de Montevideo como especialista oncológico. El mismo le hace los estudios puntuales referentes a su estado, entre ellos un centellograma, exámenes éstos que fueron remitidos al Sanatorio Cantegril, institución de la cual María Esther era socia.

En esta historia clínica, se constata que la señora María no sólo tenía un nódulo, sino que tenía metástasis en los huesos.

El médico tratante en Maldonado - Moisés Salgado - en comunicación con el Doctor Leborgne, recibió de éste último el informe de que sus huesos también estaban integrados en esta enfermedad.

La Sra. Esther es operada en invierno, en dicha intervención se le extirpa todo el seno y ganglios, pero se descubre durante el trabajo quirúrgico que no había metástasis. La señora sale del quirófano sin dolor y con una recuperación muy rápida.

El Dr. Salgado da fe de que tenía un nódulo pero sin ramificaciones y que sus huesos estaban sanos.

A la semana es dada de alta y continúa la recuperación en su domicilio.

Una semana más tarde, María Esther asiste el día Domingo a la Catedral, donde se encuentra su amigo, el Padre Domingo, a quien no veía desde que se retiró para hacerse los estudios antes mencionados, y el sacerdote no había podido visitarla debido a su edad y problemas de salud.

María en su retiro no había querido hacer partícipe de la realidad de su enfermedad, para no preocuparlo.

Domingo al verla le dice:

- ¿Cómo está mi amiga María Esther?

- Acá, recuperándome, Padre. Como usted sabe, me he operado.

- María Esther, si sabré lo que hubo en ti. Yo ví las plaquitas (haciendo referencia al centellograma) e intercedí por ti ante Dios nuestro Señor. Yo sé que estás bien. He estado orando por ti...

María Esther, no pudiendo dar crédito a lo que escuchaba, ya que nadie excepto sus médicos y ella misma habían visto sus estudios, se sentó y lloró pronunciando su nombre: "Domingo... Domingo...".

Su hija adoptiva Cecilia, entonces de 16 años y actualmente 36 años, fue el más fiel testigo de tan hermoso milagro, que por intervención Divina y a través del padre Domingo tuvo obra.


Entrevista realizada por Yanett Guerra De León, 2007


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Testimonio de Evaristo Pellegrino Pérez Núñez



La gran estatua de San Francisco de Asís erigida sobre el cerro del Abra de Perdomo, fue realizada por el Padre Domingo con sus propias manos. La Llevó a su dimensión de cinco metros de altura, más otro cinco metros de base, luego de proyectarla a partir de una pequeña imagen.


En el año 1944-45, el Padre Domningo se dispuso a trasladar la escultura de San Francisco, que había comenzado a modelar en la ciudad de Maldonado, para poderla finalizar en el cerro que luego llevaría el nombre del Santo.

Dicho cerro está ubicado en la Ruta 9, zona de Abra de Perdomo, sobre la Sierra de la Ballena. Una elevación que curiosamente consta de muy poca vegetación. Desde allí se divisa el arroyo San Carlos y la Laguna del Diario... unas cuarenta cuadras distan la falda y la cima del cerro.

Evaristo Pérez, en ese entonces de tan sólo 19 años, fue una de las personas que ayudaría desde el principio hasta el fin de la obra. Cuenta que la imagen del santo, para poder ser trasladada hasta Abra de Perdomo en tren, tuvo que ser dividida en dos partes.

Debido a las piedras, el terreno del cerro hasta la cubre era totalmente inaccesible. Fue contratado por esto un picapedrero de oficio, de origen español, quien residía en la zona, llamado Cohello gonzález. Remover dichas piedras para hacer un camino fue una tarea extremadamente difícil, dado su tamaño y debido al chorro de agua, que en ese entonces corría cerro abajo; hoy día pueden visualizarse las grietas impresas sobre las rocas por donde corría el agua y por donde en la actualidad corre un escaso hilo.

El entonces Intendente de Maldonado, Sr. Roque Massetti, les había prestado una mula, para el traslado de los materiales, que llegaban a la estación Abra de Perdomo y debían ser trasladados a la cumbre. Se exigía que la mula fuera entregada en las mismas condiciones en que había sido prestada. Sobre este animal eran cargadas 2 bolsas de Portland de 50 kilos. Debido a la ardua labor de trasladar con una sola mula dicho material, el trabajo se hacía lento. Fue entonces que un Sr. Muzzio les dio en calidad de préstamo 3 caballos que facilitaron la tarea.

El Padre Domingo iba y venía en bicicleta o en tren y trabajaba a la par de los peones; a veces bajando y subiendo 2 y 3 veces al día debido a los servicios que debía prestar y a su deber como sacerdote; calzado tan sólo con sus franciscanas, corriendo sobre las piedras filosas.

Para poder subir la escultura, se armó una rastra con 8 yuntas de bueyes. Primero fue construida una base de 3 metros de altura, con un altar frontal de 1.10 m de alto, hechos con las mismas piedras del lugar. Luego fue trasladada en el mencionado transporte la parte inferior de la escultura y colocada con un guinche prestado sobre la base. Se construyeron andamios con palos y tablones. Sólo entonces se subió la parte superior y unida a la inferior con material.

Trepado en los andamios, el Padre Domingo revistió con sus propias manos, con marmolina más precisamente, la estatua del Santo, para que pudiera verse desde muy lejos. Las uñas, de los pies y las manos las moldeó con cinco cucharas de diferente tamaño. Delineó la expresión de la cara y el cordón de la túnica, con utensilios caseros, cuenta el Sr. Pérez: "... con su pequeño tamaño, su larga sotana y sus precarias sandalias, era increíble verlo trepar por los palos hasta los andamios...", "...jamás se le escuchó quejarse...".

Al pie del Santo, sobre un pergamino hecho en hormigón y con 3 puntas de piedras clavadas a los lados, semejantes en un todo a clavos, el Padre Domingo escribió: "EL SEÑOR TE BENDIGA Y TE GUARDE, TE MANIFIESTE SU DIVINA GRACIA Y TENGA MISERICORDIA DE TI, VUELVA A TI SU DIVINO ROSTRO Y TE DE PAZ. EL SEÑOR BENDIGA A ESTE SU SIERVO. AMÉN". Sobre esta inscripción, el Sr. Evaristo Pérez, escribió la fecha de finalizada la obra: XXV-II-1945. P. Domingo.".

Fue inaugurado con el madrinazgo de la Señora del Presidente Waldomir, con la presencia de autoridades y vecinos de la zona.


Janett Guerra De León


Nota: Cabe destacar, que las rocas de este cerro, tienen una inusual cantidad de cuarcita, constituida por una intercalación de cataclasitas (desde ultraminolitas a prominolitas), miradas al microscopio abundan las cuarcitas desarrolladas, especialmente sobre piedra granítica. Además es de destacar la densidad de algunas de estas piedras de pirita. Dejo constancia de esta observación a los 16 días del mes de Marzo de 2009. Javier Pereira Báez.



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Gracia concedida a Reina Soria



Transcripción de manuscrito sin fecha de la Sra. Reina Soria de Moyano


Bueno yo quiero acá como me dijo el Sr. Ricardo que podía pasar a explicar lo que había hecho en mí el Padrecito Domingo, que fue quien me dio la Comunión por primera vez, a quien recuerdo con un cariño imponente y tengo muchas historias de él como que estando enfermo de pulmonía el doctor le dijo: "Padre, Usted tiene que hacer reposo por lo menos por un mes" y ese mismo médico a la semana lo encuentra al Padrecito en la bicicleta con un baldecito, como andaba siempre para ir a hacer la capilla, y le contestó al médico: "Pero doctor, si yo no trabajo para hacer la capillita ¿quién va a ir? Esta es una de las anécdotas que tengo del Padre Domingo, que era laborioso y trabajador y estaba siempre al alcance del pueblo. Siempre al alcance de los niños también. Yo me acuerdo de ver al Padre Domingo jugar a la pelota con los chiquilines, con la sotana y la pierna extendida, lo veo como si fuera una foto hoy.

Pasaron los años y pasó lo que pasó; la última cosa que me dijo (tendría unos 85 años) fue: "Tu sabes, Reina, lo que me está pasando, que ahora tengo que escribir lo que hablo en la iglesia, yo todo me lo sabía de memoria". Le digo yo: "Ay Padrecito, Usted ¿no le estará pidiendo demasiado a Dios? y me dice "Sí, tienes razón, tienes razón. Esa fue la última vez que hablé con el Padre Domingo. Después pasaron los años, tuve hijos, 3 varones y 1 mujer. La mujer no había conseguido novio y ella estaba muy preocupada, decía que se hacía vieja y no tendría niños y ella quería tener un hijito; entonces yo vine un 31 de Diciembre y le dije: "Padrecito por favor pídele a Diosito y a la Virgen que le den una persona, un compañero a mi hija, para que pueda tener su hijito, está sufriendo mucho por eso". El 1ero de Enero veo llegar a un señor de tarde a conversar con ella, creí que era un vecino. El marido de una señora le preguntó: "¿Estabas con el vecino?" "No, es un señor que conocí anoche, muy bien"; ese señor era divorciado, ¿qué te parece? Tú piensa bien lo que vas a hacer, muchacha. Pero también había conocido a un solterito, a los pocos días se casó y ahora tengo un nietito de 9 años.

Gracias a Dios ella pudo ser madre y eso se lo agradezco al Padrecito que siempre me dirige a donde tengo que ir. ¡Ahora voy al encuentro de los viejitos y de los jóvenes!



Reina Soria de Moyano



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Historia de Azucena Berrondo



Al Padre Domingo lo conocimos en 1980. A toda la familia nos impactó su luz. Mis hijos, que eran pequeños, decían - vamos a la iglesia papá y mamá a ver a Jesús y al Padre Domingo. Era hermoso verlo en su bici con su vieja sotana y una bolsita de plástico donde llevaba leche, pan o ropa para alguien que la necesitaba.

En 1987 comencé a sentirme muy extraña. Fui al médico, me dijo que era la menopausia. Gracias a Dios yo tenía dos hijos, mujer y varón, y aunque la situación económica no era buena los habíamos criado con lo indispensable para vivir y con mucho amor como debe ser.

El tiempo pasaba y yo seguía sintiéndome extraña. Un día fui a un laboratorio y le digo a la química: Sara, por favor, haceme un análisis, creo que estoy embarazada. Esta se rió mucho y me dice "Esos síntomas son la menopausia, yo también estoy igual y tenemos la misma edad, pero si quieres yo te lo hago". Me lo hizo y se lo dejé pago.

Al otro día la llamo y me dice "Felicitaciones, vas a ser madre por tercera vez". Yo iba a cumplir 42 años... No sabía que pensar, yo quería tener por lo menos cuatro hijos pero al nacer mi segundo hijo en el Hospital de Durazno la partera me dijo "Vos ya sos grande, si tienes otro hijo corres riesgo de vida o el niño va a ser enfermo". Me traumó y me cuidé con métodos legales y que no perjudicaban mi salud. Pero ahora, dentro de 6 meses nacería una personita más.

Fui al médico, me propuso hacerme una punción, en el caso de ser Down me lo sacaban, me pareció un horror, una pesadilla, así que en este mundo podíamos elegir quién vivía y quién no y nos decíamos "seres humanos". Le dije que Dios iba a querer que fuera normal y si no lo era iba a ser mi hijo o hija igual. Fui a la iglesia y le conté al Padre Domingo y me dijo "Yo pienso igual que vos, anda tranquila y cuando esté por nacer vení por acá que yo te voy a dar una bendición".

Así lo hice. Fueron 6 largos meses. Alguna vecina me decía "Usted es egoísta y si nace enfermo le arruina la vida a toda la familia".

Cuando fue a nacer y perdí el tapón de glucosa salí caminando rumbo a la iglesia. El Padre Domingo estaba celebrando misa. Me vio, bajó del altar, me dio una bendición y me dijo "Anda tranquila, vas a tener una preciosa niña, eso sí, apenas nazca yo la voy a ir a bautizar a tu casa." Así fue, pero ¿cómo sabía él que era niña y sana?

Fue mejor parto, con 43 años, con los otros dos anteriores tuve muchas dificultades, no los pude amamantar y eso les creó algunos problemitas. Inti María tomó pecho hasta los 3 años y fue una bendición para toda la familia. Igual a mis otros dos hijos.

Gracias Padre Domingo por el regalo de toda mi hermosa familia porque mientras vivió iba casi a diario a charlar con él, a confesarme, pedirle consejos, y fue antes y ahora quien me ayudaba a resolver cosas simples y complicadas que a todos nos pasan. Pequeños milagros que nos ayudan a comprender y a amar esta vida tan llena de telones que tenemos que ir corriendo para poder ser felices.

Siempre me decía: "Cree en Jesús y María y nada más necesitas para ser feliz".

Gracias Padre Domingo porque yo siento que estás con Jesús y también con nosotros.



Azucena Berrondo




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