Testimonios sobre la vida y obra del Padre Domingo de Tacuarembó

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Fernando Edye recuerda al Padre Domingo

Me considero una persona agnóstica, no soy ateo, me considero agnóstico en el sentido de que coincido con que la capacidad humana de entendimiento no es lo suficientemente amplia como para comprender la existencia de Dios, y mucho menos para negarla. Pero me pasó particularmente, que las seis o siete veces que estuve en contacto con el Padre Domingo, por distintas circunstancias, se me hizo patente que Dios era una posibilidad. Me parece que es un hombre que, es lo más cerca que uno puede estar de la Santidad, es haber conocido personalmente al Padre Domingo, y sigo siendo agnóstico.

Te transmitía tanta fe, tanta, tanta fe, y tanta honestidad de fe, que te hacía entender que no había mentira en aquella fe, que era una fe tan verdadera, que de alguna manera él había llegado a conocer, a comprender misterios que los demás no estamos capacitados para entender. Han pasado 40 años, yo era un poco más que un adolescente, la última vez que tuve contacto con él yo tendría unos 25 años, lo llevé al Hospital Marítimo a dar una extremaunción a un moribundo, y siempre a lo largo de los años he guardado un enorme afecto por ese viejito. Ese viejito que uno lo veía andar en bicicleta por Maldonado, yendo a jugar al volleyball con 80 años, con los gurises de la capilla que él había construido por la Laguna del Sauce.


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El Padre Domingo aparece en el sueño de Ladis De La Puente



I

Testimonio de la Sra. Ladis De La Puente desde Colonia, 1994: el Padre Domingo me guía en un sueño.


Después de que falleció el Padre Domingo me preguntaba ¿con quién me voy a confesar?

En un sueño, el Padre se ubica a mi izquierda, camina conmigo y me indica: “busca al Padre Gerónimo”. Yo no conozco ningún Gerónimo. Él insistió: “busca a Gerónimo, que él tiene una deuda conmigo, yo le mando decir que él te confiese” y luego se despide apurado porque tiene otro asunto.

Yo me dispongo a buscar al Padre Gerónimo, comienzo en una casa de frailes Capuchinos de la calle Canelones o Maldonado, no recuerdo bien, y había un Gerónimo pero no era un sacerdote, era un señor mayor que repartía el pan en bicicleta. Sigo buscando, le pregunto a unas hermanas Capuchinas, “sí hay un Gerónimo que está por Sayago”, allí lo encontré, y me confesé con él.

Tiempo después lo encontré en Maldonado, él ya no me recordaba. Me fui a confesar con él y le dije “en realidad me mandó el Padre Domingo” y él me respondió “Ah, ¿es Usted?”, como si mi visita hubiera sido anunciada. No sé qué le transmitió el Padre Domingo, pero entendí que el Padre Gerónimo me estaba esperando.


II

Testimonio de la Sra. Ladis De La Puente desde Colonia, 2017: una vidente supo que yo conocía al Padre Domingo.


Yo tenía una Señora conocida, que iba a la iglesia, vidente, siempre me estaba diciendo cosas. Un día me dijo: “Vos conocés a una persona, una persona chiquita, que está al servicio del Señor y corre para acá, y corre para allá porque quiere adelantarse a las cosas que el Señor tiene que hacer o decidir para servirlo lo mejor posible. Una persona bajita, que no va a ser Santo por ahora, el Señor no tiene ningún apuro porque él sea Santo, lo aprecia mucho y lo sirve tan bien que por ahora lo tiene como su amigo.”

Yo pensé que no quiere que esté en un altar para que la gente venga a pedirle, me parece que por ahora no va a ser posible que tengamos al Padre Domingo como Santo.



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Tita Cairo recuerda al Padre Domingo



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Me han pedido que escriba algo sobre el Padre Domingo, ¡qué compromiso!

Este franciscano auténtico sembró con tanta bondad en todos los que como yo hemos tenido el privilegio de conocerlo y haber aprendido de él lo que es la humildad, la caridad y la esperanza de un mundo lleno de Dios. ¡Padre Domingo!, ¡qué maestro Maestro en la Fé y el amor a Dios! Allanando caminos para que todos pudieran entrar en la Ley del Señor.

Anécdota: Una tarde llegué a la Iglesia a rezar por el alma de una Sra. que había fallecido y encuentro a Padre Domingo conversando con tres pequeños morochitos, y me dijo: "Ven, tita, que voy a bautizar a estos niños" y yo le respondí: ¿Cómo, Padre, si creo que no están preparados? - "Calla, que tú serás la madrina, y llama a García que será el padrino". García era el encargado de abrir y cerrar las puertas de la Igleesia. Y poniéndose el alba y la estola los bautizó. Esos niños todos los días iban a mi casa, hasta que la madre me dijo que se iban a Buenos Aires y nunca más los vi, pero siempre los recuerdo con cariño.

¡Gracias Padre Domingo por todo lo que nos enseñaste!


Tita Cairo de Castagnet

Septiembre de 2018


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Extracto del texto redactado por el Maestro Juan Ramón Suárez



Durante muchos años compartí, como Maestro de Su colegio Parroquial, horas inolvidables y profundas, en sus visitas a su amado Colegio, para conversar con los niños, los maestros o su Hermana en Francisco, Sor Adriana, Maestra y Directora llamada por él en 1949; compartir sus Misas, con esas homilías sencillas, pero con una profundidad que podían conmover hasta las lágrimas, llamándonos a ser todos los días "un poquito más cristianos, más parecidos a Jesús"; sus charlas, sus anécdotas, eran una lección continua de de vida misionera.


Siendo ya muy anciano, con más de 80 años, los niños asombrados, lo veían en pleno invierno, con los obreros, en lo alto de la cúpula mayor de la Catedral de San Fernando, supervisando como obrero práctico los arreglos de la misma. Llegados los recreos, algunos días, aparecía por el patio de su Colegio, envuelto en su capa marrón, paralizando los juegos y los gritos de los niños que salían a su encuentro con el afán de besarlo, de tocarlo, de acariciar sus frágiles manos o su barba blanca y sedosa como el algodón. Él siempre traía caramelos o galletitas para compartir con los pequeños y recordando sus años jóvenes, le pegaba a la pelota con su pie, ante la mirada cómplice de sus "hermanitos pequeños".


Cuando llegaba el cuatro de Mayo, día de su cumpleaños, íbamos con una delegación de niños a llevarle regalos, que con tanto amor se habían preparado: bufandas abrigadas, pantuflas, buzos, frazadas y ¡siempre muchas golosinas!. Poco o nada usaba él de lo regalado; siempre alguien tan pobre como él recibía esos abrigos, aunque él estuviera calado por el frío.


Llegar a su "celda", a su dormitorio, nos llenaba de una profunda emoción: la pobreza, su hermana pobreza era extrema; una camita de hierro, con un colchón viejo y finito, sábanas limpitas y blancas y unas mantas grises de lana, eran todas sus galas; una mesa mediana de madera era su escritorio y el lugar donde se amontonaban sus libros, revistas de su congregación, cartas y apuntes. Un ropero pequeño, de dos puertas, viejo y marrón, mostraba su poca ropa y algún hábito raído y remendado con sus propias manos. Un sostén de oratorio, daba al patio interno del Convento; allí él recibía de Dios su mayor riqueza, el sol que entibiaba el aire frío de la mañana, o el canto de la lluvia vivificante, el trinar de los pájaros o el maravilloso arcoiris de sus plantas y flores.


Era inmensamente feliz, porque se sentía amado por Dios y eso lo percibía en el inmenso amor que todos le teníamos; inmensamente rico, en la única fortuna que cuanto más se entrega y se da a corazón pleno más se acrecienta: en el amor.


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Testimonio de Cecilia Della Mea Haita



Celia Della Mea Haita, hija adoptiva de María Eshter Bonilla Curbelo, nos narra la vivencia de su madre adoptiva, quien fuera en vida, catequista, cursillista, legionaria y colaboradora del despacho de la parroquia de la Catedral de San Fernando de Maldonado.

En el año 1987, María Esther Bonilla Curbelo, se ve obligada a apartarse de las tareas de la Iglesia, dando previo aviso pero sin dar detalles, por motivo de una enfermedad que le ocuparía mucho tiempo, por los estudios que debía realizarse en la capital del país.

En primera instancia se le descubre un nódulo en un seno. El Doctor Salgado le da pase al Doctor Leborgne en la ciudad de Montevideo como especialista oncológico. El mismo le hace los estudios puntuales referentes a su estado, entre ellos un centellograma, exámenes éstos que fueron remitidos al Sanatorio Cantegril, institución de la cual María Esther era socia.

En esta historia clínica, se constata que la señora María no sólo tenía un nódulo, sino que tenía metástasis en los huesos.

El médico tratante en Maldonado - Moisés Salgado - en comunicación con el Doctor Leborgne, recibió de éste último el informe de que sus huesos también estaban integrados en esta enfermedad.

La Sra. Esther es operada en invierno, en dicha intervención se le extirpa todo el seno y ganglios, pero se descubre durante el trabajo quirúrgico que no había metástasis. La señora sale del quirófano sin dolor y con una recuperación muy rápida.

El Dr. Salgado da fe de que tenía un nódulo pero sin ramificaciones y que sus huesos estaban sanos.

A la semana es dada de alta y continúa la recuperación en su domicilio.

Una semana más tarde, María Esther asiste el día Domingo a la Catedral, donde se encuentra su amigo, el Padre Domingo, a quien no veía desde que se retiró para hacerse los estudios antes mencionados, y el sacerdote no había podido visitarla debido a su edad y problemas de salud.

María en su retiro no había querido hacer partícipe de la realidad de su enfermedad, para no preocuparlo.

Domingo al verla le dice:

- ¿Cómo está mi amiga María Esther?

- Acá, recuperándome, Padre. Como usted sabe, me he operado.

- María Esther, si sabré lo que hubo en ti. Yo ví las plaquitas (haciendo referencia al centellograma) e intercedí por ti ante Dios nuestro Señor. Yo sé que estás bien. He estado orando por ti...

María Esther, no pudiendo dar crédito a lo que escuchaba, ya que nadie excepto sus médicos y ella misma habían visto sus estudios, se sentó y lloró pronunciando su nombre: "Domingo... Domingo...".

Su hija adoptiva Cecilia, entonces de 16 años y actualmente 36 años, fue el más fiel testigo de tan hermoso milagro, que por intervención Divina y a través del padre Domingo tuvo obra.


Entrevista realizada por Yanett Guerra De León, 2007


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Testimonio de Evaristo Pellegrino Pérez Núñez



La gran estatua de San Francisco de Asís erigida sobre el cerro del Abra de Perdomo, fue realizada por el Padre Domingo con sus propias manos. La Llevó a su dimensión de cinco metros de altura, más otro cinco metros de base, luego de proyectarla a partir de una pequeña imagen.


En el año 1944-45, el Padre Domningo se dispuso a trasladar la escultura de San Francisco, que había comenzado a modelar en la ciudad de Maldonado, para poderla finalizar en el cerro que luego llevaría el nombre del Santo.

Dicho cerro está ubicado en la Ruta 9, zona de Abra de Perdomo, sobre la Sierra de la Ballena. Una elevación que curiosamente consta de muy poca vegetación. Desde allí se divisa el arroyo San Carlos y la Laguna del Diario... unas cuarenta cuadras distan la falda y la cima del cerro.

Evaristo Pérez, en ese entonces de tan sólo 19 años, fue una de las personas que ayudaría desde el principio hasta el fin de la obra. Cuenta que la imagen del santo, para poder ser trasladada hasta Abra de Perdomo en tren, tuvo que ser dividida en dos partes.

Debido a las piedras, el terreno del cerro hasta la cubre era totalmente inaccesible. Fue contratado por esto un picapedrero de oficio, de origen español, quien residía en la zona, llamado Cohello gonzález. Remover dichas piedras para hacer un camino fue una tarea extremadamente difícil, dado su tamaño y debido al chorro de agua, que en ese entonces corría cerro abajo; hoy día pueden visualizarse las grietas impresas sobre las rocas por donde corría el agua y por donde en la actualidad corre un escaso hilo.

El entonces Intendente de Maldonado, Sr. Roque Massetti, les había prestado una mula, para el traslado de los materiales, que llegaban a la estación Abra de Perdomo y debían ser trasladados a la cumbre. Se exigía que la mula fuera entregada en las mismas condiciones en que había sido prestada. Sobre este animal eran cargadas 2 bolsas de Portland de 50 kilos. Debido a la ardua labor de trasladar con una sola mula dicho material, el trabajo se hacía lento. Fue entonces que un Sr. Muzzio les dio en calidad de préstamo 3 caballos que facilitaron la tarea.

El Padre Domingo iba y venía en bicicleta o en tren y trabajaba a la par de los peones; a veces bajando y subiendo 2 y 3 veces al día debido a los servicios que debía prestar y a su deber como sacerdote; calzado tan sólo con sus franciscanas, corriendo sobre las piedras filosas.

Para poder subir la escultura, se armó una rastra con 8 yuntas de bueyes. Primero fue construida una base de 3 metros de altura, con un altar frontal de 1.10 m de alto, hechos con las mismas piedras del lugar. Luego fue trasladada en el mencionado transporte la parte inferior de la escultura y colocada con un guinche prestado sobre la base. Se construyeron andamios con palos y tablones. Sólo entonces se subió la parte superior y unida a la inferior con material.

Trepado en los andamios, el Padre Domingo revistió con sus propias manos, con marmolina más precisamente, la estatua del Santo, para que pudiera verse desde muy lejos. Las uñas, de los pies y las manos las moldeó con cinco cucharas de diferente tamaño. Delineó la expresión de la cara y el cordón de la túnica, con utensilios caseros, cuenta el Sr. Pérez: "... con su pequeño tamaño, su larga sotana y sus precarias sandalias, era increíble verlo trepar por los palos hasta los andamios...", "...jamás se le escuchó quejarse...".

Al pie del Santo, sobre un pergamino hecho en hormigón y con 3 puntas de piedras clavadas a los lados, semejantes en un todo a clavos, el Padre Domingo escribió: "EL SEÑOR TE BENDIGA Y TE GUARDE, TE MANIFIESTE SU DIVINA GRACIA Y TENGA MISERICORDIA DE TI, VUELVA A TI SU DIVINO ROSTRO Y TE DE PAZ. EL SEÑOR BENDIGA A ESTE SU SIERVO. AMÉN". Sobre esta inscripción, el Sr. Evaristo Pérez, escribió la fecha de finalizada la obra: XXV-II-1945. P. Domingo.".

Fue inaugurado con el madrinazgo de la Señora del Presidente Waldomir, con la presencia de autoridades y vecinos de la zona.


Janett Guerra De León


Nota: Cabe destacar, que las rocas de este cerro, tienen una inusual cantidad de cuarcita, constituida por una intercalación de cataclasitas (desde ultraminolitas a prominolitas), miradas al microscopio abundan las cuarcitas desarrolladas, especialmente sobre piedra granítica. Además es de destacar la densidad de algunas de estas piedras de pirita. Dejo constancia de esta observación a los 16 días del mes de Marzo de 2009. Javier Pereira Báez.



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Gracia concedida a Reina Soria



Transcripción de manuscrito sin fecha de la Sra. Reina Soria de Moyano


Bueno yo quiero acá como me dijo el Sr. Ricardo que podía pasar a explicar lo que había hecho en mí el Padrecito Domingo, que fue quien me dio la Comunión por primera vez, a quien recuerdo con un cariño imponente y tengo muchas historias de él como que estando enfermo de pulmonía el doctor le dijo: "Padre, Usted tiene que hacer reposo por lo menos por un mes" y ese mismo médico a la semana lo encuentra al Padrecito en la bicicleta con un baldecito, como andaba siempre para ir a hacer la capilla, y le contestó al médico: "Pero doctor, si yo no trabajo para hacer la capillita ¿quién va a ir? Esta es una de las anécdotas que tengo del Padre Domingo, que era laborioso y trabajador y estaba siempre al alcance del pueblo. Siempre al alcance de los niños también. Yo me acuerdo de ver al Padre Domingo jugar a la pelota con los chiquilines, con la sotana y la pierna extendida, lo veo como si fuera una foto hoy.

Pasaron los años y pasó lo que pasó; la última cosa que me dijo (tendría unos 85 años) fue: "Tu sabes, Reina, lo que me está pasando, que ahora tengo que escribir lo que hablo en la iglesia, yo todo me lo sabía de memoria". Le digo yo: "Ay Padrecito, Usted ¿no le estará pidiendo demasiado a Dios? y me dice "Sí, tienes razón, tienes razón. Esa fue la última vez que hablé con el Padre Domingo. Después pasaron los años, tuve hijos, 3 varones y 1 mujer. La mujer no había conseguido novio y ella estaba muy preocupada, decía que se hacía vieja y no tendría niños y ella quería tener un hijito; entonces yo vine un 31 de Diciembre y le dije: "Padrecito por favor pídele a Diosito y a la Virgen que le den una persona, un compañero a mi hija, para que pueda tener su hijito, está sufriendo mucho por eso". El 1ero de Enero veo llegar a un señor de tarde a conversar con ella, creí que era un vecino. El marido de una señora le preguntó: "¿Estabas con el vecino?" "No, es un señor que conocí anoche, muy bien"; ese señor era divorciado, ¿qué te parece? Tú piensa bien lo que vas a hacer, muchacha. Pero también había conocido a un solterito, a los pocos días se casó y ahora tengo un nietito de 9 años.

Gracias a Dios ella pudo ser madre y eso se lo agradezco al Padrecito que siempre me dirige a donde tengo que ir. ¡Ahora voy al encuentro de los viejitos y de los jóvenes!



Reina Soria de Moyano




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El Padre Domingo, el Padre Celestino, feligreses, diáconos, sacerdotes y acólitos que los acompañaban. Foto en el archivo de Ricardo Biurrun.


"Sepa que está en La tierra del queridísimo Padre Domingo", Gabriel Freitas



Transcripción de manuscrito sin fecha del Sr. Gabriel Freitas


Nació muriéndose. Gran parte de su infancia estuvo en cama porque se moría, tan débil su físico. Niño débil, puso toda su fe en Jesús, que se hizo su amigo. Un día lo invita a ser sacerdote y él elige ser Fraile Franciscano. Hace sus estudios muriéndose. Muy débil viaja a Roma donde por su estado físico le dejan más tiempo en Italia, que aprovecha para seguir sus estudios y conocer al Padre Pío. Se hicieron amigos. Desde que vuelve es un temporal. Chiquitito, pero pura fibra de Dios, aquel pequeño ser barbado va a provocar una catarata de trabajos, proyectos, reclamos, ayudas, construcciones de capillas, de viviendas y hasta esculturas. Estará en todas partes. Desde 1941 llega a San Fernando de Maldonado y no hay rincón de todo el departamento que no se vea afectado por el efecto Padre Domingo.

Solidario, compañía de 24 horas de los más necesitados, viviendo siempre enfermo y siempre solícito para estar donde lo llamaban. Bicicleta mediante, no solo fue un peligro en el tránsito sino además la mano de Jesús ante los que lo necesitaran. Se habla de milagros, de multiplicaciones del chocolate y de una olla benéfica prevista para cierta cantidad de personas que dio y sobró para el triple.

Se sabe de una delegación fernandina que cruzó el océano para ver al Padre Pío y que éste, preguntando de dónde eran, al enterarse que venían de Maldonado les reclamó con voz de pocos amigos, "pero tienen al Padre Domingo y vienen a verme a mi".

Se cuenta que muriéndose, lo internaron en el sanatorio local y fueron a buscar de urgencia al médico de guardia, cuando llegaron, Domingo no estaba en su cama. Apenas caminaba pero, con el soporte del suero de tiro, andaba visitando la cama de otros enfermos, dándoles la paz.

Con su oración y determinación pudo mover montañas, aguijoneando a quien fuere para lograr los grandes objetivos sociales y espirituales. Lo consiguió con su inmensa modestia y muchísimas veces teniendo que comer de manera salteada su ya escasa dieta compuesta ma más de las veces por sopa y pan.

Si Usted vive en el pueblo de San Fernando de Maldonado, sepa que está en la tierra del queridísimo Padre Domingo.

Vivió hasta los 94 años y tuvo su Pascua, fue en su amada ciudad, era Enero de 1993.


Gabriel Freitas




Texto manuscrito del fiel Palo Mesa.


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Historia de Azucena Berrondo



Al Padre Domingo lo conocimos en 1980. A toda la familia nos impactó su luz. Mis hijos, que eran pequeños, decían - vamos a la iglesia papá y mamá a ver a Jesús y al Padre Domingo. Era hermoso verlo en su bici con su vieja sotana y una bolsita de plástico donde llevaba leche, pan o ropa para alguien que la necesitaba.

En 1987 comencé a sentirme muy extraña. Fui al médico, me dijo que era la menopausia. Gracias a Dios yo tenía dos hijos, mujer y varón, y aunque la situación económica no era buena los habíamos criado con lo indispensable para vivir y con mucho amor como debe ser.

El tiempo pasaba y yo seguía sintiéndome extraña. Un día fui a un laboratorio y le digo a la química: Sara, por favor, haceme un análisis, creo que estoy embarazada. Esta se rió mucho y me dice "Esos síntomas son la menopausia, yo también estoy igual y tenemos la misma edad, pero si quieres yo te lo hago". Me lo hizo y se lo dejé pago.

Al otro día la llamo y me dice "Felicitaciones, vas a ser madre por tercera vez". Yo iba a cumplir 42 años... No sabía que pensar, yo quería tener por lo menos cuatro hijos pero al nacer mi segundo hijo en el Hospital de Durazno la partera me dijo "Vos ya sos grande, si tienes otro hijo corres riesgo de vida o el niño va a ser enfermo". Me traumó y me cuidé con métodos legales y que no perjudicaban mi salud. Pero ahora, dentro de 6 meses nacería una personita más.

Fui al médico, me propuso hacerme una punción, en el caso de ser Down me lo sacaban, me pareció un horror, una pesadilla, así que en este mundo podíamos elegir quién vivía y quién no y nos decíamos "seres humanos". Le dije que Dios iba a querer que fuera normal y si no lo era iba a ser mi hijo o hija igual. Fui a la iglesia y le conté al Padre Domingo y me dijo "Yo pienso igual que vos, anda tranquila y cuando esté por nacer vení por acá que yo te voy a dar una bendición".

Así lo hice. Fueron 6 largos meses. Alguna vecina me decía "Usted es egoísta y si nace enfermo le arruina la vida a toda la familia".

Cuando fue a nacer y perdí el tapón de glucosa salí caminando rumbo a la iglesia. El Padre Domingo estaba celebrando misa. Me vio, bajó del altar, me dio una bendición y me dijo "Anda tranquila, vas a tener una preciosa niña, eso sí, apenas nazca yo la voy a ir a bautizar a tu casa." Así fue, pero ¿cómo sabía él que era niña y sana?

Fue mejor parto, con 43 años, con los otros dos anteriores tuve muchas dificultades, no los pude amamantar y eso les creó algunos problemitas. Inti María tomó pecho hasta los 3 años y fue una bendición para toda la familia. Igual a mis otros dos hijos.

Gracias Padre Domingo por el regalo de toda mi hermosa familia porque mientras vivió iba casi a diario a charlar con él, a confesarme, pedirle consejos, y fue antes y ahora quien me ayudaba a resolver cosas simples y complicadas que a todos nos pasan. Pequeños milagros que nos ayudan a comprender y a amar esta vida tan llena de telones que tenemos que ir corriendo para poder ser felices.

Siempre me decía: "Cree en Jesús y María y nada más necesitas para ser feliz".

Gracias Padre Domingo porque yo siento que estás con Jesús y también con nosotros.



Azucena Berrondo



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Relato del Sr. Edilberto Alonso



"Yo estaba cuidando al Padre Domingo de Tacuarembó, una mañana en el Sanatorio Cantegril, y de improviso, él comenzó con convulsiones muy fuerte y levantaba la mano y oraba al cielo. Y estando en esas convulsiones, toqué el timbre llamando a los médicos y enfermeras, quienes demoraron un poco, mientras él seguía peor.

Cuando vinieron me hicieron salir de la sala y estuve por lo menos cerca de una hora esperando. Eran los doctores Iberto Scasso, Acevedo y dos nurses. Después vi llegar a una nurse con un aparato de presión, al parecer eléctrico, porque tenía algunas pinzas. Lo traían en un carrito. Después de ese largo rato al salir dijeron que podía entrar, mientras ellos decían "vamos a llamar a la Parroquia para que se lleven el cuerpo". A una señora que pasaba, le sentí decir ¿"quien es ese rabino que murió"?.

Cuando entré encontré al P. Domingo con una sábana tapando su cuerpo y su cara. Luego lo llamo y no contestó nada. Le hablo por segunda y tercera vez y tampoco me contesta. Después le destapo la cara y veo que movía la mandíbula, o que la piel de la cara tiene un movimiento. Abre los párpados y me dice "¿Tú qué estás haciendo acá, al lado mío?". Yo lo estoy cuidando, le contesté. Él dice "Ah, vos no sabés lo que tiene preparado el Señor para nosotros. Nosotros somos paja que nos lleva el viento. Esto acá no sirve para nada. Tú no sabes lo que nos tiene preparado el Señor.", me volvió a repetir.

Luego me dijo "Bueno hacedme una misericordia, acánzame un pedacito de pan y un vaso de agua". Le alcancé el pan y el vaso de agua. Él como lo bendijo y me dió un pedacito a mí y otro se quedó él. Me dijo "No lo masques". Tomó agua él y también yo. Seguidamente me dijo: "Arrímate" y me sopló con mucha fuerza. Y continuó diciendo "Bueno, mira, me quiero ir a casita lo antes posible. Ya estoy bien." En ese momento entró una señora, que siempre iba a la Iglesia, y él le preguntó "¿A qué viniste?, yo ya me voy a casita."

Entonces yo toco el timbre y llamo a los médicos y me hacen salir nuevamente. Y estuve como media hora en el pasillo esperando. Al salir los médicos, me dijeron que podía entrar y haciéndolo lo encontré bien y orando. Después ingresó la Señora de Santurio que es enfermera, para seguir cuidándolo, en un nuevo turno. Saliendo ambos al corredor, le conté lo sucedido y ella me dijo que el Padre Domingo era muy psicólogo, no dándole importancia. Despidiéndome de ella, me retiré."


Edilberto Alonso


Reportaje por Eleazer Moisés Lazo de León, Diácono Permanente

Nota: Edilberto Alonso Gomendio nació el 21 de Septiembre de 1924, 4ta Sección de Maldonado. Sus padresÑ Justino María Alonso y Elvira Dionicia Gomendio. Casado con Mirta Techera, padre de tres hijos: Graciela, Teresa y Walter. Concurrió a la Escuela Rural Nº 26 en zona rural. Fue agrigultor y trabajó en Canteras de Marelli. Asistió a los cuidados en la enfermedad del Padre Domingo y en los últimos días en el Sanatorio Cantegril.



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Relato de la Sra. Teresa Cairo



"Yo me asisto con la Dra. A. S. Reumatóloga, madre de una niña que sufre una especie de asma grave, que se manifiesta rápidamente y queda en CTI. La madre se internaba en el CTI con ella. Yo me informaba todas las noches y un día me dice que la niña no responde al tratamiento, que está grave. En este caso ya iban como 8 o 9 días de CTI. Le anuncié que además del Rosario, que rezo todas las noches, iba a rezar al Padre Domingo pidiendo por la salud su hija, que se mejorara y recuperara pronto. A la mañana siguiente pregunté y supe que la niña empezó a mejorar muy rápidamente, se recuperó totalmente y ahora está saludable."



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Testimonio: Mary Acosta Dávila recuerda anécdotas



Domingo 22 de Marzo, 2020


La que suscribe, Mary Acosta Dávila, CI: 3.579.598-9, oriental, soltera, nacida en Tacuarembó el 19 de Enero de 1949, relato anécdotas del Padre Domingo de Tacuarembó, para la glorificación del Siervo de Dios.

I Un día, estando orando en la Catedral a nuestro Señor Jesucristo, entró una paloma gris volando hacia el altar mayor de la Catedral. Se posó en las imágenes sagradas y después recorrió todas las naves del recito, no podía salir. Yo la observé. Se fue al fondo y se quedó muy asustada. Al otro día fui y la encontré en el mismo lugar. Quise bajarla, vino el Padre Domingo y me encontró tratando de bajarla de los ventanales, que no tenían salida. Me hizo bajar diciendo que él la sacaba. Al otro día lo encontré trepado en las salientes, en el pretil de dónde sacó a la paloma, sana y salva. Me comentó que después tenía que correr las imágenes de Santa Inés en el altar mayor, porque estaban muy en la orilla y se podían caer. Me dijo: “M´hijita, no tengo miedo” y se sonrió. A los 2 o 3 días regreso de mañana, y lo encuentro caminando por el medio de la nave principal, por la cornisa derecha de la Catedral, como si nada, a tremenda altura, con 80 y pico de años… La cornisa es angosta y tiene un alambre bajo con unos hierros largos a cierta distancia. Siguió caminando despacio, sin mirar para abajo, ante la mirada atónita de algunas personas que venían a orar! No podían creer lo que veían, Dios mío! Solo los ángeles lo sostenían, se ve, porque no paró de caminar hasta llegar donde estaba la imagen de Santa Inés, la corrió más atrás, sin ningún miedo! A todo esto, estaban abajo con un silencio total, policías, bomberos y sin hacer ningún ruido desplegaron una enorme lona, sostenida por un montón de policías, por si se caía. Comentaban en un susurro admirados que “solo un santo” podía con su edad no marearse y con tanta naturalidad correr las imágenes pesadas y enormes. Bendito sea Dios, alabado sea nuestro Señor Jesucristo! Aleluya!

II Un día, fui muy angustiada y emocionada, le estaba contando queme había caído de madrugada, con una tremenda tempestad, en una gran cuneta junto a la parada del ómnibus, en el Barrio Villa Delia. Había un transformador de alto voltaje en la esquina y por encima, estaban los cables de teléfono por encima del transformador. Di la vuelta en la moto y me enganché en unas ramas y cables caídos que me tiraron para atrás y caí con moto y todo enredada en los cables, que eran muchos. Se produjo arriba una explosión y se prendieron los cables con corriente eléctrica. Le conté que había sido salvada de milagro y él se reía! Me causó estupor. Le pregunté por qué se reía, asombrada, y me dijo: “Ya lo sé, el Padre Pío me lo contó, te salvó la vida. M´hijita, eres una hija del Padre Pío”, me dijo con una gran sonrisa.

El padre Domingo era muy amigo mío, yo lo quería muchísimo, él me dijo que estaba angustiado por todo lo tremendo que se venía para la humanidad. Si no se convertían y pedían perdón, me dijo que grandes catástrofes y todo tipo de pestes; íbamos a sufrir sismos, maremotos, tornados y fuego. Dios mío, perdónanos! Te estamos ofendiendo mucho! Y nuestros pecados son muy grandes y seguimos crucificándote en todo el mundo!



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