Seijo, Carlos
Investigador, periodista, historiador, pintor, escritor, "rector - por su saber y bondad - en muchos aspectos, de la vida carolina".
Carlos Seijo
De "Personajes con sabor a Maldonado", del Dr. Alfredo Nocetti Fasolino:
Carlos Seijo fue pintor y escritor. En 1881 viajó a Florencia para estudiar pintura. Entre sus cuadros más importantes figura "En el hospital" donde aparece una hermana de caridad dando de beber a una enferma. Como retratista se destacan sus óleos "Un sacerdote", "Cabeza de viejo" y "Retrato de Carlota Correa de Seijo", su madre. En acuarelas pintó distintos lugares del departamento de Maldonado, tales como "Primera vivienda veraniega construida en Rincón de los Píriz en 1877", "El balneario de La Barra en 1900 - Rústicas construcciones de veraneo de don Juan Duque", "La Playa Mansa" y "Aspectos de los alrededores de San Carlos".
Como escritor, Carlos Seijo publcó primeramente "Apuntes sobre San Carlos y su iglesia colonial", y luego "Carolinos ilustres, patriotas y beneméritos" en 1936, y "Maldonado y su región" en 1945.
Esta última obra, que dedicó a su hermana Laura Seijo de del Peso, se refiere a innumerables temas atinentes a Maldonado, desde su fundación hasta el surgimiento de los primeros hoteles. Contiene una nómina de los siniestros acaecidos en nuestras costas, entre 1531 y 1932. Nosotros pudimos hallarla en una librería de viejo en Buenos Aires. Plausible sería que alguien se encargara de su reimpresión, por su enorme utilidad.
Biografía de Jorge Oscar PICKENHAYN, Especial para EL DÍA
Nacido en Montevideo el 4 de Julio de 1862, Carlos Seijo llego a San Carlos cuando tenia siete años de edad. En un artículo autobiográfico, publicado en el periódico "La Democracia" de San Carlos, recordaría en 1944, las circunstancias que motivaron la radicación de su familia en una chacra de los alrededores de la Villa, que su padre - José Ramón Seijo - adquirió en 1869, al coronel Juan Barrios, conocido militar.
Los Seijo venían huyendo de una epidemia de cólera, desatada en la capital uruguaya, donde el señor Seijo era dueño de un comercio. Estuvieron primero en Rocha, pero - como por temor a un posible contagio - no fueron bien recibidos, se dirigieron a San Carlos, lugar que José Ramón ya conocía, por haberse iniciado allí (cuando vino de España, en 1840), como dependiente en la tienda de Luis C. Piñeiro, cuya hermana - dicho sea de paso - era la madre de José Enrique Rodó. En 1856, Seijo contrajo enlace con Carlota Correa, hija de Quintín Correa, descendiente a su vez de una de las familias azorianas que Cevallos trajo consigo desde el Brasil, para fundar la Villa de San Carlos.
Posteriormente, los Seijo se trasladaron a Montevideo, donde siguieron viviendo por el término de algunos años, todavía después de haber adquirido la chacra carolina que visitaban durante el verano. Finalmente se radicaron para siempre allí; el padre, la madre y los seis hijos. Algunos de estos adquirirían luego solares anexos, donde construyeron suntuosas mansiones - a veces en lo alto de cerros - que aun subsisten, en la ruta que va de San Carlos a Maldonado. Ernesto Seijo - que era médico - fue dueño de Loreley (finca llamada así en homenaje a la niña legendaria de la mitología germana) y Maximiliano Seijo de El Peñasco. Carlos, en cambio, no se movió de la quinta paterna, ubicada frente a lo que es hoy la Sociedad y Feria Rural que administra don Conrado F. Bonilla. Había allí - según cuenta Seijo en la antes citada nota - muchos árboles (de sombra, de adorno y frutales), que fueron plantados por el fundador de la familia Pérez, propietario de la zona próxima a la nueva estación de ferrocarril, lo cual se explica porque una hija de este, llamada Rosa, era la esposa de Juan Barrios. El otro hermano de Carlos - Anselmo - se radicó en el Departamento de Durazno, completándose el cuadro familiar con la presencia femenina de Carlota y Laura, casadas respectivamente con Caubarrere y Del Peso. "A Laura Seijo de Del Peso" le dedicó el escritor "Maldonado y su región" (Montevideo imp. El Siglo Ilustrado, 1945) tras haberle destinado al padre, "Carolinos ilustres, patriotas y beneméritos".
Como señaló Heraclio Pérez Ubici en el artículo que, con su firma publicó El Día de Montevideo al cumplirse el centenario del nacimiento de Carlos Seijo, éste "fue el primero en investigar y difundir con toda generosidad" los datos básicos sobre fundación y posterior desarrollo de la ciudad carolina. Analizó con todo detalle la obra cumplida por aquellos que "con coraje, inteligencia y sacrificios plasmaron en la realidad el ideal fundacional del Virrey Pedro de Cevallos, quien había escrito que permanezca y florezca este pueblo de San Carlos (Montevideo, diario El Día, Miércoles 4 de Julio de 1962, pág. 9). Y agregaba: "desde la casona casi oculta entre los arboles centenarios y las cortinas de hiedra que crecían a su antojo, fue sin proponérselo, rector - por su saber y su bondad - en muchos aspectos de la vida carolina" (ibid.)
Ademas de los méritos de Seijo, como historiador generoso que puso al alcance de todos el contenido de algunos documentos celosamente guardados hasta entonces en archivos estatales y privados, de los cuales extrajo - también - notables consecuencias, fue escritor de pluma ágil que manejó - por igual - el verso y la prosa. Tengo en mi poder una copia del extenso poema titulado "Adiós a San Carlos" (que me fue suministrado por H. Pérez Ubici), compuesto por Carlos Seijo en la mencionada ciudad hace cien años: Febrero de 1881, antes de trasladarse a Europa para perfeccionar sus estudios humanísticos y, sobre todo, los de pintura y artes plásticas. En ese poema Seijo evoca los encantos de la Villa carolina, que ve casi oculta entre el ramaje de la tupida arboleda "y del arroyo que,/ pasa y murmura a sus pies" sostiene que "allí mi infancia ha pasado/ horas que no volverán;/ sueños quimeras acaso,/" difíciles de olvidar.
Seijo falleció en Montevideo, a los 94 años de edad, durante el invierno de 1956. La casa donde solía buscar refugio cuando el frío arreciaba y que lo vio morir - en el mes de Julio - se encuentra en la calle Durazno, esquina Pablo de María. Mantuvo la mente fresca y siguió trabajando, hasta el final. Así fue como el periódico "La Democracia" de San Carlos (fundado hace casi sesenta años, en 1922 y que es uno de los mas antiguos del país) apareció una nota suya - titulada "Una anécdota histórica" - el 15 de Diciembre de 1951. Había colaborado desinteresadamente en dicho semanario desde comienzos de 1930, es decir a lo largo de más de cuatro lustros.
En Montevideo Carlos Seijo vivia solo, pues habían muerto, antes que él, la esposa (de nacionalidad italiana) y el único hijo de ambos: Cesar. El Doctor Salvador García Pintos lo atendió, como médico hasta en sus últimos instantes, cuidándolo un familiar. Por disposición testamentaria, el celebrado escritor legó casi todos sus bienes al Hospital de San Carlos y anteriormente su valiosa colección de materiales indígenas al Museo Histórico de Montevideo. Algunos de los cuadros al oleo de gran tamaño, pintados por él (entre los cuales "Un mosquetero", "Jardín de Villa Carlota", "Ranchos de La Barra" y "El molino Lavagna") pasaron al museo de Bellas Artes, aunque uno de ellos -denominado "En el hospital" - puede apreciarse junto a la efigie del artista en la sala de conferencias del Museo Municipal de San Carlos (calles Reyles y Olivera), que funciona en la que fuera propiedad del Coronel Juan Ventura González, militar que intervino en la toma de Santa Teresa. Otro cuadro de Seijo se encuentra en la casa de Heraclio Pérez Ubici, a cuyo abuelo representa.
Cuenta este historiador - querido amigo personal del autor de "Carolinos ilustres, patriotas y beneméritos" - que hallándose Seijo, ya nonagenario, en la chacra de San Carlos, pintó en su última tela, a la muerte, esperándolo - impertérrita - frente a la ventana de su habitación.
Las obras impresas de Carlos Seijo que, en ediciones ya agotadas, pueden consultarse todavía en la Biblioteca Nacional de Montevideo son:
- Apuntes sobre San Carlos y su iglesia colonial (Montevideo, Imp. "El Siglo Ilustrado" 1929, 69 págs.).
- Carolinos Ilustres, patriotas y beneméritos (Montevideo, Imp. "El Siglo Ilustrado", sin fecha, 244 págs.).
- La guardia de San Antonio. Instrumentos de hueso, índigenas (Montevideo, Imp. "El Siglo Ilustrado" 1931, 44 págs.).
- La Iglesia Colonial de San Carlos (Montevideo, ed. A. Monteverde y Cía. 1951, 100 págs.).
- Maldonado y su región (Montevideo, Imp. "El Siglo Ilustrado" 1945, 486 págs.)
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