El Capitán D. de los Santos recuerda a la goleta Muriel
Año 1990-91
Mi Tío Carlos me llama para contactarme con los propietarios de "La Muriel".
La idea, llevarla de Punta del Este a Montevideo y allí, prepararla, llevarla a Cadiz y participar en la Regata de los 500 años del descubrimiento de América, la "Colón 92".
Así fue que, un grupo, en pocos días, aprontó lo esencial y zarpamos hacia Montevideo.
El clima, muy tranquilo, ideal para hacer este viaje, que sería solo a motor, ya que era lo único en condiciones.
Calculé 16 horas y nos llevó 17 horas.
Se pasaron muy rápido ya que tuvimos mucha actividad, algunos retoques en los motores con el mecánico, cambio de ubicación de las bombas de achique, preparación de sistema de amarres, etc.
Para mi, fue apasionante.
Los ratos que no estuve de guardia, los destiné a disfrutar a Muriel, muchas horas, sentado en proa, una pierna a estribor y la otra a babor, imaginando su vida, su historia, ligada a su unión con la hermosa Señora a la cual la goleta debía su nombre.
Su proa, con absoluta delicadeza, digna de toda una dama, no golpeaba ni cortaba el mar con violencia. No, se abría paso con clase, como pidiendo permiso, con respeto, para pasar y llegar a Puerto.
Mi imaginación le hablaba y le repetía: "Te vamos a salvar Muriel, te vamos a devolver el derecho que te corresponde, volverás a surcar los mares".
Así, La Muriel, llegó a destino, un poquito mejor de lo que estaba.
Desembarqué, a la espera de novedades. Lamentablemente, no se logró el objetivo, de su preparación para competir.
Al Tiempo, me despierto en mi velerito y al salir a cubierta, veo a la Muriel que había regresando al Puerto de Punta del Este, casi en el mismo estado que la habíamos despedido en la Capital... Esta vez, de un solo dueño de los 3 que yo había conocido.
Por mi pasión y amor a los veleros y más, tratándose de una musa de los mares y que había tenido la oportunidad de danzar con ella un corto vals, pensé, la Muriel no puede quedar así.
Le comenté a algunos conocidos, navegando, europeos, sobre la goleta y su gran historia.
De repente, me llama de Francia un gran amigo, tenía un interesado en comprarla.
Nos pusimos en contacto y estaba muy interesado, y su oferta inicial, interesante.
Ubiqué al dueño de ese momento, pero no demostró interés.
Insistí y quedamos de que me iba a avisar cuando viniera a Punta.
Desilusionado, esperé, y el interesado se enfrió.
Mes y medio después, La Muriel rompía amarra en medio de un temporal para finalizar su historia en la orilla.
Yo creo que Muriel se cansó, dijo:
"Basta de manoseo, basta de faltarme el respeto, hasta aquí llegué".
La Muriel, ¿se podría haber salvado...?
Nunca lo sabremos.
Pero estuvo a metros de aferrarse al último salvavidas que tal vez lo hubiese logrado.
Diego de los Santos