Molino Lavagna
EL MOLINO LAVAGNA DE SAN CARLOS
Don Ignacio Lavagna (1842-1928) fue un inmigrante italiano que llegó a convertirse - gracias al esfuerzo constante y al conocimiento de la actividad emprendida - en el responsable de una importante empresa, que influyó considerablemente en el progreso de San Carlos. Fue su molino harinero, instalado en 1884, el mayor generador de trabajo de la región. Fallecido en febrero de 1928, la muerte evitó a Don Ignacio el dolor de ver su obra totalmente arrasada por un voraz incendio, acaecido en abril de ese mismo año.
Es entonces que su hijo, Carlos Lavagna, que ya ejercía la regencia del molino por la edad avanzada de su padre, redobla esfuerzos y emprende su reconstrucción tanto técnica como estructuralmente. Renacen así las esperanzas de los pobladores de una zona que tenía al molino, como un gran motivador económico. Se agiganta la figura de Carlos Lavagna. El diario El País lo cataloga entonces como “un hombre de exquisita cultura, inteligente, de grandes capacidades para dirigir brillantemente las operaciones industriales, a las que ha consagrado toda su energía”. Pero Carlos Lavagna fallece imprevistamente en 1931.
Con él se fue el conductor y líder del emprendimiento que recibió de su progenitor. A los valores enunciados anteriormente debemos agregar su honradez, su generosidad y su condición de buen vecino. Todos ellos conformaron una personalidad muy apreciada y respetada en vida, y largamente recordada luego de su muerte.
Los restos del que fue un pujante molino en las primeras décadas del siglo XX, hoy conforman una tristísima realidad.
Mientras haya un solo vestigio de aquella obra formidable, queda la esperanza de que, con cualquier actividad digna que retome, vuelva el bullicio de la vida al viejo Molino de Lavagna, que enaltezca su presente y honre su recuerdo.