Diferencia entre revisiones de «Reportaje de Gustavo Lafferranderie a Wilfredo Gaggioni»
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Revisión del 08:31 9 nov 2015
Transcripción parcial de reportaje del Periodista Gustavo Lafferranderie a Wilfredo Gaggioni, publicada como Separata: Memorias Locales por el diario Correo de Punta del Este:
El creador del viejo “Tico-Tico” y las historias de un pueblo perdido; los primeros “coches de alquiler” y la intendencia de Martín Marzano.
Wilfredo “Tapichí” Gaggioni, el Secretario
En los años treinta los turistas que se bañaban en la Playa Brava eran llevados a Prefectura por infringir la ley: “ése es el Punta del Este que yo viví”.
Tan tranquilo era todo hace 70 años, que tres guardias civiles bastaban para preservar la seguridad de Maldonado. En cada jardín de la ciudad florecían los claveles y las magnolias – cuyas flores iban a parar al bolsillo superior de la camisa “para perfumarse” – y los niños crecían tan libremente que podían seguir a sus barquitos por las cunetas que bajaban desde el centro hasta las vías del ferrocarril. No había ningún peligro. Apenas un puñado de autos circulaba a veces por la ciudad y el gentilicio “fernandino” era casi un sinónimo de persona servicial y de confianza.
Nacido el 11 de Septiembre de 1927, Wilfredo “Tapichí” Gaggioni, es un resabio vigente de aquella época que se ha ido para siempre. Quizás solo eso bastaría para dedicarle un suplemento. Pero, además, “Tapichí” tuvo la peculiaridad de haber capitaneado por años un bar emblemático de esta población. Más tarde fue Secretario y mano derecha del intendente Martín Marzano y con él fue también a la Cámara de Representantes, donde frecuentó a futuros presidentes y hasta vivió de cerca los famosos duelos de “filo y contra filo y punta”.
Por supuesto, aquellos eran tiempos en que la “tarjeta” y la famosa “cuña política, resultaban elementos imprescindibles para conseguir empleo. Y sin embargo, “Tapichí” evoca esas épocas con la conciencia tranquila, más bien satisfecho de haber ayudado desinteresadamente a centenares de personas cuya filiación partidaria ignoraba. (…)
- Podríamos comenzar por saber cuándo llegaron los Gaggioni a Maldonado.
Mis abuelos vinieron de Italia y se instalaron en Pan de Azúcar. Mi papá nació ahí en 1903 y otros hermanos de él nacieron en Maldonado. Un hermano de mi abuelo trabajó en Regusci y Voluminot y empezó a hacer cocinas. Pero después sacó la lotería y puso una herrería muy importante. Tanto es así que hay portones todavía que dicen “Juan Gaggioni”. El cofre donde se guarda el oro en el Banco República lo hizo él y el puente Mauá también. Eran gente italiana de trabajo.
- ¿A qué se dedicó su abuelo en Maldonado?
Como toda la gente que venía de Italia, era muy de cultivar para el sustento de la familia, como toda la gente humilde de Maldonado. Eran muy amantes de la pesca los Gaggioni, todos ellos. Mi padre se llamaba Ángel y tenía cuatro hermanos: Juan, Félix, Luis y Ernesto Gaggioni Rosas. Mi abuela vivía en Román Guerra entre 25 de Mayo y Florida, en una casa de dos pisos. Mi padre llegó a comprar todo eso, que era del Dr. Paravís antiguamente.
- Su padre fue un comerciante muy conocido en la ciudad, pero ¿cómo fue que se inició?
Empezó a trabajar en el diario de Juan Alegre, El Heraldo, desde muy joven. Tanto es así que ponía un casillero para subirse a la mesa a parar los tipos. Después uno de los hermanos de él salía en la noche a acompañarlo a repartir el diario. Y a los 16 años tocaba tres instrumentos de viento e integraba la banda junto con los demás hermanos. Se casó joven, a los 18 años, y arrendó la esquina (SW) de 18 de Julio y Ventura Alegre, que era de un hermano de mi madre, Francisco Clavijo, que tenía una carnicería a media cuadra.
Ahí empezó a trabajar y le fue muy bien, porque en aquel tiempo en la parte de arriba se jugaba al gofo, un juego de cartas que se jugaba a por plata, como el monte y la taba, y los propietarios del juego llevaban su comisión. Era un juego clandestino. De ahí le dio para comprar una cachila modelo 25 para hacer viajes a la estación.
Como tenía teléfono lo llamaban para ir a buscar gente a las seis de la mañana, por ejemplo, y él estaba toda la noche en eso. Entonces mi madre abría el almacén y nos cuidaba a nosotros. Nos ponía en un cajón de fideos porque no había corralitos. Los cajones eran como de un metro cúbico y traían los fideos sueltos envueltos en papel celofán. Como la familia nuestra eran todas las de Maldonado. Mi madre nos lavaba en una tina, como hacían todos. La heladera era el aljibe; se cocinaba a leña.
- Lo que tenía su padre era lo que se llamaba un “coche de alquiler”, porque entonces no había taxímetros.
Seguro. Mi padre empezó a trabajar bien y puso el segundo coche de todo Punta del Este. Paraba el Dodge del 31 en la plazoletita que había al lado de lo de Juan Gorlero (h) junto con Nicasio de los Santos, que tenía un Ford A del 29. Gorlero les regalaba ropa; siempre fue un hombre muy generoso. Mi padre hacía toda la temporada y alquilaba una casilla de zinc – que no se picaba porque era americano – forrada de madera para que toda la familia se mudara para ahí todo el verano. Todavía están los recibos: pagaba 100 pesos por toda la temporada. De esas casillas había en todo Punta del Este. Se hacía muy buena plata en verano.
- ¿Qué edad tenía Usted en ese entonces?
Tendría unos 8 años. Nací el 11 de Septiembre de 1927. Mi padre le cuidaba el auto a Nicasio cuando se iba a almorzar por si venía algún pasajero y recuerdo que con “Pocho” de los Santos (hijo de Nicasio, luego famoso ciclista) veíamos pasar a veces a algún marinero que llevaba a alguna persona con la ropa debajo del brazo. Lo llevaban a Prefectura porque se había bañado en Playa Brava y estaba prohibido. No lo llevaban detenido, lo llevaban para que firmara que no se podía bañar. Ese es el Punta del Este que yo vi.
- Se dice que el primero que empezó a bañarse en la Playa Brava fue un Señor de apellido Chao.
¿El Profesor Chao? Él enseñaba con bolos a hacer gimnasia en la playa y a los turistas. Nosotros lo ayudábamos. Eran dos bolos de madera con mango; había que ponerlos en cruz y sacarlos hacia atrás. Y Chao nos enseñaba a nadar. Él bajaba esos bolos de una casilla de madera que tenía ahí cerca en una bolsa de arpillera. Esas casillas eran de los turistas. (…). Doña Eloísa Termi, que vivía en la esquina, nos regalaba moldecitos, palitas, baldecitos que quedaban de los turistas por ahí, y Don Juan Gorlero el 6 de Enero nos regalaba ropa y juguetes. Nos ponía en fila y nos daba ropa, pulóveres de lana y todo eso.
- ¿Qué hacían en invierno?
Después del verano volvíamos a Maldonado. Mi padre le había comprado a mi tío el local del almacén y plantaba en el terreno de atrás. Además compraba autos, los arreglaba y los vendía. Con eso compraba casas humildes y las mejoraba, porque casi todos los Gaggioni, en general, sabían pintura, albañilería y carpintería. Así mi padre fue progresando año a año. Recuerdo que mi papá tuvo un Dodge 31 con dos asientos atrás – los “transportines” – que se pegaban en el respaldo de los asientos de adelante. Era una gran ventaja. Eran coches de capota, descubiertos; al lado de un Ford A era más coche. En aquellos tiempos los mismos clientes venían todos los años y eran muy generosos. A mi padre una vez le regalaron una escopeta calibre 16 que se llamaba “Zabasqueta” y valía mucha plata. Porque mi padre también era cazador y salía los Domingos cerca del Cerro Pelado. Agarraba una o dos liebres, seis o siete perdices, y eso era un sostén para la comida de la familia. Lo hacía mucha gente de Maldonado. Lo de ir a pescar y cazar era para comer. Cuando yo era muy niño la gente iba a pescar a Punta Ballena y se ponían alpargatas para subir el cerro. Siempre traían media bolsa de arpillera o más de sargos. Se pescaba a la caña porque en aquél entonces no se usaba un reel. El que hizo un reel fue un primo hermano mío con una maza de bicicleta, porque ganó un concurso del Club Punta del Este y tenía que ir al Brasil pero no tenía reel. Todos ellos fueron pescadores. Mi tío Félix era peluquero – atendía a domicilio, como se usaba entonces, y también vivía de la pesca porque vendía pescado. Había gente, Mancueva, por ejemplo, que iba al muelle de Las Delicias, limpiaba el pescado y lo traía en un palo de escoba al hombro. Se hacían sartas de una docena o media docena y se vendían casa por casa, así como había señores que vendían mejillones, sacados de Punta Ballena la mayor parte, o venían en un carro y vendían agua de la Cachimba del Rey.