Piratas holandeses y fusilamientos en Aiguá

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Restos de la estancia de los Silveira en las afueras de Aiguá.


por Alberto Moroy

Aunque usted no lo crea, esas edificaciones sin nombre cerca de Aiguá tienen ¡225 años! La historia local no lo sabe, tal vez por eso “están a la buena de Dios”. Es de esperar que después de leer este articulo, alguien se apiade y las integre al circuito turístico de Punta del Este. Hay mas estancias y corrales para descubrir, solo que se necesita ayuda para interpretar y cotejar lo que nos dejo escrito Andrés Oyarvide en 1785 (a disposición).

Trataremos dos historias bien diferentes, en el tiempo y el contenido, la primera esta relacionada con el Saladero de los “piratas holandeses” o “de los holandeses”, camino a Aiguá, en el departamento de Maldonado, donde la historia quedó inconclusa. Este artículo tratará de aportar un poco más de luz a la oscuridad de sus orígenes. La segunda ya mas conocida, con el último fusilamiento de dos asesinos (Páez y Aurelio González) acaecido en Uruguay, en una fecha cercana al 7 de mayo de 1901.

Si bien entre ambos relatos hay una distancia temporal de 53 años, la física no supera los 2.800 m ya que es la distancia entre el “saladero de los holandeses” y la estancia de los Silveira, donde ocurrió el cuádruple asesinato (3 adultos y un niño en 1901). No obstante el tipo de construcción es tan similar a la del establecimiento de los holandeses que hoy podemos decir con cierta seguridad que el Saladero pertenecía a la estancia de los Silveira, habida cuenta que así se llamaba en el año 1785, cuando Andrés de Oyarvide visitó y acampó en la zona. Los holandeses la ocuparon en 1843 o sea 58 años después.


Andres Oyarvide año 1785


Oyarvide pasa justo por estos pagos (sobre la ruta 39), denominando lo que veía con los nombres usados allá y entonces. La sierra con pretensiones de cordillera donde se asienta el cerro Catedral se llamaba de Garzón, las parte más alta, asperezas de Garzón. El valle actual (ruta 39) era el valle de Aleiguá por lo que ya sabemos cual era nombre original de Aiguá en 1785. Lo notable y que hace a esta narración tan relevante es que describe los nombres y la ubicación de los campos alrededor del saladero.


Restos de la estancia de los Silveira en las afueras de Aiguá, 2010.


Donde fue el múltiple asesinato (1901), en lo de Adolfo Silveira a 2.800 m del “Saladero de los piratas” ya se llamaba estancia de Silveira y el nombre del dueño era Caetano Silveira, nacido en las Azores en 1725, con 12 hijos nacidos en San Carlos (Maldonado).

La estancia de Muñiz, cuya nieta Margarita donó los terrenos donde está la ciudad de Aigua, era en 1785 de Gerónimo Muñiz Leite, nacido en Brasil en 1744, casado en primeras nupcias con María Antonia da Rocha y en segundas con Ana María de Olivera, quien recibió del Gob. Vertiz en 1774 unas tierras en el valle de Aiguá. La familia Méndez conserva el original; “merced del terreno delimitado imprecisamente en su orientación Sur y los accidentes naturales de los arroyos Coronilla y Aiguá por el Oeste, dos cuchillas y el arroyo León por el Norte”. Las otras son las estancias de Olivera, de Cabrera, de LLana.

Continúa ¡el culebron de Muñiz!, interesante: http://martinromano.com/ps04/ps04_256.htm.


De Andrés de Oyarvide, 1785: “Se forman naturalmente arroyuelos, unas rinconadas sin comunicación de una y otra parte por los pocos pasos que permiten sus cauces pantanosos, de forma que las haciendas de las estancias que están aquí pobladas, las tienen con mayor seguridad, aunque solamente las de Muñiz y Cortes (Antonio - Claudia María Tabeira) cuentan de dos a cuatro mil cabezas de ganado y las otras de muy corto número. La cañadas tienen innumerables tipos de madera así como para edificar y para la construcción de carros y otras obras de consistencia. En sus aguas es común pescar tarariras de 8 a 12 pulgadas de largo (20/30 cm). Hay venados, ciervos, capivaras, gran bestia (puma) y avestruces”.


Estancias cercanas al saladero de los holandeses (año 1785).


Sigue Oyarbide: “Las ruinas del tercer marco del rey, denominándolo “de los reyes”, eran de mármol, se ven al N. Este de la falda, entre las vertientes y este punto que dicen los baqueanos ser el primero que pisamos de la cuchilla Grande o General.

Esta posición podría ser: 34°24’7.24″S 54°56’7.71″W.

El tercero fue colocado en el Cerro de los Reyes, en la Sierra de Carapé el 8 de Enero de 1753.


Así era un saladero en esa época.



El saladero de los holandeses según E. Martinez Rovira


El llamado “Saladero de los Holandeses” o de los piratas holandeses, constituye un sitio compuesto por diversas construcciones en que se ubican cinco taperas construidas, posiblemente en tiempos diferentes y dos mangas de distinto diámetro, 36 metros y 18 metros, (del autor: en realidad la mas grande tiene 30 m y la otra 16 m) y altura variable, un túmulo de piedra con destino desconocido y un conjunto de piedras ordenadas en hilera y clavadas de punta en el terreno que posiblemente oficiaran de cerco.

Los cinco edificios poseen diversa volumetría, diferentes recursos constructivos e incluso orientación.

Paredes de piedra de importante espesor (80 centímetros) en algunos casos mantienen restos de revoque y de rejas en ciertas aberturas. Asimismo, se percibe la mezcla de materiales y recursos constructivos en esos mismos edificios, combinándose arcos rebajados en ladrillo y paramentos de piedra. Una de esas construcciones alcanza los dos niveles y evidencia una separación interna en por lo menos dos habitaciones. El cuerpo ubicado en frente al que se le vincula el muro o cerco de piedra, originalmente estuvo techado a dos aguas y pudo tener destino de cocina.

Particularmente interesante resulta en este último una pequeña abertura cuyo antepecho y dintel han sido concebidas en piedra, lo que indica que posiblemente esta construcción responda al establecimiento original.

El conjunto de edificaciones respondieron con seguridad al destino de casco de estancia. Diversas transformaciones indican cambios en las construcciones y posiblemente también en los destinos. La función de saladero no es incompatible con estos restos edilicios y se apoya fundamentalmente en la tradición oral. Esta asocia al mismo con la salazón y la venta clandestina fuera del territorio, que llevaría adelante en el siglo XVIII cierta piratería de origen holandés. Parece en principio bastante improbable esta tesitura, dada la distancia entre este sitio y el mar. Los antecedentes de piratería como por ejemplo la del conocido corsario Esteban Moreau, dio lugar a la construcción de edificios cercanos a la zona de embarcadero, lo que desalienta en este caso la afirmación de la tradición oral. Asimismo, las mencionadas construcciones de Moreau, fueron muy precarias, dada la posibilidad permanente de tener que abandonarlas, lo que las diferencia de estas que fueron concebidas en piedra y con un carácter más permanente.


Fuente bibliográfica: “A pie y a caballo”. Apuntes del campo de Maldonado, Eduardo Martínez Rovira



La historia del los holandeses continúa…


El padrón social de Aiguá, del año 1842 (12 de Enero) hace referencia a una familia holandesa que allí residía y cuyo apellido era Doncelar o Van Domselar. Se sabe que los mismos fueron propietarios o arrendatarios del campo. Mayores probabilidades tiene la tesis de que la toponimia del lugar se asocie a esta familia; sin duda esta parece ser la opción mas probable.

El apellido correcto es Van Domselaar, aunque está faltando el del Sr. Federico Cristian Frers. Domselaar es hoy un pequeño pueblo de la Provincia de Buenos Aires, a 40 Km del Río de la Plata y a 34 Km de la Ciudad de la Plata (Buenos Aires). Está ubicado en un terreno bajo, surcado por arroyos y cañadas que se originan en los bañados de San Vicente y forman uno de los brazos del río Samborombón. En 1849 Antonio Van Domselaar (holandés) y Federico Cristian Frers (alemán), compraron la propiedad a la sociedad “Sáenz, de Sumarán y Frecenna”. En octubre de 1859, las poco más de 4 mil hectáreas de la propiedad, se dividieron en partes iguales y en Mayo de 1860, a la muerte de Antonio van Domselaar, sus tierras se repartieron entre sus cuatro hijos: Bernardino, Cornelio, Gertrudis y María Van Desmoselaar (nacida en Holanda 1820, casada con Frers).


[[Archivo:Moroy-aigua-05.jpg|thumb|frame|left|800px|Estación Domselaar - ubicación respecto al Río de la Plata].]


Unos años antes Federico Cristian Frers, nacido el 13 de Marzo de 1809 en Marne, Holstein, Alemania, estaba en Montevideo con su mujer María Van Domselaar Van den Berg, allí permaneció al menos por dos años más, período en el cual nacen sus dos primeros hijos Gustavo Antonio Van Domselaar Frers, el 20 de Mayo de 1845 y Ana María Teodora Van Domselaar Frers, el 20 de Noviembre de 1847. El tercer hijo de este matrimonio, de Nombre Carolina, nace en Buenos Aires el 23 de Abril 1851 y los 5 restantes en esa misma plaza.

No sabemos si Frers y Antonio Van Domselaar ya eran socios, aunque sí se conocían, habida cuenta que Domselaar era su suegro. Como fuese, parecería que este ultimo fue el titular del saladero sobre todo ateniéndonos a los registros antes mencionados del año 1842. No obstante hay un tercer personaje y de peso que tal vez fuese el verdadero dueño, sobre todo ateniéndonos al poco tiempo que estuvo del matrimonio Frers- Domselaar en Uruguay. Ese hombre posiblemente sea el mismo que le vendió las tierras en Buenos Aires a Frers y a Domselaar en 1849 y que hoy lleva su apellido, nos referimos a Pedro Sáenz Zumaran, quien había llegado a Buenos Aires en 1832, allí fundó la firma Zumarán y Trasera. Años después se radicó en Montevideo, donde construyó un suntuoso palacete ubicado en la esquina de Sarandí y Zabala. Su actividad múltiple, incansable, abarcó toda clase de Negocios: el Cable con Telegráfico Brasil, el Banco Comercial, el Mercado del Puerto, el Ferrocarril de Salto al Cuareim, el Teatro Solís, la Colonia Suiza y probablemente el misterioso “saladero de los holandeses".


Conclusión


Tanto Frers como Antonio Van Domselaar no tenían antecedentes de haber estado en Uruguay, después de la fecha que compraron las tierras en Buenos Aires y en las cuales un hijo de este último, también montó un saladero. Tampoco de haberse dedicado a esta actividad con anterioridad, aunque sí se decía que eran ovejeros. El período de estadía del matrimonio Frers-Domselaar en Uruguay es relativamente breve (8 años), su primer hijo Antonio nace en Montevideo en 1845 y su tercer hija (Carolina) ya en Buenos Aires en 1851. Entre las actas de Maldonado en relación a la titularidad del saladero (1842) y el nacimiento de su primer hijo, transcurrieron 3 años, por lo que también podríamos suponer que este matrimonio “aterrizó” después que Antonio Domselaar, el suegro de Frers, hubiese alquilado o comprado el saladero, ya que el apellido que figura es el suyo.

No parecía gente de fortuna antes de su estadía en Uruguay y por lo visto conocían a Pedro Zumarán, ya que fue él quien les vendió las tierras en Buenos Aires, en una fecha posterior a su estadía en Montevideo, por lo que podríamos deducir que también fue éste quien les financió o asoció al saladero de los mal llamados “piratas holandeses”, sobre todo porque a esa altura Zumarán ya era “locatario” y hombre de fortuna en Montevideo, capaz de emprender cualquier negocio y para eso solo basta saber en cuantos tuvo participación.

Las instalaciones no parecen grandes, la manga mayor mide 30 m y la otra no mas de 16. Pero hay algo que pasa desapercibido “in situ”, incluso visto desde el satélite. Si observan bien en la foto de abajo, verán una forma de riñón bordeado de árboles que justo enmarca una de las mangas cercana a las instalaciones. En otras partes del país los hay bordeados de palmeras. Si esto es así, este corral tiene al menos 6.500 m2. También Oyarvide hace referencia de como se utilizan las cañadas para formar corrales.

Si pensamos que procesaba 50 cabezas por día (razonable), la ecuación daría al menos 10/12.000 al año (dejando algunos días libres), para que ésto sea así, con una receptividad de un animal cada 4 ha y 4 años para llegar al peso (aunque sabemos que 60 años antes se faenaba de todo, sin importar el tamaño), se necesitarían al menos 160 mil ha de campo. Llevado a Km seria algo así como un rectángulo de 40 x 4 km, paralelo a la ruta 39 cuyo lado comience en Aiguá y termine en San Carlos y el ancho al menos 2,5 km. ¡Impresionante!

Ahora que la fantasía de los “piratas holandeses” se le derrumbó, nace otra que tampoco es la definitiva, habida cuenta de lo relatado por Andrés Oyarbide en Febrero de 1785 que cambia las cosas hasta ahora conocidas.



Vista de posible corral sobre el saladero 34°21’27.45″S 54°46’15.82″W /R. 39 en Citroen ¡11 ligero! camino a Aiguá.



El ultimo fusilamiento en el Uruguay


Ocurrió a 2.800 metros del saladero, 56 años después, el de 1901. La Policía de Rocha que por cierto ha cooperado en forma eficiente al esclarecimiento del crimen; conociendo bien a Manuel Páez, no fué directamente a prenderlo, sospechando se resistiera o intentara fugar. Después de haber tomado precauciones para evitar su fuga, fue citado a la comisaría donde concurrió. Digamos a este propósito, y por lo que hemos indagado, que la citación de Páez tenía por motivo terminar una formalidad pendiente con relación a un trámite. Desde el mismo instante en que franqueó la puerta de la comisaría, el citado quedó preso y su libertad se perdió para siempre. Desde el primer momento, aún cuando Páez no se declaraba autor, se contradijo en sus declaraciones fácilmente, encontrándosele en el cinto manchas de sangre.


Casa de Adolfo Silveira / Ubicacion de los tres sitios de referencia.


Los condenados a muerte


La sentencia dictada por el juez del crimen doctor Montano, ha dado solución en primera instancia al proceso seguido a Manuel Páez, Aurelio e Isaías González y Juan Carlos Cabrera, autores del horrible asesinato perpetrado en el Valle del Aiguá, departamento de Maldonado, en el domicilio de Adolfo Silveira. Fueron víctimas éste, su esposa, dos peones y el niño Franco Alonso que apareció degollado. El terrible drama se desarrolló rápidamente, Páez y Aurelio González se habían sentado a la mesa del Señor Silveira que los invitara, entre dos peones, que fueron las primeras víctimas de su puñal, siguiéndose la bárbara escena a medida que un nuevo actor se presentaba en ella. Constatados los hechos en el proceso, dictado el veredicto, la sentencia del juez Doctor Montano no ha tomado a nadie de sorpresa. Páez y González fueron condenados a muerte, mientras sus dos cómplices, que guardaban las puertas en los momentos de iniciarse la tragedia, deben sufrir diez años de Penitenciaría.

Extraída del libro escrito por la Sra. Angela CAL: Historia de la jefatura de policía de Rocha. (Se autoriza a difundir la información publicada, se agradece citar la fuente: www.policia.chuy.com.uy).



por Alberto Moroy, 2011

Publicada en [País].




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