El altar de la Catedral de Maldonado

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El Altar de la Catedral de Maldonado. (Foto en el archivo de Ricardo Biurrun).


Extracto de MALDONADO Y SU REGIÓN de Carlos Seijo



Detalles publicados por el P. Antonio María (en 1933), de Montevideo, capuchino, hoy arzobispo del Uruguay, Monseñor Barbieri.

«El altar mayor tiene una historia curiosa e interesante. Una vez terminado el Templo se pensó dotarlo de uno conveniente.

De acuerdo con la Junta Administrativa, se aprobó uno de los tres planos presentados, y llamando a licitación para su ejecución se convino, - por creerlo más conveniente, - en aceptar el presupuesto presentado por los constructores contratistas del Templo, quienes debían hacerlo construir en Montevideo.

Llegó después de un tiempo el Altar tan esperado por los feligreses; pero cual sería el desencanto de todos al darse cuenta de que por lo que se podía apreciar al través del embalaje, era usado y viejo, y que en modo alguno podría responder a las exigencias de la población!

La nueva Junta Administrativa, electa en el año 1888, pareció estar en connivencia con los empresarios; y lejos de fiscalizar la obra, la aceptó sin más trámites. El pueblo, indignado, quiso sacar los cajones y entregarlos a las llamas en plena plaza pública. Entonces la Junta encerró el Altar en la Iglesia y lo hizo colocar en su sitio, pensando que, una vez colocado, el pueblo quedaría más o menos satisfecho y aprobaría de buen o mal grado la obra; Pero no fue así.

Abiertas las puertas del Templo, el público pudo apreciar mejor el engaño, al contemplar el viejo Altar apolillado, taponado malamente con masilla, y cuya pintura descascarada ofrecía un aspecto deplorable.

Los descontentos iban en aumento, y tomaban un cariz poco halagüeño. Pero una feliz idea calmó la tormenta.

Se decidió colocarlo en una de las capillas, del crucero, y pedir al Superior Gobierno, la entrega de un artístico Altar mayor que estaba depositado en la Aduana de Montevideo, obra del escultor Don Antonio Veiga, vecino del pueblo de Pando. Este señor, verdadero artista de escultura en madera, por su cuenta y riesgo y sin más propósito que el de trabajar en su arte favorito, desde algún tiempo había construido un Altar que él mismo proyectara.

Compraba los materiales con sus ahorros; pero como estos eran exiguos hubo de suspender la obra empezada con tanto cariño.

El general Santos, presidente de la República, visitando en cierta ocasión el entonces pueblo de Pando, había tenido oportunidad de ver y apreciar el valor artístico de los primeros trabajos; y sabiendo que éstos habían sido abandonados por falta de recursos, él mismo se los proveyó al artista, quien pudo terminar la obra.

En el año 1 882 fue llevado el altar a Buenos Aires, a la Exposición Continental, donde obtuvo dos premios.

Devuelto a Montevideo quedó en la aduana abandonado durante 8 años, al término de los cuales el Director de la Aduana, don Enrique Gradin, ordenó fuera vendido en subasta pública para el pago de los derechos de almacenaje.

Pero el Sr. Veiga se apersonó al rematador Sr. José Gomensoro, haciéndole notar que el Altar estaba sin gravamen, porque lo había donado al General Santos. En tal estado estaban las cosas, cuando por intermedio del Sr. Gorlero, del Jefe Político del Departamento de Maldonado, Sr. Elias L. Devincenzi, del diputado por Maldonado Sr. Granada y del Sr. Francisco E. Martínez, se obtuvo del Presidente Tajes, que el Altar fuera donado para la Iglesia de Maldonado. Se le trasladó a la aduana de Punta del Este, donde permaneció aún cinco años.

Continúa el Sr. Usabiaga: «Habiéndose llamado a licitación pública para armar dicho monumento, el pobre Veiga no pudo tener siquiera la satisfacción de alcanzar a ésta». Su propuesta, aunque muy ventajosa, había llegado tarde... El contrato celebrado por Veiga con el propio ganador de aquélla habla elocuentemente de la única remuneración que obtuvo por armar nuevamente su retablo, juzgado por el fino espíritu crítico de Samuel Blixen, «como el más artístico quizás de todos los que se exhiben en Sud América...».


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