Tabárez de García, Juana

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Fotocopia del artículo publicado en La Democracia en 1964.


Artículo publicado el 28 de Febrero de 1964 en La Democracia



HACIENDO JUSTICIA - UNA BUENA MUJER

(La simbólica Cigüeña)



Existió en el barrio La Cuchilla de nuestra ciudad una buena mujer que se llamó doña Juana, la mujer que traía a los niños.


Cuando en San Carlos no habían obstétricas profesionales, doña Juana atendía su barrio y casi toda nuestra campaña.


En la lejanía del campo, sin medios de locomoción, desde el rancho más humilde hasta la casa del granjero, allí iba doña Juana con su clásica valija, donde según la leyenda traía a los niños.


En las noches crudas del invierno, frente al lecho de la mujer que iba a dar a luz, pasaba las horas que se hacían interminables, sufriendo junto con la paciente; bostezo tras bostezo, y una palabra de aliento.


Su presencia frente al que sufría amortiguaba el dolor; éste se entregaba a sus manos pleno de fe y confianza; era una mujer que poseía algo de Dios.


Su recia figura, su rostro surcado de arrugas por los años. Su vestimenta simulaba un hábito monacal; vestida de negro, un manto sobre sus hombros, y un gorro negro cubría su abundante cabellera color ceniza.


Doña Juana como se le llamaba respetuosamente, siempre estaba lista; manto al hombro, valija en mano, y marchaba a donde quiera que la llamaban; no sabía de distancias ni cansancio. Jamás dijo que no podía ir, al llamado respondía enseguida voy.


Así la vimos pasar por las calles de nuestra ciudad llevando la buena nueva. En invierno venciendo las tempestades, y en verano soportando los rayos solares.


Doña Juana desempeñó dignamente una delicada profesión, sin poseer el título como tal, legándonos un ejemplo.


Ella ejerció desinteresadamente, y haciendo que lo que habían engendrado dieran a luz, como sí lo dispuso el Creador.


Hogares numerosos pueblan nuestra ciudad gracias en parte a la intervención de esta buena mujer; que hoy a pesar del tiempo transcurrido de su muerte, se le recuerda con con cariño y veneración.




Hugo A. Barrales Sánchez, Montevideo, Febrero de 1964.


Aporte de Don Antonio Fernández Arosteguy, Marzo de 2016.




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