Artículo publicado por Sotheby’s en la famosa subasta del 24 y 25 de Marzo de 1993 en Nueva York

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Tesoro Uruguayo - Río de la Plata



El año pasado, Rubén Collado y su equipo de buceadores emprendieron la búsqueda de los restos del legendario "El Preciado", tal como muchos otros buscadores de tesoros habían hecho anteriormente. Resultó entonces muy natural que, cuando Tom Altez encontró la primera moneda de oro escondida detrás de un cañón, el 10 de abril de 1992, la prensa proclamara: "¡Se ha encontrado el Preciado!”. Desde ese día se han rescatado casi 2000 monedas más, aportando una mejor evidencia histórica y dando lugar a algunas teorías más sólidas respecto de los orígenes del naufragio.

Sin embargo, de manera inevitable, el "Tesoro del Preciado" se ha convertido en una indeleble atracción popular en la zona del Río de la Plata.


El Naufragio del "Preciado"

El Preciado, nombre nada modesto por cierto, es el sobrenombre para un galeón no identificado de fabulosas riquezas, que fue hundido por un barco pirata británico en las costas de Montevideo en 1792.

Según la leyenda existente, un cañonero irlandés, de nombre "Little Red" disparó su cañón directamente, de manera accidental, al depósito de municiones del Preciado, lo que originó una catastrófica explosión del barco y su pérdida total. La ira de los piratas los im­pulsaría a matar a los sobrevivientes y a expulsar a "Little Red" hacia la Isla de Flores, con una botella de agua potable y un grupo reducido de esclavos como compañía.

El Tesoro, que decía contar con una estatua de la Virgen María, de oro macizo y de tamaño natural, desapareció sin dejar rastros y así los esclavos liberados de la Isla de Flores se convirtieron en los únicos beneficiarios del combate.

Intentos de Rescate. En 1935, un agrimensor llamado Mc Coll rescató un mascarón que se dijo provenía del Preciado (y que se encuentra ahora en manos privadas en el Uruguay) pero no encontró otro tesoro importante. Después de la Segunda Guerra mundial, cuando se hundió al Graf Spee y se atrajo la atención mundial al Río de la Plata, una operación autorizada por el gobierno a cargo de la familia Buscaglia y sus socios arrojaron resulta­dos negativos y otros licenciatarios también se vieron desilusionados (así, hasta que Collado Rescates S. A. tuvo finalmente éxito en el Quinto Centenario del Descubrimiento).

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La Playa de la Mulata

Una leyenda persistente y que se originó probablemente a finales del siglo XIX, ha dado esperanzas a muchas generaciones de cazadores de tesoros. Un resistente nadador de origen africano solía retornar del río con una o dos monedas de oro entre sus dientes o en una bolsa de cuero pero no revelaría jamás a nadie el secreto de su procedencia. Una noche fue muerto a cuchilladas por bandidos frustrados, dejando a su viuda, la mulata, caminando sola por la playa que lleva su nombre hasta hoy en día y que, curiosamente, se encuen­tra próxima al lugar del rescate actual.

La Evidencia de las Monedas. El resumen del contenido del Tesoro, que se encuentra en otra parte de este catálogo, demuestra que no hay monedas fechadas con posterioridad a 1751. Más aún, muy pocas piezas están fechadas con anterioridad a 1748. Existe una cantidad desproporcionada de oro y el promedio gene­ral de condición es sumamente alto.

Dichos factores, que se tornaron gradualmente más evidentes a medida que las operaciones progresaban, hacen que la teoría de la procedencia del Preciado se vuelva difícil de sustentar. El peso de la información recogida sugiere un naufragio de fecha más temprana y que transportaba grandes cantidades de monedas de oro recién acuñadas (en oposición a la alta preponderancia de la plata que, típicamente, podría haber sido anti­cipada). Algunos comentaristas se han puesto ahora de acuerdo en que existe una evidencia circunstancial que señala a los fragmentos del Nuestra Señora de la Luz como la fuente más posible. La historia del Luz es, a su manera, tan llamativa como la del Preciado y está ciertamente más documentada.


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El "Nuestra Señora de la Luz"

El Luz, un navío de poco más de 200 toneladas era, de manera inusual, un barco portugués que operaba bajo licencia de España. Había zarpado de Buenos Aires con rumbo a Cádiz, vía Montevideo, en 1752.

Su carga registrada incluía monedas por el valor de 1.071.000 pesos, de los cuales casi un sexto eran en forma de oro, identificado como del "cufio perulero" (acuñado en Perú) o de "doblones de cordoncillo del nuevo cuño de Chile" (monedas hechas a máquina en Santiago). Además, se dice que llevaba monedas no declaradas ni registradas por un valor de 200.000 pesos, escondidas en el pañol de pólvora bien lejos de la vista de los curiosos oficiales, cuyo destino sería el desembarco clandestino en Lisboa antes que el Luz arribara a Cádiz. Dicho contrabando debía consistir en su mayor parte, probablemente, de oro, por consideraciones de espacio, y podría haber tenido un peso equivalente a 12.500 piezas de 8 escudos, presumiblemente del tipo similar a las registradas en la carga oficial.

El 2 de julio de 1752 el Luz estaba anclado frente a la costa de Montevideo y listo para zarpar, aguardando sólo por las provisiones de ganado, algunos pocos pasajeros y tripulantes, y su capitán. Trágicamente fue barrido por una tempestad extremadamente repentina y violenta (conocida localmente como el pampero), y se estrelló contra la costa norte y sus restos se desperdigaron por un área muy amplia. No hubo sobrevivientes. La operación de rescate que se llevó a cabo de inmediato resultó muy exitosa, más del 90% de la carga registrada, así como grandes cantidades de bienes privados, fueron recuperados en los 12 meses siguientes. Es más, durante los siguientes 20 años se seguirían encontrando objetos.

Una parte del casco del Luz, donde debían encontrarse el pañol de pólvora y municiones, nunca fue oficial­mente rescatado. Considerando los resultados globales del primer salvamento, se asumió, lógicamente, que los dueños del contrabando lo habrían recuperado de los restos del naufragio de la manera más silenciosa posible, tal como lo habían colocado en él.

Los oficiales navales del Uruguay, que son los respons­ables del Tesoro hoy en día, han podido demostrar la presencia de pólvora en las monedas, sugiriendo de tal manera que los contrabandistas del Luz perdieron, de hecho, parte de su secreta carga para siempre…

Cualquiera que sea la verdad acerca de sus orígenes, el Tesoro constituye un hallazgo espectacular realizado en condiciones extremadamente dificultosas. Su rescate ha requerido gran habilidad, paciencia y dedicación así como una considerable inversión de tecnología moderna.





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