Dos carolinos audaces
por Alberto Moroy
Dos carolinos audaces en 1789, tiempos salvajes y de enriquecimiento
Era un tiempo en que a los indios los degollaban, porque las balas eran más caras que un tajo. ¡Si serían salvajes! Ni así se civilizaban, empeñados en ocupar tierras que ya no les pertenecían.
La escena de la litografía de arriba bien pudo haber transcurrido en San Carlos (Maldonado, Uruguay) en 1789, no obstante corresponde a una fecha similar en Madrid, cuyo título es “Chulos jugando a la Brisca”. Don Antonio Vela Mayol, era argelino. En julio de 1789, en algún rincón de San Carlos, jugando a los naipes (brisca) le revoleó un vaso a Joseph Pereyra (posiblemente su cuñado), motivo por el cual intervienen las autoridades del Virreinato, dejando un interesante documento de época, denominado “Sumario contra Antonio Vela”.
“En un fría noche de luna llena, del martes 7 de julio de 1789 en el poblado de San Carlos (Maldonado) Joseph Pereyra se apersona en la casa de don Antonio Vela con el fin de entregarle una perrita que tenía regalado á Don José de Sosa. Adentro jugaban a la Biscambra (Brisca), Don Antonio Vela, Don José de Sosa, el Maestro carpintero Domingo Ynfesta (trabajó en 1794 para la construcción de la iglesia) y Faustino Acosta. En la mesa había unas copas llenas de Mistela (bebida de la época) y de pronto se armó la discusión. Antonio Vela le revuela un vaso que le rompe la cabeza” (sic). Sumario contra Antonio Vela ¡muy interesante y descriptivo de la época!
Una digresión
Los primeros días de septiembre del año en curso (2012), estuve de visita en la cabaña de toros San Román, en el partido de Rauch (Provincia de Buenos Aires). Era un día especial donde la temperatura y el sol permitían almorzar a la intemperie, un asado impecable, y una atención familiar fuera de serie, rodeado de naturaleza. La casa colonial del siglo XIX, aunque con reformas. Cuando pregunto su historia, me cuentan que estábamos en medio del llamado “territorio indio” debido a campamentos de éstos y a malones en las cercanías. Había pertenecido al matrimonio Errázuriz Alvear alrededor del año 1900 y no sabían mucho más para atrás. Algunas construcciones tenían al menos 140 años. Como me interesó y además conocía otros campos de vieja data en la zona, me puse a investigar, solo para darme cuenta que los primigenios dueños de esas tierras eran dos uruguayos de apellido Vela, nacidos en San Carlos, Maldonado, por 1790.
Una hija de Pedro Vela, de nombre Eduarda Vela Vázquez, se casó con Camilo y León Juan de Alvear. Posiblemente la hermana de ésta haya heredado o comprado estos campos (zona cabaña San Román). Podrán ver su nombre (Eduarda) en uno de los planos, donde figuran los campos en posesión de sus hijos. La zona está plagada de cascos históricos de 1840 y más acá. Demás está decirle que si van a la ciudad de Tandil y pasan por la ciudad de Rauch, podrán visitar el castillo de Egaña con 77 habitaciones, 14 baños y 2 cocinas; que está dentro de las tierras que le pertenecieron a los Vela.
Los hijos de Antonio Vela Mayol
Pedro Vela y su hermano Felipe eran dos carolinos nacidos en 1791 y 1793 respectivamente, trece años antes de las Invasiones Inglesas a Maldonado y casi justo cuando se empezó a construir la Iglesia de San Carlos Borromeo, bajo la dirección del Padre Amenedo en San Carlos. Es decir, poco tiempo después de esa partida de naipes.
Pedro y Felipe Vela en Buenos Aires
Llegaron a Buenos Aires tras la declaración de la Independencia (1816). Ya en Buenos Aires, y quizá con algún capital, se desempeñaron en un principio como dependientes de tienda en la Recova, para posteriormente dedicarse por su cuenta al transporte y el comercio, y a la carga y descarga de mercaderías en el puerto de Buenos Aires. Dueños de una balandra, realizaban con ella una labor de intermediarios entre los buques y los lugares de descarga a los que aquellos no podían acceder. La actividad en el puerto fue seguida por la del comercio en la ciudad. Pedro José Vela había logrado acumular hacia 1823 algo parecido a $8.000 (13 kg oro) según declaraba al momento de casarse con Petrona Vásquez.
Dónde estaba “La recova”
A mitad del frente de la ciudad, casi sobre el río, está el Fuerte. Dentro del Fuerte se encuentran los departamentos del presidente y los ministros. Frente al Fuerte se encuentra la Plaza Mayor, en el lado Norte de la plaza se levanta la Catedral, hacia el Este la Recova (una galería en la que se pueden encontrar pequeños comercios), al Sur una hilera de pequeñas tiendas, hacia el Oeste el Cabildo,” Con un pequeño patrimonio acumulado, la llegada de Martín Rodríguez al gobierno de la Provincia de Buenos Aires les brindó a los hermanos Vela la oportunidad de aventurarse en la campaña para comerciar. El nuevo régimen había manifestado sus intenciones de ampliar el territorio que controlaba; los recientes malones a Salto y Dolores hacían imprescindible acudir a brindar ayuda y seguridad a los pobladores que se habían internado en los territorios al Sur del río Salado.
En Tandil
Martín Rodríguez fundó el Fuerte Independencia en Tandil el 4 de abril de 1823. Allí se encontraban los hermanos Vela en calidad de vivanderos del Ejército. Instalados en un solar cercano al fuerte cedido por el propio General Martín Rodríguez, proveían de bienes a la guarnición y a los pocos pobladores que habitaban en las cercanías. Su pulpería fue de las primeras en asentarse, en un rancho de quincho rodeado por cerco de tapia frente a la Plaza Independencia. Uno de los primeros pobladores era José Ramón Gómez; llegó con la expedición de Rodríguez y fue tronco de la familia con ese apellido en la ciudad de Tandil, teniendo muchos descendientes. Pedro y Felipe Vela (siendo posteriormente Juez de Paz), Benito Miguens, Mariano Baudrix, José Antonio Suesey, Pedro Zárate, Manuel Vázquez, José Zelarrayán, Mariano Villalba, Félix Abiaga, José M. Miró, José Revol, Andrés Egaña, el general de la Independencia don Eustoquio Díaz Vélez y Mariano Castañeda entre los principales.
Combate a los indios
El ascenso de Rivadavia a la presidencia, en 1826, significó para los pampas la pérdida de grandes territorios. La generosa Ley de Enfiteusis implicó que 538 propietarios privados se adueñaran de 8.600.000 hectáreas. Para controlar las fronteras y garantizar la tranquilidad de los nuevos propietarios, Rivadavia contrató a un mercenario prusiano que, sin demasiados trámites, recibiría el grado de coronel del Ejército nacional: Federico Rauch, cuya estrategia consistía en atacar por sorpresa y asesinar indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños. Rauch nació en Baden en 1790 y fue oficial de Napoleón. Llegó a Buenos Aires el 23 de marzo de 1819. Coronel Friedrich Rauch: “Hoy, 18 de enero de 1828, para ahorrar balas, degollamos a 28 ranqueles”. Los indios no tienen salvación porque no conocen la propiedad. Evidentemente, los ranqueles fueron los primeros anarquistas en estas tierras. O dicho de otra manera, los indios no tendrán propiedad ni vida, los vamos a degollar porque dispararles es más caro, así aprenden lo que es la civilización.
Los Vela también estuvieron en la fundación de Bahía Blanca
En diciembre de 1827, el coronel montevideano Ramón Estomba llegó a Tandil en su paso hacia el Sur. Pedro decidió continuar viaje con él, y una vez allí comenzó a mantener vínculos comerciales con la Fortaleza Protectora Argentina, fundada al año siguiente en lo que ya se conocía como la Bahía Blanca. A pesar de esto, no descuidó sus vínculos comerciales con el Fuerte Independencia (Tandil). Los vínculos con las guarniciones militares y el Estado provincial eran altamente redituables. Hacia 1830, una década después de arribado a Buenos Aires, Pedro Vela se había convertido en pulpero y prestamista del gobierno, tanto en el Fuerte Independencia como en Bahía Blanca. Mientras Felipe pagaba patentes por dos pulperías en este último punto, Pedro lo hacía por una en Tandil y dos en Magdalena (90 km de la Ciudad de Buenos Aires al SE), primera escala de su paso gradual hacia el sur. Además, contaba con su propia flota de carretas: tenía patentadas once de ellas en el Chapaleofú. Los negocios prosperaban.
Sus hijos
Pedro José Vela tuvo 11 hijos, Ángel Vela Vázquez; Antonio Vela Vázquez; José María Vela Vázquez; José León Vela Vázquez; Teresa Vela Vázquez; Inés Gregoria Vela Vázquez; Pedro José Vela Vázquez; José Agustín Vela Vázquez; Felipe Vela Vázquez; Eduarda Vela Vázquez y Petrona Vela Vázquez. Algunos de estos inmigrantes llegaron a ser importantes propietarios en la segunda mitad del siglo XIX y convivieron con los descendientes de aquellos viejos propietarios de principios del siglo XIX. Así, por ejemplo, en la Guía de 1928 aún encontramos descendientes de Pedro José Vela que aun conservaban 16.199 ha.
Esta investigación, que el BHL transcribe agradeciendo la gentileza del autor, Alberto Moroy, fue publicada en el Diario El País en 2012.
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