Diferencia entre revisiones de «Homenaje a "Un hombre buenísimo" por Gustavo Lafferranderie»

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Lo que Cantera adquirió a su primo Emiliano en Maldonado fue un auténtico negocio de "ramos generales" que incluía "juguetería, papelería, ferretería, bazar, mueblería y anexos", y funcionaba en amplio local de 42 metros sobre la calle Florida y unos seis o siete metros de frente a Román Guerra.
  
  
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Según recordó Elbio Duret, colaborador de Cantera desde 1952 hasta 1970, enconteces el poder adquisitivo de los fernandinos era bastante más elevado que el de la actualidad y allí no solo "se vendía todo" sino también "de primera línea". Del lado de la calle Román Guerra se hallaba la sección mueblería y los artículos de electricidad. Más hacia la esquina de Florida se exhibían productos esmaltados de SUE y a un costado se ofrecían finos artículos de perfumería y pañuelos de señoritas. "Te caías de espaldas de lo que era aquello", recordó Duret. Por las vidrieras de la calle Florida, en tanto, se venía un gran surtido de artículos de papelería, cristalería, bazar y juguetería - sección que estaba separada por una gran mesa de empaque -, y todo se completaba con una nutrida ferretería que regenteaba Pablo Etchebarne al fondo del local.
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Revisión del 11:58 11 ene 2016

Saturnino Cantera Adrados con su esposa, Esther Canale.


Homenaje a los 75 años de Saturnino Cantera Adrados, una cantera de generosidad

Noviembre de 2006


Hasta no hace muchos años solía hablarse frecuentemente de aquellos "tanos" y "galletos" que llegaron al país escapando del hambre y terminaron aportando grandes progresos a su comunidad adoptiva. Eran "los inmigrantes que hicieron a este país", según solía repetirse. Lo curioso es que raramente se ha hablado de aquellos que se afincaron en Maldonado y que casi ninguno de ellos ha tenido el reconocimiento que se merecía. Y, sin embargo, algún "gallego" gentilhombre hubo que dejó su huella en cada calle de la ciudad por no decir en barrios enteros. Por ejemplo, don Saturnino Cantera Adrados, un hombre que ayudó - literalmente - a construir la zona y aún es recordado con afecto por miles de personas que levantaron el techo propio gracias a su proverbial generosidad. A 75 años de su llegada al país, y en tiempos en que tanto se habla de "falta de valores", estas páginas pretenden llenar un vacío repasando la historia de este "hombre buenísimo" que, como se verá, no solo "dio una mano a todo el mundo" sino que estuvo ligado como pocos al desarrollo urbano y edilicio de Maldonado y su región.




La llegada de Saturnino Cantera Adrados al Uruguay fue parte de una cadena de solidaridades familiares que comenzó en 1921, cuando el sacerdote español Victoriano Fernández Adrados - entonces "teniente cura" de la parroquia de San Carlos - trajo al país a su sobrino Emiliano Adrados Salvador. Emiliano se encargaría de traer a Saturnino una década más tarde y éste a su vez, traería luego a siete de sus propios sobrinos. Pero la historia que terminó con una familia española al frente de prestigiosos comercios de San Carlos, Maldonado y Punta del Este se fue haciendo despacio y a golpe de trabajo y generosidad.


Emiliano fue quien abrió el camino al resto de sus parientes después de "hacerse una posición", cosa que era entonces común en todo buen inmigrante predispuesto a progresar. Se dice que en sus primeros tiempos en San Carlos solía colaborar con su tío Victorino y lo acompañaba hasta alejados parajes rurales para celebrar casamientos. Pero en algún momento alquiló un pequeño local en la calle Treinta y Tres y abrió una librería que al tiempo también fue juguetería y parece haber marchado bastante bien.


Así es que hacia 1928 "cruzó la calle" para alquilar un local más amplio e inauguró un negocio de ramos generales que se transformó en una institución carolina y aún hoy funciona con el nombre de "La Favorita". Más tarde adquirió el local, aprovechando las facilidades que le ofreció el dueño, y con el tiempo abrió otro comercio en la calle 18 de Julio.


Saturnino Cantera Adrados vivía por entonces en España y casi no conocía a su primo Emiliano porque era justamente 15 años menor. Nacido el 31 de Enero de 1916, se había criado junto a seis hermanos mayores en el seno de una familia campesina y probablemente no creció pensando en abandonar su país. Sin embargo, el destino le deparó otro derrotero. En 1929 falleció su madre y se declaró la famosa crisis mundial. Dos años más tarde España inauguraba la Segunda República en un clima políticamente caldeado y una situación económica que dejaba mucho que desear. Las perspectivas de futuro distaban de ser venturosas para cualquier hijo de vecino.


Como Emiliano, Saturnino era natural de Adrada de Haza, una pequeña localidad de 300 habitantes ubicada al sur de la provincia de Burgos. Sus familiares aseguran que allí "nadie pasa hambre" porque el pueblo entero se ocupaba de tareas agrícolas y cosechaba todo tipo de frutas y verduras a lo largo de todo el año. Además, la comarca explotaba en gran escala las vides, la remolacha y los cereales. Sin embargo, tampoco podía esperar gran cosa de la vida quien trabajaba exclusivamente para subsistir. Los campesinos traían al mundo una pequeña legión de hijos que los ayudara en las cosechas, pero olvidaban que después no podrían repartir su campo entre siete.


Así es que en 1931, evaluadas éstas y otras circunstancias, Saturnino se embarcó junto a su hermano Vidal rumbo a lo que entonces era una tierra de promisión para muchos de sus compatriotas: el Uruguay de las vacas gordas y el campeonato del mundo. Vidal era cura y marchó a instalarse en la ciudad de Mercedes. Saturnino se instaló a trabajar junto a su primo Emiliano en su ya consagrada "La Favorita". Así fue que comenzó una exitosa carrera comercial que lo terminaría transformando en una figura de la comunidad local. Y aquí veremos que eso no se debió tanto a la prosperidad que alcanzó con los años sino a su notoria hombría de bien, que aún hoy es evocada con gratitud y respeto. Se apreciará que la suya es una historia digna de ser recordada.


Desembarco en San Carlos


Los primeros tiempos de Saturnino en San Carlos fueron más bien "duros", según recuerdan sus familiares. Vivía en la planta alta de "La Favorita", con su primo solterón, y extrañaba profundamente todo lo que había dejado atrás. Además, según recuerda su sobrino Carmelo Salvador, en un principio trabajaba "sin lucro", es decir, sin cobrar salario, cosa que se extendió por varios años. Entonces era costumbre contratar muchachos adolescentes para pequeñas tareas y a nadie se le ocurría interpretar aquello como abuso o explotación: Emiliano le estaba haciendo un favor a su joven primo.


Saturnino no tardó en conseguirse un puñado de buenos amigos de la zona. Uno de ellos fue Hugo Bondanza, hoy de 88 años, que lo conoció "de pantalón corto" y mantuvo una amistad de más de 70 años. Otros eran empleados de La Favorita o vecinos del comercio, como los hermanos Bustamante, Machado y Martín Pagola, quienes lo ayudaron a insertarse en la sociedad local. De aquellos años Saturnino recordaba el haber practicado el juego de pelota (frontón) contra las paredes posteriores de la iglesia y sus excursiones en bicicleta hasta la playa de Las Delicias. De allí que todavía años después solía soñar con que el Uruguay estuviera unido con España por "carretera" para regresar a su terruño aunque fuera a bordo de su birrodado.


Saturnino fue aprendiendo los rudimentos del comercio junto a su meticuloso pariente. Se dice que Emiliano era un hombre cerebral que ya en los años treinta había logrado una sólida posición económica y se deduce que tuvo una gran influencia sobre su primo más chico. Entre los consejos que le prodigaba debe haber estado el culto de la prudencia en los negocios, porque era un hombre tan cauto y tan reflexivo que algunos de sus parientes dicen no explicarse "cómo no falleció de un ataque al corazón".


Las Favoritas


Saturnino no había terminado de aclimatarse a la vida carolina cuando el padre Victorino Fernández - "que fue y vino varias veces" - trajo a sus parientes, los hermanos Ibáñez, y agrandó el número de ibéricos en el personal de La Favorita. El primero en llegar fue Jesús, en 1932, seguido al año siguiente por José María. Fue entonces que, cuestión de dar ocupación a sus coterráneos, Emiliano abrió una sucursal de La Favorita en Maldonado e inció, sin saberlo, el futuro comercial de Saturnino en esta ciudad.


El negocio se estableció hacia 1940 en una propiedad de la familia Borda ubicada en Sarandí casi Ituzaingó. Pero se cuenta que al cabo de "dos o tres años" los Ibáñez arreglaron con Emiliano la compra del comercio en compensación de los años que llevaban trabajando "sin lucro". Así es que la sucursal fernandina debió ser dividida y los Ibáñez alquilaron la céntrica esquina SE de Sarandí y Florida, donde hasta hace poco había funcionado la tienda del también español José Fernández Izmendi, fundador de La Montevideana.


Eso llevó a Emiliano a comprar una propiedad ubicada en la esquina sureste de Florida y Román Guerra y pronto se hizo común en Maldonado hablar de "La Favorita de arriba y La Favorita de abajo". Con un local de media cuadra de largo, el nuevo comercio de Emiliano ostentaba proporciones gigantescas para lo que era entonces la ciudad. y según evocó la ex edila Alba Clavijo, el anuncio de su inauguración fue toda "una novedad" que creó grandes expectativas. Al punto que un remoto lunes de mañana de los años cuarenta la hoy dirigente socialista se apresuró a presentarse a la puerta para consagrarse como "la primer cliente" del establecimiento. "Compré unos lápices de colores", recordó.


No se conoce exactamente quien administraba el nuevo negocio de Emiliano, aunque se cuenta que allí trabajó Domingo Salvador Cantera, un sobrino de Saturnino que llegó al país en 1936. El caso es que en determinado momento a Cantera le tocó hacerse cargo de la administración, y empezó a viajar todos los días en ómnibus desde San Carlos para cumplir su tarea. Finalmente el paso del tiempo premió el sacrificio (que no debía ser tanto porque tenía novia en Maldonado). En 1946, cuando Saturnino ya planeaba casarse, Emiliano la ofreció la posibilidad de hacerse propietario de todos sus comercios "en agradecimiento" por los años de colaboración.


Con semejante oferta, Saturnino tenía ante sí una maravillosa oportunidad de progresar. Sin embargo, debió haber intuido que la libertad tiene su cuota de desamparo. Según recuerda Duilio Fernández, empleado de La Favorita carolina desde 1942, un día reunió a todos los trabajadores del comercio y les comunicó la posibilidad que se le ofrecía aclarando que se lanzaba al negocio sin tener dinero de respaldo. "Ustedes son mi capital, así que depende de Ustedes", les dijo. Por supuesto "todos" se esforzaron para ayudarlo a salir adelante porque por entonces, como muchos años después, Saturnino no se comportaba como un "patrón", "era un compañero de trabajo", señaló Fernández.


En Abril de 1946 Saturnino y su hermano Vidal - que a la sazón estaba radicado en Buenos Aires -, firmaron una carta de adeudo por la cual compraban a su primo todas las existencias de las "Grandes Casas La Favorita", es decir, el negocio fernandino y las dos casas carolinas. Todo a pagar "con trabajo" a razón de una cuota por año. La escritura de venta se firmó el 20 de Septiembre de 1946, el mismo día en que Saturnino contrajo matrimonio con Esther Canale, a quien había conocido poco antes en un baile del Club Uruguay. Finalmente, ambos se establecieron en San Carlos, en la planta alta de La Favorita de la calle Treinta y Tres, y sólo al cabo de unos "cinco años" decidieron mudarse a Maldonado. Por entonces la pareja ya había engendrado tres hijas: Ana María, Helena y Beatriz - y el negocio fernandino marchaba viento en popa.


Lo de Cantera


Lo que Cantera adquirió a su primo Emiliano en Maldonado fue un auténtico negocio de "ramos generales" que incluía "juguetería, papelería, ferretería, bazar, mueblería y anexos", y funcionaba en amplio local de 42 metros sobre la calle Florida y unos seis o siete metros de frente a Román Guerra.


Según recordó Elbio Duret, colaborador de Cantera desde 1952 hasta 1970, enconteces el poder adquisitivo de los fernandinos era bastante más elevado que el de la actualidad y allí no solo "se vendía todo" sino también "de primera línea". Del lado de la calle Román Guerra se hallaba la sección mueblería y los artículos de electricidad. Más hacia la esquina de Florida se exhibían productos esmaltados de SUE y a un costado se ofrecían finos artículos de perfumería y pañuelos de señoritas. "Te caías de espaldas de lo que era aquello", recordó Duret. Por las vidrieras de la calle Florida, en tanto, se venía un gran surtido de artículos de papelería, cristalería, bazar y juguetería - sección que estaba separada por una gran mesa de empaque -, y todo se completaba con una nutrida ferretería que regenteaba Pablo Etchebarne al fondo del local.







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