Chola Corbo cuenta su historia

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Chola en la presentación de un libro de Diego Fischer, Hotel Barradas, Febrero de 2020.
Chola en la presentación de un libro de Diego Fischer, Hotel Barradas, Febrero de 2020.
Chola en su casa, donde vive sola a los 90 años (2017). Alegre, dulce, poderosamente vital ¡y también humilde compartiendo sus triunfos! mientras cuenta que está dirigiendo la reforma de la sede del Club de Abuelas de Maldonado que fundó y preside.
La sillita roja que regalaron a Chola.


HISTORIA DE VIDA


Nelba, le dicen Chola, tiene 87 años, vive sola en un apartamento en un edificio.

Chola cuéntame lo que quieras de tu historia.


¿Por dónde empezar?


Si quieres puedes comenzar con tu familia de origen, por ejemplo.


Mi familia de origen... Por mi papá soy Corbo, Corbo era mi abuelo, que había nacido en Alférez de Rocha, casado con Laureana Graña. Ellos vivieron muchos años en Rocha y luego se radicaron acá, en Maldonado. El viejo vivía de propiedades, tenía muchas propiedades y las alquilaba. Tuvieron diecisiete hijos, criaron trece, entre ellos mi padre.

Luego por parte materna, mi abuela era de Aiguá; era Domínguez de apellido y se casó con Macario de León, que fue comisario. Mi abuela murió de dieciséis años al nacer mi madre, porque en aquella época crecía el arroyo y no la podían llevar a San Carlos. Y mi abuelo se volvió a casar, con Ramona Hernández, que crió a mi madre. Mi madre de jovencita estudió en Montevideo bordado hasta que conoció a mi padre, Corbo.


¿Cómo era el nombre de tu papá?


José Corbo Graña... mi abuela decía que era descendiente de indios pero eso yo nunca pude llegar a saberlo bien.

Mi padre conoció a mi madre Marcela acá en Maldonado. Se casaron y tuvieron dos hijos: yo, que nací en el año veintisiete y mi hermanito, que nació en el año treinta. Pero él a los dos años falleció y yo fui la única hija. Así que fui mimosa de los tíos, de los padres, la única de todos. La madrastra de mi madre, esa señora Hernández, fue una verdadera madre para ella. Ella a su vez ayudó a criar a todas las medias hermanas, que fueron maestras acá en Maldonado: Alicia, Doranelia y Adelina de León, todas fueron maestras que estuvieron en la Escuela Nº 2.


Ah, ¿ellas eran hermanas de tu mamá?


Sí, eran hermanas de mi mamá Marcela; le decían Chela.

Ellos compraron una casa en la calle Rincón casi Lavalleja. Compraron la casa y después se fueron a vivir a Montevideo porque mi padre se quedó sin trabajo. Y entonces la casa se vendió como se hace ahora, con todo el mobiliario completo. Se fueron pero les fue mal allá, mi madre tenía miedo porque los habían asaltado y volvieron a Maldonado.

Curiosamente yo hace unos años paso por esa casa, en la que vivió siempre la misma familia, una familia Núñez, entro a la casa y fue una sorpresa enorme porque la casa estaba tal cual, luego llevé a mis hijos. Conocí mi cama, el ropero, la mesa de luz, todo, hasta la cocina económica.


¿Y qué edad tenías tú cuando se fueron a Montevideo?


Cuatro años.


Eras chiquita...


No, dos años.


¿Y te acordabas de los muebles, de todo?


No yo no me acordaba, cuando vine ellos me mostraron los muebles y me dijeron "estos muebles eran de cuando tú naciste", no se cambiaron nunca.



Cuánto tiempo estuviste en Montevideo?


En Montevideo estuvimos dos años, después volvimos y mi mamá puso un comercio en la calle San Carlos, frente a donde era la Sala de Primeros Auxilios de Maldonado. Ahí tuvimos comercio siempre. Mi madre era una persona muy especial. En aquella época se vendía al minoreo, es decir que en vez de comprarte un kilo de yerba te compraban 100 gramos, según lo que pudiera la persona. Llegaba la gente al comercio y si no tenían dinero mamá les daba el surtido para que ellos se lo pagaran como pudieran. Tanto es así que cuando falleció mi madre, yo ya era casada con hijos, vinieron a pagarme cuentas que yo no sabía que debían. Gente que hasta el día de hoy la recuerda.


¿O sea que tenía un almacén grande?


Sí, un almacén que tenía artículos de bazar, tienda, hasta billar, había de todo. Al fondo tenía casitas que alquilaba. Mi madre se desempeñaba en todo y les hacía de comer. También daba clases de bordado. Mi padre trabajaba con Audifred vendiendo la quiniela.

Mi madre compraba una muñeca y una pelota y cuando un cliente llegaba a los diez pesos le daba un numerito para intervenir en un sorteo, y así fue atrayendo gente hasta que se hizo ese enorme comercio.


Mi madre fue hasta 3er año de escuela, porque vivía en campaña; sin embargo ella sabía de literatura, de historia, lo que le preguntaras, sabía hasta de ópera porque ella trataba de ir leyendo todo lo que pudiera para ir elevándose. Mi madre y mis tías fueron muy importantes en mi vida. A los cinco años y medio me llevaron a la Escuela Perimetral, allí las maestras venían de San Carlos.

Yo festejaba mis cumpleaños con las chicas del centro y también con las del barrio, con todo mi barrio. Yo nunca dejé mi barrio para nada, me acostumbré con mi madre a que había que ser humilde. Mi barrio era muy pobre; algo peligroso; una señora de allí iba a lavar ropa a la Cachimba del Rey, tenía cinco hijos, todos tomaban y una vez se terminaron peleando feo...

Después estaban los Pereira, que tenían una murga. Las murgas de antes hacían caballitos forrando palos de escoba.


¿En la escuela tenías amigos entonces?


Muchísimos amigos, todas mis compañeras hasta el día de hoy. Hace poco hice una reunión acá en casa para las que estuvimos desde primer año de escuela. Vinieron todas, hasta una que vive en Australia, la de Gabito, que justo estaba acá. Preparé una mesa, vinieron, y cuando entra Olga pregunta ¿y la señora quién es? Es tu compañera de banco, no se reconocían. Fuimos doce ese día, vinieron a las cinco de la tarde y se fueron a las once de la noche. Y hasta el día de hoy seguimos viéndonos las que quedamos, porque desgraciadamente se han ido casi todas.

Bordado realizado por la mamá de Chola.


¿Recuerdas algún evento en particular en relación a tu familia?


Si, en la casa de mi madre se reunía toda la familia de mi madre y la de mi padre, mi madre hacía todo. Siempre nos reuníamos, eran grandes fiestas, para el cumpleaños de mi padre se empezaba dos días antes a preparar todo.

Me marcaron mucho también las muertes de mis abuelos. A mi abuela le daban ataques al corazón y en aquella época cerraban la calle para que no hubiera ruido; mi abuelo se mató, se pegó un tiro porque ya no podía comer, tenía muy débil la aorta. Yo tenía 15 años. En el momento que yo iba cruzando la calle para decirle que mis padres me habían regalado un piano lo encontré; murió al otro día. Y después los lutos que se usaban, que no podía ir a fiestas ni a nada porque el luto lo tenías que llevar hasta tal fecha... Yo creo que si tú quieres a una persona lo llevas siempre contigo.


¿Ese abuelo era el papá de tu padre?


Sí, el papá de mi papá, porque el otro ya había fallecido.


¿Y tu papá cómo era?


Mi papá era un hombre muy tranquilo, muy enamorado. En mi casa yo no sentía levantar la voz para nada. Mamá era una persona quizás un poco más fuerte que él, ella resolvía todo y papá aceptaba y todo estaba bien, en casa todo estaba bien. Cuando los amores míos estuvo medio separada la cosa, pero mi abuela lo arregló. Yo lo conocía desde la escuela.

En la escuela yo siempre fui llamada para teatro y para coro, que siempre me gustó muchísimo.

En quinto año de la escuela nombraron a un tal Luisito Rinaldi y yo no sabía quien era. En Julio yo había ido a un velatorio de un tío de mi madre a Punta del Este; una amiga de mi madre le dice "porqué no llevas a Cholita - a mi - a jugar con mis sobrinos, porque para estar en un velorio con 11 años..". Fui, había un chico ahí que me corría, yo era gorda, él me decía la gorda y a mí me daba una rabia horrible.

Al año siguiente paso al liceo. El primer día, en que reunían a todas las clases, me dice mi amiga: "mira para la derecha, hay uno que está mirando para acá, ese es Luisito Rinaldi"; miro y era el mismo que jugaba conmigo. Ahí empezó todo, fue un amor a primera vista. Enseguida quiso hablar conmigo. Había una chica, concertista, que me traía todas las cartitas y me mostraba en los cuadernos lo que él ponía. Pero en mi casa no querían, no querían, era muy chica, me vigilaban mucho, pero yo seguía, paseábamos en el patio del liceo, hablábamos de las inquietudes, de lo que iba a hacer cada uno...

Luego pidió en casa y le dijeron que no, lo corrieron.


¿A qué edad fue eso más o menos, recuerdas?


Yo tenía 15 años. Él tenía 19. Volvió a venir y le volvieron a decir que no, que yo era muy chica. Yo quise ir a estudiar a Montevideo y me dijeron que no, qué esperanza, era única hija y no me dejaban. Yo quería seguir farmacia, porque como la Sala de Auxilios estaba enfrente y yo veía... En aquella época los remedios no venían preparados, había que prepararlos, yo iba a ayudar a hacer obleas y me entusiasmé con la farmacia. Cuando me dijeron que no podía seguir la carrera dejé el liceo y me fui a la Escuela Industrial, aprendí bordado, bijoutería, cocina. Luego me empleé en donde fue Onda, en la Cope, una cooperativa de ómnibus que va a Montevideo. Llegó mi cumpleaños y él quiso volver a pedir. En el momento que llega a mi casa, llovía muchísimo, llegaban unos amigos de mi padre. Mi padre creyó que los amigos lo habían llevado, entonces me dejaron media hora en la puerta hablando.


¿A qué edad te casaste?


Iba a cumplir 18. A los 20 tuve a mi primer hijo. Después que me casé recibí una beca de la Intendencia, del Intendente Macetti, y viajé a Montevideo a terminar la carrera de Profesora de Piano. Viajé un año y me recibí. Entonces empecé a dar clases en Punta del Este casa por casa, tenía 30 alumnos.

Don Luis Rinaldi es distinguido como Socio Vitalicio del Centro Paz y Unión.

¿Y tu esposo qué hacía?


Mi esposo cuando se arregló conmigo trabajaba en una barraca; un señor le dijo: "Luisito, tú tienes preparación", porque él hizo hasta el preparatorio, "yo te voy a conseguir un buen trabajo". Un día me llama por teléfono para decirme que le había salido un nombrambiento, fue un primero de Julio para la Jefatura de Policía, él estaba en la parte de Administración y Contaduría y fue ascendiendo.

Cuando nos casamos nos fuimos a vivir a casa de mis padres. Surgió un traspaso de un terrenito, teníamos que pagar $ 10 por mes; mi marido, que nunca había agarrado una pala, lo sembró de avena y con lo que sacó de la avena lo alambró. Cuando estuvo seis meses en la jefatura, le dieron un préstamo e hizo cuatro casillas, un hombre lo ayudaba. Las alquiló, ya con eso pagábamos el terreno y nos sobraba plata. Después vendimos todo eso y compramos un terreno más al centro, donde hicimos la casa. Pedimos un préstamo al Banco República para hacer casas económicas y él levantó los cimientos y paredes con otro señor, todo hicimos a base de sacrificio.

Nos mudamos un 24 de Diciembre; en el living no teníamos nada, fue una casa proyectada para hacerla más grande cuando tuviéramos los hijos. Cuando nos mudamos ya teníamos un hijo, José Luis, que nació en la casa de mi madre. Estuve muy mal, nació de pies él, le sacaron un pie y luego el otro, le dieron vuelta el cordón... era hermosísimo chico, grandísimo.

El embarazo estuvo perfecto, todo perfecto, mi madre estaba en la pieza de al lado. Como mi madre [biológica] se había muerto al nacer el primer hijo tenía miedo de que yo me muriera. Fue un parto de esos que se tiene en un sanatorio y no era así antes. El médico que me iba a atender era Soria pero había un hombre grave en Punta Ballena y se tuvo que ir, me atendió una partera de San Carlos desde las seis de la tarde hasta el otro día a las seis de la mañana... ese fue el primero.

Yo daba clases de piano y también acompañaba a mi esposo a tocar el violín, dimos conciertos en distintos clubes. Después quedé embarazada del segundo, que es pintor.

Me ofrecieron para ser encargada de una tienda; nos daban casa, luz, agua y un sueldo, vimos la posibilidad de mejorar y alquilamos nuestra casa. El dueño de la tienda tenía cuentas que puso a nuestro nombre, cobró y después vino a reclamar, fue horrible. En ese medio tiempo que estuvimos nos fue bien, un señor le ofreció a Luis venderle una casa de modas y nosotros compramos. Trabajamos ahí hasta que nos pidieron el local, ya había nacido el más chico, nos fuimos a otro local, quisimos vender, surgió un comprador en San José, fracasó el negocio y por una cláusula en el contrato nos quedamos sin mercadería, sin plata, sin nada. Cargué toda la mercadería que nos quedó en la camioneta y salí a vender ambulante, vendí todo. Llegaba a una esquina, tocaba bocina y venían todas las empleadas, nos compraban y después en la tarde pasaba por las patronas. Me fue muy bien, iba con mis hijos atrás que cuidaban la camioneta porque era yo la que manejaba y hacía todo, a veces me quedaba sin nafta y me empujaban. Llevaba el mate, jugos y refuerzos para ellos. Trabajaba mucho pero la pasábamos... ahora mi hijo me dice: "¡mamá pero tú fuiste feliz!" No, yo no era feliz haciendo eso, la situación me llevó ahí y yo tenía que estar contenta, lo tomé como un juego y lo hice bien.

Después volví a mi casa y empecé a trabajar en una peluquería de una cuñada. A todo esto me llama de Punta del Este una alemana que tenía una casa de importaciones para ofrecerme un trabajo estupendo. Yo estaba de encargada y ganaba muy bien, pero tenía muchas personas a mi cargo y ella era muy exigente. Yo ya tenía mis tres hijos, uno estudiando pintura en Buenos Aires, el otro estudiando Medicina en Montevideo, eran grandes, con el más chico era con el que luchaba, porque yo no lo quería en la calle, entonces le pagaba a un hombre que tenía un puestito de verduras, yo le daba la plata para que él le pagara, que le enseñara a trabajar; se crió mucho con mis primas.

Di Lusso compró la tienda conmigo adentro y con mejor sueldo todavía, pero el dueño no vendía exclusividades, como yo le decía... un día se apareció una clienta diciendo que la empleada tenía el mismo vestido que ella me había comprado a mi, entonces yo le dije que le iba a devolver el dinero, porque era la que ponía la cara... terminé renunciando.

Después me puse a hacer tortas y se las vendía a Piano Bar, ese invierno nos fuimos a Bariloche con mi marido, con la ganancia de las tortas.


¿Y a todo esto tu marido seguía en la Jefatura?


Mi marido seguía en la Jefatura y llevaba libros de contabilidad por todos lados, fue Gerente en el Club de los Balleneros, estuvo en el Club Cantegril, él era muy busca-vidas. Si había baile salíamos a bailar. Cuando llegaban sus vacaciones cargábamos una heladerita en la camioneta y salíamos sin rumbo, nos acostábamos en una lona y comíamos lo que llevábamos, en la noche íbamos a un buen hotel y a bailar, recorrimos todo Uruguay así. Estuvimos en Chile, en muchas partes. Disfruté mucho con él, trabajábamos mucho pero disfrutábamos.


¿Y tus hijos, cómo son?


El grande es muy introvertido, también muy divertido. Se juntan con Beto el pintor y son increíbles, donde había show ellos eran los que hacían el show. El grande siempre dijo que iba a ser director de orquesta y médico, y fue médico. De chiquito se paraba en un banquito y dirigía todo, le encantaba. Tiene gaita, mandolina, y todo toca de oído. Es muy bueno, era un niño muy bueno. Yo le daba una rosquita para la merienda, un día le dije que no tenía rosquita, que le iba a dar unas manzanas, y él me dijo "qué suerte, mamá, porque fulano - un compañerito que tenía - ya está aburrido de las rosquitas"; él le daba la merienda al otro, que no tenía. Es cierto, porque de grande me encontré con él y me dijo: "yo soy el de las rosquitas". Era muy inocente en aquella época, pero siempre quiso ser médico.

Del segundo tuve parto sin dolor, con mi marido. Estuve como un mes con dolores; ese día yo comía ensalada de chauchas y él me decía "no comas más". Fue a llamar a la partera, porque en esos momentos teníamos a los hijos en la cama, me acosté y empecé ay ay ay, ven ven ven, y lo agarró él; cuando vino la partera ya estaba nacido.

El tercero, un bebé muy hermoso, cuando llegó fue la alegría de los hermanos. Como yo trabajaba mucho, fueron ellos los que más tiempo le dedicaron y disfrutaron de su infancia ayudándome a criarlo. Tenía los ojos tan azules que Plinio decía que parecían bolitas y quería jugar con ellas.


¿A qué edad falleció tu esposo?


72 y yo tenía 69, fue de un infarto, estaba con un problema de carótida y lo estábamos por llevar a Montevideo, él no quería ir. Fue a ver a toda la familia, se despidió.


De tus actividades actuales, yo sé que eres la presidente del Club de Abuelas ¿hace cuánto tiempo?


26 años van a hacer el 2 de Agosto. Mi marido estaba enfermo y yo vi que se me presentaba un futuro muy triste... Un día nos invitan al Jardín de Infantes Nº 4 a tomar un té hecho por los niños, también mis nietos; fuimos, y cuando salimos dije a las otras abuelas: estuvieron bárbaro, nosotras tenemos que recompensar esto y vamos a hacerlo el día del niño. Empezamos a enseñarles los juegos que hacíamos antes, hicimos un coro, nos poníamos una túnica, una bandita y andábamos alrededor de la escuela con ellos. Conseguí un trencito con el que los paseábamos. También hicimos un circo para los niños. Probamos hacer imitaciones en Piano Bar y nos fué bárbaro.

Polakof prestó una casa, cada socia paga $ 70 por mes, hay un coro, manualidades, encuadernación, tejido, arreglos florales, teatro... es parte de mi vida.


¿Cómo te sientes?


Para mi la vejez es una actitud. Yo he sido Miss Primavera del Club Paz y Unión, Miss América en Punta del Este y a mis 80 fui Miss Reinado de la Tercera Edad, en Córdoba, Argentina. Rescato los momentos de confraternidad, me escribo con casi todas las compañeras. Ahora tengo prótesis de cadera, no tengo tendones en el hombro izquierdo, la mácula de la vista afectada entonces no veo casi nada y no se puede operar, tampoco hay lentes que me hagan ver mejor. Tengo un desgaste muy grande, he trabajado mucho. Pero bueno, sigo adelante.


2014


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