Del Puerto y Maldonado: dos olvidos llenos de memoria

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Maldonado y su antigua jurisdicción.



Por Leandro Scasso Burghi



Crónicas de hallazgos, secretos y abandonos: rescate de silencios colectivos e individuales en historias incompletas

Este trabajo fue presentado en encuentros internacionales de lengua y literatura, en organizaciones sociales y educativas y sirvió de fundamentación en la declaración del Día de Maldonado.



1. Resumen

El trabajo se ocupa del silencio que pesa sobre ciertos europeos que en los siglos XV y XVI desembarcaron en el sur del Nuevo Mundo y no retornaron a Europa. No dejaron testimonio directo de sus andanzas, sea por fallecimiento, abandono o desaparición y los conocemos por referencias en crónicas de terceros.

Se presentan las historias de dos marinos españoles, del Puerto y Maldonado, que permanecieron en tierras del Río de la Plata producto de deserción o abandono, actos cuyas consecuencias llegan a nuestros días.

Podemos reconstruir sus peripecias a través de contadas líneas en los relatos de sus contemporáneos y de quienes retomaron posteriormente el hilo narrativo donde lo dejaron los documentos surgidos de la visión tradicional y europeísta del Descubrimiento imponiéndole su impronta.

En apoyo de la aseveración: “la historia se escribe por parte de quienes triunfan; los que pierden escriben novelas”1, la investigadora literaria Rosa María Grillo afirma que el olvido oficial “deja abiertas muchas puertas interpretativas y por lo tanto atrae más a los “nuevos” novelistas” que cubren así la defección, “el silencio y el vacío de la no-historia, la historia de los vencidos”, canalizada a través de la novela histórica que “llega a ser un instrumento al servicio de la ideología del escritor, quien elige y moldea según su necesidad acontecimientos históricos que, en cuanto averiguables, confieren a la novela cierto aire de objetividad”.

Olvido y memoria, dos caras de un mismo pasado; al decir de Benedetti: “el olvido está tan lleno de memoria”.


2. El primer olvido: Francisco del Puerto

Poco mencionado en las crónicas pero fuente de inspiración de novelistas, Francisco del Puerto, sobrevivió al ataque en el que murió Juan Díaz de Solís y otros españoles al desembarcar las costas del actual departamento de Colonia sobre el Río de la Plata en 1516 y fue rescatado en 1527 por la expedición de Sebastián Gaboto.


2.1. Apuntes de una ausencia


Los cronistas que narraron las desventuras del viaje de Solís afirmaron la ausencia de sobrevivientes al desembarco. Recién en 1530 al retornar Gaboto a España dio cuenta del hallazgo de este náufrago en la Información hecha por los Oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla luego que llegó la armada de Sebastián Caboto, acerca de lo que le ocurrió en el viaje:


“… este declarante (Gaboto) falló un Francisco del Puerto, que habían prendido los indios cuando mataron a Solís, el cual le dio grandísimas nuevas de la riqueza de la tierra; y con acuerdo de los capitanes e oficiales de Su Majestad acordó de entrar en el Río Paraná fasta otro Río que se llama Caracarañá, que es donde aquel Francisco del Puerto les había dicho que descendía de las sierras donde comenzaban las minas del oro e plata”.


A partir del encuentro del náufrago del Puerto con la expedición de Gaboto las versiones son fragmentarias, pero dan visiones que aluden desde distintas ópticas a un mismo confuso episodio. El 10 de abril de 1528 Francisco del Puerto fue a hablar con los indígenas a la boca del Río Paraguay. Los españoles fueron invitados a un banquete, al que acudieron entre 16 y 20 marineros, entre ellos el tesorero Núñez y el mismo Francisco. Los españoles fueron emboscados y muertos por los supuestos anfitriones.


No se tienen más referencias acerca de Francisco del Puerto: su nombre no figura entre los muertos ni en la lista de los que retornaron a España, por lo que se puede presumir que se haya quedado entre los indios. En el juicio que se realiza a Gaboto en Sevilla a su retorno y al que nos referiremos más adelante, él y varios testigos más afirman que Francisco tuvo un enfrentamiento con el tesorero Gonzalo Núñez por lo que


“…cree este declarante (Gaboto) quel dicho Francisco los vendió a los dichos indios; e queste declarante, viendo este desbarato e toda la tierra revuelta, se tornó a donde había fecho la casa”.2


José Toribio Medina, en la obra El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España, expone dos posibles motivaciones del ataque: la que afirma Ramírez, marino de la expedición en una carta a su padre, quien atribuye el ataque al temor que sentían los indígenas que los españoles quisieran vengarse de la muerte de Solís y sus compañeros y la de Gaboto, que plantea la hipótesis de la venganza de Francisco del Puerto por el odio que tenía a Núñez después “del desagrado que entre ellos medió”.3

Algunos acontecimientos apuntan a confirmar la idea de Gaboto. Siempre según su testimonio, “la invitación de los indios se verificó después que Francisco del Puerto se reunió con ellos, porque por éste fué aconsejada la aceptación del convite, que los indios hicieron especialmente á Núñez; y por fin, porque Francisco del Puerto no regresó a bordo”.4

Medina concluye la narración de los acontecimientos planteando los dos posibles escenarios y su opinión:

“Quedaría sólo por saber si a causa de haber perecido también, o si después de vengado ya, volvió a su antigua vida con los salvajes. Todo induce a creer que fue esto último lo que ocurrió”.5

En línea de posible confirmación con lo que supone Medina, en 1541 Alvar Núñez Cabeza de Vaca en su dificultoso viaje por tierra desde Porto de Palos (Florianópolis) en la costa del Atlántico hasta Asunción del Paraguay, dejó constancia de su encuentro con un misterioso hombre blanco que dijo llamarse Francisco. Tratándose del mismo territorio del Alto Paraná al que llegó Caboto y donde se produjo la traición, podría tratarse del mismo Francisco. El grumete que embarcó en 1515 con unos 13 o 14 años de edad tendría entonces cuarenta años.6

La peripecia de Francisco del Puerto tiene dos partes documentadas, y ambas son los dos desembarcos. A partir del primero de ellos, en la medida que la vida del joven español fue respetada por los agresores, se abre un período de once años que permanece en la oscuridad, sin testimonios de la aculturación del europeo, y que finaliza con el “rescate” del marino. Luego siguen para del Puerto la asignación de las tareas de intérprete en el relacionamiento con los nativos. Con los testimonios de la pelea con el tesorero, sin saber las causas pero si aventurando las consecuencias, intuimos la integración dificultosa a las costumbres y al trato con las autoridades. Con su desaparición quedó flotando la idea de la traición y de la venganza.

Según Rosa María Grillo el segundo desembarco “deja abiertas muchas puertas interpretativas y por lo tanto atrae más a los “nuevos” novelistas”. 7








1 - ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL, Pepe Botellas, Plaza y Janés: Bogotá, 1984

2 - Sebastián Caboto, cit. en MEDINA, José Toribio, El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1908

3 - MEDINA, José Toribio Op.Cit.

4 - Sebastián Caboto, cit. en MEDINA, José Toribio, Op.Cit.




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