El Floreal

De Banco de Historias Locales - BHL
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El Floreal a mediados del S XX.
El salón principal.
El salón principal.
El salón principal.
El Floreal en los albores del S XXI.


El Floreal, que en su origen fue hotel y salón de té, surge alrededor del año 1945, enclavado en pleno Bosque de San Rafael, en un paraje absolutamente agreste, natural, todo su entorno era bosque de pinos y dunas, sin construcciones cercanas.

Fue construido por el matrimonio Smile, oriundo de Inglaterra. Cuando llegaron a Uruguay, se establecieron en Colonia del Sacramento, también como hoteleros, y a los años deciden trasladarse al Este, construyendo este hermoso edificio colonial, poniéndole por nombre Floreal. Floreal es un mes de la Revolución francesa, concretamente Abril, en plena primavera, viene de la palabra latina flos, “flor”. El motivo de ponerle a su casa, un matrimonio inglés, el nombre de un mes de la revolución es un secreto guardado para siempre con ellos.

El deporte de la época eran las cabalgatas por las dunas de San Rafael, para lo cual, se había construido un palenque en la puerta, hasta ahí llegaban los jinetes para el “Five o`clock Tea”, famoso por los scones y blends de la dueña de casa, servidos en vajilla inglesa.


La historia del Salón de Té y Restaurante Floreal



La Historia de Floreal que nosotros vivimos comienza en los años 60.

En esa época Punta del Este comenzaba su auge de turismo, la infraestructura de servicios era muy incipiente...

Jorge Alegresa, nació y vivió en Montevideo, y en 1964, emprende con dos amigos la idea de poner un salón de té en Punta del Este. En ese entonces cursaba facultad de economía, pese a que no le gustaba la idea de ser Contador… Nació comerciante, y eso era lo que él quería.

Dios, la vida, el destino les pone por delante nuestro salón y lo alquilan a tres inversores que se lo habían comprado a Mrs. Smiles.

Se siguió con la tradición del té y desde el primer día el “Five o ‘clock Tea”, fue un éxito. Max, socio industrial, elaboraba, y los muchachos atendían las mesas y cobraban. La consigna: “la calidad de la mercadería y hacer todo para el día”.

Floreal innovó en la zona ofreciendo Tarta de moras y de frutillas, Lemon Pie, Rogel, mousse de chocolate…, en ese momento era el único que ofrecía tortas distintas y con buenos materiales “si querías comer tortas tenias que ir a Floreal”.

Punta del Este contaba con increíbles chalets, jardines preciosos, lindos hoteles, pero poca gastronomía, la falta de competencia y las ganas de hacer las cosas bien, dieron sus frutos; el negocio era prometedor, pero los socios se fueron separando, tomando distintos caminos. Una tarde lluviosa, final de temporada, con algo de ahorros y algunos préstamos, Alegresa compró la propiedad en un remate judicial.

Era el año 1967, apareció Isabel Patrone, futura esposa de Jorge, oriunda de Montevideo y recién llegada de San Diego, California, donde había vivido 7 meses participando del primer programa de intercambio estudiantil de Uruguay. Era el mes de Diciembre, no había clases y no tenía planes inmediatos. Su familia, propietaria de un hotel en la Parada 2 de la playa Brava, el “Hotel Bravamar”, pasaba todo el verano en Punta del Este. Las familias de los dos eran amigas y es así que surge la idea de que trabajara en Floreal esa temporada, atendiendo al público.

Jorge e Isabel se enamoran y haciendo planes a futuro empiezan a pensar en ampliar su negocio, para poder tener un buen pasar y formar una familia. Jorge comenzó a hacer un estudio de mercado: salía y se quedaba estacionado frente a los restaurantes de la zona. Contaba cuántas personas entraban y calculaba; pensó que podían servir la cena, y en Enero del 70 inauguraron el restaurante, al cual muchos le auguraban una mala proyección, al punto de decirle a Jorge “tú estás loco...", sin embargo fue un éxito.

Floreal vio desfilar a figuras prominentes de muchas partes del mundo y ha visto crecer familias enteras; niños que dieron sus primeros pasos en nuestros salones, hoy traen a sus hijos. Es frecuente que lleguen personas que venían a tomar el té con sus abuelos, o que guardan en su mente un sabor especial de su niñez asociado a Floreal. En las memorias de sus clientes y amigos, está vinculado a momentos muy felices.

En el país no había disponibilidad de muchos productos que hoy son cotidianos, champignones frescos, aceitunas, almendras, etc. No era corriente la importación de artículos suntuarios, por lo tanto tampoco había variedad de mantelería y vajilla. Ellos se dedicaban a innovar, a usar materia prima original, a vestir las mesas de forma diferente, y el ingrediente más importante: brindaban un trato muy cordial y personalizado.

Contaron desde el principio con personal comprometido con la casa, tal vez gente que hizo “camino al andar”, pero su buen trato y su actitud hacia el buen servicio es lo que un visitante más aprecia. Tenían un dicho “hay que suplir la falta de formación profesional con la mejor sonrisa y la disposición de atender bien”. Floreal llego a ser una gran familia, muchas personas trabajaron en el emprendimiento por 20 y 30 años, formaron familias, criaron hijos, y hoy siguen siendo parte de él, aunque retirados.

Como actividad paralela comenzaron con servicio de fiestas, actualmente llamado catering. Desde simples cumpleaños a las fiestas más importantes de Punta del Este en su época de lujo. Aportaron gran experiencia dado que se atendía a público extranjero, de muy alto poder adquisitivo, que permitía realizar despliegues impensados en la sociedad uruguaya de la época.

Con los años, Isabel empezó a tomar cursos de cocina en el exterior, ‟no podíamos depender de un tercero” dicen. Primero viajaba a Buenos Aires tres días a la semana, luego a Chile, hasta llegar a las mejores cocinas del mundo. Pagaba solamente para mirar, pero su gran perseverancia la hizo aprovechar cada minuto, almorzaba con el personal y cenaba con los dueños. “Gracioso era escuchar que los problemas de los que se quejaban unos y otros eran los mismos que se vivían en nuestro país”.

Cuando empezaron, ningún cocinero salía al salón y menos con delantal, era como una profesión sin lustre, hoy está de moda ser cocinero y gracias a Dios el prejuicio se transformó en glamour.

La reinversión no sólo en mobiliario y edificación, sino también en hornos, cámaras, maquinaria, fue constante, no se podían dar el lujo de no mejorar cada día.

La gastronomía es un arte con mucho sacrificio, pero a su vez con grandes satisfacciones; cuando todos se divierten, los responsables de la gastronomía trabajan.

Llegó el momento en que Isabel y Jorge dieron paso a sus hijos, que han tomado el mismo camino, adecuándose a los nuevos criterios gastronómicos y a las distintas exigencias de hoy en día, desde chicos también estuvieron comprometidos con el buen servicio.



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