Del Puerto y Maldonado: dos olvidos llenos de memoria
Por Leandro Scasso Burghi
Crónicas de hallazgos, secretos y abandonos: rescate de silencios colectivos e individuales en historias incompletas
Este trabajo fue presentado en encuentros internacionales de lengua y literatura, en organizaciones sociales y educativas y sirvió de fundamentación en la declaración del Día de Maldonado.
1. Resumen
El trabajo se ocupa del silencio que pesa sobre ciertos europeos que en los siglos XV y XVI desembarcaron en el sur del Nuevo Mundo y no retornaron a Europa. No dejaron testimonio directo de sus andanzas, sea por fallecimiento, abandono o desaparición y los conocemos por referencias en crónicas de terceros.
Se presentan las historias de dos marinos españoles, del Puerto y Maldonado, que permanecieron en tierras del Río de la Plata producto de deserción o abandono, actos cuyas consecuencias llegan a nuestros días.
Podemos reconstruir sus peripecias a través de contadas líneas en los relatos de sus contemporáneos y de quienes retomaron posteriormente el hilo narrativo donde lo dejaron los documentos surgidos de la visión tradicional y europeísta del Descubrimiento imponiéndole su impronta.
En apoyo de la aseveración: “la historia se escribe por parte de quienes triunfan; los que pierden escriben novelas”1, la investigadora literaria Rosa María Grillo afirma que el olvido oficial “deja abiertas muchas puertas interpretativas y por lo tanto atrae más a los “nuevos” novelistas” que cubren así la defección, “el silencio y el vacío de la no-historia, la historia de los vencidos”, canalizada a través de la novela histórica que “llega a ser un instrumento al servicio de la ideología del escritor, quien elige y moldea según su necesidad acontecimientos históricos que, en cuanto averiguables, confieren a la novela cierto aire de objetividad”.
Olvido y memoria, dos caras de un mismo pasado; al decir de Benedetti: “el olvido está tan lleno de memoria”.
2. El primer olvido: Francisco del Puerto
Poco mencionado en las crónicas pero fuente de inspiración de novelistas, Francisco del Puerto, sobrevivió al ataque en el que murió Juan Díaz de Solís y otros españoles al desembarcar las costas del actual departamento de Colonia sobre el Río de la Plata en 1516 y fue rescatado en 1527 por la expedición de Sebastián Gaboto.
2.1. Apuntes de una ausencia
Los cronistas que narraron las desventuras del viaje de Solís afirmaron la ausencia de sobrevivientes al desembarco. Recién en 1530 al retornar Gaboto a España dio cuenta del hallazgo de este náufrago en la Información hecha por los Oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla luego que llegó la armada de Sebastián Caboto, acerca de lo que le ocurrió en el viaje:
“… este declarante (Gaboto) falló un Francisco del Puerto, que habían prendido los indios cuando mataron a Solís, el cual le dio grandísimas nuevas de la riqueza de la tierra; y con acuerdo de los capitanes e oficiales de Su Majestad acordó de entrar en el Río Paraná fasta otro Río que se llama Caracarañá, que es donde aquel Francisco del Puerto les había dicho que descendía de las sierras donde comenzaban las minas del oro e plata”.
A partir del encuentro del náufrago del Puerto con la expedición de Gaboto las versiones son fragmentarias, pero dan visiones que aluden desde distintas ópticas a un mismo confuso episodio. El 10 de abril de
1528 Francisco del Puerto fue a hablar con los indígenas a la boca del Río Paraguay. Los españoles fueron invitados a un banquete, al que acudieron entre 16 y 20 marineros, entre ellos el tesorero Núñez y el
mismo Francisco. Los españoles fueron emboscados y muertos por los supuestos anfitriones.
No se tienen más referencias acerca de Francisco del Puerto: su nombre no figura entre los muertos ni en la lista de los que retornaron a España, por lo que se puede presumir que se haya quedado entre los indios. En el juicio que se realiza a Gaboto en Sevilla a su retorno y al que nos referiremos más adelante, él y varios testigos más afirman que Francisco tuvo un enfrentamiento con el tesorero Gonzalo Núñez por lo que
“…cree este declarante (Gaboto) quel dicho Francisco los vendió a los dichos indios; e queste declarante, viendo este desbarato e toda la tierra revuelta, se tornó a donde había fecho la casa”.2
José Toribio Medina, en la obra El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España, expone dos posibles motivaciones del ataque: la que afirma Ramírez, marino de la expedición en una carta a su padre, quien atribuye el ataque al temor que sentían los indígenas que los españoles quisieran vengarse de la muerte de Solís y sus compañeros y la de Gaboto, que plantea la hipótesis de la venganza de Francisco del Puerto por el odio que tenía a Núñez después “del desagrado que entre ellos medió”.3
Algunos acontecimientos apuntan a confirmar la idea de Gaboto. Siempre según su testimonio, “la invitación de los indios se verificó después que Francisco del Puerto se reunió con ellos, porque por éste fué aconsejada la aceptación del convite, que los indios hicieron especialmente á Núñez; y por fin, porque Francisco del Puerto no regresó a bordo”.4
Medina concluye la narración de los acontecimientos planteando los dos posibles escenarios y su opinión:
“Quedaría sólo por saber si a causa de haber perecido también, o si después de vengado ya, volvió a su antigua vida con los salvajes. Todo induce a creer que fue esto último lo que ocurrió”.5
En línea de posible confirmación con lo que supone Medina, en 1541 Alvar Núñez Cabeza de Vaca en su dificultoso viaje por tierra desde Porto de Palos (Florianópolis) en la costa del Atlántico hasta Asunción del Paraguay, dejó constancia de su encuentro con un misterioso hombre blanco que dijo llamarse Francisco. Tratándose del mismo territorio del Alto Paraná al que llegó Caboto y donde se produjo la traición, podría tratarse del mismo Francisco. El grumete que embarcó en 1515 con unos 13 o 14 años de edad tendría entonces cuarenta años.6
La peripecia de Francisco del Puerto tiene dos partes documentadas, y ambas son los dos desembarcos. A partir del primero de ellos, en la medida que la vida del joven español fue respetada por los agresores, se abre un período de once años que permanece en la oscuridad, sin testimonios de la aculturación del europeo, y que finaliza con el “rescate” del marino. Luego siguen para del Puerto la asignación de las tareas de intérprete en el relacionamiento con los nativos. Con los testimonios de la pelea con el tesorero, sin saber las causas pero si aventurando las consecuencias, intuimos la integración dificultosa a las costumbres y al trato con las autoridades. Con su desaparición quedó flotando la idea de la traición y de la venganza.
Según Rosa María Grillo el segundo desembarco “deja abiertas muchas puertas interpretativas y por lo tanto atrae más a los “nuevos” novelistas”. 7
Los cronistas lo dejan en el primer desembarco o no lo mencionan luego de ser recogido por Gaboto. El silencio presupone el regreso8 y con la vuelta a la civilización el rescate del que se había perdido entre los bárbaros.
Al no existir su testimonio de los años transcurridos entre los nativos y de las circunstancias de su segundo desembarco, perdura la incertidumbre, el desconocimiento de la versión “de los vencidos y los silenciados”.9
¿Cómo entender que Francisco del Puerto desapareciese de las crónicas? La citada autora, aventura una hipótesis, plausible si consideramos la concepción centrista y hegemónica que trasuntan las manifestaciones de los europeos de la época:
“se ha hablado de una posible traición, pero sobre ellos10 los cronistas e historiadores han impuesto el silencio, haciéndolos “desaparecer” de la Historia, ya que la traición no sólo no estaba prevista en el imaginario de los cronistas, sino que era inadmisible e inexplicable, y además dar a conocer esta noticia podía ser muy peligroso y deseducativo porque era una infracción al Orden, a la Verdad y a la Civilización. Si antes de la deposición de Caboto y de sus oficiales en Sevilla en 1530 se decía que no había ningún superviviente de la expedición de Solís, después se corrige esta versión pero sin llegar nunca a la conclusión: sólo el silencio y el vacío de la no-historia, la historia de los vencidos”.11
Aún envuelta en el misterio de los detalles la historia y el silencio de Francisco del Puerto incentivaron la investigación y la narración de su aventura en el siglo XX. En ese sentido podemos citar la vertiente historiográfica de las investigaciones de antropólogos (Daniel Vidart, Renzo Pi Hugarte) e historiadores (José Toribio Medina, Eduardo Acosta y Lara, Francisco A. Bauzá), cuyos trabajos quitaron algunos de los velos sobre la figura de Francisco del Puerto y lo pusieron en conocimiento del público: una calle de Montevideo lleva su nombre, se ubica en el Prado entre el Museo Blanes y el estadio Parque Alfredo Víctor Viera.
2.2. La novela histórica: instrumento al servicio de la ideología
Tres escritores argentinos, Roberto R. Payró, Juan José Saer y Gonzalo Enrique Marí, tomaron los fragmentos de la vida conocida de Francisco del Puerto, se inspiraron en ellos, en alguno de los casos narraron la historia de las partes ocultas y eligieron tres finales diferentes. Dichas versiones y finales sin duda que son producto de formas diferentes de interpretar al pasado, al acontecimiento del encuentro de dos mundos muy diferentes, a la conquista resultante de España de vastas regiones del continente americano.
En El mar dulce de Payró de 1927 un narrador omnisciente conforme con la historia oficial de los que vencieron plantea un final abierto, con un Paquillo afincado que ve llegar los barcos, sin sumarse a los contingentes y sin incorporarse a los nativos, “pero todo lleva a pensar en un regreso, físico e ideológico, a lo europeo”. Francisco es el primigenio europeo afincado en América, personaje en el que Grillo, al tiempo de afirmar que “narrar una historia del pasado significa escribir sobre el presente”, encuentra el modelo de afirmación de la identidad criolla, amenazada doblemente a principios de siglo XX: por el aluvión migratorio procedente de Europa y por la creciente influencia de los Estados Unidos. Al servicio de la construcción de una nacionalidad, de una identidad colectiva, Payró haría del personaje de del Puerto el mito fundacional de la argentinidad basada en la raza, civilizada por el sacrificio de sus primeros descubridores y con inquebrantable fe en el porvenir, rasgo esencial de la visión positivista y de modernismo imperante.
En El entenado de 1983, Saer enjuicia la ética española de la conquista. En la ficción de la novela, la narración desde la primera persona del yo pseudo autobiográfico muestra un Francisco del Puerto que elige el regreso, aunque lo haga desde una concepción indianizada; habiendo superado tabúes y preconceptos europeos se asimila al grupo indígena y regresa a Europa con condiciones:
“el regreso en la novela de Saer otorga la posibilidad de alejarse para poder ver mejor y comprender, de meditar y reinventar el sentido de la Historia desde el punto de vista “poscolonial” de reivindicación del escritor latinoamericano de otras raíces y otros orígenes, rechazando “lo europeo” como único patrón”.
En momentos de crisis económica y política, en el que la nación argentina se interroga sobre su pasado y sobre su identidad, “se persigue una nueva estructuración de la Historia a través de la recuperación de las “historias” hasta entonces olvidadas y se concibe la novela histórica como deconstrucción de la Historia oficial”.
“La historia se escribe por parte de quienes triunfan; los que pierden escriben novelas”.12
“Si los triunfadores del hecho histórico de la conquista –cronistas y autores de novelas históricas tradicionales– escriben en tercera persona para otorgar mayor veracidad a lo que afirman, o en primera plural para indicar la pertenencia a un mismo destino histórico, quien quiere dar su versión alternativa de la Historia, ya modernamente consciente de que el discurso historiográfico, siendo discurso y no acción, conlleva por definición cierta dosis de subjetivismo –de ficcionalidad–, habla en primera, acentuando aún más su perspectiva y su cosmovisión personal”.13
En el último de los trabajos analizados, con narrador omnisciente y con relato en tercera persona, Marí en El grumete Francisco del Puerto de 2003 plantea la opción de la adopción cultural: el personaje aparece totalmente indianizado, nutrido de mitos y leyendas indígenas, cumple la traición y supera la barrera étnica e integra razas en la medida que es el origen con su paternidad de la América mestiza.
Rescatamos al finalizar el capítulo dos afirmaciones del trabajo de Grillo. La primera conceptualiza la idea de la novela histórica en el sentido de establecer, ejemplificada en las tres diferentes visiones a las que hemos hecho referencia, que:
“el género de la novela histórica llega a ser un instrumento al servicio de la ideología del escritor, quien elige y moldea según su necesidad acontecimientos históricos que, en cuanto averiguables, confieren a la novela cierto aire de objetividad”.14
La segunda establece las notables diferencias que los autores realizan “en el tratamiento de la Historia, correspondientes a las diversas dominantes culturales de la modernidad y del pensamiento poscolonial “apelando nuevamente a las tres novelas referidas como ejemplos:
“discurso positivista, eurocéntrico, conforme con la versión tradicional de la Historia, invisibilidad de la escritura que se acerca al patrón de grado cero del nivel científicoreferencial, en Payró; al contrario, discurso revisionista y deconstructivista, crítico hacia la Historia y la cultura eurocéntricas y respetuoso de la alteridad, introspectivo y consciente de que no es posible detectar la verdad fuera del discurso que la enuncia, en Saer; en Marí, aunque la forma sea tradicional, nos encontramos con la versión de los vencidos, que en este caso serían tanto Francisco como los indios, borrados por la historiografía oficial”.15
3. El olvido de otro Francisco: Francisco Maldonado
3.1. Un nombre en busca de una historia
En los años 60 los escolares fernandinos apuntábamos en nuestros cuadernos que Maldonado, el nombre de nuestro departamento y de su ciudad capital, recordaba a un faenero que actuó en este territorio en época de la colonia. Otros ejemplos en la toponimia de la región este del Uruguay se debieron a la presencia de personajes ligados a la explotación del corambre vacuno, riqueza única de estos territorios que formaban parte de la Vaquería del Mar si no consideramos la abundancia de peces de las que dejaron referencia los diarios de exploración. Así, por ejemplo, Rocha, José Ignacio y Garzón, conservaron denominaciones provenientes de quienes llevaban a cabo las tareas de organizar los equipos encargados de agrupar al ganado salvaje, faenarlo y comercializar los productos obtenidos de los animales sacrificados.
Lo erróneo de dicha concepción fue descubierto al tomar conocimiento público la existencia de una Real Cédula del 19 de octubre de 1594, en la que el Rey de España, Felipe II ordenaba al Gobernador del Río de la Plata a establecer población en la actual isla de Gorriti a la que llamaba isla de Maldonado. Dicha fecha, anterior a la introducción de ganado en el territorio de la Banda Oriental por la iniciativa de Hernando Arias de Saavedra y por jesuitas a principios del siglo XVIII, quitó toda credibilidad a la versión que se manejaba entonces en forma oficial: Maldonado no podía haberse tratado de un faenero cuando un documento oficial denominaba a la isla con ese nombre antes de la existencia de ganado en la región, elemento indispensable para la existencia de quien se dedicara al oficio de matarife.
El documento, primero del que se tiene referencia en el que se nombra el topónimo Maldonado y cuyo original se encuentra en el Archivo General de Indias en Sevilla, se transcribe a continuación:
Mi Gobernador del Río de la Plata
Yo he sido informado que convenía poblar un pueblo en esas provincias a la banda del Brasil en la isla de Maldonado porque de ordinario se pierden allí navíos y los naturales capturan a la gente y que hallándose allí la dicha población se recogerían los dichos navíos y guarecería la gente y habiéndose platicado sobre ello por los de mi Consejo de las Indias fue acordado de remitíroslo y así os mando para que como quien lo tiene presente lo veáis y proveáis como os pareciera convenir a esta corte a diecinueve de octubre de mil quinientos y noventa y cuatro.
Yo el Rey refrendada de Joan de Ibarra y señalada del Consejo
Se trata de una comunicación de mano de Felipe II, Rey de España a Fernando de Zárate, Gobernador en Asunción de Paraguay.
Lo significativo es que se demuestra con el documento que Maldonado era ya en 1594 un lugar geográfico. Denominaba entonces a la isla, posteriormente lo hizo con la bahía y más tarde a la población fundada en tierra firme en 1755.
La urbanización tomó denominación oficial y completa de acuerdo al uso y costumbre de la época como San Fernando de Maldonado al colocarse los pobladores bajo la protección del santo guerrero, muy apropiada al carácter militar, fortificado y fronterizo de Maldonado del siglo XVIII. De San Fernando obtenemos el gentilicio de fernandinos los pobladores de la ciudad.
La región entera, la primera división territorial de la Provincia Oriental que efectuaría Artigas en 1816 y el departamento que se ratificaría en la independencia, recogerían luego el nombre Maldonado de la
principal población de la región del este del país.
3.2. Francisco, otro marino abandonado
Isla, bahía y tierra lo tomaron a su vez de un marino de la expedición de Gaboto, Francisco Maldonado, teniente alguacil de la nave Santa María del Espinar que en febrero de 1527 se quedó en estas costas, ya fuera obligado o por decisión propia. ¿Cuál fue el motivo? Varias hipótesis podemos plantearnos. Una sanción disciplinaria, la orden de buscar provisiones, de hacer contacto con los pobladores nativos, la decisión personal de comenzar una nueva vida en una nueva tierra y abandonar un destino seguro de muerte a su retorno o un entorno hostil a bordo de la nave son tan probables como la que aventuro: por razones políticas Maldonado fue objeto de un castigo ejemplar de destierro y abandono equivalente a ser muerto en vida. Los motivos que determinaron esta resolución habrían sido lo suficientemente importantes como para que 67 años después de haber sido ejecutado el desembarco, el hijo del rey que lo habría ordenado o alguien de su corte, reconociera el territorio por el nombre del desterrado.
Razones para el castigo sobraban para un Maldonado en febrero de 1527. Pocos años antes, apenas cinco y seis años, dos Maldonado primos entre sí, Francisco y Pedro, nobles castellanos de Salamanca, habían sido ajusticiados por conspirar contra el rey Carlos V en la revolución de los Comuneros. Tras la derrota de las fuerzas revolucionarias en Villalar el 23 de abril de 1521 ambos fueron decapitados: Francisco en forma inmediata el 24 de abril y Pedro en Simancas después de sufrir un año de prisión. Hasta 1526 se registran asesinatos de jefes Comuneros.
Los años y las circunstancias llevan a pensar que el Maldonado abandonado a su suerte en esta última frontera del imperio español fue un perseguido político de la época.
En nuestro tiempo el castigo sería comparable a dejar a un cosmonauta en un astro, planeta o satélite, de los que hoy constituyen nuestra última frontera de conocimiento y exploración.
La posibilidad de la vinculación del marino Francisco Maldonado con los Maldonado de Salamanca sobre los que se desató la persecución del poder imperial luego de la sublevación es una mera conjetura del autor del presente trabajo. La misma fue publicada en varios medios locales y en sitios de internet16 y fue recogida en la exposición de motivos de la solicitud de declaración del 19 de octubre como Día de Maldonado en la Cámara de Representantes17, el Diario de Sesiones del 15 de setiembre de 2005 de la Cámara de Representantes.18
Las fechas de la persecución y prisión de los Maldonado de Salamanca, de sus ejecuciones y del abandono de Francisco Maldonado en estas costas son coincidentes y alientan a considerar la posibilidad de vinculación del marino Francisco con el Francisco castellano y sus familiares. No es un detalle menor que el Rey Carlos V, el mismo que ordenara ejecuciones y negara perdones a los Comuneros de Castilla, fuera quien recomendara a Gaboto a incluir a Francisco Maldonado en la expedición:
“MALDONADO (Francisco).—Recomendado por Carlos V á los Diputados de la armada y á Caboto por real cédula de 12 de Noviembre de 1525, fue como teniente de alguacil en la capitana, pero Caboto le privó del cargo durante el viaje. Acompañóle por el Paraná, y antes de regresar para España le despachó tierra adentro con Mafrolo y se volvió dejandolos allí”.19
según lo asentado por el citado José Toribio Medina en su obra El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España y especialmente su proyectado viaje a las Molucas por el estrecho de Magallanes y al reconocimiento de la costa del continente hasta la Gobernación de Pedrarias Dávila.20
En la Información hecha por los Oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla, luego que llegó la armada de Gaboto fechada el 28 de Julio de 1530 se deja asentado que:
“Se acusó a Gaboto de haber abandonado a su suerte a un grupo de hombres que previamente había enviado a matar lobos marinos para su abastecimiento. Al paso de la nave del Veneciano, les hicieron señales con humo desde el cabo Santa María, a una legua de donde estaban. Gaboto se negó a ir, diciendo que los hombres ya debían haber sido muertos por los indios y un testigo _ Junco _ replicó “que no podía ser, porque aquellos indios de aquella tierra donde ellos fueron eran sus amigos y que no era posible haberlos muerto”. 21
No hubo intención de Gaboto de recoger a los marinos enviados tierra adentro, ni de posteriores enviados a estas costas de hacerlo, ya que los armadores aseguraban en 1532 que aún se hallaba entonces en el Río de Solís.22 El citado Bracco contrasta el comportamiento hostil de los indígenas del oeste con los del este.
Incluso podemos hoy preguntarnos la razón que perdurara el nombre de Maldonado como referencia, ya que no se trataba del único expedicionario abandonado. El citado Mafrolo, o Maffiolo,23 según otras versiones, contramaestre de la Trinidad, podría también haber sido el usado como referencia para identificar a la región donde se efectuó en desembarco. Sin embargo, la hipótesis del envío de Maldonado a tierra y su abandono por razones de órdenes de servicio, parece encontrar justificación en el hecho que en la corte real se recordara el apellido de la familia opositora salmantina por sobre otros nombres, pasados varios años y ya acalladas las voces opositoras al poder central.
Los marinos españoles en la búsqueda de elementos de referencia para fijar la derrota de las naves habían trasmitido el santo y seña de la isla en la que quedó Maldonado hasta, pasado el tiempo y simplificado el mensaje al despojarlo de la intención posiblemente acusatoria, mudara simplemente a la isla de Maldonado.
De manera imprevista, quizás aquello que se quiso ocultar y desaparecer, proscribir y extrañar, se hizo más perdurable. Caras opuestas del mismo pasado, olvido y memoria, ni el más poderoso puede elegir cual de ellas quedará evidente cuando se arroja al aire del paso del tiempo la moneda de sus actos.
4. La ficción literaria y su verosimilitud
Las ficciones presentadas son verosímiles, tienen puntos de contacto con la historia documentada. Presentan mundos ficcionales posibles que nos refieren al primero de los preceptos establecidos por Dolezel24. El sistema de los mundos, centrado en la esfera ficcional tiene vínculos apretados con los sucesos reales. El segundo de los preceptos, por el cual el conjunto de los mundos ficcionales es ilimitado y variado al máximo, es fácilmente comprobable en el ejemplo. Baste con considerar al vínculo sanguíneo del marino abandonado con los comuneros castellanos de igual apellido, para que el mundo ficcional propuesto tome una variante de intriga palaciega, lucha por el poder y castigo ejemplarizante. En esta elección se verifica el tercer precepto del modelo de Dolezel según el cual el mundo real accede a los mundos ficcionales. Participa en su concreción proporcionando los cánones por los que transcurren los primeros de acuerdo al autor, sus experiencias y convicciones.
Grillo establece que la verosimilitud de las ficciones no hace más que poner de manifiesto
“que escribir sobre el pasado para hablar del presente dando, en cualquier caso, una interpretación ideológica del suceso narrado. Por lo tanto constituyen, más que la ficcionalización de la Historia –una de las definiciones posibles de novela histórica– la politización de la misma, casi una declaración de la no-neutralidad de cualquier interpretación y discurso de y sobre la Historia”.25
En las historias documentadas que se presentaron, incompletas, plagadas de silencios sugerentes y de olvidos deliberados, la creación literaria interpreta y llena los espacios en blanco conformando narraciones que plantean versiones posibles de los hechos, pendientes de ser confirmadas o desmentidas hasta que nuevos elementos sean descubiertos en los archivos.
Bibliografía
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BRACCO Diego, Charrúas, guenoas y guaraníes Interacción y destrucción: indígenas en el Río de la Plata, Linardi y Risso: Montevideo, 2004
BUENO, Eduardo, Capitâes do Brasil, Objetiva: Río de Janeiro, 1999
BUENO, Eduardo, Naúfragos, traficantes e degredados, Objetiva: Río de Janeiro, 2006
DÍAZ de GUERRA, María A. Historia de Maldonado, Intendencia Municipal de Maldonado, Maldonado, 1988
DOLEZEL, Lubomir Mímesis y mundos posibles en Teorías de la ficción literaria / coord. por Antonio Garrido Domínguez, Arco Libros: Madrid, España, 1997
PIGAFETTA, Antonio, Primer viaje en torno al globo, Centro Editor de América Latina: Buenos Aires, 1971
SCHMIDL, Ulrico, Viaje al Río de la Plata, Nuevo Siglo: Buenos Aires, 1995
Materiales disponibles en Internet
GRILLO, Rosa Maria, Francisco del Puerto, Aguilar y Guerrero, tres náufragos entre la palabra y el silencio, América sin nombre: boletín de la Unidad de Investigación de la Universidad de Alicante "Recuperaciones del mundo precolombino y colonial en el siglo XX hispanoamericano", 2007
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2756140
MEDINA, José Toribio, El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1908
Citas
1 - ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL, Pepe Botellas, Plaza y Janés: Bogotá, 1984
2 - Sebastián Caboto, cit. en MEDINA, José Toribio, El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1908
3 - MEDINA, José Toribio Op.Cit.
4 - Sebastián Caboto, cit. en MEDINA, José Toribio, Op.Cit.
5 - MEDINA, José Toribio Op.Cit
6 - Citado por BUENO, Eduardo, Capitâes do Brasil, Objetiva: Río de Janeiro, 1999
7 - GRILLO, Rosa María, Francisco del Puerto, Aguilar y Guerrero, tres náufragos entre la palabra y el silencio, América sin nombre: boletín de la Unidad de Investigación de la Universidad de Alicante "Recuperaciones del mundo precolombino y colonial en el siglo XX hispanoamericano", 2007
8 - Ibídem
9 - Ibídem
10 - Del Puerto en el Río de la Plata y Gallardo en México
11 - GRILLO, Rosa María, Op. Cit.
12 - ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL, Pepe Botellas, Plaza y Janés: Bogotá, 1984
13 - GRILLO, Rosa María, Op. Cit.
14 - GRILLO, Rosa María, Op. Cit.
15 - GRILLO, Rosa María, Op. Cit.
16 - Los lirios arrancados, 2008,www.laopinion.com.uy/articulo.php?id=102
17 - Cámara de Representantes, Comisión de Constitución, Códigos, Legislación General y Administración, Repartido Nº 366, www.parlamento.gub.uy/htmlstat/pl/pdfs/repartidos/camara/D2005080366-00.pdf
18 - Cámara de Representantes, Diario de Sesiones, Sesión Nº 51, www.parlamento.gub.uy/htmlstat/sesiones/pdfs/camara/20050915d0051.pdf
19 - MEDINA, José Toribio, El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1908
20 - Ibídem
21 - Citado por BRACCO Diego, Charrúas, guenoas y guaraníes. Interacción y destrucción: indígenas en el Río de la Plata, Linardi y Risso: Montevideo, 2004
22 - Autógrafos de Cristóbal Colón, publicados por la Duquesa de Berwick y de Alba
23 - DÍAZ de GUERRA, María A. Op.Cit
24 - DOLEZEL, Lubomir Mímesis y mundos posibles en Teorías de la ficción literaria / coord. por Antonio Garrido Domínguez, Arco Libros: Madrid, España, 1997
25 - GRILLO, Rosa María, Op.Cit.
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