El ideal nuevo (ensayo; 1903)

De Banco de Historias Locales - BHL
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Breve reseña del trabajo de Carlos Reyes:

El ideal nuevo: la situación, la teoría, la acción práctica




Escrito hace más de 100 años, es tal la vigencia de este ensayo que su visión de la situación de nuestra nación corresponde 100 % a la actualidad que vivimos (2015), hasta menciona el “interés especialísimo en conservar al pueblo en la ignorancia” y a “las voluntades sumisas al estado y dependientes de él”, pero dentro de un marco realmente esperanzador: una vez despiertos, “los obreros no pueden ser vasallos, la conciencia de su fuerza lo impide y el sentimiento de su dignidad los impulsa a libertarse de engorrosas tutelas”.

El ensayo comienza con una muy amarga descripción de nosotros mismos y aguda crítica al desempeño de los partidos tradicionales, responsabilizándonos del debilitamiento de las virtudes sociales; “por eso los hombres de la tierra oriental, sin energías viriles fuera de la guerra, sin entusiasmos ardientes, ni las aspiraciones superiores que engendra el sentimiento de la propia fuerza, han arrastrado la vida miserable de los pobres de espíritu a que los condenaba un medio ambiente donde la independencia es una esclavitud, las instituciones libres un perpetuo sistema de fuerza, el esfuerzo propio y la iniciativa privada un vasallaje; porque el hombre temeroso, no de los dioses sino de los partidos, lo ha esperado todo – la vida o la muerte – de la política”, “de ahí la omnipotencia de la acción oficial, extraña a la psicología de los pueblos libres, de los cuales, por nuestras pulidas instituciones, tenemos todas las apariencias, sin poseer ninguna de las realidades prácticas; de ahí también la formación del espíritu criollo, levantisco, acometedor, vocinglero, capaz de palabras ó acciones violentas, pero no del esfuerzo sostenido en que consiste la verdadera energía. Tal espíritu es por naturaleza contrario al método, al orden, al trabajo razonado y a las virtudes pacíficas, modestas, pero sólidas”; “la viveza criolla, que es una forma superior del chabacanismo, las medidas coercitivas, que descubren el guantelete del despotismo de que los pueblos no habituados al ejercicio de la libertad gustan de ver armada la mano de los gobernantes, la revolución como procedimiento político, permitiendo la pereza embrutecedora, y además, como noble concepción de la vida, el sanchopancismo, que es la peor y más castiza herencia de la abatida España, y el compadrazgo más o menos agudo, que es una floración indígena de lo más criollo y malo de nosotros mismos”; “la aspiración es tímida, el esfuerzo débil y limitado”.

Los partidos tradicionales “no han sabido ni vencerse ni reconciliarse, ni transformarse. No se han enriquecido con las ideas o valores morales que elevan el nivel de las masas y permiten todas las expansiones de las fuerzas vivas de un país; no han contribuido, de ninguna manera, al ejercicio y desarrollo de las energías y potencias materiales y espirituales que cultivan encarnizadamente los pueblos fuertes y libres; libres y fuertes, no por las virtudes guerreras, sino porque saben conquistar la vida, venciendo diariamente en una continua y formidable lucha a las fuerzas fatales del destino”.

Luego de un detallado análisis sobre la “acción aplastadora de un medio ambiente pobre en virtudes sociales” difíciles de contrarrestar (los pueblos no tienen otros gobiernos que los que se merecen), confía en que la clase dirigente podrá robustecer cualidades y destruir vicios y propone dejar de esperar todo de la política, “La vida nueva no saldrá de los moldes viejos, la vida nueva ha menester una nueva concepción de la vida”, empezando por el cultivo intenso de nuestras energías por medio del trabajo, la regeneración a partir del esfuerzo propio, la acción privada, la iniciativa particular como tónicos, la vigorización de la voluntad y las energías individuales para combatir la decadencia.

“La prosperidad, el progreso y la grandeza de una nación penden más de las virtudes y energías de los individuos que la forman, que de las instituciones y poderes oficiales que la rigen”, “hace converger principalmente todas las voluntades hacia el gobierno propio, hacia la iniciativa privada, individual o colectiva, hacia el trabajo”. “El porvenir de un pueblo está en relación directa de la superioridad de la acción privada sobre la acción oficial”. “Y la superioridad del individuo sobre el Estado en el manejo de los intereses de un país es tan evidente como lo es la superioridad del propietario sobre los administradores”. “Los hombres de buena voluntad, la juventud, las clases productoras, están obligados moralmente a batir un nuevo ideal para darle a la patria uruguaya una nueva esperanza. Este ideal, indispensable para vivir, no puede ser otro que el trabajo, el rudo combate con la realidad, que infla los músculos, afina la inteligencia de mil modos, templa los nervios y edifica la grandeza de las naciones”. “El día glorioso en que las escuelas, los hospitales, los ferrocarriles, los puentes, sean aquí obra de la iniciativa privada, saborearemos los frutos de la civilización que ahora se pudren en nuestras manos”. “A trabajar pues. Es preciso que cada uno cultive su jardín, sin olvidarse de que el bien propio es cosa íntimamente ligada al bien ajeno, si se mantiene el propósito de elevar el nivel intelectual de las masas, educar el carácter”.

Reyles legitima el orgullo del éxito y las aspiraciones individuales que promueven el progreso, y propone como medio para desarrollar las energías morales y recuperar la confianza enriquecer nuestra tabla de valores nacionales, acudir al tesoro de las energías individuales, “las clases laboriosas, los rudos obreros que a soberbios martillazos forjan el alma de la naciones, pueden, salvando sus intereses, salvar al país; los hombres de trabajo tienen el deber ineludible de hacerlo, por la sencilla razón de que pueden hacerlo”. “El milagro que por mil causas no pueden obrar ni los gobiernos ni los partidos puede realizarlo la mar de fondo de una acción social, una poderosa asociación de clases laboriosas”.

Propone la fundación de LA LIGA DEL TRABAJO: “no constituye un partido político, sino una asociación de hombres de trabajo, de la que pueden formar parte, sin sacrificar sus ideales partidarios ó sus credos sociales, los rojos y los blancos, los pobres y los ricos, los orientales y los extranjeros. A nadie excluya, a todos invita a tenderse la mano y prestarse ayuda mutuamente para multiplicar la potencia del trabajo común por medio de la asociación, que persigue a la vez fines materiales y morales y concilia de un modo más amplio todos los intereses, hace converger todas las conveniencias, todas las voluntades y todas las energías hacia un punto fijo: la prosperidad común. El pueblo va a tener conciencia de su fuerza despertando estímulos y abriendo risueños horizontes a las naturales aspiraciones de fortuna y bienestar”.

“El ideal nuevo” de Reyles no llega a profundizar en “La liga del trabajo” (aunque sabemos que es precedente de la fundación de la Asociación Rural), pero nos prepara para comprenderla, tanto que parece sugerir (como camino hacia el ideal nuevo que siembra en quien lo lee) la fundación de una amplísima logia a la que pudieran acceder todos los orientales, quienes suscribirían naturalmente sus códigos (¡el nuevo pacto social!), por buenos, por sensatos, por sanos, “todos” querríamos pertenecer a esta gran asociación de individuos libres con el objetivo común del progreso y el bienestar colectivo, con las inefables consecuencias del compromiso de remangarse y trabajar honradamente, de forma tolerante y fraternal, individualmente, para beneficio de todos, para construir sobre nuestro legado el país que queremos dejar a nuestros hijos.






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