Diferencia entre revisiones de «Reportaje de Gustavo Lafferranderie a Wilfredo Gaggioni»

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Grapa con limón. En invierno hacía damajuanas de diez litros. También se tomaba mucho el Espinillar, que eran bebidas muy buenas. Antes venía la caña de La Habana en barriles, que papá vendía cuando yo era chico. El Tico Tico fue todo. Tenía seis o siete mesas de mármol, todo de mármol. Ahí iba a comer el tenor [[Angellini,_pintor_y_tenor|Angellini]]. Me pintó un cuadro que nunca más lo encontré. Iba al mediodía siempre, lo quería mucho todo el mundo. Él vivía en una piecita en la calle Pérez del Puerto, antes de llegar a Santa Teresa.
  
  

Revisión del 11:11 6 ene 2016

Separata Especial: “Memorias Locales” de Correo de Punta del Este, 2009).


Transcripción del reportaje del Periodista Gustavo Lafferranderie a Wilfredo Gaggioni, publicada como Separata: Memorias Locales por el diario Correo de Punta del Este:


El creador del viejo “Tico-Tico” y las historias de un pueblo perdido; los primeros “coches de alquiler”...


Wilfredo “Tapichí” Gaggioni, el Secretario

En los años treinta los turistas que se bañaban en la Playa Brava eran llevados a Prefectura por infringir la ley: “ése es el Punta del Este que yo viví”.


Tan tranquilo era todo hace 70 años, que tres guardias civiles bastaban para preservar la seguridad de Maldonado. En cada jardín de la ciudad florecían los claveles y las magnolias – cuyas flores iban a parar al bolsillo superior de la camisa “para perfumarse” – y los niños crecían tan libremente que podían seguir a sus barquitos por las cunetas que bajaban desde el centro hasta las vías del ferrocarril. No había ningún peligro. Apenas un puñado de autos circulaba a veces por la ciudad y el gentilicio “fernandino” era casi un sinónimo de persona servicial y de confianza.

Nacido el 11 de Septiembre de 1927, Wilfredo “Tapichí” Gaggioni, es un resabio vigente de aquella época que se ha ido para siempre. Quizás solo eso bastaría para dedicarle un suplemento. Pero, además, “Tapichí” tuvo la peculiaridad de haber capitaneado por años un bar emblemático de esta población. Más tarde fue Secretario y mano derecha del Intendente Martín Marzano y con él fue también a la Cámara de Representantes, donde frecuentó a futuros presidentes y hasta vivió de cerca los famosos duelos de “filo y contra filo y punta”.

Por supuesto, aquellos eran tiempos en que la “tarjeta” y la famosa “cuña política, resultaban elementos imprescindibles para conseguir empleo. Y sin embargo, “Tapichí” evoca esas épocas con la conciencia tranquila, más bien satisfecho de haber ayudado desinteresadamente a centenares de personas cuya filiación partidaria ignoraba. (…)


- Podríamos comenzar por saber cuándo llegaron los Gaggioni a Maldonado.


Mis abuelos vinieron de Italia y se instalaron en Pan de Azúcar. Mi papá nació ahí en 1903 y otros hermanos de él nacieron en Maldonado. Un hermano de mi abuelo trabajó en Regusci y Voluminot y empezó a hacer cocinas. Pero después sacó la lotería y puso una herrería muy importante. Tanto es así que hay portones todavía que dicen “Juan Gaggioni”. El cofre donde se guarda el oro en el Banco República lo hizo él y el puente Mauá también. Eran gente italiana de trabajo.


- ¿A qué se dedicó su abuelo en Maldonado?


Como toda la gente que venía de Italia, era muy de cultivar para el sustento de la familia, como toda la gente humilde de Maldonado. Eran muy amantes de la pesca los Gaggioni, todos ellos. Mi padre se llamaba Ángel y tenía cuatro hermanos: Juan, Félix, Luis y Ernesto Gaggioni Rosas. Mi abuela vivía en Román Guerra entre 25 de Mayo y Florida, en una casa de dos pisos. Mi padre llegó a comprar todo eso, que era del Dr. Paravís antiguamente.


- Su padre fue un comerciante muy conocido en la ciudad, pero ¿cómo se inició?


Empezó a trabajar en el diario de Juan Alegre, El Heraldo, desde muy joven. Tanto es así que ponía un casillero para subirse a la mesa a parar los tipos. Después uno de los hermanos de él salía en la noche a acompañarlo a repartir el diario. Y a los 16 años tocaba tres instrumentos de viento e integraba la banda junto con los demás hermanos. Se casó joven, a los 18 años, y arrendó la esquina (SW) de 18 de Julio y Ventura Alegre, que era de un hermano de mi madre, Francisco Clavijo, que tenía una carnicería a media cuadra.


Ahí empezó a trabajar y le fue muy bien, porque en aquel tiempo en la parte de arriba se jugaba al gofo, un juego de cartas que se jugaba por plata, como el monte y la taba, y los propietarios del juego llevaban su comisión. Era un juego clandestino. De ahí le dio para comprar una cachila modelo 25 para hacer viajes a la estación.


Como tenía teléfono lo llamaban para ir a buscar gente a las seis de la mañana, por ejemplo, y él estaba toda la noche en eso. Entonces mi madre abría el almacén y nos cuidaba a nosotros. Nos ponía en un cajón de fideos porque no había corralitos. Los cajones eran como de un metro cúbico y traían los fideos sueltos envueltos en papel celofán. Como la familia nuestra eran todas las de Maldonado. Mi madre nos lavaba en una tina, como hacían todos. La heladera era el aljibe; se cocinaba a leña.


- Lo que tenía su padre era lo que se llamaba un “coche de alquiler”, porque entonces no había taxímetros.


Seguro. Mi padre empezó a trabajar bien y puso el segundo coche de todo Punta del Este. Paraba el Dodge del 31 en la plazoletita que había al lado de lo de Juan Gorlero (h) junto con Nicasio de los Santos, que tenía un Ford A del 29. Gorlero les regalaba ropa; siempre fue un hombre muy generoso. Mi padre hacía toda la temporada y alquilaba una casilla de zinc – que no se picaba porque era americano – forrada de madera para que toda la familia se mudara para ahí todo el verano. Todavía están los recibos: pagaba 100 pesos por toda la temporada. De esas casillas había en todo Punta del Este. Se hacía muy buena plata en verano.


- ¿Qué edad tenía Usted en ese entonces?


Tendría unos 8 años. Nací el 11 de Septiembre de 1927. Mi padre le cuidaba el auto a Nicasio cuando se iba a almorzar por si venía algún pasajero y recuerdo que con “Pocho” de los Santos (hijo de Nicasio, luego famoso ciclista) veíamos pasar a veces a algún marinero que llevaba a alguna persona con la ropa debajo del brazo. Lo llevaban a Prefectura porque se había bañado en Playa Brava y estaba prohibido. No lo llevaban detenido, lo llevaban para que firmara que no se podía bañar. Ese es el Punta del Este que yo vi.


- Se dice que el primero que empezó a bañarse en la Playa Brava fue un Señor de apellido Chao.


¿El Profesor Chao? Él enseñaba con bolos a hacer gimnasia en la playa y a los turistas. Nosotros lo ayudábamos. Eran dos bolos de madera con mango; había que ponerlos en cruz y sacarlos hacia atrás. Y Chao nos enseñaba a nadar. Él bajaba esos bolos de una casilla de madera que tenía ahí cerca en una bolsa de arpillera. Esas casillas eran de los turistas. (…). Doña Eloísa Terni, que vivía en la esquina, nos regalaba moldecitos, palitas, baldecitos que quedaban de los turistas por ahí, y Don Juan Gorlero el 6 de Enero nos regalaba ropa y juguetes. Nos ponía en fila y nos daba ropa, pulóveres de lana y todo eso.


- ¿Qué hacían en invierno?


Después del verano volvíamos a Maldonado. Mi padre le había comprado a mi tío el local del almacén y plantaba en el terreno de atrás. Además compraba autos, los arreglaba y los vendía. Con eso compraba casas humildes y las mejoraba, porque casi todos los Gaggioni, en general, sabían pintura, albañilería y carpintería. Así mi padre fue progresando año a año. Recuerdo que mi papá tuvo un Dodge 31 con dos asientos atrás – los “transportines” – que se pegaban en el respaldo de los asientos de adelante. Era una gran ventaja. Eran coches de capota, descubiertos; al lado de un Ford A era más coche. En aquellos tiempos los mismos clientes venían todos los años y eran muy generosos. A mi padre una vez le regalaron una escopeta calibre 16 que se llamaba “Zabasqueta” y valía mucha plata. Porque mi padre también era cazador y salía los Domingos cerca del Cerro Pelado. Agarraba una o dos liebres, seis o siete perdices, y eso era un sostén para la comida de la familia. Lo hacía mucha gente de Maldonado. Lo de ir a pescar y cazar era para comer. Cuando yo era muy niño la gente iba a pescar a Punta Ballena y se ponían alpargatas para subir el cerro. Siempre traían media bolsa de arpillera o más de sargos. Se pescaba a la caña porque en aquél entonces no se usaba un reel. El que hizo un reel fue un primo hermano mío con una maza de bicicleta, porque ganó un concurso del Club Punta del Este y tenía que ir al Brasil pero no tenía reel. Todos ellos fueron pescadores. Mi tío Félix era peluquero – atendía a domicilio, como se usaba entonces, y también vivía de la pesca porque vendía pescado. Había gente, Mancueva, por ejemplo, que iba al muelle de Las Delicias, limpiaba el pescado y lo traía en un palo de escoba al hombro. Se hacían sartas de una docena o media docena y se vendían casa por casa, así como había señores que vendían mejillones, sacados de Punta Ballena la mayor parte, o venían en un carro y vendían agua de la Cachimba del Rey.


- ¿Siempre trabajó con autos su papá?


Él era un hombre de mucha visión. Fue el que trajo el primer Mercedes Benz en el año 1945. Tuvo que hipotecar la propiedad de la esquina para que le dieran $ 9.000 para comprar el chasis y después mandó hacer la carrocería. Con eso le fue muy bien y después compró un Chevrolet y varias casas. Él tenía los ómnibus 9 y 13 en la cooperativa (CODESA). Primero se largó solo con el Águila Azul porque no lo dejaban en la cooperativa, que era de Orestes Gómez, Salgado, Maizterra y los Cugnetti. Ellos tenían Ford 8, Chevrolet. La Intendencia le dio permiso para hacer la línea de Maldonado a La Barra y a Portezuelo por el año 46 o 47. Trabajó muy bien con ese ómnibus porque nunca se paraba; solamente una vez al año se llevaba a Montevideo para limpiar los inyectores. Pero después los de la cooperativa le pidieron que entrara con ellos y mi padre empezó a dirigir la empresa. Después dejó porque quería traer seis micros para que funcionaran desde el molino de viento, en el camino Velázquez, hasta Punta del Este, San Rafael y todo eso y dejar los ómnibus grandes para traer a la gente de San Carlos, que se traía en seis ómnibus para las obras. Ahí papá tuvo un poco de disgusto y contrariedad porque veía venir eso. él quería que la empresa funcionara más, cambiar los motores de 8 cilindros a diesel que no gastaba. Al Verdún era más barato ir en un gasolero y también a Durazno, que la gente iba en excursión a ver a las hermanas María, unas curanderas. En los micros no se desgastan tanto las cubiertas porque son de trecho mucho más corto. Mi padre se retiró y al final fue él el que le dio el préstamo a Suárez - el Chato - para traer los Mercedes Benz para la cooperativa. Mi padre también tuvo el terreno donde ahora está el fraccionamiento La Fortuna. No quería venderlo por el agua. Él quería poner una calle en el medio y un muelle para la gente y decía que el agua iba a ser un valor muy grande. Siempre tuvo eso de reserva por si algún día faltaba el agua.


- ¿Su padre prestaba dinero también?


Sí. Si los bancos cobraban el 25% de interés él cobraba un 15% o un 10%. A mucha gente que quería tener su casita, su oportunidad, le daba. Pero nunca ejecutó a nadie. A veces venían a decirle "Don Ángel, quédese con eso", pero él no quería, porque de chico fue muy humilde, muy pobre.


Infancia en un pueblo


- ¿Porqué le llaman Tapichí?


El tapichí es el bacaray recién nacido, el ternerito. yo era chiquito y andaba en bicicleta, gané media hora paradito en bicicleta sin bajarme - después hacía acrobacia en lancha a motor. Mi tío, que era carnicero y sabía de eso me puso Tapichí y quedó como sobrenombre.


- ¿Recuerda cómo se entretenía con los niños de su edad? ¿Jugaban al football en la calle?


Sí, y jugábamos a la bolita, jugábamos con el andador. Cuendo podíamos hacíamos cachilas con las latas de pomada de zapatos como ruedas y hacíamos carreras alrededor de una manzana con uno tirando la cachila con un piolín. Y cuando llovía teníamos los zancos. En las cunetas poníamos los botecitos que hacíamos de madera o con la mitad de la cascarita de un maní. El que tenía la mitad de una nuez moscada era famoso. hacíamos andar los botecitos por Ventura Alegre, desde 18 de Julio hasta Santa Teresa. Volvías mojado pero qué te importaba. Después teníamos las figuritas para jugar a la montadita. Y con las otras figuritas de chapa se jugaba a la arrimadita contra la pared. El que arrimaba más ganaba. A la montadita yo ganaba mucho porque les ponía engrudo a algunas figuritas y las dejaba secar, entonces quedaban más pesadas. Esas me las guardaba y cuando había cuatro o cinco en el suelo largaba esas y caían con todo. Después los Domingos íbamos a la iglesia a jugar al sapo. Era un mueble como una heladera con la cabeza de un sapo y un número arriba. Entonces se tiraban unos medallones que si embocaban caían en un cajoncito y tú sumabas para ganar. Eso estaba en el patio de la parroquia. Otro entretenimiento era ir a la plaza de la torre a jugar o ver jugar al básquetball. Estaba el maestro Lepera que enseñaba tenis y vivía en Sarandí. Enfrente estaba [el dentista] Amorín, que tenía un Ford A del 29. Ese era nuestro entretenimiento.


- ¿Qué hizo después de la escuela?


En mi clase, en la escuela 2, éramos 18, con el maestro Alfredo Chiossi. Y estaba Marcicano, Angelie Lafferanderie y la maestra Chiquitina Larrat, que era la Directora. Yo empecé a trabajar a los once años en lo de Ginés Isa, en un comercio que le había comprado a Gerónimo Caraballo en la esquina (NW) de Sarandí y Dr. Edye. Me pagaban 10 pesos por envolver y despachar. Ahí había un tanque de nafta, que se sacaba dando manija, bombeando. Había un medidor, un tubo de vidrio que marcaba cinco litros, diez, quince o veinte. Cada cinco litros sonaba una campanita. El surtidor estaba en la orilla de la vereda y ahí paraban los autos a cargar nafta. El otro surtidor de Maldonado estaba en la vereda de la plaza, casi frente al Paz y Unión. Ahí estaba la ANCAP; había una casillita y el tanque de nafta. Lo tenía René Montañés, un hombre muy chistoso. El Ford A tenía la boca del tanque arriba del capot, así que los taximetristas sacudían la manguera porque si no les quedaba como medio litro de nafta afuera. Antiguamente la nafta también se vendía en latas de veinte litros que venían de a dos juntas en un cajón. Mi padre compraba los cajones, que tenían la cruz svástica alemana. En Punta del Este había un surtidor enfrente a lo de Juan Gorlero en una casilla de zinc que después quedó para el sobrino de Madame Pitot.


- Dado que en esos tiempos no se tiraba nada ¿qué hacían después con las latas y los cajones?


A los cajones la gente los dejaba para la basura. Con las latas mi padre hacía los garages para los autos. Todo se utilizaba. Pero había muy pocos autos. Y tampoco había casi bicicletas. Los turistas traían regias bicicletas que uno las miraba con unos deseos bárbaros. La gente que veraneaba en Punta del Este venía a Maldonado en bicicleta; el movimiento era en bicicleta.


- Había varios que alquilaban también.


Sí, el "Toto" Mari, el "Pellado" que le decían, las tenía colgadas. Las preparaba en invierno a todas. Mi primera bicicleta se la compré a Panchito Ribeiro en 9 pesos. Le di 4.50 y me dijo que la llevara. La pagué después porque la llevaba a la plaza y se la alquilaba a los canillitas y a los lustradores para que dieran vueltas a la manzana. No habían muchas bicicletas en Maldonado; se usaban con un farol a carburo blanco, no había dínamos en ese entonces. La primera bicicleta que vi fue la que tenía Jaime Pou, el agrimensor, que vivía en la esquina de casa (V. Alegre y Dodera). El freno era un taco de madera que caía arriba de la cubierta. De esa yo quise comprar aunque fuera el cuadro para recuerdo pero no pude.


- ¿Cuántos autos habría en la zona en los años treinta?


Muy poquitos. Había las jardineras de los panaderos que paraban en tu casa. Bajaban con el canasto al hombro y el caballo avanzaba solo hasta la próxima casa donde había que dejar pan. Mi padre era el que se levantaba primero y abría la puerta de calle, que dejaba sostenida con un ganchito. Después estaba la puerta cancel. El lechero que teníamos, Basilio Mussio, tocaba el llamador, abría la puerta, iba hasta la cocina y dejaba la leche. El panadero y el lechero eran como de la familia. Por el fondo venía Ortiz a levantar la basura, se ponía el cajón - o la lata - al hombro y lo volcaba en el carro. Se acostumbraba darle una copita de caña al basurero. Venía en un carro de cuatro ruedas tirado por mulas. Creo que pasaba día por medio, pero de día. Después estaba el aguatero, que traía agua de la cachimba. Nosotros teníamos agua del aljibe en el primer patio, donde había una parra. En el segundo patio había un pozo, que la mitad daba a la cocina y la otra al patio. Ahí estaba un árbol de guinda, un peral y la quinta donde se plantaba la chaucha, la lechuga, el zapallo y todo. Entonces todo el mundo plantaba porque los terrenos eran de media cuadra. Mi padre al menos plantaba toda la quinta y teníamos de todo. Aparte la división de los fondos era con alambre de tejido, no había muro. Y con el vecino, Manuel Plada, mi padre compraba un lechón chico, se hacía un chiquero en el fondo y lo alimentaban con las sobras de las comidas entre los dos. Cuando ya crecía, el cerdo se mataba y se partía al medio. La mitad para el vecino y la mitad para casa. De ahí se hacía el tocino, se metía en los cajones, para los guisos en el invierno, se guardaban los huesos. Había máquina de hacer chorizos, se compraban las tripas en la carnicería y se hacían los chorizos y se colgaban. Eso lo hacía la mayor parte de la gente de Maldonado, por eso estaban bien alimentados, no había problemas.


- ¿Pero todo el mundo sabía matar un chancho y hacer chorizos?


Ah, sí. Y se ayudaban. Mi madre si hacía, por ejemplo, pasteles, agarraba un plato y una servilleta "anda a llevarle a doña Luisa". Otro te mandaba tortas fritas. Si había un enfermo se iba a ver qué necesitaba. Los médicos eran Elbio Rivero y el doctor [Antonio] Támmaro y había uno que santiguaba mucho que era don Hugo Portela, que vivía en 18 de Julio frente al supermercado. Después se fue para Montevideo y el hijo fue un alto funcionario de banco.


El bar del pueblo


- Quedamos en que a los once años empezó a trabajar.


Yo no hice liceo para ayudar a mi hermano, Washington, que era empleado de la Intendencia. Como el sueldo no le daba mi padre le puso el almacén "Los dos hermanos". Trabajando con él yo ganaba quince pesos, la cama y la comida. Y la bicicleta para repartir con un cesto. Había que ir hasta Las Delicias a repartir, porque en aquella época la gente hacía un pedido por mes. El almacén estaba también en la esquina de 18 y Ventura Alegre y mis padres vivían al lado, por 18 de Julio.


- ¿Desde cuándo tuvo el Tico Tico?


Empecé a los 18 años. Mi padre había comprado ese local frente a la plaza en un remate en 1930 - costó $ 1.100 - y mandó hacer una refacción. Un obrero desapareció y se lo volvió a ver después de muchos años. Excavando había encontrado una ollita de tres patas con monedas de oro y se escapó por el baldío que había atrás. El primer inquilino del local fue Francisco Salazar, que puso un bar. Arriba, en el segundo piso, llevaba quiniela y carreras de caballos que se escuchaban por la radio y se apostaba. Francisco estuvo muchos años. Era muy buen hombre, muy trabajador. Pero mi padre se lo pidió después para ponerme el Tico Tico. Mi padre fue inteligente. La propiedad tenía dos plantas, y él hizo hacer un entrepiso arriba para peluquería. Asi que yo puse bar, restaurante, peluquería, la agencia de ómnibus a Aiguá y la agencia de ómnibus a Minas. Arriba se reunía la Liga de Basquetball, la Liga de Football. Tenía la parada de los taxímetros enfrente y el único teléfono era el mío, el 190, así que abarcaba todo eso.


- ¿Cuántos taxímetros había enfrente en ese entonces?


Cinco: Luis Gaggioni, Ramiro Gaggioni, Poldín Camacho, el auto de Ramoncito Montañés - hermano de Raúl - y Cruchinsky, el padre de Marcos. No había teléfono en la plaza como hubo después. Al lado del Tico Tico estaba el Paz y Unión y luego la Onda, que salía de Punta del Este. Al Lucho y al "Cabeza" Indarte. Apenas abría iba el "Vasco" Tort, que era comisonista, y el viejo Simón Watkins, que tenía una casa de antigüedades en Sarandí y viajaba casi todos los días. Iba de comisionista Alfredo Sención. Todos iban al bar a las seis de la mañana y yo tenía que abrir media hora antes para calentar la máquina de café, porque era a querosén y con un generador. Si se dormía el Vasco Tort yo tenía que ir a buscarlo a su casa, que era a la vuelta, por Florida.


- ¿Qué había en la planta alta del bar?


Arriba tenía una pieza y un baño por si se hacía tarde para no venirme a dormir a casa. Se lo prestaba a Ricardo Clauser, que era enfermero junto con "Hermanito " (Joaquín) Miranda, para dar inyecciones a veces (porque había muchachos que de pronto se "picaban" con una enfermedad venérea y les daba vergüenza ir a atenderse). En el salón se reunían todos, los del football, los del basquetball y los de ciclismo también. Los corredores se iban a bañar ahí también. (Roque) Massetti, el intendente, tocaba el acordeón y la dejaba en el Tico Tico guardada en la peluquería. (Los peluqueros eran Marquitos Quintana y Baccino). Después dejaba la Intendencia y tocaba en el fondo con Ramiro Gaggioni, Poldín Camacho - hermano del comisario Camacho, Cándido Batista, taximetrista. Ahí en el bar quedaba también la máquina del que sacaba fotos en la plaza, un hombre mayor. Tenía un lugar para él. Ahí guardaba plata "Relajo" que le decían, que estaba en el casino. Y ahí se hacía su café el comisario Olivera Cuervo, un gran hombre.


- ¿El Bar Plaza no estaba en ese entonces?


No. Pegado estaba el viejo Rega que tenía un salón de lustrar. Había dos sillas y Sábado y Domingo la gente se lustraba los mocasines. Entonces había muchos muchachos que eran lustradores y otros que vendían diarios. Los menores no podían entrar al boliche, pero yoo arreglé con Olivera Cuervo y me hice responsable. Entonces los Sábados entraban tres, se iban turnando y se rebuscaban los muchachos. La gente tomaba un café, una grapa y ellos lustraban. Venía el ómnibus de Luisito Cugnetti que llebaba a la gente a los bailes del Cerro Pelado y se lustraban los zapatos. Nadie andaba de championes en aquella época. De todo eso yo me hacía responsable. A los diareros les vendía budín de pan, que les costaba un vintén y se llenaban. Fui el primero en vender huevo duro. Con sal y pimienta al lado se lo comían tomando una cerveza.


- ¿Qué era lo que más se vendía en el bar?


Grapa con limón. En invierno hacía damajuanas de diez litros. También se tomaba mucho el Espinillar, que eran bebidas muy buenas. Antes venía la caña de La Habana en barriles, que papá vendía cuando yo era chico. El Tico Tico fue todo. Tenía seis o siete mesas de mármol, todo de mármol. Ahí iba a comer el tenor Angellini. Me pintó un cuadro que nunca más lo encontré. Iba al mediodía siempre, lo quería mucho todo el mundo. Él vivía en una piecita en la calle Pérez del Puerto, antes de llegar a Santa Teresa.








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