Diferencia entre revisiones de «Pou Rivero María Carmen (Chichí)»

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Revisión del 11:32 3 mar 2016

María Carmen - Chichí - Pou Rivero.


María del Carmen - Chichí - Pou Rivero

María Carmen Ernesta "Chichí" Pou Rivero, hija legítima de Don Jaime Ernesto Feliciano Pou Savoia y de María del Carmen Guillerma Rivero Moreno, nació en casa de sus padres el 8 de Mayo de 1925 a las siete de la mañana. Figuran como testigos en su partida de nacimiento Don Luis Ángel Rivero Moreno y Don Celestino J. Rapetti. De su matrimonio con Umberto Pereira nacieron 4 hijos: Jaime, Marcelo, Rafael y Enrique.



Canastito donde descansa el niño Jesús, que Chichí Pou recibió de manos de su tía Tuta siendo una niña y aún conserva.
Imagen del cuadro de La Virgen del Santander, que estaba en la cabecera de la cama de Chichí en casa de sus abuelos Rivero Moreno.
Umberto y sus cuatro hijos.
Chichí con su padre, Jaime Pou, con la Nena de Viana.
Manuel Rivero suárez y Carmen Moreno con su nieta Chichí en el rancho de Las Delicias.
Chichí y Brenda en el patio de abuela Carmen.
Chichí frente al aljibe.
Chichí y Brenda.


Su auto-biografía (manuscrita en Agosto de 2013):

Nací el 8 de Mayo de 1925 en San Carlos, en la casa que estaba frente a la escuela y que luego ocuparon Rapetti y Águeda Castellanos, su esposa. Viví allí hasta tener un año y medio, cuando murió mi mamá y mi padre me llevó a la casa de los Pou. Cuando la abuela y Tuta se fueron a Montevideo, al Sanatorio Colistro (donde las visitaba con frecuencia), yo me fui con los abuelos Rivero.

Los abuelos eran enormemente tiernos. Cuando me acostaba, se sentaban junto a mi cama, me daban suaves palmaditas y cantaban (a dúo o por separado) hasta que me dormía. Al abuelo Manuel le encantaba la ópera. En ese entonces las radios de Buenos Aires tapaban a las de Montevideo. Un día por semana transmitían la ópera del Colón, que se escuchaba perfectamente. Ese día, el abuelo, que tenía una de las primeras radios de Maldonado, preparaba la escenografía. Me acostaba en la cama de Ángeles, que estaba junto a la radio, se ponía su robe abrigado, se sentaba en un sillón cómodo y me explicaba el argumento, las arias principales y todo lo que consideraba necesario para que comprendiera la ópera que estaban transmitiendo.

Era inevitable, comenzaba la obertura y yo me dormía profundamente. Nunca pasé de ahí. Entonces me levantaba con cuidado y llamaba a la abuela, que me cambiaba la ropa por un camisón y me llevaba a mi cama. Cero en ópera.

Los abuelos tenían mucho miedo de que me lastimara o me contagiara de algo, así que prácticamente no salía de casa.
Era un bichito tímido, callado y mansito. Nunca, hasta ahora, me he peleado o discutido con nadie. Llegó el momento de ir a la escuela y sucedió lo inevitable. Nunca había tenido contacto con otras niñas y me pesqué todos los contagios: tres meses de tos convulsa (no había vacuna), varicela y enseguida sarampión, seguido de congestión. Quedé muy débil (única vez en mi vida que me trataron por flaca).

Terminé el año con trenzas, porque entre una enfermedad y otra no hubo tiempo de llevarme a la peluquería. A pesar de todo, todos los días me traían los deberes y los hacía porque en casa me enseñaban lo que correspondía a 1er año. Mi maestra de 1ºy 2º año fue María Teresa Montañés. La escuela era para mí el paraíso: montones de amigos con quien jugar en los recreos y maestras que me trataban muy bien. Yo no daba trabajo y aprendía fácilmente. En 3º, 4º y la mitad de 5º año tuve como maestra a Ada Álvarez de Montañés, y en 6º año a Áurea Secco, con la que no simpatizábamos mucho.

Después el liceo. Conocí a Umberto a los doce años, porque nos sentaron juntos el 1er día de clase. Nos hicimos amigos, ya en 2º o 3º año nos ennoviamos. Al terminar 4º año, Umberto se iba a Montevideo; ¿y yo? ¡a quién se le podía ocurrir que la "niña" se fuera sola! Tenía que esperar un año para que mi padre se pudiera ir conmigo.
Entonces Umberto me dijo: "¿cómo voy a estar un año sin verte y ni siquiera escribirte?, voy a ver como lo arreglo". Yo no sabía qué pensaba hacer, pero si lo hubiera sabido me da un patatús. Ese mediodía, como todos los días, mi padre se fue al Club Paz y Unión a tomar un café con los amigos. Umberto lo esperó en la vereda y le dijo cual era la situación. Mi padre quedó tan estupefacto que no atinaba a contestarle. Creo que al fin le debe haber impresionado por la franqueza y la audacia del chiquilín y le dijo que sí. Durante el año de clases siguiente, Umberto me escribía todos los días y venía una vez por mes a verme. Yo iba a inglés con la Sra. De Pedret y a lo de Coco Fernández Izmendi a prepararme un poco en dibujo.

Mientras tanto, y desde que cursaba 3º de liceo, Brenda había venido a vivir a casa de Abuela porque a Celiar lo habían nombrado Gerente del Banco República en Río Branco y allí no había liceo. La vida me cambió. Ahora salía y hasta íbamos los domingos después del cine a la plaza.

En el liceo me fue muy bien. El 1º año con Mazzoni de Director, y luego 2º, 3º y 4º con Collazo. Me promovieron cada uno de los cuatro años con sobresaliente. Allá entre 1910 y 15 o 20, estuvo al frente del Batallón de Maldonado el entonces Coronel Bové, quien opinaba que los soldados no se podían quedar en el cuartel sin hacer nada, por lo que los puso a construir el actual camino que va hasta la costanera. Parece que lo hicieron con una buena base y adoquines. Sobre ellos pusieron la carpeta asfáltica. Todo el pueblo estaba muy agradecido y se inició una colecta en el Banco República para regalarle una linda bandera uruguaya al batallón.

El Coronel Bové se fue, la gente se olvidó, hasta que a Collazo, que era el Director del Liceo, le avisaron del Banco que había una cuenta para la bandera, que había crecido por los intereses con el correr de los años y que trataran de cobrarla porque si no se iba a perder. Don Florencio se movió. Era bastante dinero y se compró una bandera espectacular. El batallón estaba entonces en Paso de los Toros y allá fuimos, los del liceo y otras personas, en dos ómnibus, a encontrarnos con el Coronel Bové, ahora General Retirado. Como mejor alumna del liceo me tocó entregarle la bandera al General. Era en la cancha de football del cuartel, casi 100 mts con un asta muy gruesa y pesada y una bandera muy grande que sacudía el viento. No sé como llegué al otro arco.

Terminé el liceo y me vine al Vázquez a hacer preparatorios de Arquitectura. Me fue muy bien. No perdí en los dos años ninguna materia y salvé varias con muy buenas notas. Con Umberto siempre fuimos, además, muy amigos, y seguíamos estudiando cada uno lo suyo.

Umberto fue a la Factulad de Derecho y cuando estaba trabajando en el Dpto. Jurídico de Subsistencias descubrió, viendo el trabajo de los abogados, que no le gustaba. Con los hermanos López Lomba y otros amigos, anduvieron en las negociaciones de la fundación del IPA. Cuando lo consiguieron, estudió allí Profesorado de Historia; al recibirse trabajó unos años en Pando. Por ese tiempo (1952) nos casamos. Yo había seguido muy bien Arquitectura. Fuí el 1º año a la vieja Facultad de Matemáticas de la calle Piedras y al año siguiente estrenamos la nueva en Bvard. Artigas y Bvard. España. Tenía ya todo bastante adelantado. Al año siguiente llegó Jaime (nuestro primer hijo) y cambió el panorama. Al contrario de la mayoría de las famlias, nadie sabía que se hacía o cómo se agarraba un niño. Mi padre nada, Tuta (soltera y cuidando a la abuela) lo mismo.

La Nena de Viana, la 2da señora de mi padre, tampoco. Yo nunca tuve hermanos ni niños cerca y Umberto era el menor de ocho hijos y no sabía nada al respecto. Resultado: me perdí un año de Facultad pero aprendimos todo. Al año volví a Facultad, y entre Jaime y Marcelo, que se llevan unos años, terminé Proyectos y di el resto de las materias. Para terminar había que hacer un trabajo, la famosa carpeta, que empecé y avancé bastante.

Me faltaba muy poco para recibirme cuando estalló la catástrofe. A Tuta la atendían hacía unos años por un reuma muy doloroso en la pierna izquierda, hasta que se les ocurrió hacer una biopsia. Era un cáncer. Le amputaron la pierna y como se sentía bien decidieron los tres irse a Maldonado, porque la casa donde vivían era alquilada y la pedían los propietarios. Antes de irse la acompañé al médico que la había atendido, cuando nos íbamos (ella todavía en una camilla porque le habían puesto la prótesis), el médico me hizo una seña. Me quedé y me dijo: ¿Usted sabe lo que tiene su tía? Un cáncer generalizado y no le quedan más de dos o tres meses de vida. No recuerdo haber hecho nunca antes un viaje tan largo. Le tenía que dar la noticia a mi padre y a la Nena. Yo sabía que los tres estaban preparando la vuelta a la casa vieja. Se los díje (todavía no sé cómo) pero igual se tuvieron que ir.

El diagnóstico se cumplió. Se fueron en Diciembre (nos fuimos todos) y Tuta murió en Marzo. Mi padre y la Nena nos extrañaban muchísimo. Estábamos muy preocupados. Un día Umberto me dijo: yo no puedo dormir pensando que están solos en ese caserón, así que vamos a traerlos con nosotros y, aunque estemos apretados en el apartamento, vamos a estar todos felices. Por supuesto los muchachos y yo estábamos encantados. Vinieron enseguida y estuvieron con nosotros todo el invierno y la primavera por las clases de los muchachos y al año siguiente lo mismo.

Pero el segundo verano llovió mucho y el abuelo se pescó una gripe que se transformó en congestión. No se pudo hacer nada para salvarlo. Así, los dos hermanos murieron en la misma casa donde nacieron y exactamente a la misma edad. Se llevaban casi dos años e igual fue el tiempo entre sus muertes: 2 años. La Nena vivió con nosotros varios años. Fue la única abuela que conocieron mis hijos. Mamá murió cuando yo tenía 19 meses y Doña Luisa cuando Jaime tenía muy poco más de un año.

El orden de mis hijos es Jaime Umberto, Marcelo, Rafael y Enrique. Jaime, casado con Lil Isaurralde Jaureguizar, tiene tres hijos: María Jimena, Pablo Federico y María Magdalena. Marcelo, casado con Ana Yanil Rojas Moraes, tiene dos hijos: Martín y Agustín. Rafael, casado con María Zulema Barnetto Monti, tiene un hijo: Andrés. Enrique, casado con Adriana Piperno de Santiago tiene un hijo: Diego. Un tío de la madre de Adriana fue quién pintó el naufragio del Santander en la base de la imagen de la Virgen del Carmen de la Catedral de Maldonado.

No pude terminar la Facultad por ese poquito que me faltaba de la carpeta, pero los viejos se fueron con ella y ¿quién se hacía cargo de mis hijos, que ya eran cuatro, y Umberto tenía tres trabajos al mismo tiempo? Me volví exclusivamente ama de casa y supervisé los estudios de mis hijos. Gracias a Dios eran bastante despiertos porque yo lo único que detesto es enseñar y más cuando no entienden.

A los muchachos les fue bien. Jaime es Ingeniero Civil Estructural (calculista) y se recibió a los 26 años con tres sobresalientes. Trabajó en la Usina de Palmar y después en la dirección de la Torre Gattás que está en la entrada de Punta del Este. Ahora trabaja en la Intendencia de Maldonado como ingeniero por supuesto.

Marcelo se dedicó al periodismo. Escribió en Brecha, fue Profesor de Periodismo Político en la O.R.T., trabajó en la agencia I.P.S. y fue el primer Director de La Diaria. Rafael es médico. Se especializó en Dermatología y vive en Florida. Enrique se dedicó a la animación y trabaja en publicidad.

Yo nunca actué en política. Ni siquiera he pisado un club o asistido a un acto. No me interesa mucho y, por sobre todo, los Pou fueron siempre cabeza en el Partido Colorado (mi abuelo fue Jefe Político y mi padre Diputado por Maldonado por dos períodos). Por otra parte Elbio Rivero, que era casi otro padre para mí (hasta me enseñó a caminar) era cabeza de los blancos, y cuando mi padre se jubiló se dieron vuelta las cosas y ganaron los blancos. Elbio fue también Diputado por Maldonado. Yo no podía votar por ninguno de ellos frente al otro.

Umberto siempre quiso escribir, y a los sesenta años, al jubilarse, se atornilló al sillón del escritorio y era un crimen molestarlo. Escribió diez o doce libros de prosa y de poesía. Yo quería viajar; lo invité cuando vendí parte de la casa vieja, pero él prefirió seguir escribiendo. Así que invité a Adriana Piperno (que está casada con Enrique, el menor) y nos fuimos las dos a un largo crucero por el Caribe en uno de esos barcos increíbles que tienen dos o tres cuadras de largo. La pasamos estupendamente bien, Enrique se las arregló y Umberto se quedó escribiendo tranquilo. Todos felices.


Carolina Savoya (tía abuela de María Carmen Chichí Pou Rivero: hermana de Abuela Ernesta, cuñada de Jaime Hilario Pou Grossi), fue durante 35 años Directora de la Escuela de Niñas Nº 2. La Nº 1 era la de varones.

Carolina decía de Ángela Rivero Moreno (tía de Chichí) que era la niña más inteligente que había pasado por la escuela.


Presentación social de Chichí en el Centro Paz y Unión.
Chichí en el muelle de Las Delicias.
Umberto y Chichí en la estación de ferrocarril.



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