Relatos de la infancia de Pablo Andrés Núñez Gutiérrez en Las Delicias

De Banco de Historias Locales - BHL
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1945 - Las Delicias (foto en el archivo de la familia Vidal San Vicente.
Jaime Pereira Pou en Las Delicias (foto en el archivo de Chichí Pou).





A un solitario abatido

Por muchos años, indómito y tenaz ante incontables temporales; sacudido por el violento embate de las olas y de los vientos, curtido por la sal y el fuerte sol de los veranos, tu silueta se erguió majestuosa y desafiante en la playa Las Delicias.

Aquellos escalones grises de la enorme escalera de madera, conducían a una alta e interminable pasarela que se adentraba en el mar, resguardada a ambos lados por barandas y bancos laterales en algún momento pintados de color naranja, que luego a unos 50 metros ya de la costa, moría en aquellos tres últimos escalones luego de los cuales se accedía a aquel espacio más alto y ancho, en forma de T.

En las aguas, al frente a unos 15 o 20 metros sobresalían un par de viejas columnas de hierro, entrecruzadas y comidas por el herrumbre, que limitaban el lance de los reeles, por convertirse en un molesto obstáculo al paso de las líneas recogidas.

Padres e hijos, hermanos y también amigos, compartieron junto a tí largas horas de espera de aquel pique que incluso algunas veces no se presentó, o jornadas completas en las que las capturas resultaron insuperables, con las más variadas presas, tanto de fondo como de flor, o utilizando aquel arte de pesca, que según se cuenta, nació sobre tus tablas… el lengue.

Pesca, diversión o sólo charlas, en ratos de ocio, tanto en bonanza como en tempestad, en toda estación y a toda hora, generoso y dispuesto, recibiste a todos sin importar el interés, la procedencia, la condición o la edad de quienes hasta tí llegaban.

Sin dudas supiste marcar una diferencia, un antes y un después en esta playa de la bahía de Maldonado ganándote un lugar en el corazón de todos y cada uno de quienes te conocieron y disfrutaron, al convertirte en un compañero de horas y de aventuras, al permitir reunir a amantes y aficionados de la pesca, al oficiar de fiel custodio de nuestras primeras caminatas por la playa alejándonos de la atenta mirada de nuestros padres y al velar por nuestra seguridad poniendo límites durante aquellas incursiones a nado en búsqueda de aguas más profundas.

Por ello, trascendiste mucho más de un muelle… te transformaste en “nuestro querido muelle de Las Delicias”.

Pero el inexorable paso del tiempo alimentado por el insensible abandono sufrido, terminaron por quebrantar tu ya cansado cuerpo…

Y aunque hoy hayamos perdido la presencia material de tu indómita silueta en la costa, no dejaremos de atesorar aquella calidez de espíritu de tu fraternal esencia, el que vivirá por siempre en el recuerdo de cada uno de nosotros, como un enorme corazón de hierros y de tablas.



Un ciclo de vida (Monarca del Sur - Danaeus erippus)

Hace ya algunas décadas, cuando a lo largo del tramo de la Avenida Claudio Williman, de la Playa Las Delicias, pequeñas casas se oponían altivas a la fuerza del Pampero, sobraban los terrenos baldíos de suelos arenosos, espinas de cruz y algún foráneo tamarix llegado de otros lares.

Todos los años, con la llegada de la primavera, una mariposa naranja llegaba desde el norte, poniendo sus huevitos en forma de barrilito bajo las hojas de una planta muy especial, otrora abundante pero hoy casi desaparecida en estas zonas, que servía como fuente de alimento a aquellas larvas hambrientas, vestidas de círculos intercalados de color amarillo y negros, a los que habíamos bautizado “los gusanos de peñarol”, para multiplicar varias veces su tamaño.

Luego, impulsados por la necesidad del cambio, algunos se trasladaban hacia lugares más altos y seguros, casi siempre bajo los pretiles de las azoteas o el de las ventanas, de las casas circundantes, en donde formaban un capullo de color verde, dentro del cual se producirían asombrosos cambios estructurales, dando paso con el correr de los días, a una hermosa y resplandeciente mariposa de alas anaranjadas y negras, pero cuya multitudinaria y colorida presencia, hoy, ya no decora ni alegra estos parajes como otrora.



Una travesía extraordinaria

Y??? que hacemos hoy??? nos preguntamos con el grupo de amigos, reunidos al amparo de la sombra de un viejo y frondoso eucalipto, testigo mudo de incontables Pamperos.

Era apenas pasado el mediodía de aquel nuevo fin de semana, el momento del intervalo en la semana escolar, para planificar tantas aventuras como nuestra imaginación, libre de tecnología nos permitiera… y a la que por siempre, debemos agradecer, por no habernos dado nunca, la oportunidad de aburrirnos...

Exploremos!!!!! fue la respuesta casi unánime de esa tarde, coronada por la algarabía propia de la diversión que nos esperaba.

Si bien salir desde el punto de reunión en nuestras bicicletas por aquellas calles de balasto, era ya el comienzo de nuestra epopeya, la verdadera travesía iniciaba en un punto "lejano" situado al Norte de nuestra base, en un territorio de bañados y humedales.

Un maravilloso sitio, dominado por un sistema de pequeñas y someras lagunas rodeadas de una tupida vegetación conformada por juncos y totoras que albergaba nerviosos apereás, alguna esquiva nutria… y en donde además, las melodías de cardenales, junto al grito de los pechos amarillos, colmaban el aire...

Pero allí estaba, el pequeño claro entre el verde cerco, que nos permitía alcanzar aquella orilla mezcla de arena y tierra, y el borde del agua somera y cristalina, tapizadas por camalotes y repollitos que juntos a las “colas de zorro” otorgaban refugio a innumerables renacuajos, mientras tortugas “morrocoyos” y “cuellos de víbora”, se asoleaban indolentes y castañetas y mojarras se disputaban algún alguacil abatido por la brisa.

En ese hermoso lugar, en el que las bicis quedarían aguardando nuestro retorno reposando recostadas a un viejo tronco o simplemente sobre el pasto y solo custodiadas por la naturaleza, daba inicio la verdadera travesía hacia el Sur a través de una frondosa y húmeda vegetación, que acompañando el recorrido sinuoso y lento del desagüe del hilo de agua hacia el mar, apenas permitía el pasaje de algún tenue rayo de sol...

Era en ese lugar, donde se abrían las puertas de ingreso a otro mundo que presentaba todo un desafío, una nueva oportunidad de descubrir ranas o renacuajos, e inclusos otros organismos asociados a ese ambiente, de poner a prueba, con nuevas sensaciones, todos nuestros sentidos, la ocasión de ser más osados que los demás expedicionarios que integraban el grupo, para transformarnos así en el héroe de esa tarde...

Y tras andar y andar, sorteando ramas, enmarañadas enredaderas, viejos troncos abatidos cubiertos de musgo, y verdaderas ciénagas por ese mar silencioso y apacible sólo quebrantado por el oleaje de nuestras risas, esa tenue atmósfera de luces y de sombras, teñida de mil tonos de verde, era irrumpida repentinamente por vigorosos rayos de un sol en todo su esplendor... indicando la proximidad de aquel último de nuestros obstáculos… el viejo, oscuro y frío “ túnel”.

El último tramo !!! ... para poder atravesarlo a salvo poníamos en juego todas nuestras habilidades de equilibrista e ingenio, construyendo con pequeñas, inestables y hasta a veces escasas piedras, un precario e irregular camino por el agua, para intentar llegar con los pies y pantalones secos, a disfrutar de nuestro corto pero merecido descanso sobre las doradas y tibias arenas de la playa, antes de retornar a nuestro punto de inicio en búsqueda de las bicis y poder llegar con la última luz del ocaso a nuestros hogares.

Hoy, han pasado los años, y aunque diariamente muchos transitan esos lugares, lo hacen sin imaginarse siquiera, de las increíbles y hermosas cosas que albergaron.

El inexorable paso del tiempo, sumado a lo que algunos llaman progreso, transformó por completo esos lugares, reemplazándolos por obras como el Sanatorio Mautonne y su helipuerto, la estación de servicio de ANCAP, el supermercado Disco, el Automóvil Club, un sinnúmero de viviendas e incluso, parte del trazado de la Avenida Roosvelt.

Sin embargo, para otros, más afortunados, seguirá siendo allí, donde no hace mucho, estaban aquellas lagunas de la infancia, llenas de vida, cuyo desagüe, serpenteando silenciosamente como cañada de La Aguada, moría en las doradas arenas de la Playa Las Delicias.

Entrañables sitios, que fueron y serán por siempre, en la memoria y en el corazón de aquel grupo de amigos que tuvimos el privilegio de disfrutarlos y compartirlos juntos, toda una verdadera TRAVESÍA EXTRAORDINARIA!!!!!










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