Quintín Correa

De Banco de Historias Locales - BHL
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Quintín Correa, padre de Carlota Correa de Seijo. Óleo sobre tela de Baltasar Verazzi, 1864, 85 x 107 cm.
Quintín Correa, padre de Carlota Correa de Seijo. Scan del libro Carolinos ilustres, patriotas y beneméritos de Carlos Seijo.
Bautismo de Quintín Correa, Jefe Político, padre de Carlota Correa de Seijo. Foto del archivo de la Familia Seijo.


1801 - 1865


Texto de María Díaz de Guerra publicado en el Anuario Nº 3, 2008, IHHC.


Quintín Correa fue nombrado Jefe Político y de Policía al iniciarse la presidencia de Juan Francisco Giró en 1852, tras finalizar la Guerra Grande. Desempeñó ese importante cargo desde el 1ero de Mayo de dicho año hasta mediados de 1854.

En cuanto recibió la jefatura del Departamento recorrió toda la campaña con el objetivo de estudiar las necesidades que la aquejaban, a los efectos de obtener medios para satisfacerlas.

Escribió varias cargas que envió a "El Comercio del Plata", un importante periódico que salía por ese entonces en Montevideo. De esta correspondencia se infieren los trabajos que realizaba en pro del departamento y del estado de ruina del mismo al salir de la guerra. Durante la misma una tercera parte de los habitantes había emigrado al Brasil y muchos otros se habían concentrado en los pueblos, dejando abandonados por varios años sus establecimientos de campo.

El presidente Juan Francisco Giró emprendería una gira por la campaña y el 16 de Octubre de 1852 Florentino Castellanos le escribía al Jefe Político de Maldonado, Quintín Correa, la siguiente carta:

"... El señor Presidente de la República ha señalado el 25 del corriente para ponerse en marcha con dirección a ese departamento. Sumamente agradable sería para él que Usted convocara a la Guardia Nacional a fin de revistarla, debiendo presentarse sin armas hacia los últimos días del mes, porque no debemos permanecer en cada pueblo más de tres días. Los gastos serán pagados en el acto. Me parece conveniente que Usted mande unos treinta o cuarenta caballos por las alturas de Solís a fin de que en caso necesario nos sirvan en el tránsito hasta ese punto debiéndose preferir al efecto los que fuesen de tiro."

(...)

Hay otros aspectos a señalar en lo que tiene que ver con lo que se publicaba en los años 1852 - 53 en la prensa de Montevideo. Un periódico, que empezó a salir en Abril de 1853, "La Voz del Pueblo", parece haber tenido como única finalidad atacar a Quintín Correa y de una manera muy dura, pues decía que todo lo que salió en "El Comercio del Plata" era una falsedad y una mentira. Refería que los hacendados de Rocha debían trasladar sus ganados al departamento de Minas en vistas de que no tenían ninguna protección en su lugar. Firmaban esas acusaciones "unos vecinos de Rocha".

A todo esto la voz de Quintín Correa no se hizo esperar y con fecha 9 de Mayo de 1853, contestaba desde Maldonado: "Es ingrata situación por cierto la de un empleado público que, sin otra aspiración que la de ser útil a su Patria, ni otros deseos que el de propender a la felicidad de sus conciudadanos, se vea a cada paso obligado a tomar la pluma para defenderse de enemigos aleves que, cubiertos con el velo del anónimo, asestan impunemente sus tiros contra las reputaciones más fundadas sin pararse en medios, por más bajos que sean para desacreditar la conducta más acrisolada, llevados de la irrisible pasión de los celos o de la envidia."

(...)

En el año 1861 Quintín Correa y su esposa Carlota Barbat fueron padrinos de Rafael Riestra en la Iglesia de Rocha con el cura Guillermo Vanrell. Rafael Riestra fue un personaje que se destacó en rocha junto con sus hermanos Eusebia y manuel, cuando en la década de 1870 se fundaron periódicos y revistas: "La Ley", "La voz de Rocha", "El Pensamiento", "La luz" y otros. Se trató de un importante movimiento cultural en el que se destacaron personajes hoy olvidados pero latentes aún en la historia de Rocha.

Quintín Correa murió en 1865 a los 64 años.



Quintín Correa, carolino ilustre, patriota y benemérito

Texto extraído del libro de Carlos Seijo "Carolinos ilustres, patriotas y beneméritos"



Debió descender de una de las familias que Ceballos condujo para fundar a San Carlos, tal como en su fe de bautismo lo confirmaba Manuel Amenedo de Montenegro: "Hijo de Antonio Correa y de María Gutiérrez, naturales de Río Grande y ambos mis feligreses".

Cuando este último llegó a aquella localidad, con sus padres, José Correa y María Jacinta Hurtado, tan sólo contaba 7 años de edad.

Antonio Correa casóse en la misma villa antes citada, en el ali 1789 y llegó a poseer una gran extensión de campo en el partido de José Ignacio arriba. Fué también uno de los firmantes que en 1800 votaron para hacer la elección y nombramiento del santo patrono: San Carlos Borromeo.

Quintín Correa, siendo muy joven, como buen patriota, acudió desde un principio a enrolarse en las milicias de su departamento, al ser convocadas por Leonardo Olivera - del que fue su ayudante durante tres años - y siguió luchando por nuestra independencia, como podrá verse más adelante, por su foja de servicios.

Desde la edad de 24 años figuraba como Ayudante Mayor, así como su tercer hermano Elías teniendo apenas 17 años ya revistaba en el ejército patriota. El otro que le seguía a Quintín, llamado Miguel, contaba en su autobiografía que siendo muchacho, cometió la travesura de huir de la casa paterna para enrolarse a "Los libertadores"; y de ahí que su padre tuviera que alllegarse al campamento en busca de él.

Quintín Correa, en 1829, tomo estado en Rocha, con Carlota Barbat; hija de Juan Barbat, un cirujano francés, que debido al haber naufragado el buque que tripulaba, en aquellas mismas costas, radicóse en dicho pueblo. Barbat se dedicó a practicar la medicina y más tarde, ayudado por sus esclavos, estableció una gran atahona y panadería que proveía a la molienda de los chacareros y al consumo de la población. En el año 1809, se resolvió a formar allí su hogar, casándose con Ana Sánchez, hija de uno de los pobladores. En 1829 ocupaba el puesto de Juez de Paz.

Después de permanecer Quintín Correa, durante la luna de miel, en su pueblo natal - donde naciera su primogénito Quintín - el año 1831 se dirigió a Paysandú a atender sus negocios de campo, hasta 1839, en que regresando de nuevo a Rocha instaló una casa de comercio en los ramos de tienda y almacén.

En el período de la Guerra Grande, la vez que obligóse a evacuar las poblaciones de Maldonado, San Carlos y Rocha, para ser reconcentradas en Minas; Correa junto con su hijo mayor, marcharon a incorporarse a los de su credo político. Su esposa, habiendo conseguido como una concesión especial, permanecer allí con sus pequeños hijos, fue a habitar con sus padres y pudo de esa manera seguir vigilando sus intereses. Contadas fueron las familias que quedaron en ese pueblo, consistentes en mujeres y ancianos inválidos, así como los extranjeros, excepto los españoles, a quienes se les obligaba a hacer el servicio militar.

En esa época, por hallarse interrumpidas las comunicaciones con Montevideo, había que arreglarse de algún modo; y de ahí la necesidad de recurrir a la industria criolla y casera.

Por consiguiente, confeccionábanse ponchos patrios forrados con bayeta, chaponas, calzoncillos con flecos, chalecos bordados con seda de colores, y como la generalidad de los hombres de campo no usaban pantalones, se vendía por metros el género para los chiripás. Se elaboraba jabón, almidón, grasa, velas de sebo, queso y bizcochos, pasteles y alfajores para la venta callejera, por intermedio de una morena.

En cambio, la yerba, azúcar, caña, fariña y tabaco negro en rollos, llegaban desde la frontera del Brasil.

En el pueblo había quedado Manuel Redici, un italiano muy inteligente que hacía las veces de médico y acostumbraba aplicar todos los productos de la farmacopea casera, predominando los medicamentos de origen vegetal de la localidad y sus alrededores. Eran tiempos aquellos de vicisitudes, algunas de las cuales queremos aquí narrar.

En plena guerra, al quedar el pueblo sin autoridades y como entonces sucedía, el bandidaje se aprovechaba para hacer de las suyas; de ahí que los vecinos extranjeros trataran de formar patrullas y cantones. Uno de éstos quedó ocupando la azotea de la propiedad de Adolfo Labrousse, hijo político de Barbat. Siendo acopiador de frutos y disponiendo de grandes galpones, el porbrerío de los suburbios acudía a guarecerse en ellos, tan solo durante la noche, por temor de los matreros que permanecían ocultos en los montes vecinos y alarmaban de continuo a la población. Vivíase tan atemorizados, que en las casas de comercio, para evitar que desde la calle se apercibiera la luz, acostumbrábase a colocar el candil o la vela, en el fondo interior de una barrica o tinaja, para así disimular su claridad.

Uno de los maleantes más temidos era el forajido Lemos.








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