"El legado", por Leandro Scasso Burghi
Me ingresaron a la sala y fui guiado hasta ella. Dormía y respiraba agitada. Hice abstracción de los monitores, del respirador, de los ruidos mecánicos, de su palidez e inconciencia y comencé a leer cerca de su oído en voz baja. Lo hice de pie, al lado de la cabecera de la cama.
Cada tanto detuve la lectura para mirarla. Quiero creer que escuchó atenta “Haldudos puede haber caballeros”, y que al terminar con “cada uno es hijo de sus obras”, su respiración se había serenado.
Cambié de libro y recorrí otras páginas en las que ella nos había introducido y guiado. La elección de las lecturas había sido el resultado de una tarea colectiva. Entre sus numerosos discípulos seleccionamos la lista de las obras y de los fragmentos mientras se esperaba la autorización, primero de los familiares, y por fin de los médicos, para ingresar en la sala. Hubo pocas discusiones, cada quien sugirió este o aquel texto y complementó la elección con un recuerdo: el entusiasmo con el que ella lo había leído, los comentarios que había hecho, las reflexiones compartidas y las emociones que había despertado, citando risas, “el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo”, y lágrimas, “de los sus ojos tan fuertemente llorando”.
Fui la voz designada para leerle. Lo hice con devoción, en cumplimiento de un deber sagrado, en agradecimiento y a cuenta de tantos dones recibidos. Me detuve después de “el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para nombrarlas había que señalarlas con el dedo”. Miré su rostro. Su expresión había cambiado. Continúe desde otra obra procurando dar a la voz la inflexión adecuada: “Recibí estas heridas el día de San Crispín. Los ancianos olvidan, pero incluso quien lo haya olvidado todo recordará aún las proezas que llevará a cabo hoy”.
Entonces respiraba tranquila. “Mágica, eso”, sentenció Rodríguez desde la última de las páginas. Dejé un beso en su frente y me fui con dos certezas a compartir: que no tenía remedio y que ella había escuchado.
Fue nuestra despedida, a la manera que ella enseñó.
Solamente restaba esperar el aviso para el que estábamos preparados de un final ya anunciado.
El legado fue galardonado con el 1er. Premio en el Concurso de cuentos “Alondra Bayley", Cuarta Edición, 2023
En las bases del concurso se especificaba su cometido y consigna, que se transcribe a continuación:
"Este 2023, con motivo de los 40 años de UNI 3, el concurso literario de cuentos tendrá, por primera vez, una consigna que está determinada por esta celebración. En tal sentido, los cuentos enviados, deberán alimentar la memoria viva de UNI 3 Uruguay. Las historias creadas por los participantes pasarán a formar parte de nuestra reserva de recuerdos, no como un mármol petrificado, sino como una vital fuente desde donde alimentarnos y seguir creciendo. Por ello, esperamos que los que intervengan en el concurso, elaboren historias que si bien pueden estar apoyadas en eventos reales, tengan un trabajo con el lenguaje que les dé a los textos un valor estético, literario, más allá de la anécdota narrada. Lo fundamental es transmitir una forma de ser, de sentir, de vivir la experiencia de UNI 3, por lo que todo eso puede ser comunicado también en una narración absolutamente ficcional. Es importante que los cuentos enviados sean efectivamente cuentos, y no una recopilación de hechos, ni una crónica de sucesos reales, ni un artículo elogioso sobre nuestra trayectoria. El texto debe hacernos vivir una historia como suele hacerlo la literatura, nos debe meter en la piel de unos personajes, en sus acciones y emociones, para, de esta manera, celebrar a UNI 3 sin petrificaciones formales, celebrar con los pies y la imaginación en movimiento."
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