Modernización del país y nacionalización del territorio en la trayectoria vital de Carlos Genaro Reyles
INSTITUTO HISTÓRICO Y GEOGRÁFICO DEL URUGUAY
Conferencia brindada el martes 5 de Junio de 2001 al asumir Oscar Padrón Favre como Miembro de Número.
=MODERNIZACIÓN DEL PAÍS Y NACIONALIZACIÓN DEL TERRITORIO EN LA TRAYECTORIA VITAL DE CARLOS GENARO REYLES0
por Oscar Padrón Favre
Introducción
Es conocido que la figura central sobre la que trata esta disertación fue en su tiempo identificado simplemente como Don Carlos Reyles. Sin embargo, luego de la trayectoria relevante que tuvo su hijo -como cabañero, gremialista y escritor fue necesario referirse a aquél como "el Padre", "el primero" o, más adecuadamente, como a Carlos Genaro Reyles Lorenzo, para distinguirlo de su único hijo legítimo que lo sobrevivió, Carlos Claudio Reyles Gutiérrez.
La personalidad que nos ocupa, ejerció fuerte resonancia en su tiempo y los ecos de su memoria llegaron con fuerza por lo menos hasta mediados del pasado siglo XX, especialmente en aquellas zonas del país más directamente vinculadas a su proteica acción. Su obra, tanto por sus dimensiones como por su carácter de pionera, adopta realmente un carácter de insoslayable para todos aquellos investigadores e historiadores interesados en conocer y esclarecer la evolución de la producción agropecuaria en el Uruguay que es prácticamente lo mismo que decir la historia de la riqueza nacional.
Distintos aspectos de esa potente actuación han sido motivo de mención o de análisis por algunos investigadores, aunque son contadas las oportunidades en que su vida y acción ha sido el motivo central de tales trabajos. En este último caso, precisamente por su excepcionalidad, debe mencionarse la semblanza que trazó Carlos Seijo (1) y las conferencias que sucesivamente brindaran en 1961 y 1971 el trinitario Dr. Fernando Gutiérrez (2) y el duraznense Dr. Huáscar Parallada (3).
Especial destaque merecen los aportes realizados por los dos investigadores citados en último término, pues recogieron parte importante de una rica tradición oral que existía especialmente en el departamento de Durazno, mantenida con inocultable orgullo por aquellos que habían trabajado junto a Carlos Genaro Reyles o por sus directos descendientes, tradición que, transcurridos ya ciento quince años de su muerte, aún no ha se ha extinguido totalmente. Prueba elocuente, sin duda, de la profunda huella dejada por este hombre excepcional.
En nuestro caso el interés por el personaje nació cuando comenzábamos nuestras investigaciones en Durazno -unas dos décadas atrás- al quedar sorprendidos por la fiel y respetuosa memoria que muchos vecinos de ese departamento atesoraban respecto a "Don Carlos Reyles", como lo denominaban.
Su vida fue realmente fecunda en experiencias, trabajos y realizaciones, los cuales en absoluto quedaron limitados al campo agropecuario sino que también en la función pública su actuación fue destacada, siendo esta faceta mucho menos conocida pero, sin duda, digna de estudio. En este trabajo nos centramos en sus dos desvelos principales como productor y como hombre público: la transformación de la producción pecuaria en primer término y la nacionalización de nuestro territorio en el segundo.
I - El hombre
La trayectoria vital de Reyles se desarrolló entre el 12 de febrero de 1825, cuando nació en San Carlos (Maldonado) y el 5 de mayo de 1886, fecha en que falleció en Montevideo. En su sangre confluían los aportes azorianos y británicos y su pueblo natal sin duda marcó su personalidad al brindarle el edificante espectáculo de la laboriosidad y tesón de aquellos descendientes de las familias establecidas por Cevallos.
Nacido en muy humilde cuna y con precarios estudios recibidos en la escuela local, que dirigía el preceptor Juan Plácido Faxardo, como consta documentalmente (4), teniendo catorce o quince años marchó a trabajar para la zona fronteriza vinculándose directamente con el progresista medio pecuario de Río Grande.
Entonces desarrolló su etapa formativa, tanto en el arte de las habilidades camperas -que las dominó a la perfección- como en la no menos compleja de los negocios, actuando junto al legendario Comendador Domingo Faustino Correa y otros familiares de éste en tiempos de la Revolución de los Farrapos y la Guerra Grande. Durante esta última habría desarrollado algunas acciones temerarias para abastecer de ganado a la sitiada Montevideo, aventuras que posteriormente gustaba recordar.
No son pocos los testimonios de sus contemporáneos que exaltaron sus singulares cualidades de trabajo, de inteligencia para los negocios, de integridad moral y generosidad, logrando incluso el difícil privilegio que le fueran reconocidas por encima de las diferencias partidarias. Condición esta última que le valió ser designado en más de una oportunidad como mediador entre las fuerzas coloradas y blancas envueltas en la guerra civil.
Santiago Arbiza, integrante de una de las familias que fueron conocidas como "los vascos de Reyles", por haber sido contratadas por él para que trabajaran a su lado, recordaba: "Era un lindo hombre, rubio, de buena estatura, simpático, encantaba hablar con él... tenía una inteligencia natural sobresaliente, manejaba con suma facilidad mucho personal, nunca se oyó decir que hubiera tenido ninguna diferencia con nadie y en esas épocas había hombres capaces de cometer cualquier crimen. Su personal lo quería muchísimo, respetándolo completamente por su gran representación de gran señor" (5).
Pero sin duda una de las más logradas semblanzas que de él se conocen es la que nació de su propio hijo en 1894, cuando habían pasado ocho años de su fallecimiento. Para entonces el joven autor de "Beba" -luego vendrán "El Terruño" y "La Raza de Caín" entre otros libros- que había mantenido una relación un tanto conflictiva con aquél en sus últimos años, dimensionaba ya cabalmente la estatura superior de su progenitor.
Destacando los rasgos de laboriosidad dijo en un pasaje de las páginas que le dedicara: "Aparte la bondad, su cualidad relevante era la de ser un trabajador admirable, un hombre que no sabía hacer más que eso, trabajar, y al que no pudieron rendir nunca fatigas ni fracasos.... para él una frugal comida y diez y seis horas de trabajo diario, durante medio siglo hizo eso. A los que le ponderaban su robusta salud, solía contestarles: "Yo siempre estoy bien, una porque soy naturalmente sano y otra, porque no tengo tiempo de estar enfermo". Y decía la verdad." (6)
II - Pionero de la modernización pecuaria
Es evidente que si lo dicho sobre su afiebrado ritmo de trabajo no se conociera por el testimonio de su hijo y de otros contemporáneos, a igual conclusión llegaría quien estudiara pacientemente lo realizado por este hombre en el campo de la transformación de la producción pecuaria nacional, que tuvo en él a un verdadero precursor. Y sin duda tal título de pionero o precursor le cabe con honra -aunque, por supuesto, no de
forma única- porque su acción no se desarrolló en sincronía con las transformaciones de distinto orden que sobre todo a partir del Gobierno del Cnel. Lorenzo Latorre generaron las condiciones básicas para la instalación de un proceso de modernización productiva. Por el contrario, su acción se anticipó a ese tiempo, desarrollándola en un período de la vida del país -el cuarto de siglo posterior a la Guerra Grande- en el cual el acontecer político afectaba de tal forma la situación económica y social, que dejaba muy poco espacio para el optimismo y la esperanza en la viabilidad futura del Estado Oriental. En esa acción de pionero estuvo acompañado en el país por otros nombres relevantes, de los cuales citamos sólo como ejemplos a Ricardo Hughes, Roberto Young, José de Buschental y Domingo Ordoñana.
II.1 - Las estancias
No fue hazaña menor el haber comenzado, cuando niño, vendiendo pan y pasteles por las calles de San Carlos y haber fallecido siendo propietario de más de 140.000 cuadras de campo, además de otras propiedades. Sin embargo esta verdadera proeza económica queda empequeñecida ante el titánico empeño, su principal desvelo, de transformar tan dilatado fundo en un modelo de producción agropecuaria de difícil parangón en el Uruguay de su tiempo, desechando radicalmente las formas tradicionales y primitivas de explotación. Es ese, precisamente, uno de los motivos que hacen que sea de justicia que su nombre y acción permanezca en la memoria colectiva de la nación, pues lo hecho puede calificarse de verdadera epopeya del trabajo.
Sus principales propiedades -las estancias "El Paraíso" y "La Carolina" en el departamento de Durazno y "Bella Vista" y "Palmira" en el de Tacuarembó- formaban una inmensa propiedad, atravesada a manera de columna vertebral por el majestuoso río Negro y teniendo al paso de Bustillos como principal vaso comunicante entre la margen norte y sur de dicha corriente fluvial. Por eso la novela "El Gaucho Florido" de Carlos Claudio Reyles tiene como una de sus primeras escenas el pasaje de ganado a través de ese sitio (7).
En fecha que no hemos podido ubicar con precisión, pero que estimamos gira en torno al año 1850, trasladó su acción a la zona sur del departamento de Tacuarembó, arrendando dilatados campos al Comendador Correa, antes mencionado, con quien mantuvo siempre gran amistad, llegando a ser hombre de su confianza, al punto que el potentado riograndense dispuso en su testamento que Reyles fuera su principal albacea.
Desde finales de 1855 pasó a ocupar el denominado Rincón de las Minas en el departamento de Durazno, de acuerdo a contrato celebrado con los sucesores del acaudalado español Fernando Martínez quien había obtenido la mayor parte del actual departamento de Durazno en las últimas décadas del siglo XVIII. Desde los tiempos coloniales -y más aún desde la Revolución- esta amplia y fértil rinconada había sido escenario del principal drama de la tierra oriental: la lucha entre propietarios y ocupantes.
Seguramente sin poder evitar conflictos con los ocupantes allí existentes de larga data, Reyles logró adquirir de manera definitiva esas tierras entre los años de 1857 y 1859, formando la estancia conocida como "La Carolina", en claro homenaje a su tierra natal. En la década siguiente, a partir de 1862, comenzó a comprar tierras linderas por el suroeste con las anteriores, adquiridas a los sucesores de los antiguos propietarios Hermenegildo Laguna y Diego González, formando otra estancia, la cual se transformó en el escenario principal del hacer reyleano: "El Paraíso". Esta última estancia ha sido hasta no hace muchos años un auténtico emblema de casi siglo y medio de historia de la pecuaria uruguaya. La compra de otras fracciones en 1868 y 1873 completaron esta estancia.
En la década de 1870 pasó a adquirir muchas de las tierras que había arrendado a la familia Correa en el departamento de Tacuarembó, tanto al ya citado Comendador como a un sobrino de éste, Faustino José Correa. Eran campos ubicados entre los arroyos Achar y Cardozo, teniendo al río Negro como límite sur, ocupados principalmente por la estancia "Bella Vista". Formó así un complejo productivo, con una superficie aproximada a las 49 suertes de estancia, enclavada en el corazón del país.
II.2 - El mestizaje
Uno de los pilares de la modernización en la producción pecuaria suponía mestizar los rodeos criollos con razas europeas a efectos de lograr, entre otras ventajas, animales de mayor peso y mejor calidad en las carnes. Para ello, e impulsado como el mismo lo reconoció por el empresario Samuel Lafone, importó en 1859, desde Inglaterra, los primeros reproductores Durham pagando cifras astronómicas que provocaron que
muchos creyeran que había perdido la razón.
De acuerdo al veraz testimonio de su hijo: "Examinando detenidamente los primeros reproductores importados... se dio exacta cuenta de sus perfecciones y ventajas para la producción de carnes y, grabándose aquellos tipos en la memoria como modelos, se propuso criar animales cerca de tierra, de osamenta fina -por experiencia sabía que a mucho cuerno poca grasa- y de cuerpo cilíndrico y macizo.
Ni un solo día dejó de tener presente su propósito; antes de admitir una vaca en rodeo Tipo, la miraba y remiraba durante una hora, desechando a muchas, aunque hermosas, por no sé que imperfecciones que él únicamente, veía" (8).
Debió enfrentar no pocos obstáculos que sometían a serias pruebas su templanza. Estos iban desde las periódicas sequías a las epidemias devastadoras y, sobre todo la más destructiva: las guerras civiles. Tiempos de la Revolución de Venancio Flores y de la Revolución de Timoteo Aparicio como las más destacadas, pero no las únicas.
Tampoco fueron menores vallas a vencer las que le presentaba la mentalidad conservadora o escéptica de no pocos de aquellos que lo rodeaban. Trabajó silenciosamente algo más de diez años, hasta que poseyendo un número suficiente de reses mestizadas comenzó a enviar las primeras tropas a la Tablada.
Entonces el resultado de su obra provocó verdadero asombro.
En octubre de 1874, con el título de "Atención estancieros", escribió Domingo Ordoñana un artículo expresando:
"Cuatro vacas mestizas Durham pertenecientes al Sr. D. Carlos Reyles, han sido vendidas en Tablada, al nunca visto precio de ochenta y cinco pesos, en que fueron valuadas cada una. Las vacas ordinarias valían ese día 23 y 24 pesos y los bueyes gordos 40, y esto sirve para comparar el volumen y la gordura de aquellos animales... Las ventajas de cruzar nuestros ganados con razas más perfeccionadas, se viene haciendo cada día más evidente, y quisiéramos, ya que marchamos derechamente á los potreros, marchar también á las selecciones y los mestizajes....
El Sr. Reyles ha hecho perfectamente bien en hacer conocer ese ganado en plaza, porque el valor y la apreciación que de esas muestras se ha hecho, le servirán, no de estimulo porque nos parece que no lo necesita, sino de punto de comparación económica con los ganados criollos que posee" (9).
Al mismo tiempo comenzó a enviar tropas de novillada mestiza también para los saladeros del Brasil obteniendo excelentes precios por ellas.
Sin embargo la batalla a favor del mestizaje no estaba ganada ni mucho menos y durante muchos años fue motivo de fuertes polémicas entre algunas de las principales figuras del proceso modernizador en el campo agropecuario. Sobresale entre ellas la que se dio en el año 1883, en la cual Félix Buxareo se manifestó como el más tenaz adversario a la mestización, promoviendo la selección natural dentro del rodeo criollo. La participación de Reyles en dicha polémica, a través de una comunicación fechada en Montevideo el 23 de marzo de 1882, demuestra la firme convicción que tenía en que el mestizaje era el destino de la ganadería nacional. En un pasaje manifestó: ".... por más perfeccionada que se encuentre la raza criolla por la simple selección natural, jamás alcanzará a dar los resultados de la mestizada Durham y vuelvo a repetir que afirmo por experiencia de muchos años, habiendo sido decidido partidario, como el que más de la selección natural..." (10).
Oscar Padrón Favre
Editorial Tierradentro
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