Reportaje de Gustavo Lafferranderie a Wilfredo Gaggioni

De Banco de Historias Locales - BHL
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Separata Especial: “Memorias Locales” de Correo de Punta del Este, 2009).


Transcripción de fragmentos del reportaje del Periodista Gustavo Lafferranderie a Wilfredo Gaggioni, publicada como Separata - Memorias Locales - por el diario Correo de Punta del Este:


El creador del viejo “Tico-Tico” y las historias de un pueblo perdido; los primeros “coches de alquiler”...


Wilfredo “Tapichí” Gaggioni, el Secretario



En los años treinta los turistas que se bañaban en la Playa Brava eran llevados a Prefectura por infringir la ley: “ése es el Punta del Este que yo viví”.


Tan tranquilo era todo hace 70 años, que tres guardias civiles bastaban para preservar la seguridad de Maldonado. En cada jardín de la ciudad florecían los claveles y las magnolias – cuyas flores iban a parar al bolsillo superior de la camisa “para perfumarse” – y los niños crecían tan libremente que podían seguir a sus barquitos por las cunetas que bajaban desde el centro hasta las vías del ferrocarril. No había ningún peligro. Apenas un puñado de autos circulaba a veces por la ciudad y el gentilicio “fernandino” era casi un sinónimo de persona servicial y de confianza.

Nacido el 11 de Septiembre de 1927, Wilfredo “Tapichí” Gaggioni, es un resabio vigente de aquella época que se ha ido para siempre. Quizás solo eso bastaría para dedicarle un suplemento. Pero, además, “Tapichí” tuvo la peculiaridad de haber capitaneado por años un bar emblemático de esta población. Más tarde fue Secretario y mano derecha del Intendente Martín Marzano y con él fue también a la Cámara de Representantes, donde frecuentó a futuros presidentes y hasta vivió de cerca los famosos duelos de “filo y contra filo y punta”.

Por supuesto, aquellos eran tiempos en que la “tarjeta” y la famosa “cuña política, resultaban elementos imprescindibles para conseguir empleo. Y sin embargo, “Tapichí” evoca esas épocas con la conciencia tranquila, más bien satisfecho de haber ayudado desinteresadamente a centenares de personas cuya filiación partidaria ignoraba. (…)


- Podríamos comenzar por saber cuándo llegaron los Gaggioni a Maldonado.


Mis abuelos vinieron de Italia y se instalaron en Pan de Azúcar. Mi papá nació ahí en 1903 y otros hermanos de él nacieron en Maldonado. Un hermano de mi abuelo trabajó en Regusci y Voluminot y empezó a hacer cocinas. Pero después sacó la lotería y puso una herrería muy importante. Tanto es así que hay portones todavía que dicen “Juan Gaggioni”. El cofre donde se guarda el oro en el Banco República lo hizo él y el puente Mauá también. Eran gente italiana de trabajo.


- ¿A qué se dedicó su abuelo en Maldonado?


Como toda la gente que venía de Italia, era muy de cultivar para el sustento de la familia, como toda la gente humilde de Maldonado. Eran muy amantes de la pesca los Gaggioni, todos ellos. Mi padre se llamaba Ángel y tenía cuatro hermanos: Juan, Félix, Luis y Ernesto Gaggioni Rosas. Mi abuela vivía en Román Guerra entre 25 de Mayo y Florida, en una casa de dos pisos. Mi padre llegó a comprar todo eso, que era del Dr. Paravís antiguamente.


- Su padre fue un comerciante muy conocido en la ciudad, pero ¿cómo se inició?


Empezó a trabajar en el diario de Juan Alegre, El Heraldo, desde muy joven. Tanto es así que ponía un casillero para subirse a la mesa a parar los tipos. Después uno de los hermanos de él salía en la noche a acompañarlo a repartir el diario. Y a los 16 años tocaba tres instrumentos de viento e integraba la banda junto con los demás hermanos. Se casó joven, a los 18 años, y arrendó la esquina (SW) de 18 de Julio y Ventura Alegre, que era de un hermano de mi madre, Francisco Clavijo, que tenía una carnicería a media cuadra.


Ahí empezó a trabajar y le fue muy bien, porque en aquel tiempo en la parte de arriba se jugaba al gofo, un juego de cartas que se jugaba por plata, como el monte y la taba, y los propietarios del juego llevaban su comisión. Era un juego clandestino. De ahí le dio para comprar una cachila modelo 25 para hacer viajes a la estación.


Como tenía teléfono lo llamaban para ir a buscar gente a las seis de la mañana, por ejemplo, y él estaba toda la noche en eso. Entonces mi madre abría el almacén y nos cuidaba a nosotros. Nos ponía en un cajón de fideos porque no había corralitos. Los cajones eran como de un metro cúbico y traían los fideos sueltos envueltos en papel celofán. Como la familia nuestra eran todas las de Maldonado. Mi madre nos lavaba en una tina, como hacían todos. La heladera era el aljibe; se cocinaba a leña.


- Lo que tenía su padre era lo que se llamaba un “coche de alquiler”, porque entonces no había taxímetros.


Seguro. Mi padre empezó a trabajar bien y puso el segundo coche de todo Punta del Este. Paraba el Dodge del 31 en la plazoletita que había al lado de lo de Juan Gorlero (h) junto con Nicasio de los Santos, que tenía un Ford A del 29. Gorlero les regalaba ropa; siempre fue un hombre muy generoso. Mi padre hacía toda la temporada y alquilaba una casilla de zinc – que no se picaba porque era americano – forrada de madera para que toda la familia se mudara para ahí todo el verano. Todavía están los recibos: pagaba 100 pesos por toda la temporada. De esas casillas había en todo Punta del Este. Se hacía muy buena plata en verano.


- ¿Qué edad tenía Usted en ese entonces?


Tendría unos 8 años. Nací el 11 de Septiembre de 1927. Mi padre le cuidaba el auto a Nicasio cuando se iba a almorzar por si venía algún pasajero y recuerdo que con “Pocho” de los Santos (hijo de Nicasio, luego famoso ciclista) veíamos pasar a veces a algún marinero que llevaba a alguna persona con la ropa debajo del brazo. Lo llevaban a Prefectura porque se había bañado en Playa Brava y estaba prohibido. No lo llevaban detenido, lo llevaban para que firmara que no se podía bañar. Ese es el Punta del Este que yo vi.


- Se dice que el primero que empezó a bañarse en la Playa Brava fue un Señor de apellido Chao.


¿El Profesor Chao? Él enseñaba con bolos a hacer gimnasia en la playa y a los turistas. Nosotros lo ayudábamos. Eran dos bolos de madera con mango; había que ponerlos en cruz y sacarlos hacia atrás. Y Chao nos enseñaba a nadar. Él bajaba esos bolos de una casilla de madera que tenía ahí cerca en una bolsa de arpillera. Esas casillas eran de los turistas. (…). Doña Eloísa Terni, que vivía en la esquina, nos regalaba moldecitos, palitas, baldecitos que quedaban de los turistas por ahí, y Don Juan Gorlero el 6 de Enero nos regalaba ropa y juguetes. Nos ponía en fila y nos daba ropa, pulóveres de lana y todo eso.


- ¿Qué hacían en invierno?


Después del verano volvíamos a Maldonado. Mi padre le había comprado a mi tío el local del almacén y plantaba en el terreno de atrás. Además compraba autos, los arreglaba y los vendía. Con eso compraba casas humildes y las mejoraba, porque casi todos los Gaggioni, en general, sabían pintura, albañilería y carpintería. Así mi padre fue progresando año a año. Recuerdo que mi papá tuvo un Dodge 31 con dos asientos atrás – los “transportines” – que se pegaban en el respaldo de los asientos de adelante. Era una gran ventaja. Eran coches de capota, descubiertos; al lado de un Ford A era más coche. En aquellos tiempos los mismos clientes venían todos los años y eran muy generosos. A mi padre una vez le regalaron una escopeta calibre 16 que se llamaba “Zabasqueta” y valía mucha plata. Porque mi padre también era cazador y salía los Domingos cerca del Cerro Pelado. Agarraba una o dos liebres, seis o siete perdices, y eso era un sostén para la comida de la familia. Lo hacía mucha gente de Maldonado. Lo de ir a pescar y cazar era para comer. Cuando yo era muy niño la gente iba a pescar a Punta Ballena y se ponían alpargatas para subir el cerro. Siempre traían media bolsa de arpillera o más de sargos. Se pescaba a la caña porque en aquél entonces no se usaba un reel. El que hizo un reel fue un primo hermano mío con una maza de bicicleta, porque ganó un concurso del Club Punta del Este y tenía que ir al Brasil pero no tenía reel. Todos ellos fueron pescadores. Mi tío Félix era peluquero – atendía a domicilio, como se usaba entonces, y también vivía de la pesca porque vendía pescado. Había gente, Mancueva, por ejemplo, que iba al muelle de Las Delicias, limpiaba el pescado y lo traía en un palo de escoba al hombro. Se hacían sartas de una docena o media docena y se vendían casa por casa, así como había señores que vendían mejillones, sacados de Punta Ballena la mayor parte, o venían en un carro y vendían agua de la Cachimba del Rey.


- ¿Siempre trabajó con autos su papá?


Él era un hombre de mucha visión. Fue el que trajo el primer Mercedes Benz en el año 1945. Tuvo que hipotecar la propiedad de la esquina para que le dieran $ 9.000 para comprar el chasis y después mandó hacer la carrocería. Con eso le fue muy bien y después compró un Chevrolet y varias casas. Él tenía los ómnibus 9 y 13 en la cooperativa (CODESA). Primero se largó solo con el Águila Azul porque no lo dejaban en la cooperativa, que era de Orestes Gómez, Salgado, Maizterra y los Cugnetti. Ellos tenían Ford 8, Chevrolet. La Intendencia le dio permiso para hacer la línea de Maldonado a La Barra y a Portezuelo por el año 46 o 47. Trabajó muy bien con ese ómnibus porque nunca se paraba; solamente una vez al año se llevaba a Montevideo para limpiar los inyectores. Pero después los de la cooperativa le pidieron que entrara con ellos y mi padre empezó a dirigir la empresa. Después dejó porque quería traer seis micros para que funcionaran desde el molino de viento, en el camino Velázquez, hasta Punta del Este, San Rafael y todo eso y dejar los ómnibus grandes para traer a la gente de San Carlos, que se traía en seis ómnibus para las obras. Ahí papá tuvo un poco de disgusto y contrariedad porque veía venir eso. él quería que la empresa funcionara más, cambiar los motores de 8 cilindros a diesel que no gastaba. Al Verdún era más barato ir en un gasolero y también a Durazno, que la gente iba en excursión a ver a las hermanas María, unas curanderas. En los micros no se desgastan tanto las cubiertas porque son de trecho mucho más corto. Mi padre se retiró y al final fue él el que le dio el préstamo a Suárez - el Chato - para traer los Mercedes Benz para la cooperativa. Mi padre también tuvo el terreno donde ahora está el fraccionamiento La Fortuna. No quería venderlo por el agua. Él quería poner una calle en el medio y un muelle para la gente y decía que el agua iba a ser un valor muy grande. Siempre tuvo eso de reserva por si algún día faltaba el agua.


- ¿Su padre prestaba dinero también?


Sí. Si los bancos cobraban el 25% de interés él cobraba un 15% o un 10%. A mucha gente que quería tener su casita, su oportunidad, le daba. Pero nunca ejecutó a nadie. A veces venían a decirle "Don Ángel, quédese con eso", pero él no quería, porque de chico fue muy humilde, muy pobre.


Infancia en un pueblo


- ¿Porqué le llaman Tapichí?


El tapichí es el bacaray recién nacido, el ternerito. yo era chiquito y andaba en bicicleta, gané media hora paradito en bicicleta sin bajarme - después hacía acrobacia en lancha a motor. Mi tío, que era carnicero y sabía de eso me puso Tapichí y quedó como sobrenombre.


- ¿Recuerda cómo se entretenía con los niños de su edad? ¿Jugaban al football en la calle?


Sí, y jugábamos a la bolita, jugábamos con el andador. Cuendo podíamos hacíamos cachilas con las latas de pomada de zapatos como ruedas y hacíamos carreras alrededor de una manzana con uno tirando la cachila con un piolín. Y cuando llovía teníamos los zancos. En las cunetas poníamos los botecitos que hacíamos de madera o con la mitad de la cascarita de un maní. El que tenía la mitad de una nuez moscada era famoso. hacíamos andar los botecitos por Ventura Alegre, desde 18 de Julio hasta Santa Teresa. Volvías mojado pero qué te importaba. Después teníamos las figuritas para jugar a la montadita. Y con las otras figuritas de chapa se jugaba a la arrimadita contra la pared. El que arrimaba más ganaba. A la montadita yo ganaba mucho porque les ponía engrudo a algunas figuritas y las dejaba secar, entonces quedaban más pesadas. Esas me las guardaba y cuando había cuatro o cinco en el suelo largaba esas y caían con todo. Después los Domingos íbamos a la iglesia a jugar al sapo. Era un mueble como una heladera con la cabeza de un sapo y un número arriba. Entonces se tiraban unos medallones que si embocaban caían en un cajoncito y tú sumabas para ganar. Eso estaba en el patio de la parroquia. Otro entretenimiento era ir a la plaza de la torre a jugar o ver jugar al básquetball. Estaba el maestro Lepera que enseñaba tenis y vivía en Sarandí. Enfrente estaba [el dentista] Amorín, que tenía un Ford A del 29. Ese era nuestro entretenimiento.


- ¿Qué hizo después de la escuela?


En mi clase, en la escuela 2, éramos 18, con el maestro Alfredo Chiossi. Y estaba Marcicano, Angelie Lafferanderie y la maestra Chiquitina Larrat, que era la Directora. Yo empecé a trabajar a los once años en lo de Ginés Isa, en un comercio que le había comprado a Gerónimo Caraballo en la esquina (NW) de Sarandí y Dr. Edye. Me pagaban 10 pesos por envolver y despachar. Ahí había un tanque de nafta, que se sacaba dando manija, bombeando. Había un medidor, un tubo de vidrio que marcaba cinco litros, diez, quince o veinte. Cada cinco litros sonaba una campanita. El surtidor estaba en la orilla de la vereda y ahí paraban los autos a cargar nafta. El otro surtidor de Maldonado estaba en la vereda de la plaza, casi frente al Paz y Unión. Ahí estaba la ANCAP; había una casillita y el tanque de nafta. Lo tenía René Montañés, un hombre muy chistoso. El Ford A tenía la boca del tanque arriba del capot, así que los taximetristas sacudían la manguera porque si no les quedaba como medio litro de nafta afuera. Antiguamente la nafta también se vendía en latas de veinte litros que venían de a dos juntas en un cajón. Mi padre compraba los cajones, que tenían la cruz svástica alemana. En Punta del Este había un surtidor enfrente a lo de Juan Gorlero en una casilla de zinc que después quedó para el sobrino de Madame Pitot.


- Dado que en esos tiempos no se tiraba nada ¿qué hacían después con las latas y los cajones?


A los cajones la gente los dejaba para la basura. Con las latas mi padre hacía los garages para los autos. Todo se utilizaba. Pero había muy pocos autos. Y tampoco había casi bicicletas. Los turistas traían regias bicicletas que uno las miraba con unos deseos bárbaros. La gente que veraneaba en Punta del Este venía a Maldonado en bicicleta; el movimiento era en bicicleta.


- Había varios que alquilaban también.


Sí, el "Toto" Mari, el "Pellado" que le decían, las tenía colgadas. Las preparaba en invierno a todas. Mi primera bicicleta se la compré a Panchito Ribeiro en 9 pesos. Le di 4.50 y me dijo que la llevara. La pagué después porque la llevaba a la plaza y se la alquilaba a los canillitas y a los lustradores para que dieran vueltas a la manzana. No habían muchas bicicletas en Maldonado; se usaban con un farol a carburo blanco, no había dínamos en ese entonces. La primera bicicleta que vi fue la que tenía Jaime Pou, el agrimensor, que vivía en la esquina de casa (V. Alegre y Dodera). El freno era un taco de madera que caía arriba de la cubierta. De esa yo quise comprar aunque fuera el cuadro para recuerdo pero no pude.


- ¿Cuántos autos habría en la zona en los años treinta?


Muy poquitos. Había las jardineras de los panaderos que paraban en tu casa. Bajaban con el canasto al hombro y el caballo avanzaba solo hasta la próxima casa donde había que dejar pan. Mi padre era el que se levantaba primero y abría la puerta de calle, que dejaba sostenida con un ganchito. Después estaba la puerta cancel. El lechero que teníamos, Basilio Mussio, tocaba el llamador, abría la puerta, iba hasta la cocina y dejaba la leche. El panadero y el lechero eran como de la familia. Por el fondo venía Ortiz a levantar la basura, se ponía el cajón - o la lata - al hombro y lo volcaba en el carro. Se acostumbraba darle una copita de caña al basurero. Venía en un carro de cuatro ruedas tirado por mulas. Creo que pasaba día por medio, pero de día. Después estaba el aguatero, que traía agua de la cachimba. Nosotros teníamos agua del aljibe en el primer patio, donde había una parra. En el segundo patio había un pozo, que la mitad daba a la cocina y la otra al patio. Ahí estaba un árbol de guinda, un peral y la quinta donde se plantaba la chaucha, la lechuga, el zapallo y todo. Entonces todo el mundo plantaba porque los terrenos eran de media cuadra. Mi padre al menos plantaba toda la quinta y teníamos de todo. Aparte la división de los fondos era con alambre de tejido, no había muro. Y con el vecino, Manuel Plada, mi padre compraba un lechón chico, se hacía un chiquero en el fondo y lo alimentaban con las sobras de las comidas entre los dos. Cuando ya crecía, el cerdo se mataba y se partía al medio. La mitad para el vecino y la mitad para casa. De ahí se hacía el tocino, se metía en los cajones, para los guisos en el invierno, se guardaban los huesos. Había máquina de hacer chorizos, se compraban las tripas en la carnicería y se hacían los chorizos y se colgaban. Eso lo hacía la mayor parte de la gente de Maldonado, por eso estaban bien alimentados, no había problemas.


- ¿Pero todo el mundo sabía matar un chancho y hacer chorizos?


Ah, sí. Y se ayudaban. Mi madre si hacía, por ejemplo, pasteles, agarraba un plato y una servilleta "anda a llevarle a doña Luisa". Otro te mandaba tortas fritas. Si había un enfermo se iba a ver qué necesitaba. Los médicos eran Elbio Rivero y el doctor [Antonio] Támmaro y había uno que santiguaba mucho que era don Hugo Portela, que vivía en 18 de Julio frente al supermercado. Después se fue para Montevideo y el hijo fue un alto funcionario de banco.


El bar del pueblo


- Quedamos en que a los once años empezó a trabajar.


Yo no hice liceo para ayudar a mi hermano, Washington, que era empleado de la Intendencia. Como el sueldo no le daba mi padre le puso el almacén "Los dos hermanos". Trabajando con él yo ganaba quince pesos, la cama y la comida. Y la bicicleta para repartir con un cesto. Había que ir hasta Las Delicias a repartir, porque en aquella época la gente hacía un pedido por mes. El almacén estaba también en la esquina de 18 y Ventura Alegre y mis padres vivían al lado, por 18 de Julio.


- ¿Desde cuándo tuvo el Tico Tico?


Empecé a los 18 años. Mi padre había comprado ese local frente a la plaza en un remate en 1930 - costó $ 1.100 - y mandó hacer una refacción. Un obrero desapareció y se lo volvió a ver después de muchos años. Excavando había encontrado una ollita de tres patas con monedas de oro y se escapó por el baldío que había atrás. El primer inquilino del local fue Francisco Salazar, que puso un bar. Arriba, en el segundo piso, llevaba quiniela y carreras de caballos que se escuchaban por la radio y se apostaba. Francisco estuvo muchos años. Era muy buen hombre, muy trabajador. Pero mi padre se lo pidió después para ponerme el Tico Tico. Mi padre fue inteligente. La propiedad tenía dos plantas, y él hizo hacer un entrepiso arriba para peluquería. Asi que yo puse bar, restaurante, peluquería, la agencia de ómnibus a Aiguá y la agencia de ómnibus a Minas. Arriba se reunía la Liga de Basquetball, la Liga de Football. Tenía la parada de los taxímetros enfrente y el único teléfono era el mío, el 190, así que abarcaba todo eso.


- ¿Cuántos taxímetros había enfrente en ese entonces?


Cinco: Luis Gaggioni, Ramiro Gaggioni, Poldín Camacho, el auto de Ramoncito Montañés - hermano de Raúl - y Cruchinsky, el padre de Marcos. No había teléfono en la plaza como hubo después. Al lado del Tico Tico estaba el Paz y Unión y luego la Onda, que salía de Punta del Este. Al Lucho y al "Cabeza" Indarte. Apenas abría iba el "Vasco" Tort, que era comisonista, y el viejo Simón Watkins, que tenía una casa de antigüedades en Sarandí y viajaba casi todos los días. Iba de comisionista Alfredo Sención. Todos iban al bar a las seis de la mañana y yo tenía que abrir media hora antes para calentar la máquina de café, porque era a querosén y con un generador. Si se dormía el Vasco Tort yo tenía que ir a buscarlo a su casa, que era a la vuelta, por Florida.


- ¿Qué había en la planta alta del bar?


Arriba tenía una pieza y un baño por si se hacía tarde para no venirme a dormir a casa. Se lo prestaba a Ricardo Clauser, que era enfermero junto con "Hermanito " (Joaquín) Miranda, para dar inyecciones a veces (porque había muchachos que de pronto se "picaban" con una enfermedad venérea y les daba vergüenza ir a atenderse). En el salón se reunían todos, los del football, los del basquetball y los de ciclismo también. Los corredores se iban a bañar ahí también. (Roque) Massetti, el intendente, tocaba el acordeón y la dejaba en el Tico Tico guardada en la peluquería. (Los peluqueros eran Marquitos Quintana y Baccino). Después dejaba la Intendencia y tocaba en el fondo con Ramiro Gaggioni, Poldín Camacho - hermano del comisario Camacho, Cándido Batista, taximetrista. Ahí en el bar quedaba también la máquina del que sacaba fotos en la plaza, un hombre mayor. Tenía un lugar para él. Ahí guardaba plata "Relajo" que le decían, que estaba en el casino. Y ahí se hacía su café el comisario Olivera Cuervo, un gran hombre.


- ¿El Bar Plaza no estaba en ese entonces?


No. Pegado estaba el viejo Rega que tenía un salón de lustrar. Había dos sillas y Sábado y Domingo la gente se lustraba los mocasines. Entonces había muchos muchachos que eran lustradores y otros que vendían diarios. Los menores no podían entrar al boliche, pero yoo arreglé con Olivera Cuervo y me hice responsable. Entonces los Sábados entraban tres, se iban turnando y se rebuscaban los muchachos. La gente tomaba un café, una grapa y ellos lustraban. Venía el ómnibus de Luisito Cugnetti que llebaba a la gente a los bailes del Cerro Pelado y se lustraban los zapatos. Nadie andaba de championes en aquella época. De todo eso yo me hacía responsable. A los diareros les vendía budín de pan, que les costaba un vintén y se llenaban. Fui el primero en vender huevo duro. Con sal y pimienta al lado se lo comían tomando una cerveza.


- ¿Qué era lo que más se vendía en el bar?


Grapa con limón. En invierno hacía damajuanas de diez litros. También se tomaba mucho el Espinillar, que eran bebidas muy buenas. Antes venía la caña de La Habana en barriles, que papá vendía cuando yo era chico. El Tico Tico fue todo. Tenía seis o siete mesas de mármol, todo de mármol. Ahí iba a comer el tenor Angellini. Me pintó un cuadro que nunca más lo encontré. Iba al mediodía siempre, lo quería mucho todo el mundo. Él vivía en una piecita en la calle Pérez del Puerto, antes de llegar a Santa Teresa.


- Esa cuadra, entre San Carlos y Santa Teresa ¿no era la zona de las prostitutas?


Sí, de la Tota y de la Elsa. Yo le prestaba bebidas a esa gente. Una botella de cognac Cruz Blanca, de repente, un Espinillar. La tota estuvo en la esquina (NE) de Ituzaingó y Santa Teresa, donde ahora hay una tapicería. Eran mujeres muy bien - a veces iban al bar a tomar algo - muy respetadas. Siempre se respetó a la gente.

Yo tenía siempre auto. En ese tiempo compré un coche a la sucesión de Constancio Vigil, el dueño de la editorial Atlántida, que tenía un chalet en Punta del Este. Y ese auto servía para todo. A veces la ambulancia estaba rota y el "Hermanito" Miranda me golpeaba en la cortina a las dos, a las tres de la mañana, que había que llevar a alguien a Montevideo y allá íbamos. Eso lo hacía Jorge Lavalleja Cruzado también. Todo gratis, porque la nafta no era cara en ese entonces. Cuando Olivera era comisiario, la cárcel estaba detrás de Jefatura, donde ahora está el taller, y me llamaba para llevar a algunos presos a pasar un rato con las chiquilinas ahí en Pérez del Puerto. Los dejaba un tiempo y después los iba a buscar. Venían y se encerraban solos. Los presos eran muy poquitos y la guardia la hacía el batallón. Había uno que era zapatero y la gente le llevaba zapatos; otro arreglaba las portátiles de madera que había. O si le llevaba algunos colmillos de lobo que conseguía hacían boquillas para fumar. Los colmillos los traía el "Petizo" Medina - que era un gran jugador de football - de cuando se hacían matanzas de lobos en la isla. En esa época me traían aceite de lobo en botellas de agua Salus para darle a personas que estaban enfermas de los pulmones. Tenían que tomar una cucharada. Lo había dicho un especialista. El "Petizo" lo traía como contrabando y lo dejaban pasar para darle a la gente. Yo probé el gusto.


- Había clientes de todos los días, claro está.


El "Petizo" Medina tomaba mucha cerveza y sacó en la tapita una heladera eléctrica que daban como premio. La trajeron al Tico Tico. Él trajo de [la ferretería] La Favorita una libreta negra y me la dio. "¿Para qué?" - le dije - "Voy a tomar cerveza apuntando". Se chupó la heladera con cerveza. Le puse "se vende" y alguien la compró, pero él no quiso la plata sino pagar la cerveza. Venía el doctor Sciandro, que era veterinario. En el bar me compraba la botella de whisky y la tenía ahí, aparte. Uno le alcanzaba el vaso con hielo, le llevaba la botella y él se servía. Si venía un amigo pedía otro vaso. Ese era el Tico Tico. Había gente que me dejaba plata. O me decían "Gaggioni: llama a Ramiro que mañana a las seis tengo que ir a tomar el tren". Y yo anotaba: "a las seis ir a buscar a Fulano". Todo eso lo hacía gratis. Yo podía tener taxímetro porque tenía teléfono y agarraba el viaje, pero si hay gente que se ocupa de esas cosas... También podía tener quiniela pero estaba "el Consejal" que era quinielero.

Yo hice muchas veces de chofer de la comisaría. Olivera Cuervo tenía una moto con sidecar y un jeep verde del 50. Un día me dice: "Che, vamos al chalet La Campana que hay una muerta". Allá fuimos y entramos con la linterna, pero no había nada. Era un chalet lleno de placares. Al otro día fueron y encontraron el cuerpo adentro de un placard. Fue una de aquellas muertes raras que hubo. Un día va uno y dice: "Gaggioni, ¡tengo un hijo preso! ¡tengo un hijo preso! Voy a la comisaría y me dice Olivera: "Ya sé porqué vienes. Anda, dile que el hijo está acá adentro, que se quede tranquilo. Cuando se le vaya el pedo lo voy a largar". Todo se arreglaba. En aquella época solo tres agentes hacían la guardia en Maldonado; uno en el Camino Velázquez - a la entrada -, uno en el bar Dewar, en Bergalli y Sarandí, y otro en la plaza. Por entonces había un policía, muy bueno, el Coco le decían, Urbín de apellido. Era sensacional. Cuando hacía la ronda y veía que en una ventana había luz a las doce de la noche golpeaba y gritaba: "¿Pasa algo? ¿Necesita algo?" Era un hombre servicial. Después estaba "Sueño", famoso porque se recostaba contra la pared y se dormía parado. Y otro hombre que era historia de Maldonado era don Pepe Figueroa. Andaba de sobretodo eternamente. Dormía en el cuartel (de 25 de Mayo y Sarandí). Como no tenía donde dormir le dieron para cuidar el cuartel. No sabía leer ni nada. Ramiro le leía las carreras de caballos y el juntaba los sobrecitos de papel de fumar y le decía "apuntame acá". Enseguida de las doce ya estaba en el Tico Tico y esperaba a gente que antes de entrar al Banco República iba a tomar el té. Iban el Gringo Odizzio, Pitín, el hermano, Julito Astiazarán, el Bebe Barla y Artigas Sagristá, que trabajaba en la Junta Electoral. Artigas le había dicho bromeando a Pepe que tuviera cuidado que no le dieran "té de segunda". Él se sentaba en la ventana y cuando los veía venir cruzando la plaza pedía: "¡Un té!, ¡y que no sea de segunda!". La gente miraba, lógico. Artigas llegaba, olía el té y le decía: "No, está bien Pepe, no es de segunda".


Marzano Intendente


- ¿Hasta cuando trabajó el Tico Tico?


El bar lo alquilé en 1954 porque me llevó Martín Marzano como secretario y hombre de confianza para la Intendencia. Yo lo había ayudado. Hicimos un grupo con Dima Busquets, Elbio Presno Isnardi, A. Cabrera Yordi, Antonio Carbonaro, Atilio J. Pereira, Olidén Batista Ferrer, de San Carlos, y don César Audiffred. Yo tenía una camioneta Chevrolet y le puse parlantes para hacer propaganda. Había muchos compañeros que ya no están, como fue Pedro Tamón y Beltrán Barrios.


- Marzano era batllista, ¿en esa época seguía la tirantez entre riveristas y batllistas en Maldonado?


No. No había. Eran políticos de pueblo. No había intereses, como ahora que la política se volvió parte de negocios. Antes no existía eso. En el tiempo nuestro con Marzano - "el padre de los pobres" que le decían -, él nunca se fijó si alguien era blanco o colorado. Porque me pedían a mi y me decían "yo soy herrerista" y él no se fijaba. Eran otros políticos, de alma.


- Sin embargo, se dice que en 1958 el único empleado blanco del municipio era Domingo Burgueño.


No, había más. No pueden decir eso. Claro González, que era casado con una tía mía, se tomó y era blanco. Y era un director [cita varios nombres de municipales blancos]. Burgueño entró como entró mi hermano, estuvo cuarenta y pico de años en la Intendencia. Marzano nunca se fijó en ese sentido, nunca hubo maldad. Aparte yo puedo hablar de los blancos con mucha afinidad, hablar de un Jacinto Rodríguez Pagola, un Arturo Collazo.


- Marzano fue presidente del Concejo (sic) Departamental entre 1954 y 1957, cuando dejó en su lugar a Héctor Jaurena para postularse de nuevo. ¿Pero qué hacía antes de ser jefe del municipio?


Marzano era de San Carlos, de origen humilde porque su padre era hojalatero. Fue procurador, después se empleó en la Caja de Jubilaciones y después se largó en política. Le gustaba el football y siendo intendente jugaba en el cuadro de los municipales medio tiempo.


- Me han dicho que la hojalatería de Marzano padre pasó a manos de un señor Tabeira, cuya nieta se casó con Oscar de los Santos. De manera que el actual intendente vive en la misma casa que el intendente de hace cincuenta años.


No lo sabía.


- ¿Qué otros candidatos se postularon a la IMM en los años 50?


Que yo recuerde estaban Juan Carlos Anfuso, un gran hombre, Gilberto Acosta Arteta, Ricardo Costa. De los blancos siempre estuvo Francisco Salazar, Rodríguez Pagola, Arturo Collazo. A Elbio Rivero lo llevaban de diputado.


- ¿Se acuerda cuántos empleados tenía la IMM en tiempos de Marzano?


Mi hermano Washington era director general de personal. Urbano Corbo era el director de Tránsito, el contador era José Tassano, estaba Martincito Clavijo de recaudador. Estaba Pocho Mafio y el "Chueco" Figueroa. Claro González era encargado del corralón y Alfredo Ribas de las canteras municipales. Eran pocos, eran menos de mil.


- ¿Qué obras quedaron de la época de Marzano?


Marzano era un hombre muy ejecutivo y dio trabajo a mucha gente. En aquel entonces se hizo mucho pavimento, que lo hizo don Pancho Sarubbi que era de Piriápolis. Marzano hizo un expendio de carne donde ahora está el teatro de la Casa de la Cultura y nombramos a Quintana Míguez para comprarle ganado. Quintana se había jubilado de comisario de San Carlos. Yo hice comprar doce balanzas de pilón de las que tenían un brazo dentado de bronce para colgar la pesa. Se daba dos kilos de carne a cada familia pobre porque los carniceros habían subido mucho los precios. Marzano era muy de ayudar a los pobres a subsistir, hizo mucho por la gente necesitada. Él ayudó a hacer el estadio del Deportivo, que lo hizo el pueblo, pero nunca se fijó que hubiera una tribuna con su nombre; la figuración no fue para él. Fue un hombre de compañerismo, de ir a campaña. Se actuaba de otra manera y hombres como él hubo muchos, también en el partido blanco. Además, era muy poca la recaudación de la Intendencia, era muy pobre. La Intendencia se movía con las patentes de rodados, planillas de contribución y el porcentaje que nos daban los casinos. Pero eso va a Montevideo y después te lo dan de a poquito. Fue por eso que siendo diputado Marzano quiso hacer la reforma constitucional, la "Reforma Naranja" que se hizo en una reunión en Arcobaleno. De allí se sacó el gobierno colegiado a nivel municipal y nacional. La meta de Marzano era nombrar un presidente del interior. La reforma fue un proyecto de él. Montevideo era muy centralista. De acá se nos llevan la plata de Impositiva, la plata del banco, de acá sale el terreno para el liceo, el terreno para la escuela. En la Intendencia se empezó a hacer recaudación cuando empezamos a traer las chapas [patentes]. Yo le dije a Urbano Corbo que retirara esas chapas negras de Maldonado y pusiera "Punta del Este" en las chapas que decían "B5". Eso fue porque en una reunión que tuvimos en Montevideo con la dirección de Turismo, pidieron eso para que la gente que viajara a Brasil y la Argentina hiciera propaganda gratis. No fue tal cosa, fue algo que uno se imaginó. Pero entonces vinieron mil y pico de coches a matricularse aquí y muchos ponían mi dirección como que vivían en Maldonado.


- ¿Cómo eran las cosas en Punta del Este por entonces?


A nosotros nos ayudó mucho Mauricio Litman. En una reunión que tuvimos con él Marzano le dijo: "Bueno, la Intendencia está a su orden, lo que necesite está. Si no estoy yo está el señor Gaggioni que está autorizado". (...) Ahí Litman empezó a hacer bungalows y llegó a tener 1.225 empleados, algo nunca visto. (...) Marzano no permitía hacer propiedad horizontal desde la parada 2 hasta la península. Y del otro lado se permitía solo desde el hotel de Sader [Playa] hacia La Barra. Marzano quería dejar Punta del Este como era, con los chalets con techos de teja. Y además teníamos el temor de que el saneamiento no iba a dar si se construía mucho. Litman pidió y al hacer el edificio Vanguardia se fue 50 metros más hacia Punta del Este de lo que permitía la reglamentación que había hecho Marzano. Se concedió igual porque no pudo comprar otros terrenos y había trabajo. (...)


- Sigamos con Marzano.


Marzano fue Intendente - o presidente del Concejo - hasta 1957. En el 58 asumió Salazar y él fue concejal, porque el gobierno era colegiado. Por los blancos estaba Rodríguez Pagola y Arturo Collazo. En la siguiente elección salió diputado y nos fuimos a Montevideo. Pero a la otra elección, de 1966, llevó a los Borges y a Cairo y no llevó a Jaurena y perdió a pesar de que tuvo 17.500 votos. (...) Marzano era así. Cuando salíamos del Parlamento tirábamos la corbata para atrás y nos íbamos a ver peleas de box a cualquier barrio. Al otro día nos preguntaban ¿no fueron al Solís?, porque había entradas gratuitas. En el estadio nunca usábamos las entradas libres para el palco. Siempre pagábamos.


- Estando de secretario de Marzano en Montevideo Usted tenía trato frecuente con las autoridades del gobierno y el Partido Colorado?


Sí, tenía trato en el Palacio, en la bancada de la 15. Aparte tenía trato porque Marzano y Julio María Sanguinetti hacían "La hora del batllismo" en Radio Ariel, de Luis Batlle Berres. Se hacía la audición del batllismo a las 12 y cuarto. En ese entonces Sanguinetti era redactor responsable del diario Acción. (...)


- Iba a la Casa del Partido Colorado, participaba de las reuniones del directorio?


Si, aparte yo salía muchas veces acompañando a don Luis (Batlle) porque él no manejaba y yo tenía tiempo y lo llevaba. Yo tenía un Mercedes Benz rojo. En ese mismo auto lo llevé a Jorge Batlle a batirse a duelo con Maneco Flores Mora.


- ¿Cómo fue que se inició alquel problema?


Fue una discusión que tuvieron entre ellos... Para concicliar las cosas se hizo una reunión en la bancada de don Fermín Sohueta, Elías Croce, Gallo, Washington Collazo director de Juegos de Azar, Nelson Arredondo, director de la Caja de Industria y Comercio. Se llamó a Jorge Batlle para arreglar la situación. No fue Maneco Flroes Mora, que también tenía una audición a las tres de la tarde para combatir a "Chicotazo" (Benito Nardone). Siempre la palabra la llevaban los más mayores, Fischer, Grauert, Alberto Abdala. Fischer no estaba y no me acuerdo quién habló. Pero se habló. yo escuchaba. Tenía mucha confianza con ellos, cenábamos juntos. Yo recuerdo las últimas palabras de don Fermín: "Esto, Jorge, hay que arreglarlo entre compañeros" y otras cosas más. Jorge escuchó todo y dijo: "Bueno, ¿algo más?". "No, no", dijeron. "Bueno, que él elija armas y tú Gaggioncito me vienes a buscar". Abrió la puerta y se fue.


- Era muy impulsivo don Jorge.


Se fijó la fecha y yo me vi en el compromiso de llevarlo. Las armas para elegir eran pistolas, que estaban en un estuche, cruzadas, o sables, finitos. Se eligió esto último y así se batieron, a dorso descubierto. Fue en el batallón que está ahí al lado del aeropuerto de Carrasco. yo entré llevando a Jorge, con dos militares custodiando el coche y todo eso. Había ambulancias esperando y el duelo creo que fue en el tercer piso. Fue un duelo "a primera sangre". Jorge salió con la cara cortada. Cuando lo llevé a la casa estaban todos angustiados, llorando. Y él dijo: ¿qué es ésto? ¡Vamos a tomar algo...! (...)








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