Escuela Ramírez de Maldonado
RECUERDOS VIEJOS - LA ESCUELA RAMÍREZ DE MALDONADO
DIARIO DEL PLATA, Domingo 20 de Enero de 1924 - Aporte del Sr. Martín Ospitaletche
Transcripción.
Cuarenta y siete años hará mañana que se inauguró la "Escuela Ramírez" de Maldonado. Al evocar aquellos recuerdos, bien gratos por cierto para los sentimientos que inspira el solar nativo, han acudido otros a nuestra memoria, llegados todos por trabazón indestructible de perdurable afecto. Esta página es, así, una relación de sucesos e impresiones con sello personal.
A. Pintos Márquez
ELECCIÓN DEL DOCTOR RAMÍREZ
En las elecciones realizadas a raíz de la paz de Abril de 1872, el doctor José Pedro Ramírez fue electo diputado por el departamento de Maldonado.
Según dijo tiempo después el propio doctor Ramírez - en una reunión celebrada en Maldonado, a donde fue con el propósito de conocer las aspiraciones de sus electores - aquella representación era para él una de las mas gratas satisfacciones de la vida pública.
Manifestó asimismo que dos funciones llenaban por completo sus aspiraciones de ciudadano: la prensa y la tribuna parlamentaria, y que fuera de esos dos ejercicios no sentía ambición por ningún empleo, por más alto y expectable que fuera.
Y llegado al objeto de estas declaraciones, agregó: que en Noviembre de 1872 se encontraba en una situación excepcional, toda vez que acababa de dejar, con la decepción en el alma, su puesto en la prensa; que precisamente entonces, y cuando algunos desafectos a su persona se complacían en aseverar que ninguna circunscripción electoral de la República le daría sus sufragios,, se lo había hecho saber que el departamento al cual menos vínculos le ligaban, estaba resuelto a llevarlo a la Representación Nacional, distinción, dijo, que lo obligaba doblemente a los electores de Maldonado.
Expresó, para concluir, que más tarde se había propalado la especie de que trabajaba por hacerse elegir senador en otro departamento, dándole oportunidad esa noticia para declarar bien alto, como lo repetía entonces, que no renunciaría a la diputación de Maldonado por ninguna otra representación ni empleo público; agregando que, en todo tiempo en que recibiese el ofrecimiento de los sufragios del departamento de Maldonado, éste sería por él preferido.
Aquellas hermosas palabras del doctor Ramírez, tomadas de un extracto de su discurso publicado por un periódico local de la época, demuestran el entusiasmo con que aceptó aquella diputación, la primera que le tocaba ejercer a pesar de una larga y destacada actuación política.
¿Dónde tuvo origen la candidatura del doctor Ramírez? ¿Quién pronunció primero su nombre como bandera electoral? No sabríamos decirlo; solo sí podemos asegurar, porque es esa la tradición recogida por nosotros en aquel pueblo, que si bien los imperfectos padrones cívicos de entonces limitaban a muy reducidos términos el número de electores, no hubo, en cambio, un solo hombre de valimiento, de conciencia ciudadana en el departamento, ya fuese blanco o colorado, nacional o extranjero, que no acompañase con sus simpatías aquella candidatura de arraigados prestigios populares.
De cómo llenó su alta misión el doctor Ramírez en la legislatura de 1873, no cabe referirlo en este artículo, circunscripto, puramente, a lo que atañe a Maldonado. Solo hemos de decir que el departamento de su representación tuvo en él un defensor infatigable, siempre abierto a todas las iniciativas de progreso y bienestar locales. La prensa de Maldonado, que contaba entonces con un periódico no superado todavía en la circunscripción, no solo en cuanto a sus servicios informativos si que también en lo que se relaciona con la naturaleza de los temas abordados, abunda en pormenores que acreditan esa manifestación nuestra; y aun hay en esa hoja de publicidad columnas enteras en que el doctor Ramírez refutaba las observaciones formuloadas por dicho periódico a la labor de las comisiones parlamentarias de que formaba parte.
Atento siempre a las palpitaciones de la vida de Maldonado, puso empeño en todo momento, por servirlo lealmente, no escapando detalle a sus solícitas actividades.
RASGO GENEROSO
Tan pronto como el doctor Ramírez comprobó la consistencia de su candidatura, anunció a los amigos el propósito de aplicar el importe de las dictas que devengara como diputado a la construcción de un edificio escolar en el departamento de Maldonado.
Las siguientes notas tratan de la formalización de esa promesa. ya entonces, el doctor Ramírez estaba en el ejercicio de su elevada investidura.
Montevideo, Marzo 15 de 1873
Inspirado en ese propósito, ponga a disposición de esa Junta las dietas que se corresponden como Representante del Departamento, a fin de que sean aplicadas a la fundación y sostén de una escuela pública en la localidad donde ella sea más reclamada. Además de mis dietas, pongo desde ya a su disposición la suma de seiscientos pesos que proceden, cuatrocientos de honorarios que devengué en el juicio de imprenta entre don Pedro Fernández Echenique y don Andrés Lorenzone, los cuales declaré en aquel mismo acto que donaría a favor de algún objeto de utilidad pública, cediendo, al rpeceder así, a sentimientos de delicadeza personal, y doscientos, que el joven Massera dejó en mi poder hace tiempo con el mismo objeto, a consecuencia de haberse rehusado la madre del finado Rodríguez, fallecido en un lance desgraciado en que fue actor el mismo Massera, a recibir la suscripción que en su favor se había levantado. Con esa suma y mis dietas, que ascienden a trescientos pesos mensuales durante el período legislativo, creo que puede establecerse la escuela, sin temor de que falten recursos para sostenerla: y si así no fuese, ruego al señor Presidente quiera, en el caso de cualquier dificultad o conflicto, ponerlo en mi conocimiento, para concurrir, como me sea dado, a que, por lo menos, la Escuela susbista tanto tiempo cuanto me quepa el honor de representar a ese departamento. Al mismo tiempo debo significar a la Junta mi deseo de que para la fundación de la Escuela, sistemas, métodos y demás, proceda de acuerdo con la Sociedad de Amigos de la Educación Popular, ya sea porque a ella pertenezco y conozco los laudables propósitos de que se encuentra animada, cuanto porque su comisión directiva ha hecho sobre el particular estudios formales que pueden ser perfectamente utilizables en este caso. Con este motivo saludo a usted con mi mayor consideración. José P. Ramírez
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Montevideo, Marzo 15 de 1873
A fin de que mejor pueda comprender mis propósitos esa Comisión, incluyo copia de la nota dirigida a la Junta Económico Administrativa de Maldonado; y solo me resta manifestar a Usted el deseo de que esa Comisión quiera prestarse a coadyuvar tan eficazmente como pueda hacerlo, al pensamiento que he tenido en vista al proceder así. Con este motivo saludo a Usted con mi mayor consideración.
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La Junta de Maldonado aceptó agradecida el ofrecimiento.
Por su parte, la comisión directiva de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular contestó al doctor Ramírez con los siguientes términos: |
Montevideo, Marzo 22 de 1873
La Comisión Directiva, oportunamente impuesta de esa nota, me ha encargado que trasmita a usted, en su nombre, la justa y profunda admiración que le inspira la generosa ofrenda de usted, sin duda alguna la primera en su género; y el verdadero placer que tendrá en satisfacer el deseo manifestado por usted de que proceda de acuerdo con la Junta mencionada para la fundación de la escuela. A este efecto, ella ha resuelto ponerse inmediatamente en comunicación con el Presidente de esa corporación, deseando apresurar la realización del patriótico pensamiento de usted. Aprovecho la oportunidad para saludar a usted con la mayor consideración.
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REALIZACIÓN DE LA OBRA
La Junta de Maldonado resolvió erigir la Escuela, primeramente, en el pueblo de Pan de Azúcar, fundado en aquellos preciosos momentos (año 1874) por iniciativa de los señores Félix de Lizarza, Enrique Brun y Francisco Bonilla, con la cooperación de otros progresistas vecinos de la localidad.
El proyecto del edificio fue obra del arquitecto don Santiago L. Casanova, que residía en Montevideo, autor también de un proyecto de lazareto en Isla de Gorriti y de los planos del teatro de San Carlos.
El llamado a licitación, de fecha 12 de Abril de 1874, establecía que las propuestas se recibirían hasta el 12 de Mayo del mismo año, determinándose que los proponentes podrían concurrir ante la propia Junta de Maldonado o a la Secretaría de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular en Montevideo.
Como no se presentara ningún interesado, la corporación municipal volvió a tratar el asunto, meses después, debiendo tomar en cuenta, entonces, una solicitud suscrita por crecido número de vecinos de Maldonado, quienes hacía valer consideraciones a fin de inclinar la opinión de los ediles en el sentido de que el edificio escolar proyectado se construyera en aquella ciudad y no en Pan de Azúcar, como estaba resuelto.
Del acta respectiva, que hemos tenido a la vista, parece desprenderse que el propio doctor Ramírez apoyaba la gestión popular referida.
El caso fue que se resolvió en aquella sesión convocar nuevamente a propuestas en las mismas condiciones anteriores y de acuerdo siempre con el primitivo plano; pero cambiándose la ubicación, de conformidad con las solicitaciones del vecindario de Maldonado.
Se fijó el 10 de Setiembre de aquel año como término para la presentación de las propuestas. Los interesados de Montevideo tuvieron plazo hasta el 31 de Agosto, solamente. Esta determinación obedeció al propósito de tener reunidas en Maldonado, el día de la apertura, todos los pliegos presentados.
En total, acudieron once proponentes: siete en Maldonado y cuatro en Montevideo. He aquí el resultado de las propuestas: Augusto Rousseau: $ 14.373.38 / Cipriano Martínez: $ 13.024.83 / Kolberg y Cía.: $ 9.680.98 / Manuel Pereira: $ 11.893.98 / Manuel Pereira (hijo): $ 10.774.36 / Próspero Salis: $ 14.402.25 / Simón Cláuser: $ 10.494.44 / Féxlix Savoya: $ 11.878.22 / Carlos J. de la Fuente: $ 12.302.66 / Francisco M. Acosta: $ 11.609.93 / Prat y Barlabé: $ 12.000.00.
La Junta aceptó desde luego la propuesta de los señores Kolberg y Cía., pero no habiéndose presentado éstos a formalizar el contrato respectivo, ocupó su lugar el proponente que le seguía en el orden de inferioridad de precio, que lo era don Simón Cláuser.
Las obras se comenzaron poco después, quedando terminadas en Octubre de 1876.
Del edificio, ya pronto para funcionar, se recibió luego la Comisión Extraordinaria Económico Administrativa, que hacía las veces de Junta. Intervino en el acto una comisión delegada de la corporación municipal, instituída para asesorar en los asuntos relacionados con obras públicas, la cual comisión estaba compuesta por los vecinos don Juan Mier, don Antolín Burgueño y don Juan Carlos Brito. Actuaron como peritos, para comprobar si las obras se habían hecho de perfecto acuerdo con el pliego de condiciones, los señores don Juan B. Valentín, en su calidad de constructor, y don Eliseo Alvariza, como maestro carpintero, quienes llenaron su cometido desinteresadamente.
El edificio costó, en definitiva, $ 9.384.90.
Aún cuando el doctor Ramírez se mostró empeñado en cubrir el total de esa suma, de acuerdo con su promesa, la Comisión Municipal Extraordinaria se limitó, por resolución expresa de la misma, a girar contra aquél solamente por el importe de las dietas que había devengado durante el ejercicio de la diputación, más seiscientos pesos correspondientes a honorarios donados, todo lo cual se elevó a $ 7.332.80. El resto, $ 2.052.10, lo pagó la Comisión Municipal con fondos provenientes del impuesto sobre cueros y aceite de lobos.
La liquidación de las dietas comprende desde Febrero de 1873 hasta enero de 1875, en que fueron derrocados todos los poderes constituidos por el motín cuartelero que encabezó Latorre.
Muestra la decisión del doctor Ramírez por cubrir el costo del edificio, la siguiente carta, escrita a raíz de su renuncia de diputado como consecuencia de intrigas políticas que amargaron su espíritu. |
Montevideo, Noviembre 23 de 1874
Mis dietas, hasta la fecha, importan seis mil y pico de pesos y el presupuesto de la escuela, nueve mil y pico. Más que nunca estoy hoy interesado en que el pensamiento se lleve a término y hasta esa suma autorizo a usted para girar contra mí, según lo exijan los contratos celebrados con los constructores, e iré destinando otras entradas a integrar la suma total presupuestada. Con ese motivo, saludo al señor presidente con mi mayor consideración.
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DÍA DE FIESTA PARA MALDONADO
El 24 de Enero de 1875, en acto solemne, se colocó la piedra fundamental de la "Escuela Ramírez". Fue el padrino de la ceremonia el Dr. Lencio Correa.
La Secretaría de la Junta había invitado al pueblo para asistir a la celebración, y el pueblo entero acudió a la cita, movidos todos por el reconocimiento a la generosidad del doctor Ramírez. Desde San Carlos concurrieron también muchas personas que quisieron compartir las alegrías de la fiesta.
El punto de reunión fue el local de la Junta. De allí partió la comitiva en dirección al terreno en que habría de levantarse el edificio. Rompía la marcha la banda de música local, dirigida por Joaquín Ribeiro.
El doctor Ramírez, que había sido especialmente invitado, no pudo concurrir a causa de un compromiso anterior que lo llevó a Yaguarón, a donde fue con un grupo de amigos a presenciar unas grandes carreras, que podríamos llamar internacionales ya que en ellas intervinieron caballos nuestros y del Brasil.
Recordamos haberle oído hablar al doctor Ramírez, en cierta ocasión, de su regreso precipitado a Montevideo, al tener las primeras noticias de los sucesos sangrientos de que fue teatro la Plaza Constitución el diez de aquel mismo mes, así como del motín militar que se produjo cinco días después.
Una vez que hubo llegado la comitiva al sitio en que iba a colocarse la piedra fundamental, y después de escucharse los acordes del Himno Nacional, el Presidente de la Junta, don Ruperto Fernández, ordenó la lectura del acta, cuyo texto transcribimos a continuación:
En la ciudad de Maldonado, a los veinticuatro días del mes de Enero del año mil ochocientos setenta y cinco y siendo las cuatro y media de la tarde, fue colocada la piedra fundamental de este edificio, destinado a escuela pública y donado por el señor diputado por este departamento don José Pedro Ramírez, con sus dietas, dando un ejemplo de patriotismo que lo hace acreedor a la estimación del pueblo y de todos los ciudadanos amantes de la educación pública, base segura de nuestro porvenir.
La Junta E. Administrativa del departamento, compuesta de su presidente, don Ruperto Fernández y de los vocales don Simón Estades, don Juan Jaureguy, don Fernando A. Pla y de su secretario don Elías L. Dovincenzi, estando ausente el señor vicepresidente don Hermógenes L. Formoso, asistió a este acto, así como el señor Jefe Político del departamento, don Honorio P. Fajardo; el Alcalde Ordinario, don Elías L. Devincenzi; y la Comisión de Instrucción Pública de esta ciudad, cuyo presidente es el señor don Pedro Podestá, y vocales don Rafael L. Formoso, don Casiano Cabrera, don Carlos J. de la Fuente, don Manuel Guerrero y don Casimiro Borda.
Con la solemnidad debida fue colocada la piedra fundamental de este edificio, siendo padrinos el doctor don Leoncio Correa y doña María Muñoz de Ramírez, estando presente el primero y ausente la madrina. El constructor fue don Simón Cláuser.
Se depositan en una caja de hierro, como recuerdo, los objetos siguientes: un ejemplar de la Memoria de la Junta correspondiente al año 1875; un ejemplar de "El Siglo" (Nº 2501) conteniendo la nota por la cual el doctor Ramírez dona sus dietas para la fundación de una escuela; tres números de "El Departamento" - uno llamando a propuestas para la obra, otro aceptando la más ventajosa, y otro sobre la renuncia del doctor Ramírez a la representación del departamento - y además el acta de instalación de la Sociedad Protectora de la Educación Popular, fundada en 1873 - objetos que, en presencia del pueblo, fueron puestos en ella, conjuntamente con esta acta."
Fuera de los nombrados en el acta, pusieron su firma al pie los señores Indalecio Bengochea, Receptor de la Aduana; Juan Cantera, Capitán del Puerto; Carlos Amorín, Comisario de ördenes; Francisco Solari, Comisario; Olegario Rodríguez; Pedro Loustane, Alcalde Ordinario de San Carlos; Melchor R. Maurente, Comisario de la misma localidad; Abel Maurente, Comisario; Ismael A. Núñez; Rafael A. de la Fuente; Juan Mier; Juan J. Alvariza; Alejandro Cabrera; Pedro Bernard; José Rovella; Felipe Vázquez; Avelino Estades; José Gennari y Simón Cláuser.
Además de los objetos de que se hacem ención en el acta, se pusieron los siguientes: por el Presidente de la Junta, una lapicera de plata, con pluma de oro, que se utilizó para firmar; por el señor Juan Mier, vicecónsul español, una moneda española de plata; por el señor Manuel Guerrero, una tarjeta en que estaban estampados los sellos de la oficina local de correos, con la fecha del día y la firma del propio señor Guerrero, en su carácter de jefe de aquella repartición pública.
Cerrada la caja, se sucedieron los discursos. Hablaron don Ruperto Fernández, en su carácter de Presidente de la Junta; el doctor Leoncio Correa, como padrino y don Honorio P. Fajardo, en su investidura de Jefe Político. Finalmente, el joven poeta don Avelino Estades leyó unos inspirados versos.
En el desarrollo de sus ideas, el doctor Correa aludió al momento político, bien sombrío por cierto para el patriotismo, toda vez que un motín militar acababa de derrocar al Presidente de la República, erigiéndose en autoridad para nombrarle sucesor.
"Como ciudadano y como miembro de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular - dijo el doctor Correa - yo me asocio al regocijo público de este gran día, y siento que mi espíritu conturbado y abatido por el desaliento se retempla acariciado por los vivificantes rayos del sol de la esperanza; que como a mí, el triste recuerdo del derecho hollado y de la libertad escarnecida ayer, no perturbe en este día de grandes y generosas expansiones, la dulce y tranquila alegría de los que aquí estamos congregados, ni nos desaliente en la grande obra de la educación del pueblo; que el ruido de los acontecimientos políticos que nublan hoy el cielo antes sereno de la patria, no interrumpa en el taller el grato murmullo de los obreros congregados en la labor proficua de regenerar a la República por la instrucción: olvidemos lo presente y preocupémonos de lo porvenir."
Luego de los discursos - refiere un periódico de la época - el Presidente de la Junta invitó al padrino de la ceremonia a echar la primera cucharada de mezcla sobre la caja que contenía los documentos, ya convenientemente colocada dentro del hueco labrado en una gran piedra de granito. Siguieron al doctor Correa en aquella operación, muchos de los concurrentes. Los obreros completaron la tarea llevando el cimiento hasta el nivel del piso.
La piedra fundamental está colocada, según nuestras noticias, debajo del umbral de la puerta que da acceso al salón de clases, entrando por el zaguán.
INAUGURACIÓN DEL EDIFICIO
Había llegado, al fin, el día de la inauguración del edificio, destinado ya por las autoridades municipales para escuelas de varones; era el 21 de Enero de 1877.
La ceremonia revistió caracteres singulares de solemnidad, reflejándose en todos los semblantes la alegría de aquella hora inicial de la realización del patriótico pensamiento del doctor Ramírez.
El salón de la Escuela estaba engalanado con trofeos. En la calle Sarandí esquina 25 de Mayo, por donde debía pasar la concurrencia, se había levantado un arco triunfal. Los elementos oficiales fueron en corporación desde la Jefatura. Iban al frente, el coronel Sandalio Ximénez, que acababa de ser depuestao en el cargo de Jefe Político; su reemplazante, el señor Justo R. Pelayo; el Alcalde Ordinario, los miembros de la Comisión Municipal Extraordinaria, los de la Comisión de Instrucción Pública, el Receptor de Aduana, el Juez de Paz, etc., etc.. Al mismo tiempo, partía de la Iglesia parroquial, acompañado por gran número de personas, el cura vicario, don Pedro Podestá, llevando todas las insignias de su rango eclesiástico para bendecir el edificio.
La banda de música de la "Sociedad Armonía", compuesta por jóvenes del pueblo, contribuyó a dar mayor carácter al acto.
Primeramente se realizó la ceremonia religiosa de la bendición. Luego las autoridades tomaron asiento en el estrado, llenando totalmente el salón el resto de la concurrencia, en la que ponían una nota de color y de belleza las damas de la población y no pocas de la cercana villa de San Carlos, solidarizadas así con las expansiones de los vecinos de Maldonado.
El primero en hablar fue el presidente de la Comisión de Instrucción Pública, que lo era el cura vicario don Pedro Podestá, hijo del propio pueblo y uno de los más grandes propagandistas de la enseñanza en aquella circunscripción. Sus palabras fueron un himno de gratitud al doctor Ramírez.
Hablaron después el presidente de la Comisión Municipal Extraordinaria, don Ruperto Fernández; el Jefe Político, don Justo R. Pelayo; la directora de la Escuela Pública de Niñas, doña María C. de Machiavello; don Olegario Rodríguez; don Hermógnes L. Formoso; el joven Manuel B. Miranda; los alumnnos de la Escuela Alfredo Formoso y Dalmiro Estol, y finalmente, el jovencito Ramón Seijo, perteneciente a una respetable familia de San Carlos.
Cerró el acto el presidente de la Comisión de Instrucción Pública, exhortando a los alumnos a que aprovecharan las lecciones que habrían de recibir en aquella casa, correspondiendo así a los propósitos inspiradores de la generosa donación del doctor Ramírez.
De entonces acá han transcurrido cuarenta y siete años. Las generaciones que se han educado en aquella Escuela durante ese largo lapso supieron reconocer siempre la deuda de gratitud que contrajo el departamento de Maldonado con su digno representante en la Cámara del 73. A avivar ese sentimiento contribuyeron los propios maestros, a lo menos los viejos maestros, quienes, siquiera una vez por año, relataban a sus alumnos la historia del edificio, con todos sus pormenores.
En esta página hemos recogido aquellas enseñanzas ejemplares, abonadas, en lo que nos es personal, por las tradiciones del propio hogar.
MAESTROS MEMORABLES: UMÉREZ
La mirada retrospectiva que tendemos sobre la Escuela Ramírez nos lleva al recuerdo de los dos grandes maestros que ha tenido aquel centro de educación en los cuarenta y tantos años que cuenta de existencia.
Fue el primero, don Silvestre Umérez; el segundo, don José Dodera, ambos fallecidos.
Separados en el tiempo, los une, sin embargo, la gloria de sus méritos, de sus virtudes, de su entrañable y desinteresado amor por la enseñanza.
Si el magisterio es un apostolado, como tantas veces se ha dicho, aquellos dos hombres encarnaban en sus personas la augusta representación de los propagandistas iluminados por la fe en la noble misión de su destino.
Espíritus superiores, por su inteligencia y por su preparación intelectual, ejercieron la noble profesión de maestro más allá, mucho más allá de los límites impuestos por los deberes del cargo, todo sin otro aliciente ni recompensa extraordinaria, que la propia satisfacción de hacer el bien por el bien mismo.
Umérez era español; vasco de pura cepa, nacido en Oñate, provincia de Guipuzcoa. Vino al País a mediados de 1874, ya armado caballero de la enseñanza.
Después de cursar en Madrid y Valladolid los estudios de ciencias físico-matemáticas y de haber obtenido el título de bachiller en esas materias, que lo habilitaba para ejercer el profesorado en los Institutos de 2a Enseñanza de España, pasó a desempeñar una clase de matemáticas en la Universidad Libre de Oñate - su pueblo natal - cargo que ejerció desde 1869 hasta 1873, en que se cerró aquel establecimiento a causa de la guerra carlista.
Una vez en Montevideo, rindió examen de maestro de 3er grado, pasando luego a regentear una escuela pública en Durazno.
Tiempo después, en 1877, se le nombró director de la Escuela de San Vicente de Paul, establecida en Montevideo. Al mismo tiempo, daba clases de química en el Liceo Universitario, fundado y dirigido por monseñor Mariano Soler.
En 1879 gana por concurso la dirección de la Escuela Ramírez. Tócale iniciarse allí en los momentos de transición entre el viejo sistema de enseñanza y las modernas normas impuestas por José Pedro Varela.
Bien preparado para la lucha, acomete la tarea con entusiasmo, ciñéndose en absoluto a las reglas pedagógicas y a los programas establecidos por el nuevo régimen. Como ejemplo de lo que era aquello, de la perturbación que produjo en muchos cerebros el cambio operado y la diversidad de las materias impuestas por la autoridad escolar, vamos a citar un caso del que fuimos testigos, y que pinta, por si solo, las resistencias opuestas a la reforma.
Cierto día se presentó en la Escuela un buen vecino, de no escasa significación en el pueblo, padre de un alumno. Fue a pedir que no se dieran lecciones sobre objetos a su hijo, ni que le enseñaran los colores, ni otras cosas que le parecían inútiles. - Yo quiero que mi muchacho - terminó diciendo - aprenda pronto a leer y a escribir correctamente, que sepa también algo de cuentas y geografía; lo demás será muy bonito pero no se precisa.
En otro espíritu menos fuerte aquella estulticia habría provocado una explosión. Umérez, en cambio, aprovechó la oportunidad para darle una buena lección al recurrente, sobre la importancia de las asignaturas observadas; lección que, el buen padre de familia divulgó por el pueblo, contribuyendo a acallar muchas otras protestas apenas contenidas por el respeto que merecía la autoridad del maestro.
Así se tenía que luchar: enseñando a los niños aún contra la inspiración de sus padres. Fue en aquella época que los alumnos fundaron "El Porvenir del Estudiante", periódico escolar que se escribía bajo la dirección del maestro, asunto del que hablaremos más adelante.
El señor Umérez estimuló también en sus discípulos el amor a las plantas. Dando el mismo el ejemplo en la labor, se convirtió el vasto terreno del establecimiento en un hermoso jardín, cultivado por los alumnos.
La cría de gusanos de seda, como enseñanza práctica de esa gran industria, determinó la plantación de moreras, únicos vestigios que han quedado de aquella época de esplendor, y cuyos troncos, retorcidos, rugosos, delatan los años de existencia manteniendo, eso sí, fresca y umbrosa la amplia copa, que todavía se mece, melancólicamente, al paso de los viejos conocidos...
Motivos extraños a la voluntad del Sr. Umérez, y que fueron, desde luego, poderosos, determinaron su venida a Montevideo cuando apenas hacía siete meses que regenteaba la Escuela Ramírez.
Aquí se hizo cargo de la Escuela de 2do grado Nº 21, que digirió luego Aurelia Viera.
Pero tan pronto cesaron las causas de su alejamiento de Maldonado, quiso volver, satisfaciendo sus deseos en 1882, para mantenerse en el puesto que antes conquistara por concurso, hasta 1889.
Este período es, tal vez, el más brillante de la actuación de Umérez al frente de la Escuela Ramírez. Normalizada su situación, libre ya de asechanzas torpes que lo tocaron en sus sentimientos más íntimos, su obra fue ampliamente eficaz y generosa.
Los alumnos de entonces han de recordar, sin duda, los cotidianos paseos a las turberas - establecimiento industrial del propio señor Umérez - durante cuyo trayecto las conversaciones no eran sino la prolongación de las clases. Y tampoco habrán podido olvidar los favorecidos, las lecciones gratuitas de matemáticas y pedagogía que el maestro dictaba a sus discípulos más aventajados, reservando para ellas las horas de la noche. Y como el tiempo era elástico por la voluntad que regulaba su conducta, todavía se daba lugar para atender la redacción de "El Porvenir", editado ya por imprenta propia de la Escuela Ramírez.
En 1889 Umérez se encaminó nuevamente a Montevideo, asumiendo la dirección del Liceo Católico, en el que daba, además, clases de física, química y matemáticas.
Por tercera vez volvió a la Escuela Ramírez en 1906, cerrando su larga carrera de profesorado en 1915, que obtuvo la jubilación.
Tal es, a grandes rasgos, la vida del maestro cuya memoria veneramos.
MAESTROS MEMORABLES: DODERA
Dodera fue llevado a la dirección de la Escuela Ramírez por indicación del Inspector de Escuelas de Maldonado de aquella época, don Antonio Camacho, que lo conocía por su actuación en Cerro Largo como maestro y ciudadano.