Homenaje al Padre Domingo en la Junta Departamental

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15 de Junio, 2010

Padre Domingo, bautismo en la Catedral, 1984 (fotografía en el archivo de Alfredo Tassano).

Palabras del Edil Julio García

Estamos, en el día de hoy, reunidos para ofrecerle este humilde homenaje a quien fuera, es y será, por siempre, el “Gran Padre Domingo”.

Se me preguntaba si esta era alguna fecha especial. El Padre Domingo no tenía fecha recordatoria en especial, porque nunca la tuvo, pues sin importarle día ni hora siempre estuvo al servicio de la comunidad y para quien lo necesitara, siempre estaba dispuesto a servir a todos.

Este homenaje nos llena de alegría y nos retrotrae en el tiempo, recordando el querido Colegio San Francisco de Asís de Nuevo París, donde hiciéramos la Primaria, integráramos los Scouts y recibiéramos nuestra primera comunión.

El Padre Domingo en 1910 ingresa al Seminario los Padres Capuchinos de dicha Iglesia, donde completó sus estudios de Primaria. Luego de estar en Génova, donde finaliza sus estudios de Filosofía y Teología, es consagrado sacerdote. Tiene un pasaje breve por Montevideo, luego es destinado a Rosario de Santa Fe, donde ejerce el ministerio en el Convento y Colegio de Villa Gobernador Gálvez. En 1928 es designado para la Parroquia de Nuevo París como Teniente Cura, donde con cariño conduce el Centro de Jóvenes, con más de ciento cincuenta integrantes. En 1940: Superior y Párroco de Maldonado, donde toma posesión de la Parroquia. En 1950 recorre varios países europeos, presidiendo una peregrinación. Seis años después es designado como Director del Colegio de Concordia, Entre Ríos. En el año 1962 es trasladado a la Parroquia de Nuevo París como Teniente Cura, encargándose particularmente de levantar la Capilla de San Antoñito, en un barrio netamente obrero. Ahí construye una iglesia con la ayuda de los vecinos.

La nostalgia me hace recordar que cuando llegó el Padre Domingo fuimos los organizadores de una kermesse para recaudar fondos para la capilla. En la misma se dictaban clases de Primaria, a la cual concurrió mi señora, recibiendo allí también la primera comunión.

En 1975 es nombrado nuevamente Párroco de Maldonado y el 8 de enero de 1994 fallece en esta ciudad, a los 94 años de vida.

Mientras que en el año 2005 introducía su causa a la beatificación, es reconocido como siervo de Dios.

Como se publica en el portal de la Unión Vecinal Punta Ballena y Laguna del Sauce, se puede decir que la Historia de Maldonado está dividida en dos grandes períodos: antes y después de la llegada del Padre Domingo. Las historias refieren a su accionar, reduciendo a penumbras la memoria histórica anterior a la década de los 40. Su trascendencia fue tal que se constituyó hasta hoy en una figura cumbre para el desarrollo del Departamento.

Fue Fraile, Sacerdote, Cura Párroco, Misionero, Director de colegios en el Uruguay y en el interior de la Argentina. Fue Consejero Provisional, Director de Seminario, Maestro de Novicios, fundador de innumerables obras de caridad y tuvo actividad en comunidades enteras. Fue chofer, horticultor, constructor, albañil, escultor. La gran escultura de San Francisco de Asís que se erigió sobre el Cerro Abra de Perdomo fue realizada por sus propias manos; la llevó a una dimensión de cinco metros de altura, más cinco metros de base, luego de sacarla a partir de una pequeña imagen.

Con sus propias manos construía viviendas en los barrios pobres de Maldonado. Fue ciclista de resistencia hasta los 87 años, montando su preferido y único y vehículo visitaba a los fieles del Departamento. Concurría a donde se lo necesitaba, erigía capillas y oratorios, oficiaba la Santa Misa en los más recónditos parajes del Departamento. A pesar de su esmirriado y castigado físico vencía todas las dificultades.

En el intelecto pocos se le parecían. Era de imaginación desbordante, con gran poder de convicción y contagiaba y conseguía lo que se propusiera por el bien de los fernandinos.

Fue muy querido en el Departamento, con su oración y determinación pudo mover montañas, aguijoneando a quienes fuera para lograr los grandes objetivos sociales y espirituales. Lo consiguió con su inmensa modestia y muchísimas veces teniendo que comer de manera salteada, su ya escasa dieta, compuesta las más de las veces por sopa y pan.

Para terminar, permítaseme leer un poema de Alejandro Rubén Bonilla, titulado “Por siempre Padre Domingo”:


Cuando yo era muchacho

un cura veía pasar

alegre en su bicicleta

dale pedal y pedal.


De su iglesia a los barrios

el cura solía llegar

con su agua de socorro

o con afán de ayudar.


Yo recuerdo a un cura joven

Lo vi viejo pero igual

Seguía rondando mi pueblo

Dale pedal y pedal.


Lo vi albañil con sus manos

para su Dios levantar

paredes de una capilla

lo vi maestro educar.


Lo vi golpear ricas puertas

en las pobres vi llamar

en las primeras pedía

en las otras iba a dar.


Así era el Padre Domingo

hoy ya no está pero igual

sigue viviendo en mi pueblo

dale pedal y pedal.


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Palabras del Maestro Juan Ramón Suárez

Señores Ediles y señoras Edilas Departamentales, autoridades civiles y religiosas, ciudadanos y parroquianos de Maldonado. Hoy nuestra memoria colectiva traerá a nuestro presente el recuerdo perenne de un hombre nacido en otros pagos, como muchos de los que hoy estamos acá adentro, pero que, sin embargo, adoptó a la ciudad de San Fernando de Maldonado como parte de su esencia vital.

Su nombre era Humberto Orsetti. Nació en los pagos de Tacuarembó, en una colonia de inmigrantes italianos dedicados a la agricultura. Décimo hijo de aquella familia pobre y humilde, que había venido a esta tierra a buscar lo fundamental: el trabajo, la paz, la libertad.

Allí, en la colonia Bella Vista, Domingo vive su primera infancia. Es un niño, como él decía “un diablillo”, que recorría incansablemente las cañadas y los arroyos, o se bañaba en las tardes de estío en nuestro Río Negro.

Cuando era muy muchachito aún, por problemas económicos la colonia se disuelve. Él vive unos años más en los pagos de Tacuarembó, pero “hay que trasladarse a la capital”. Como diría nuestro cantante uruguayo: “morir en la capital”. Él va a la capital, y como ya dijo el Edil García, era un niño de 11 años y recibe un pedido de un padre capuchino, más que un pedido una charla. Le dice: “¿M’hijo, tú no querrías ser cura o ser hermano?”.

Domingo nos contaba -cuando estaba con nosotros físicamente y visitando los 6os., cuando tenía 6º en mi colegio-: “Yo, cuando el cura me dijo eso, me agarré los pelos, nunca en mi vida pensé que podía llegar a ser hermano o cura capuchino”. Pero, sin embargo, al poco tiempo dice un sí, un sí que se va a transformar en el sí definitivo de su vida, de una vida que -como también lo decía el Edil García- siempre estuvo marcada por su decadencia física; era un junco, era una debilidad andante, pero sin embargo qué pujanza, qué fuerza, qué voluntad.

Cuando era muy chiquito vino a Maldonado, tenía apenas 14 años y lo habían mandado para acá los padres capuchinos para mejorar la salud con los aires fernandinos y todos creían -inclusive él mismo- que se le había acercado la hora -como dice Leonardo Boff: “Aún un bebé es viejo para morir”-, pero no quiso la vida salir de él tan pronto.

Vamos a recordar que luego va a Italia y allí, un 15 de agosto del año 1926, se ordena sacerdote.

Un poco antes, al tomar los hábitos y hacer los votos de pobreza, castidad y obediencia, él cambia su nombre de Humberto Orsetti, se transforma en Domingo María de Tacuarembó. Acá hay cosas fundamentales para recordar: él toma el nombre Domingo por su papá, el de María por su mamá, porque él sentía a la familia como algo muy cercano en su corazón y de Tacuarembó porque, aunque él era chico cuando fue trasplantado a Montevideo, siempre sentía, profundamente en su corazón, la vigencia de su tierra. Es tal vez lo que ahora le puede estar pasando a muchos de los que estamos acá, que no somos fernandinos de nacimiento, que hemos venido, el ejemplo mío, de una zona rural, otros de Treinta y Tres, de Rocha, de Montevideo, que sentimos en nuestro corazón las fuerzas telúricas del lugar de nacimiento, pero que hemos adoptado a esta ciudad abierta, disponible, generosa, como nuestra nueva tierra.

Este fue nuestro Padre Domingo, un hombre de mil obras, un hombre que siempre puso los verbos “trabajar” y “servir” por delante de su vida, ese hombre al que todos recordamos con cariño.-

Miro a Rodolfo, nuestro Obispo, que siempre nos decía: “Domingo siempre se está muriendo”. “Siempre se está muriendo”. Tal vez cuando iba desgranando su vida estaba muriendo para volver a renacer en cada uno de los que vivimos en Maldonado y que queremos que él no muera, que él siga presente y no importa que él haya pertenecido a nuestra Iglesia Católica y haya sido cristiano, porque él, como Mahatma Gandhi, se sentía judío cuando estaba con los judíos, se sentía musulmán cuando estaba con los musulmanes de Maldonado compartiendo el solcito de nuestra querida Plaza de San Fernando. Él se reunía con ateos y cristianos y nunca preguntó qué color tenían, porque para Domingo el ser humano era su hermano, cosa que nos cuesta a nosotros reconocer. En Domingo se dio la perfección de ese ser humano.

Con Ricardo Biurrun y su equipo de trabajo hemos preparado una serie de fotografías, algunas muy antiguas, que nos van a ir dando una visión de aquel Maldonado que conocieron nuestros padres, nuestros abuelos y aquel Maldonado que en el año 1941, en aquel mes de enero, recibió al Padre Domingo.


(Comentarios sobre las imágenes presentadas en la Junta Departamental).


La primer imagen que tenemos ahí corresponde a una capillita levantada por él, sus vecinos y sus muchachos -como el amigo Clavijo-, es la Capilla de la Asunción en la Laguna del Sauce, inaugurada en 1943, apenas a tres años de él estar acá y ahí justamente había una gran procesión, venía gente de zonas rurales, de San Carlos, de Piriápolis, de Pan de Azúcar, de Pueblito Edén. Ahí es la misma capilla con otras visiones, donde se está… Creo que ahí, Ricardo, es colocando la estatua que hizo Mario Lazo, nuestro maestro. Mario Lazo que hace tan poco tiempo ha dejado nuestra ciudad.

Esta foto es imperdible. Nuestra Catedral de Maldonado cuando el Padre Domingo llega acá. Tengo que decirles que nuestra hoy Catedral, en aquella época todavía no era catedral, es Catedral cuando se convierte en sede del Obispado, como Cátedra de Apóstol. Cuando él llega nuestra Iglesia estaba en estado ruinoso y él inmediatamente comienza a pintarla, a reconstruirla, a hacer lo que él hace siempre, donde él llegaba era inmediatamente a hacer algo.

Acá tenemos las primeras fotos del Colegio Virgen del Santander. Cuando él llega a Maldonado, la gente de acá le pide un colegio para los varones, ya que las Hermanas Capuchinas tenían el colegio para niñas y Domingo, con mucho sacrificio, compra el terreno que ocupaban las viviendas de los antiguos Oficiales de nuestro Cuartel de Dragones.

Permítanme -allá tengo a esta querida maestra-…, yo les digo a los muchachos del Colegio: “Tienen que pensar ustedes que acá, en este patio -patio que cuando Domingo compra el terreno estaba lleno de basura, piedras, ruinas, había un aljibe en la mitad, había palmeras-, nuestro jefe, don José Artigas, alguna vez siendo Blandengue, Capitán, tal vez se sentó a matear con algunos de sus amigos aquí, a tocar el acordeón o la guitarra y tal vez a ir ya preparando el fuego que estallaría en 1810”.

Aquí se ve, al lado del Colegio, la actual Sala Padre Domingo, que él construye, después del Colegio, como salón de actos para el mismo. Figuró el Cine Larrañaga, luego fue Cine Plaza. Estuvo muchos años en estado bastante ruinoso hasta que un grupo de personas del Teatro Fernandino solicitan a la Parroquia pasar para reformarlo y usarlo como Sala de Teatro.

Hoy es la Sala de Teatro Padre Domingo, remozada y activa como él la quería.

Acá tenemos nuestra Torre del Vigía, esa Torre del Vigía en tiempo colonial -1801-, cuando se comienza, justamente, a construir la actual Catedral. Torre del Vigía en la que -los que hemos podido subir a ella- podemos apreciar nuestros campos, nuestros mares, nuestra hermosa bahía, Bahía de Maldonado, “Bahía de Gorriti”, como le llamaban, y, al fondo, la Iglesia.

Acá tenemos una imagen, un atardecer, que Ricardito puso para recordarnos qué hermosos son los atardeceres de nuestro Maldonado, porque ¡qué lindos son nuestros pagos!

Cuando Domingo llega, en el 41, tenía que ir también a Nuestra Señora de La Candelaria, que era una pequeña capillita -como ustedes ven- en Punta del Este. Punta del Este que en el año 41 tenía poquitos vecinos, ¿se acuerda, usted Olmos, las veces que se charlaba del tema?

Bueno, y Domingo tiene que hacer una iglesia para lo que él decía “los hermanos que nos visitan”, principalmente de Argentina y de Brasil, y él se aboca, en un espacio de seis, siete años, prácticamente a reformar, reestructurar, la actual Iglesia Nuestra Señora de La Candelaria.

Aquí tenemos una imagen de la Plaza y de la Iglesia al fondo; esta es una imagen bastante más moderna, desde el Cuartel de Dragones.-

Y aquí tenemos otra de las obras de Domingo. Aquí, con muchos gurises que lo acompañaban, él trabajó en forma denodada por los jóvenes y los niños de Maldonado. Construyó la actual Parroquia de Los Treinta y Tres. Allí, en la vieja Placita de Las Carretas o Placita de La Cruz -ese triángulo, esa plazoleta que hay en el Barrio Lavalleja-, ahí, justamente, las carretas daban vuelta cuando venían a abastecer a nuestro Maldonado de piedra, de cal, de arena, de productos del agro. Ahí Domingo construye esa capilla que se llamó por mucho tiempo “Capilla de Los Treinta y Tres” hasta que, finalmente, se convierte en Parroquia Nuestra Señora de Los Treinta y Tres.-

Esa es otra vista de la misma parroquia.

Aquí tenemos la Capillita de San Antoñito -la que decía el Edil García-, que al principio era una simple capillita, que luego él la convierte en una capilla que va a ser centro de los grupos juveniles del barrio, ese barrio obrero en donde vivía Domingo. Domingo perteneció a esos curas empapados con el obrero, con el trabajador, con el pobre, porque él fue así, fue un obrero, fue un trabajador, fue un auténticamente pobre.

Esta es la Capilla de San José Obrero.

Domingo, en el año 75, regresa, por tres años -antes del Padre Celestino-, como párroco de Maldonado, y a pesar de que ya en el año 75 no era un pibe -tenía 76 años y en aquel cuerpito tan frágil era ya un ancianito venerado y respetado en Maldonado-, algunos vecinos le piden construir en el Barrio Rivera -de la UTE para adelante, para los que no son de acá- una nueva capilla, y construye una capilla a la que denomina “San José Obrero”.

Acá tenemos el Cristo de las Rosas. Está en el Barrio La Loma, en la Parada 24 de Las Delicias, zona de peregrinación. Era un lugar a donde se iba con grupos de niños, de jóvenes, de otros lugares, a rendirle culto a Jesús, a ese Jesús de Nazaret que quería una cosa fundamental: “No me rindan tanto culto a mí, sino ríndanle el culto al Padre a través de mis hermanos y, principalmente, de los que más me necesitan”.

No pudimos conseguir una foto de la Capillita de Pueblito Edén. Hay en nuestro querido Departamento un pequeño pueblito de poquitas casas que ocupa el corazón de un valle, un valle rodeado de sierras, que tal vez geológicamente, hace unos buenos millones de años, haya sido el corazón de una caldera volcánica, un pequeño pueblito llamado “Pueblo Edén”. Allí Dominguito, con su bicicleta, iba a cumplir con su misión de Pastor, de Sacerdote, hasta que le piden la construcción de una nueva capilla y él levanta la Capilla de San Isidro Labrador. Lo que están viendo ahí es justamente una imagen de este Santo, de este hombre de campo meritorio, que nuestra Iglesia lleva a ser el patrono de la agricultura y los labradores.

Aquí tenemos a Domingo ya muy viejito, que está en su dormitorio, en su celda, y lo acompañan dos de sus sobrinas, esas sobrinas que lo amaban -y siguen amando- con la locura de saber que estaban amando a ese hombre tan sencillo y tan humilde de corazón.

Aquí se encuentra en un establecimiento de nuestra zona. Está en Lapataia. ¿Y qué está haciendo Dominguito? Está recordando lo que hicimos todos los niños campesinos un día, que es tomar la leche al pie de la vaca. Está con su vasito tomando leche al pie de la vaca.

Acá tenemos otra foto panorámica. Está tomada, Ricardito, de la Torre del Vigía, de la esquina de la Torre del Vigía, con la Iglesia al fondo.

Acá tenemos a Domingo. Posiblemente, por los ornamentos que tiene, está oficiando misa.

Acá lo tenemos en su humilde habitación. Yo les recordaba en la Radio que había que entrar a la habitación de Domingo: una camita de hierro con un colchón del que muchos de nosotros nos levantaríamos rabiosos de los huesos y de nuestros riñones, tapado con unas frazadas muy pobres, de esas frazadas batarazas -como decíamos en el campo-, con sábanas que muchas veces eran sábanas todas remendadas y cosidas. Allí tenía una mesa de luz y tenía al lado un pequeño escritorio lleno de libros, lleno de folletos, de revistas. Cuando le pedíamos algo, alguna información, él nos decía: “Ay, santito, espérame un minuto” y allí comenzaba a buscar como un ratoncito y encontraba lo que buscábamos. Luego tenía aquel roperito de dos puertas, con una o dos sotanas y no pidan más ropa.

Aquí lo tenemos en el comedor de los capuchinos de Maldonado, con el Padre Celestino, con el Padre Salvador y no está Fray José en esta, en otra aparece… Acá está, el que está parado es Fray José, un hermano capuchino que lo vimos incansablemente con su bolso recorrer las calles de Maldonado haciendo los mandados o preparando esa comida tan simple que comían los capuchinos allí.

Aquí lo vemos donde creo -si no me equivoco- que es el Paraje del Abra de Perdomo. Ese paraje al que a él le gustaba ir, no sólo -como dijo Julio- a colocar la estatua de San Francisco de Asís, sino también a recorrer el campo.

Aquí está con la querida Sor Adriana, Directora por más de cincuenta años de ese Colegio que con tanto amor, con tanto sudor y con tanta sangre él supo levantar con sus manos.

Acá lo tenemos dando el sermón, la homilía. ¡Qué enérgico era Domingo! Participé en varias misas cuando ya era muy anciano y qué enérgico era. Tenía 90 años y hablaba como muchacho, y nos movía el piso, porque él no quería que sus palabras cayeran en saco roto o que entraran por un oído y se fueran por el otro.

En la imagen anterior creo que estaba comiendo, comiendo tal vez esa sopa que él comía con mucha avidez, colocándole el pancito como todo ancianito. Ayer le comentaba eso a un niño y me dijo: “Lo que pasa es que los abuelitos cuando pierden los dientes comen así”. Aquí lo tenemos, hermosa imagen de él.-

Vuelve la Iglesia; debe ser el año 30; aquí sigue oficiando la misa; acá está leyendo.

El Padre Domingo era gran lector; debo decirles que también fue Profesor de Teología y de Filosofía y les cuento una cosa: le gustaba mucho la Historia; recuerdo cuando iba a visitar mis 6os. y si sabía que estábamos hablando de Artigas -algunos padres de mis alumnos saben que Artigas conmigo se trabajaba y mucho- se entreveraba con los gurises. Se impactaba, por ejemplo, cuando hablábamos de aquel Artigas tan revolucionario que le repartió tierras a los indios, a los negros, a los pobres y que nos dijo: “No se olviden que los más infelices deben ser los más privilegiados”.

Acá tenemos al Padre Domingo que debe estar en el patio de ustedes en el Convento; otra imagen de él, seguimos viendo más y más de él.

Creo que ya estamos casi terminando porque ahora sí, pensando en Domingo me tomé el atrevimiento de escribir algo para él y dejarlo como mensaje final para que otros integrantes de la Mesa puedan dar otros testimonios. Yo fui Maestro desde el año 1979 hasta el año 90 y pico con Domingo, pero tenemos otras personas que compartieron con él -como Martín-, siendo niños, siendo jóvenes, horas inolvidables.

Si me permiten, entonces, les voy a leer lo siguiente:


Domingo: el Hombre Nuevo.

En nuestra humanidad, más allá de las luces y las sombras han existido hombres y mujeres luminosos que han vivido la fidelidad, para nosotros creyentes, con el Creador y sus hermanos.

Jesús de Nazaret fue uno de ellos, como también lo fue Francisco, Francisco de Asís, que siendo muy rico deja la riqueza para abrazar con amor la hermana pobreza. O aquel flaquito hindú, Mahatma Gandhi, que profesó la no violencia; o Martin Luther King, el fantástico negro afroamericano que quiso que sus hermanos se conmovieran profundamente ante el racismo o, más en nuestros días, la madre de los pobres de Calcuta, Madre Teresa de Calcuta.

Aquí tuvimos -o mejor dicho tenemos- a nuestro Padre Domingo, inmenso foco de luz que guió y guía a nuestra comunidad.

Él nos vuelve a hablar diciéndonos que es posible crear una nueva sociedad basada en amor auténtico, en solidaridad, en la construcción de relaciones de justicia entre los hombres y mujeres de nuestra comunidad y del mundo entero, sin temer a la libertad, que es el principal atributo de todo ser humano.

Es al Padre Domingo, como a ninguno, que podemos aplicar las palabras del gran poeta hindú Rabindranath Tagore cuando dijo: “Soñaba que la vida era alegría / desperté y vi que la vida era servicio / serví y vi que servir es alegría”.


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Palabras de Martín Clavijo

Es un gusto, sinceramente, estar acá, y emocionadísimo.

Tenía algunas cosas que habíamos traído cuando, en nuestro programa, habíamos hablado sobre el Padre Domingo y lo estábamos recordando, pero es imposible, porque todo esto que han mostrado me trae recuerdos y recuerdos, de cosas que yo casi ni me acordaba.

Por ejemplo, la celda de él estaba sobre la calle Florida, y nosotros vivíamos -mi familia, incluso hasta nuestros amigos, los Otegui, los Teperino, los Montañés-, hacia aquella dirección. Un día éramos muy jóvenes -tendríamos 13, 14 años-, y al otro día de haber andado de parranda -hablo de las 10:00 y pico de la noche-, el Padre Domingo nos dice: “¿Qué andaban haciendo a las 10:00 de la noche?” Nos quedamos todos mirándonos, porque ¿cómo sabía el Padre Domingo que nosotros habíamos andado a las 10:00 y pico de la noche? Claro, nosotros, muy tranquilos, pasamos por la vereda, conversando, charlando, y el Padre Domingo sabía y conocía las voces de todos. Eso hizo que cada vez que salíamos e íbamos a comer un pancho a la calle diéramos toda la vuelta por atrás del Colegio, para no pasar por la vereda de donde dormía el Padre Domingo.

Así también, como en aquel famoso “caimán” que tenía, que era ni más ni menos que un colectivito, un micro -era un Austin, exacto-, pintado de marrón -justamente los colores de ellos-, con la franja blanca alrededor, que decía “Colegio Virgen del Santander”, que gracias a mecánicos y a carpinteros lo reconstruyeron todo, y así era otro de los vehículos que tenía para el Colegio.

En una oportunidad teníamos una canchita de fútbol, donde ahora el Colegio tiene los grados menores, los preescolares. Era una canchita de fútbol y era de conchillas; en aquel tiempo no había otra cosa. Tu padre jugaba al básquetbol también, y ahí nos enseñaron -tu tía también-, a jugar al básquetbol en esa canchita. Y era de conchillas; pero claro, la conchilla se iba desparramando y perdiendo; hasta que un día nos cargó -éramos boy scouts católicos, por lógica éramos monaguillos, pintábamos la Iglesia también, con él-, nos hizo subir, en una sesión que teníamos de los boy scouts, y nos llevó a todos a lo que es hoy la Gruta de Punta Ballena. Y ahí, con baldes, cargamos todo lo que tenía que ver con conchilla.

Entonces, claro, a nosotros se nos puso un poco en duda la fe y lo que nos enseñaba -no robarás… todos los diez mandamientos-, hasta que uno de nosotros -sinceramente no recuerdo cuál fue- le dice: --“Padre, pero esto lo estamos sacando”. --“Ustedes carguen los baldes que yo ya hablé con el Señor”, dijo. Ese era el Padre Domingo, eso es lo que nos enseñó y eso es lo que uno, cuando ve estas imágenes… yo sinceramente creo que hemos sido unos privilegiados por haber podido estar y vivir este tipo de cosas con el Padre Domingo.

Esa capilla, que le decíamos la Capilla de los Treinta y Tres -que antes le decíamos la Capilla de La Cruz, ni siquiera de La Cruz, “la Capilla’e La Crú”-, era todo bañado alrededor. Nada que ver con lo que es hoy, que está todo obviamente… Me acuerdo que ahí hizo, al muchísimo tiempo, el señor Arévalo, -que tenía panadería-, en la esquina de Lavalleja y Sarandí -que antes era Williman-… estaba loco, hacer una casa entre esos lugares que eran exclusivamente… claro, eran inhabitables. Y en pleno invierno el Padre Domingo nos llevaba a dar misa ahí, nosotros abrigados obviamente como nos mandaban nuestras madres desde nuestras casas, y el Padre Domingo iba exactamente como lo vieron ustedes: hasta incluso con sus franciscanas y sin medias; ¡si se habrá mojado!

Y claro, uno se emociona porque pasan los años y a veces piensa, no le da la trascendencia que tiene en el momento.

Luego que pasan los años, yo recuerdo que hablaba con todo el mundo. Tanto es así que era muy amigo del Doctor Rivero; por sus conversaciones con el Doctor Rivero casi era médico por ósmosis, ya él recetaba. También era amigo de Benito Stern, quien un día, cuando era Intendente, el Padre ya viejito, le dijo: “Padre, usted pasa los semáforos sin mirar, anda contra flecha en la bicicleta… Tenga cuidado”. --“Quédese tranquilo Intendente, que la gente acá es muy buena, me ve y para”. Esos fueron los ejemplos de vida que nos dio el Padre Domingo, que lamentablemente nos hace falta tanto el saber mirarnos a los ojos, que era lo que nos pedía cuando nos confesábamos. Los varones, en aquel tiempo, cuando nos confesábamos lo hacíamos de costado, entre las rejitas, pero él nos hacía confesar frente a él, para que lo miráramos de frente, y no podíamos casi ni pestañear, para que cuando dijéramos nuestros pecados estuviéramos conscientes de lo que decíamos, y los dijéramos tal cual él nos lo pedía.

Uno se crió y se educó con gente como esa, por lo que es imposible no recordarlo y no agradecerle a Dios -o a quien fuere, en mi caso a Dios- haber tenido la posibilidad de convivir y aprender de ese hombre tan maravilloso. Anécdotas tenemos tres mil millones aquellos que convivimos con él y tuvimos la suerte hasta de dar misa con el Padre Domingo, que a veces, entre muchos… -ustedes me corregirán, Padres, si me equivoco-, estaba el cáliz que, cuando se lavaba había también una jarrita de vino y otra de agua, y a veces eran dos de agua, porque entre todos nosotros probábamos el vino que venía del Colegio, y él, entre “est cum Spiritu tuo”, nos pateaba por debajo de la sotana y a veces nos decía: “No me tomen el vino”.

Ese era el Padre Domingo, que tantas, y tantas y tantas enseñanzas nos dejó, fundamentalmente ya no como sacerdote sino como ser humano, como hombre, de mirarnos a la cara cuando decimos las cosas, de no inventar una treta para salir mejor parado que nuestro compañero, sino simplemente, avergonzados por haber mentido, mirar al otro a la cara y de frente y decirle “Discúlpame, yo pensé que era mejor decirte esto”.

Esas fueron las enseñanzas del Padre Domingo, por eso, siempre cuando tengo la posibilidad de hablar de él digo cuánta falta nos hace un Padre Domingo otra vez en nuestra sociedad, para darnos esos ejemplos que, lamentablemente, están ya casi olvidados.

Les voy a leer algo -me lo dieron-, de Raúl Montañés, otro viejo divino y querido de nuestro pueblo, que el 15 de agosto de 1986 escribió para el Padre Domingo en su 60 aniversario de sacerdocio.


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Palabras del Sacerdote Carlos Vener, Guardián del Convento Nuevo París, Vicepostulador de la causa de la beatificación del Padre Domingo

Primero, mi sincero agradecimiento a toda la Junta Departamental de Maldonado. Es una alegría estar aquí presente y escuchar hablar de un hermano mío. Hoy no es casi noticia que alguien hable bien de un sacerdote y hemos escuchado palabras elogiosas de este Padre Domingo. Lo conocí siendo un joven, todavía no seminarista capuchino, pero tuve dos grandes privilegios. En el año en que cumplió sus 50 años de sacerdote -siendo estudiante ya capuchino- vinimos aquí, a Maldonado, a festejar sus 50 años. Recuerdo que el formador nos dijo: “Tenemos que ir todos porque se nos muere Domingo”. Pasaron unos cuantos años más.

El segundo privilegio que tuve, siendo párroco de la Catedral de Maldonado, fue gestionar, ante el señor Obispo, y que nos permitiera trasladar los restos del Padre Domingo hacia la Catedral, que había sido, de alguna manera, el desvelo de su vida, como tantas otras obras, y nos parecía que tenía que estar allí. Monseñor Wirz nos permitió poder depositar allí a nuestro hermano, el Padre Domingo, y realmente fue una fiesta.

Un día antes hicimos la reducción de los restos del Padre Domingo en el Cementerio, fuimos nada más que tres personas, nadie sabía de esto para no crear tampoco una manifestación de gente. Muy en silencio, a la mañana temprano, Rosita Corso, “Manolo” Silva y yo -el Doctor aquí presente- fuimos al Cementerio e hicimos la reducción de los restos del Padre Domingo y lo llevamos a la Iglesia, a la Parroquia de la Virgen de los Treinta y Tres, para al otro día, a la mañana -fiesta de San Fernando-, trasladar los restos del Padre Domingo.

Debo decir, como simple anécdota del Padre Domingo -realmente para definirlo a Domingo, fue un pequeño gran hombre, pero de un corazón muy grande-, que así como era de pequeño, su urna pesaba una tonelada. Y los que lo trajeron, lo trajeron en los hombros, a pulso; pesaba y llovía. Se mojaron, nos mojamos todos menos Domingo. Pero salió el sol al llegar los restos de Domingo a la Catedral de Maldonado. Como a propósito, es decir, se mojaron, ahora que están adentro ya sale el sol. Son tantas las anécdotas.

Previendo todo esto de la santidad de la vida de un hombre lleno de espíritu, se labró un acta de los restos del Padre Domingo allí en la Catedral, esto fue en el año 99. En el 2004 la Curia General de los Capuchinos, presidida por nuestro Ministro General John Corriveau, declaraba que se podía comenzar el proceso de beatificación y canonización del Padre Domingo, declarándolo ya “Venerable Siervo de Dios”.

Ahí comenzamos este trabajo como Vicepostulador. Muchos piensan que es una cosa muy rápida, pero bueno, la Iglesia tiene sus tiempos, los materiales van, se estudian, y después que esté todo ya organizado se dará la posibilidad de comenzar el proceso diocesano aquí en la Diócesis de Maldonado. Y bueno, veremos después cómo sigue esto. No es una cosa muy rápida que digamos “mañana ya es Santo oficialmente declarado por la Iglesia”.

Sinceramente mi agradecimiento a toda la Junta por este homenaje a este hermano nuestro y también mi alegría por sentir hablar bien de un Sacerdote que dio su vida por esta ciudad de Maldonado.-


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Palabras de Monseñor Rodolfo Wirz, Obispo de la Diócesis de Maldonado y Rocha

Agradezco de corazón a toda la Junta Departamental y a todos los fernandinos -de origen o por adopción- por la presencia.

Creo que nos hace mucho bien, nos sentimos orgullosos de ser fernandinos, de rescatar del olvido, del desconocimiento -porque hemos llegado en tiempos distintos-, a alguien que es emblemático, que tiene un mensaje para nosotros. Por eso diría, brevemente, que así como él hizo su parte, hagamos nosotros la nuestra, allí donde estamos colocados y puestos desarrollando nuestro servicio. Él es muy universal, hay un mensaje para los creyentes, agnósticos, ateos, para todos aquellos que por diversos caminos, hombres y mujeres, van labrando el bien común de todos. Así que es muy actual, es muy moderno.

Cuando yo lo veía siempre le daba manija, le decía: “Domingo, tienes que ser `el hombre de los tres siglos´, naciste en 1899, trata de llegar hasta el 2001”. Pero bueno, faltaban seis o siete años para que fuera “el hombre de los tres siglos”.

Cuando uno sube en el Abra de Perdomo hasta la imagen de San Francisco, al pie de la imagen está la fecha, que no si es 24 ó 25 de febrero de 1945. Se inauguró la imagen del San Francisco en el Abra de Perdomo y en el mismo día, así como era él, ¿qué hizo? Fundó el Colegio del Santander, de la Virgen del Carmen del Santander; el mismo día dos cosas geniales. No es que todos los días fueran así, ¿verdad?

Pero vuelvo al mensaje, él hizo su parte, hagamos nosotros la nuestra. Qué bueno tener a alguien así, que ha labrado nuestra Historia; es parte de nuestra identidad, es parte de nuestro patrimonio.


Dice la placa entregada al Obispo en este homenaje: “Junta Departamental de Maldonado. Reconocimiento al Padre Domingo de Tacuarembó por su abnegada y humanitaria labor sacerdotal, por su solidaridad con los necesitados, por su afecto incondicional con niños y ancianos, por su entrañable y afable personalidad, por su vida dedicada al prójimo. Maldonado, 15 de junio de 2010”.







[Sesión completa de la Junta Departamental.]



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