Diferencia entre revisiones de «Otros recuerdos de Antonio Fernández Arosteguy»
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Revisión del 15:46 26 jul 2016
Recuerdos acústicos entre otros
Mi vida fue en un pueblo muy chico entonces, y me quedaron grabados los chillidos estridentes y al unísono de las ranas, en días lluviosos, tanto que así llamaron al barrio - hoy Rodríguez Barrios, mayor estanciero y viudo,que mi abuela casó con la mayor de sus 16 hijos; ésta hizo maestras a sus hermanas (mi madre inclusive) y bancarios a los varones. El vulgo cree que los matrimonios pactados eran exclusivos de sus etnias,cuando fueron fruto de necesidades. El trabajo de la mujer,después de la segunda guerra mundial, cambió las reglas.
Pero volviendo, ese chillido tan poderoso se oía en toda la zona sur del pueblo, como algo natural, entonces había mucho silencio. Otros ruidos: las campanas de la iglesia, daban la hora - toques alternados - o la ida a misa, la sirena de la Sociedad Unión, anunciando "el biógrafo" de la noche. Pero lo más, de día y haciendo calor, el vuelo en círculo de una pareja de chajás, que cansados regresaban al patio de su casa sobre 18 de Julio. Doña Manuelita Pérez heredó suntuosa casa,que atravesaba la manzana hasta Carlos Reyles (hijo), donde los crió de chiquitos. Su casa, con hermoso patio al centro y aljibe, todo decorado con azulejos de vivos colores importados, creo hoy hay una mueblería. Oir y ver los chajás al regreso, era todo un espectáculo. Cosas que no existen en las ciudades.
Doña Manuelita Pérez también crió tres negritos, uno pianista excepcional. Los campos que tenia del otro lado de la Alameda, arroyo Maldonado por medio, también los dividió entre ellos. Por azares del tiempo, una hijuela de 100 hectáreas fue mía durante 20 años, los más felices que recuerdo (y los más infelices: los 5 obligado en la Capital). Los recorro a caballo, casi soñando, piso por piso y lo que todos nos llevamos, la voz de mi madre cuando llovía sobre aquellos techos de chapa "pobres los pobres que no tienen techo", se sentía reina y comprensible, recordando ranchos, entre ladrillos, donde hoy es el Cementerio.
Los veranos de muchos niños carolinos eran en La Barra
Al terminar las clases, en un camión cargaban colchones, ropa, familia y por el Cerro de Egusquiza - donde había una portera de cimbra - ¡¡¡a La Barra!!! Antes, en lo de don Isaac Manuel, dos pantaloncitos de breen azul, sin slip para cada uno - cambiadizo después del baño de mar - y un par de alpargatas domingueras - pata descalza y cueros al aire, que felicidad. El arroyo - el mismo de San Carlos, pero más bravo - lo cruzábamos con mi hermano para arrancar mejillones en las piedras vírgenes del otro lado - no existía carretera ni nada. A la vuelta, entre vecinos los "vendíamos" por monedas. Recuerdo también como buenos nadadores a Francisco Pereira y Nelo Mautone, llegaban hasta el puente.
Un verano se alojó en el Parador Martínez, la orquesta de Panchito Maquieira. Hicieron lo de todos, derecho a la playa, que ignoran que la correntada del arroyo voltea hacia el este, impedida de hacerlo por el murallón de piedras,como todas las vías de salida de aguas nuestras, hacia el oeste, por la rotación de la tierra. El Comisario Cardozo tenía un rolete con soga pero ya era hombre hecho, así que nos tiramos con mi hermano y algún otro, les alcanzamos el salvavidas atado y salieron. Flor de susto.
Otra vez, unos mieleros en la misma posta, al mar y lo mismo. Fueron a casa, ya nos habíamos ido a almorzar. Volví, me tiré, mi hermano llevó el salvavidas, los encontré, ella apoyada en la cabeza de su marido ya hundido; la golpeé, le puse la mano en el salvavidas, el hombre reaccionó, despacio porque la piola revienta, hay que seguir la onda de la ola y salimos. Se tiraron en la playa, vencidos, cuando pudieron al Parador y al día siguiente volaron sin siquiera dar las gracias.
Pasó otro verano y otra vez a casa a medio día, que había uno muy adentro en peligro y yo, miré a mi mujer embarazada y bastó para contestar "no va más, que otro agarre la posta". El 19 de Febrero de 1961 nació mi hija María Silvia, quien luego sería Gerente de RRPP en el Conrad. En una "picada" en Punta, nos encontramos con Maiorano, de la Casa Cambiaria, y le pregunto: "un matrimonio mielero apellidado como tú, casi se ahoga en La Barra y yo intervine, ¿tienen que ver contigo?" - "Sí, son primos, conozco la historia, que chico es el mundo" - "Diles que me deben una botella de champagne...".
Pequeñas historias de pagos chicos, donde nadie es anónimo.
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