Diferencia entre revisiones de «Acuña de Figueroa, Francisco»
Línea 11: | Línea 11: | ||
− | |||
Línea 50: | Línea 49: | ||
Teniendo presentes los ditirámbicos elogios a un oficial que estuvo en las fuerzas que aplastaron la Revolución del Gral. César Díaz en Quinteros (1858), no hay que olvidar que Acuña de Figueroa, funcionario de las administraciones hispana, portuguesa, brasileña y finalmente de la República Oriental, escribió versos tan sonoros como: “Orientales la Patria o la tumba, Libertad o con Gloria morir”, o “Merecimos: ¡Tiranos temblad!”; “Paraguayos ¡República o muerte!”, o “Ni opresores ni siervos alientan, donde reinan unión e igualdad”. | Teniendo presentes los ditirámbicos elogios a un oficial que estuvo en las fuerzas que aplastaron la Revolución del Gral. César Díaz en Quinteros (1858), no hay que olvidar que Acuña de Figueroa, funcionario de las administraciones hispana, portuguesa, brasileña y finalmente de la República Oriental, escribió versos tan sonoros como: “Orientales la Patria o la tumba, Libertad o con Gloria morir”, o “Merecimos: ¡Tiranos temblad!”; “Paraguayos ¡República o muerte!”, o “Ni opresores ni siervos alientan, donde reinan unión e igualdad”. | ||
+ | |||
Revisión del 14:54 29 dic 2022
Francisco Acuña de Figueroa en Maldonado
Dr. Mario Scasso Burghi
El poeta Francisco Acuña de Figueroa nació en Montevideo, en 1790 durante el período colonial y murió en la misma ciudad, siendo ya capital de la república en 1862, a los 72 años.
Personaje de vasta cultura, estudió en el Colegio de San Bernardino y luego letras en el Real Colegio de San Carlos de Buenos Aires.
Es el autor del Himno Nacional del Uruguay y del Paraguay.
Era funcionario de la administración hispana, en las Reales Cajas (Tesorería) y no se plegó a los movimientos revolucionarios, presenció la evolución final del Poder Español, dentro de los muros de su ciudad natal. Al rendirse Vigodet a las fuerzas de Alvear, en junio de 1814, los empleados de la administración fueron destituidos. Acuña de Figueroa, fingiéndose enfermo, se traslada a la Ciudad de Maldonado en julio, donde tenía algún contacto femenino (¿Francisca Otermin?) donde en principio las autoridades locales, en la órbita de las de Buenos Aires, lo consideran un ex funcionario español. El 18 de setiembre los dragones artiguistas capitaneados por Pedro Amigo y Manuel Iglesias ocupan la población y el puerto y el 4 de octubre es reconquistada por los porteños. Es en esas circunstancias se embarca en la bahía en una goleta, rumbo a Río de Janeiro.
Retorna a Montevideo, en 1818, ya ocupado por el Gobierno Portugués encabezado por Lecor, quien lo repone en el cargo en el Ministerio de Hacienda. En ese lapso contrae matrimonio con María Ignacia Otermin.
En 1822, al proclamarse la independencia del Brasil, es designado Ministro de Hacienda y Colector de Aduana en Maldonado, donde retorna luego de 8 años, instalándose aquí el novel matrimonio.
En la reducida sociedad fernandina, concitaron grandes y duraderos afectos: su esposa era hermana de Francisca Otermin, (ambas hijas de vecinos de Montevideo), viuda de Benito Fajardo (alcalde, cabildante y tendero), el párroco Gabino Fresco, el escribano Felipe Álvarez Bengochea (coruñés), el cirujano, comerciante y cónsul francés Francisco Calamet (marsellés), el escribano Sebastián Roso y otros personajes con los que se reunía en cotidianas tertulias en el Café de Peinado.
También participaron de la vida social de la Villa de San Carlos, la cual además estaba englobada en su área administrativa.
Residió en una finca que adquirió a su cuñada, Francisca Otermin, en 1824, (sobre la actual Calle Sarandí, en el solar de la actual Tienda Montevideo), seguramente con ánimo de afincarse en forma estable. En esa etapa de su vida que el mismo calificara de feliz: “aquellos días de gloria que en Maldonado gocé”, escribió un poema burlesco “La Carlinada”, sobre el tema de la inquina contra las jóvenes y bonitas, que tienen las viejas, que no se resignan a considerar su entrada en la senectud.
En 1824 el Cabildo Fernandino autoriza la apertura de una suscripción, para recaudar fondos para la prosecución de las obras de la iglesia, detenidas desde las Invasiones Inglesas. En la lista de contribuyentes figura Francisco Figueroa, que “ofertó por sí y su señora 150 $, a entregar en el presente año 75 $ y el resto el siguiente” y “dos palos de barco considerados en 20 $.” Es la única referencia en los suscriptores a la esposa, probablemente por su relevancia entre los vecinos.
En 1825, al producirse el inicio de la “Cruzada Libertadora”, el Cabildo y el vecindario de Maldonado se adhieren en general fervorosamente a la insurrección contra el Imperio del Brasil. Leonardo Olivera asume la Comandancia Militar y le indica que continúe en sus funciones. Pero las fuerzas patriotas interceptan un correo, portando un oficio enviado por el Ministro de la Real Hacienda de la Provincia Cisplatina, dirigido a Acuña de Figueroa, en el que se le ordenaba retirarse a Montevideo, con el archivo y también correspondencia familiar que lo comprometía. Se lo intimó a dejar el puesto y se lo trasladó arrestado a la Villa de San Carlos, donde estuvo algunos días, a la espera de la resolución del Gobierno Provincial Provisorio. A esta autoridad se dirige Acuña de Figueroa por nota, solicitando la absolución de sus cuentas como Ministro de Hacienda de Maldonado y pidiendo licencia para retirarse con su familia a Montevideo; no quería fugar “como un criminoso”, dejando su reputación comprometida por las resultancias de un proceso y entregada a la maledicencia.
Se fuga de San Carlos, “en un alazán más lento que el rocín de Don Quijote”, perseguido por una partida patriota, a Montevideo. Llevaba con él el acta del Cabildo de Maldonado con el juramento de fidelidad a la Constitución del Imperio del Brasil (que era precisamente lo que derogaría la Asamblea de la Florida). En Montevideo amurallada y sitiada, Federico Lecor, el Barón de La Laguna, Cap. Gral. de la Provincia Cisplatina, lo nombró “Vista de Aduana” (inspector), “a pesar de que soy cegatón” y ordenó se le abonaran los sueldos atrasados. Permanecería en el servicio del Brasil hasta la desocupación de Montevideo en abril de 1829, en cumplimiento de la Convención de Paz.
Al hacerse cargo el Gobierno Provisorio del Estado Oriental de la administración, Acuña de Figueroa, pasa a ser integrado a esta.
En 1833 vende su casa en Maldonado a su amigo el Dr. Calamet.
Trascurridos 31 años, en 1860, ya siendo un poeta reconocido a nivel nacional, vecinos caracterizados del Departamento de Maldonado le encargan una composición poética en homenaje al Cnel. Gervasio Burgueño, Jefe Político y de las Guardias Nacionales de este, que entonces incluía al actual de Rocha, al cesar su mandato en marzo de 1860. Gervasio Burgueño (1814-1900), era un destacado militar nacionalista (blanco), montevideano, que había ejercido la jefatura por encargo del Gobierno del Presidente Gabriel Pereira (1856-1860). Las tres principales poblaciones de esta jurisdicción eran: la Ciudad de Maldonado y las Villas de Rocha y de San Carlos.
Los vecinos, consideraron que dados los beneficios que habían obtenido del Gobierno Departamental encabezado por Burgueño, le ofrecieron un álbum firmado por los ciudadanos que se adhirieron al homenaje, al que se adjuntaron las tres composiciones poéticas, que había escrito Acuña de Figueroa, tituladas: “Maldonado”, “La Villa de San Carlos al digno Coronel Burgueño” y “La Villa de Rocha a su inolvidable Jefe Político”. Probablemente asesoraron al poeta, sobre las acciones que consideraron señaladas del homenajeado en su administración.
La referente a Maldonado, sólo fue publicada en 1890, en una edición de Obras Completas, de este poeta, revisada y anotada por Manuel P. Bernárdez, editada en Montevideo por Vázquez Cores.
Teniendo presentes los ditirámbicos elogios a un oficial que estuvo en las fuerzas que aplastaron la Revolución del Gral. César Díaz en Quinteros (1858), no hay que olvidar que Acuña de Figueroa, funcionario de las administraciones hispana, portuguesa, brasileña y finalmente de la República Oriental, escribió versos tan sonoros como: “Orientales la Patria o la tumba, Libertad o con Gloria morir”, o “Merecimos: ¡Tiranos temblad!”; “Paraguayos ¡República o muerte!”, o “Ni opresores ni siervos alientan, donde reinan unión e igualdad”.
Maldonado
Al guerrero impertérrito, animoso,
Al político jefe digno, amado,
Rinde a unísona voz, de Maldonado
El fiel Departamento, honor y prez.
Burgueño al par que bravo, generoso,
De cívicas virtudes dando ejemplo
Vea su nombre aquí, como en un templo
Bendecido por todos a la vez.
El fijó en Maldonado la balanza
De la justicia, que imparcial reparte:
Digno alumno de Themis y de Marte.
Odia el vicio y defiende la virtud.
Su espada al criminal doquier alcanza,
Y ampara al infeliz su franca mano;
Intachable campeón y ciudadano,
Merece nuestro aplauso y gratitud.
Su celo infatigable ¿quién quebranta?
Él las públicas rentas y edificios
Mejora más y más; y sus servicios
Impulsan al comercio e instrucción.
En la Punta del Este hoy se levanta
Esa torre magnífica y gigante
Que en lejana distancia al navegante
Es un faro de guía y salvación.
Sin odios de partido el orden ama;
Y ajeno de ambición por excelencia,
Cumpliendo con la ley y su conciencia,
Su mejor recompensa la halla en sí.
Por eso esta ciudad su nombre aclama
De recuerdos tan gratos y tan finos;
Y de ella y su campaña los vecinos
En fe de gratitud firman aquí.
Lo interesante del examen de este poema de homenaje, romántico y neoclásico (referencias a Themis diosa de la justicia y equidad y Marte dios de la guerra), muy del gusto popular del Siglo XIX, es destacar referencia a la construcción e inauguración del Faro de Punta del Este (destacando la importancia de la seguridad que brindaba a la navegación), llevada a cabo durante su administración y la referencia a edificios públicos en Maldonado se deba probablemente a mejoramientos en el edificio de la Junta Económico Administrativa y Receptoría de Aduana y también local de la policía, en el solar donde después se edificaría la sede de la Intendencia (actual Casa de la Cultura). Asimismo el destaque de su combate a la inseguridad.
La Villa de San Carlos al digno Coronel Burgueño
Imitando a Maldonado,
La población carolina
Aquí a Burgueño destina
Su ofrenda de fe y amor.
En estas aras grabando
Ver quisiera con decoro
Su nombre, que en letras de oro
Fuera su adorno mejor.
De los tiranos perece
La gloria, por más que odiosos
Se hayan labrado orgullosos
Templos de alto chapitel.
Mas éste, que un pueblo ofrece
Libre y con puros destellos,
Será más firme que aquellos
Porque la ofrenda es más fiel.
Nuevo Alcides, destruía
Monstruos fieros de alma aleve,
Y hoy por nada se conmueve
La común seguridad.
O si infausta la anarquía
Sus sierpes agitaba,
El doquiera sustentaba
La suprema autoridad.
Las mejoras materiales
Estimula y favorece,
Y más digna se embellece
Nuestra villa en su interior.
Aún en épocas fatales
Las calzadas y caminos
El fomenta, y los vecinos
Le hacen de ello justo honor.
Estos bienes que gozamos
Y que hacen su fama eterna;
La paz y la unión fraterna
¿A quién se deben? A él.
Por eso es que saludamos,
A cual más con fino empeño
Al dignísimo Burgueño,
Al ilustre Coronel.
Lo interesante de destacar en el examen de este poema de homenaje, también romántico y neoclásico (referencias a Alcides, personaje mitológico encarnación del valor, disciplina, sinceridad, amor y de la fuerza), es la referencia a embellecimiento de la urbanización de San Carlos, probablemente en mejoras en los espacios públicos. Y ulteriormente, el destaque de la construcción de calzadas (en las zonas bajas próximas a los cursos de agua) y de caminos, necesarios para el movimiento de las producciones agropecuarias del departamento, hacia San Carlos, su principal mercado -no existían ni Pan de Azúcar (1874), ni Aiguá (1906)-, a la par de las citas sobre la protección a la seguridad probablemente rural (destrucción de amenazas). Las referencias a la anarquía y a las épocas fatales, son ocasionadas en la participación del Jefe Político, contra los movimientos revolucionarios de su período de gobierno.
Dr. Mario Scasso Burghi
Bibliografía
Francisco Acuña de Figueroa. Antología. Prólogo de Armando D. Pirotto. Col. De Clásicos Uruguayos.
Francisco Acuña de Figueroa: Nuevo Mosaico Poético. Prólogo de Gustavo Gallinal. 1944.
Las ocho Manzanas. María A. Díaz.
Gral. Gervasio M. Burgueño. Ever Cabrera. Diario Mensaje 1971.
Agradecimiento a Gabriela Barreto, Bibliotecaria de la Biblioteca Nacional del Uruguay.
Dr. Mario Scasso Burghi
marioascasso@gmail.com
Volver al archivo del Dr. Mario Scasso