Antonio Fernández Arosteguy
Mi abuelo José Fernández García, de la Cantabria (Otañes-Castro Urdiales); llegado con 16 años, amasaba pan en una tabla - perdida infelizmente (se notaba la curvatura de su barriga en el roze de uno de sus filos y la canaleta era para que la harina no cayera al piso) y salía con árganas en un burro a recorrer San Carlos, hasta que hizo pié y fundó una Panadería que heredaron sus hijos. Mi padre y luego yo heredamos la famosa tabla.
En 1925 se inauguraba la Primer Junta Dptal. de Maldonado y mi padre - Antonio Fernández - la integraba por los blancos y lo hizo hasta 1960 que falleció (Antonio Fernández es el Nº 2 en la fotografía que se encuentra en la Junta Departamental de Maldonado). También entonces iniciaba los amores con mi madre. Eran tiempos pobres, todo era lento, el matrimonio, la política y los resultados (...).
Corría 1926 y cuatro maestras en Pan de Azúcar hacían una arenga al comercio para que respetara la ley de 8 horas laborales. Los comerciantes se pusieron de acuerdo, superando una competencia equivocada y accedieron. Obsequiaron a las maestras con una medalla a cada una, que iniciando sus carreras debutaban en esa ciudad, Quica Blois del lugar, Ada Alvarez (después de Montañez) de Maldonado y Angélica Arosteguy (después de Fernández) de San Carlos. Era soltera con 31 años y sería mi madre.
Don Rosalío Silva (bis abuelo de los hoy Fontes-Garzón), en una gran casa y familia, acogía a las Maestras por un costo acorde a sus salarios y las integraba a la vida familiar. Muchos años después, nuestro padre nos llevaba algún domingo a visitarlos, viajando en el motocar Águila Blanca (había otro Águila Azul que mi padre evitaba por la referencia a Aparicio Saravia). Seguimos las amistades familiares casi hasta hoy; pero a mi me quedó grabada la actitud de aquella vasca, con su rebeldía innata, porque me contaba que muy niña y casi sobre el paso Maldonado (hoy con puentes sobre el arroyo), peleaban los colorados de Maldonado contra los blancos de San Carlos y los heridos iban a los ranchos de los vascos Arosteguy, casi en el lugar donde hoy es el Cementerio, donde mi abuelo tenía hornos de ladrillos. La vieja Emilia Aguerre de Arosteguy rajaba las sábanas para vendar heridos y mi madre era testigo que grababa en su espíritu lo que transmitiría a sus hijos.