La tumba del vapor Poitou

De Banco de Historias Locales - BHL
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El Poitou en la playa Las Garzas, frente a la laguna de Garzón.
El capitán de apellido Rives y la cubierta del Poitou.


Este 7 de mayo (2018) se cumplen 101 años de la tragedia del vapor Poitou. Algunos inmigrantes llegaban a la costa y se aquerenciaban; otros no lograban, a veces por pocos metros. Alberto Moroy nos trae la historia, heroica y cruenta, de linajes que no fueron y sueños que se quedaron en la arena. Esto ocurrió cuando nuestros gauchos enlazaban náufragos y algún relato lo firmaba Florencio Sánchez. Eso sí, nada de triángulo de las Bermudas, el amigo Moroy sentencia que pudo ser un error comparable al del Costa Concordia en aguas italianas, o uno de esos imponderables que aparecen en el mar.


1907, naufragio en la playa de Las Garzas, frente a la laguna de Garzón



Por Alberto Moroy


En la portada una foto inédita que lo muestra casi sobre la arena, dejándolo ver de mayor tamaño del que suponíamos. Media casi 100 m de eslora y es sabido que fuera del agua todos los barcos parecen más grandes. Seguramente el día de la tragedia las mareas y el posible viento lo dejaban a varios metros de la orilla, motivo por el cual hubo que adentrarse en las aguas para socorrer a las víctimas.

En el año 1907 en la playa de las Garzas frente a la laguna de Garzón, ocurrió uno de los más trágicos naufragios de la saga rochense: el del “Poitou”, de origen Noruego. Antes se llamaba Suerberg y luego Batavia, antes de llegar a su nombre final. Con bandera francesa a cargo de la Propietaria Société Générale de Transports Maritimes À Vapeur SA SGTM, desplazaba 2.900 toneladas, tenía 96 metros de eslora y 12 de manga. Había zarpado del puerto brasileño de Santos, el 3 de Mayo. En el registro de la hora 18.30 del día viernes 6, figura que fue avistado el faro de la Isla de Lobos (distante a 40/50 millas náuticas al SO); menos de dos horas después, el barco encalló en la costa, a 25 millas de la Isla de Lobos y al menos 43 de donde dijo verlo, pues habían confundido con el Faro del Cabo Santa María.


Una digresión


El 23 de abril el 2012 Viajes del País publico esta nota con excelentes fotos de época (perdidas) y referencias de un naufragio olvidado. Posteriormente otros medios especializados, no siempre mencionado el origen de la misma, publicaron fotos compuestas por el autor y textos completos, incluso repitieron un error de posicionamiento en referencia a la laguna Garzón y ¡hasta dieron conferencias! Hoy en las cercanias de un nuevo aniversario (7 de mayo) de su siniestra varadura, volveremos sobre los pasos con algunos nuevos aportes y esperamos que los sigan copiando o usando de insumo, pero esta vez mencionando ya sea al autor o al sitio de referencia.

Soembing (1893). / Ciudad de Batavia, puerto de Londres.
Cuando era el Batavia. / Rumbo que tomó, versus el que debía haber tomado.

A bordo venían 59 tripulantes, 235 inmigrantes y carga. Eran españoles, franceses, italianos, turcos, rusos y algún inglés, que se radicaría en el sur patagónico argentino. También una uruguaya, Dolores Miguel y dos argentinos, Antonio de los Reyes y un joven estudiante de apellido Etchegaray. Entre los numerosos naufragios de principios del Siglo XX, el del “Poitou” fue uno de los que más conmocionó la región, con repercusiones en Europa.

Así lo vio Le Petit Parisien el sábado 14 de mayo de 1907 (Caras y Caretas).
Le Petit Parisien, 14 de mayo de 1907.

Según versiones de los sobrevivientes, al amanecer del 7 de Mayo de 1907, don Ramón Silva, encargado de un establecimiento rural o “estancia” cercana a la Laguna de Rocha, junto a la playa de Garzón, descubre a unos 60 u 80 metros de la costa, un barco escorado, desde el cual le hacen señales. Silva vuelve a la estancia y regresa prontamente con su hijo Américo y otras personas, llevando consigo caballos, lazos y cuerdas. Casi enseguida llegan los funcionarios de aduana Timoteo Altez y Pedro Maisonave; Altez sale para el pueblo de Garzón con la noticia y de ahí un hombre montado a caballo o “chasque” se desplaza hacia la ciudad de Rocha. El jefe político de Rocha, Sr. Lezama, telegrafía a Montevideo y pasado el mediodía, el Presidente de la República está en conocimiento del hecho.

Los paisanos a caballo trataban de enlazar a los náufragos; el estudiante Etchegaray explica en tierra un sistema ideado por el carpintero de a bordo para intentar salvar el pasaje, mediante un cable; un inglés de apellido Scott llega a la costa con él y lo une a una estaca, extendiendo el grueso cordel de la nave a tierra. Entretanto el inglés intrépido había fallecido ahogado. De tal manera y complementando el esforzado trabajo de los jinetes, comienzan a efectuar rescates de tripulantes y pasajeros, aunque ya se habían perdido casi 50 personas. Con el aerocarril improvisado, el salvamento duró más de un día, siendo los náufragos llevados a la estancia de los hermanos Silva. Se destaca el dramático caso del Dr. Charles Secur, médico de a bordo, quien se había dado por perdido y muchas horas más tarde apareció aferrado a un madero, a varias millas del lugar.


Aníbal Falco (Rocha)


Con sus padres instalados en rocha inició los estudios de farmacia y desde 1905 hasta 1907 trabajó en el laboratorio farmacia del negro Bustamante en Rocha. En tal circunstancia tuvo participación del salvataje del vapor Poitou. En esa ocasión rescato a un niño que había caído al mar. En mérito a ello el gobierno español le entrego una medalla recordatorio y una carta de reconocimiento.

En 1938, en una reunión rotaria en Montevideo se expresó de esta manera:

“Estaba en mi laboratorio, serían más o menos las 10 de la noche, una de esas noches blancas del mes de mayo de 1907 y haciendo tertulia, como es costumbre en campaña, con algunos interesantes amigos de la localidad, cuando desde la Jefatura de Policía nos trajeron la penosa noticia de que un barco estaba en peligro en las costas de Garzón. Nos miramos todos y como una sola voluntad, dejamos nuestras tareas para orientarnos hacia una solución en beneficio de los que sufrían. Recuerdo que de inmediato, aquel que fue gran espíritu generoso y bueno, Julio Agosto Martínez, corrió hasta su cochera y volvió con su carruaje, preparado para la dura jornada. Pusimos dentro todo lo que a esa hora encontramos a mano: ponchos, frazadas, coñac, café, etc. y junto con el bueno de don Domingo Alsina, el inolvidable Arturo Tisnés, el rubio Peyre y otros, salimos rumbo hacia donde estaba la desesperanza. Más tarde salieron otros vehículos, todos llenos de nobles rochenses, que iban a ́dar de sí sin pensar en sí, en magnífico gesto de altruismo y solidaridad humana.

Silva. / Lezama, Jefe Político de Rocha. / Larroza, paisano rochense que salvó al médico y 30 personas más.

Llegamos a las playas de Garzón, en el sitio que correspondía justamente al campo de don Ramón Silvera, que tuvo destacada y generosa intervención en este episodio, junto con el también noble vecino don Isidoro Sena, cerca de las tres de la mañana y lo que no pudimos conseguir con nuestra visual, lo realizó el oído, pues, mezclados con el viento, pudimos oír los gritos de auxilio de los desdichados náufragos, gritos que nos llegaban sin solución de continuidad y nos desesperábamos ante nuestra impotencia para darles a aquellos refugio seguro. Junto con nosotros estaba el buen paisano señor Silvera, que desde hacía rato trataba de comunicarse con el buque. Como medida previa se resolvió hacer una gran fogata y a su resplandor se pudo apreciar la enorme mole del buque, que estaba a unos ochenta metros de la costa”.

Lo que sigue es un vívido relato que vale la pena leer, me lo acercó el amigo Víctor Urrutia y pertenece a La revista histórica rochense:

http://www.revistahistoricarochense.com.uy/rhr-no-9/anibal-z-falco-la-vida-de-un-emprendedor-parte-i/#more-1202

Antonio de los Reyes, Echegaray. / Cajón que sirvió para bajar náufragos. / El médico de a bordo Charles Sucur o Le secur, quien se creyó muerto.


José Adami, fotógrafo “de este artículo”


Desde Montevideo, las empresas Lussich y Semaden mandaron sus remolcadores para acudir al rescate, de acuerdo a las normas vigentes que regían en la época: el que hacía el salvamento, cobraba. Fue así que se enviaron los vapores “Huracán”, “Fulton”, “Ingeniero”, “Cacique” y “Atlántico”. Por su parte, el Estado Uruguayo envió al vapor “Lavalleja” con médicos, enfermeros, periodistas y un fotógrafo. Dicho fotógrafo era don José Adami, quien trabaja en la revista bonaerense “Caras y Caretas”.


Florencio Sánchez corresponsal del diario “La Nación”


“Entre tanto, habían acudido ya los vecinos Ramón Silva, padre e hijo, el guarda aduanero Altez, Julio Silvera, Modesto de la Costa y otros, quienes avanzaron a caballo y tratando unos de enlazar a Scott, uno de los tripulantes que se debatía entre las olas intentando alcanzar la orilla y otros de hacer llegar al buque un aparejo, cuya operación se hacía de la siguiente manera: los de a caballo se internaban en el mar y lanzaban el aparejo en cuya extremidad iba una pequeña boya. Desde abordo se trataba de pescar la boya que bailoteaba alrededor del buque a merced de las olas.

El heroico Scott, que se debatía desesperadamente en el agua, consigue asir la boya, la ata al cable que él sostenía y establece, por fin, la comunicación con la playa. Entregado a las olas por sí mismo, tras su gran acción estaba irremisiblemente perdido. Lo sabía, grita algo que no se entiende y desaparece para siempre. Los criollos arrastraron el cable a la cincha, lo amarraron en tierra y comenzó el salvamento, pero sin previsión ni sentido práctico. Todo el mundo quería echarse a tierra aferrado al cable sin contar con la fuerza de las olas. Algunos, con salvavidas ceñidos, trataron de deslizarse, pero las olas zangoloteaban con tal violencia que no tardaron en soltarse, por el dolor de las mutilaciones, siendo llevados mar adentro por la resaca.

Felizmente se suspendió el procedimiento que casi era un suicidio. El mar amainó pero, cuando más seguro se creía el salvamento, se partió el buque. Todos en cubierta intentaban echarse al agua sin tener en cuenta que los salvavidas para nada servían y que la muerte era segura, no obstante la costa, llana y amiga, estaba allí cerquita, a cuarenta metros.

Los náufragos fueron alojados en la estancia de los Silva y en las linderas de Federico Silvera y del Dr. Martínez Rodríguez. Posteriormente se realizó su traslado hasta la ciudad de Rocha en carros y carretas, lo que llevó dos días. En dicha localidad, el Juez Lezama organizó la ubicación de los pasajeros y la tripulación, así como el entierro de los cuerpos que pudieron ser rescatados, en el cementerio local. Pasados algunos días, dichas personas son trasladadas desde Rocha hacia La Paloma, para ser finalmente embarcados en los buques “Powerfull”, “Emperor” y “Fulton”, rumbo a Montevideo y de allí a Buenos Aires.

Los ahogados camino al cementerio. / Recuento de sobrevivientes.
Exposición rural de Rocha donde se alojaron. / Tripulación en Rocha. / Damas de Rocha repartiendo víveres. / Autoridades que contribuyeron.
Trinidad Battero y Carmen Beates; trece horas subidos a los palos.
Sra. Amalia Sierra, viuda de Barrios (con ocho hijos, su marido falleció en el naufragio). / Benigno Gómez y sus hijos Juan y Antonio, 48 horas asidos a un hierro.
Reconocimiento de la Junta Española Pro-Náufragos del Poitou a Aníbal Falco.
Reconocimiento de la Junta Española Pro-Náufragos del Poitou a Aníbal Falco.


Diplomas y condecoraciones


Al año siguiente, las Sociedades Francesas y Españolas de Montevideo y la Cruz Roja Internacional, otorgaron diplomas y condecoraciones a varios rochenses, en un emotivo acto, llevado a cabo el 5 de Julio de 1908. Francia otorgó cuatro medallas de oro, a doña Mena Sosa de Silva, por su abnegada ayuda a mujeres y niños en el lugar del naufragio, otras a Ramón y Américo Silva, por las numerosas vidas salvadas, muchas de ellas a caballo y enlazando los cuerpos en el agua y finalmente al Juez Lezama. Los homenajeados por la Cruz Roja fueron, entre otros, los hermanos Silva, doña Mena Sosa, el Dr. Florencio Martínez Rodríguez, el Dr. Julio Bonnet y Sr. Federico Silvera. Si embargo no vemos a A. Larrosa paisano de color, que según las crónicas salvó 30 vidas, entre ellas el médico.


Otra digresión


Hace muchos años, justo ahí, acompañé a mi padre a ver como rescataban estaño de un barco hundido (un amigo suyo, el Sr. Cantera, tenia los permisos de rescate). El mar era bravío, la soledad inmensa, el censo había dado por esos años la zona de Las Garzas como desolada. A pocos metros de la costa, no más de 50, los buzos hacían milagros para subir los lingotes de 50 kg de estaño a una balsa improvisada con tambores. A más de un centenar de metros, otro barco dejaba ver sus jarcias y pasamanos de bronce. Por ese entonces (década del sesenta) el Estado daba en licitación los barcos para rescatar la carga o lo que fuera útil. Los locales contaban que era el paraíso de los contrabandistas, que dejaban flotando el “bagayo” a la espera de que la embarcación pactada lo rescatase, no obstante algunos se les escapaban. Una anécdota decía que un hombre había encontrado un televisor en la playa, totalmente envuelto con material impermeable y como no sabía lo que era, lo cambió en el boliche por una radio. Con esto trato de imaginarme lo que sería en 1907.


Observaciones náuticas


El barco venía haciendo un promedio de 18 km/h (8/9 nudos) desde el puerto de Santos; las crónicas dicen que luego de dos horas de reportar que había visto el faro de la isla de Lobos (la distancia es de 50 millas náuticas y la luminosidad del faro 26 millas), encalló frente al balneario Las Garzas, lo que nos lleva a suponer que manteniendo esa velocidad había recorrido una distancia de 32/36 km hasta donde embicó.

Suponiendo que el faro que decía ver, fuese el de la isla de Lobos, éste se había inaugurado 9 meses antes (18/7/1906), ¿lo sabría o lo confundió con el de tierra firme (Punta del Este), que ya tenía 50 años?

El rumbo que tomó de 273º era una locura, debió haber sido 247º desde esa posición, como para dejar la isla de Lobos por estribor. Los compases y los capitanes de esa época eran buenos, las cartas náuticas eran minuciosas, los ingleses se habían encargado de marcar bastantes años atrás “hasta los yuyos de la costa”, además era una noche luminosa, dos días después fue luna llena. Tamaño error, salvando las distancias, tal vez tenga parangón con lo que le paso al “Costa Concordia” (16/1/2012)… o quizás se quedó sin gobierno, o algún otro imponderable que en el mar nunca falta.



Alberto Moroy

amoroy@gmail.com



Esta nota, que el BHL transcribe agradeciendo la gentileza del autor, Alberto Moroy, fue publicada en el Diario El País el 1º de mayo de 2018.



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