Biografía del Padre Domingo, por Lauro Romero
Biografía del Padre Domingo, manuscrita por Lauro Romero en 2015:
PADRE DOMINGO DE TACUAREMBÓ
Su nombre civil era Umberto Orsetti (sin H; como se ve, era un apellido y nombre italianos). El Padre Domingo nació en Tacuarembó y desde temprana edad, junto a su familia, se traslada a Montevideo, a un asentamiento que quedaba lindando a La Teja: "Nuevo Paris", que los vecinos llamaban "La cachimba del piojo".
La madre del Padre Domingo era comadrona, es decir, que ayudaba a las parturientas en los partos, pues en aquellos tiempos no existían las parteras, y menos Maternidad, los bebés nacían en sus casas. Casualmente la madre del Padre Domingo fue quien asistió a la madre del Padre Celestino en su nacimiento.
Fray Domingo crece en un ambiente familiar y cuenta que siendo muy joven, casi un adolescente, un fraile le preguntó un día si quería hacerse capuchino, y él, sin saber de qué se trataba, dijo que sí. Y lo cierto es que nunca había pasado por su mente la idea de la vida religiosa. Al poco tiempo decide entrar en la orden de los Hermanos Menores Franciscanos. Le comunicó a los suyos la decisión, y su familia lo apoya.
Realiza sus estudios en Italia, especialmente en Teología, y al ordenarse como Sacerdote adopta el nombre Domingo de Tacuarembó por su lugar de nacimiento, que era lo que se estilaba, en señal de que era un hombre nuevo.
Ya ordenado Sacerdote regresa a Montevideo, reside en el Convento de los Capuchinos y dice misa en la Parroquia de San Antonio. Al poco tiempo su salud se deteriora, y Padre Guardián junto al Provincial deciden mandarlo a Maldonado para su recuperación. En Maldonado colabora con el Párroco en las tareas de la parroquia, hasta que a mediados de los 40 es nombrado Párroco, y se desempeña hasta el año 1950, en que es enviado a la Parroquia de Nuevo Paris en Montevideo, siendo sustituido por el Padre Agastangel.
DOMINGO, HOMBRE DE ACCIÓN
Domingo observó que la iglesia carecía en su exterior de una imagen de San Fernando, patrono de Maldonado, así que contrató un escultor argentino para que realizara la estatua, que luce la Catedral entre las dos torres. Este escultor a su vez contrata un albañil, para que haga la estructura y basamento. Como buen observador, Domingo sigue paso a paso la escultura, y ve que el artista ha sacado medidas de la existente en el retablo de la iglesia y las ha multiplicado; estos datos le servirán para otro proyecto.
Nuestro fraile quería que su amada iglesia parroquial fuera consagrada, y así se lo hizo saber al que después fuera el primer Cardenal uruguayo, Monseñor Barbieri, también capuchino y Arzobispo de Montevideo. Barbieri viene a Maldonado, recorre la iglesia y nota que la piedra "ara" de mármol del altar mayor no tiene contacto en la tierra y así no puede consagrar la iglesia. Domingo pone manos a la obra, y debajo del altar hace un pozo, llegando a la tierra, donde levanta un pilar de ladrillos hasta que éste tocó la piedra del altar, y con eso la iglesia fue consagrada por Monseñor Barbieri, dando fé de ello las cruces de mármol blanco que están en las columnas de la nave central.
LA VIRGEN MARÍA
Devoto de la Virgen María, el Padre Domingo levanta una capilla dedicada a la Virgen de los 33 Orientales, y para ello encarga al escultor una réplica varias veces aumentada de la imagen de la Catedral de Florida.
Organizaba, el mes de Octubre de cada año, excursiones desde Montevideo a Maldonado, el día 12, que era dedicado a Nuestra Señora del Carmen del Santander. En la tarde sacaba la imagen en procesión y recorría el centro de Maldonado. En cierta oportunidad, la Virgen que hoy está en su ermita del retablo, con el traslado en andas se deterioró un dedo, así que Domingo la mandó a restaurar y hacer una réplica.
LA CAPILLA DE LAGUNA DEL SAUCE
La Parroquia tenía un solar bastante grande en lo que es hoy la Capilla de la Laguna, y Domingo quería hacer esa capilla pero no tenía fondos para la obra, por lo que canjeó un trozo de tierra por dos hornadas de ladrillos a un hornero de las inmediaciones y logró su Capilla Nuestra Señora de la Asunción.
EL FRANCISCO DE ABRA DE PERDOMO
Domingo quería homenajear a San Francisco de Asís. Bajó la estatua del Santo del altar lateral, tomó medidas, las multiplicó y puso manos a la obra en su escultura, personalmente. Hizo una gran base de hormigón armado, y dejó hierros salientes, con material fue dando formas a los pliegues del hábito hasta la cintura, y esa fue la primera etapa. La segunda parte fue de la cabeza a la cintura, siguiendo la misma técnica de material con arena y portland, usando las manos y no herramientas, siempre dejando hierros para unir las dos partes. Una vez que estuvo todo pronto, lo que le llevó muchos meses de trabajo, fueron sacadas con rodillos por la nave central de la iglesia, cargadas en un camión, y trasladadas hasta el pie del cerro. Se necesitaron 10 yuntas de bueyes para subir las partes a lo alto del cerro, y una vez puestas en su lugar, Domingo las unió, ató los hierros entre sí y rellenó lo que estaba sin material y lo disimuló.
Estas fueron algunas de las obras que dejó, como el piso de la iglesia, que antes era de ladrillos.
INGENIO Y OBEDIENCIA
La familia del Padre Pío de Pietrelcina había llegado a Sudamérica y todos los peregrinos querían ir a ver a este fraile capuchino, a pesar de que no se le permitía decir misa para el público.
Domingo y Celestino querían ver al Padre Pío, Celestino pidió permiso para visitarlo pero le fue denegado. Domingo - obediente e ingenioso - pidió permiso al Provincial y al Padre Guardián para ir a otra parroquia a varios kilómetros del Padre Pío y le fue concedido. Estuvo 3 días hasta que el Párroco le dijo que si quería ver al Padre Pío él no se opondría, y así, sin desobedecer, Domingo se entrevistó con él.
El Padre Domingo tuvo una fuerza que iba más allá de su estatura física; nada detenía a este fraile cuando se fijaba un objetivo, porque era todo voluntad. También Domingo sufrió varios quebrantos de salud, que supera admirablemente. y cuando sentía que El Señor Jesucristo lo llamaba a su lado, lo poco que poseía, sus ropas y hasta su hábito cambiaron de dueño, porque él quería irse como lo hizo el Hermano Francisco. Hoy el Padre Domingo descansa en su amada Catedral de Maldonado, que lo cobijó y cautivó y donde un pueblo lloró su partida.
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