Con la voz del corazón, Raúl Montañés - 1956

De Banco de Historias Locales - BHL
Saltar a: navegación, buscar
Clic para ampliar.
Clic para ampliar.



Este libro fue recuperado - como otros tantos - gracias a la gentileza de la familia de Uberfil González.



Carta de Serafín J. García


Montevideo, Julio 5 de 1956


AMIGO MONTAÑÉS:


Los versos que tuvo usted la deferencia de someter a mi modesto juicio poseen, a mi manera de ver, el mérito de reflejar su alma con total sinceridad, sin que la preocupación por el aderezo retórico obstruya jamás el libre fluir de sus ideas y de sus sentimientos - sobre todo de éstos - ni enfríe el calor humano ni la fuerza emotiva que les infunden vida.

Escribe usted, movido seguramente, por espontáneo impulso, obedeciendo más a los dictados de su corazón que a lops imperativos de carácter estético, y tal actitud se traduce como es natural, en páginas desnudas de artificio, donde importa más lo que se dice que la forma de decirlo, donde es lo primordial el tema y son los secundario las palabras con que se le reviste.

Ello habrá de facilitar en grado sumo la comunicación que sin duda busca usted con espíritus sensibles y claros como el suyo, capaces de vibrar al conjuro de sus versos sencillos y cargados de humano dramatismo.

Le auguro, por lo tanto, mucho éxito a su nuevo libro, y le agradezco la distinción que me ha hecho al solicitarme opinión sobre su contenido.

Serafín J. García



Soliloquio


Este libro de versos lo comienzo a escribir en la ciudad de Buenos Aires, R.A., en una noche triste y de densa niebla.

Extraviado en el loco torbellino humano y huyendo de mi propia melancolía, busco refugio en el mundo luminoso de la poesía; único asilo de mi pobre alma.

Deseo hundirme en el sopor de mis sueños azules; sueños que flotan frente a mí como flotan las estrellas en la inconmensurable astral; para así olvidar esta tenebrosa noche de Mayo, cuya densa niebla que parece borrar mi propio destino, me ha sumergido, aún más, en la amargura que corroe mi corazón. En mi dolor huyo del mundo y mis tormentos me siguen como mi sombra, que me acompaña a todas partes.

Estoy solo, estoy triste, estoy enfermo; mi inexplicable enfermedad, si es que así puede llamarse a esta ráfaga de melancolía que pasa por mi alma, hoy se ha agravado de un modo alarmante y mi vida parece extinguirse lentamente. Frente a ella los recursos de la ciencia, que sólo sabe de males físicos, son ineficaces porque ésta radica en mi alma; y los médicos, impotentes no logran operar un cambio favorable en mi espíritu.

Estoy solo, estoy triste, estoy enfermo; pero no quiero morir, me faltan muchas cosas que decirle a la vida. Mi inquebrantable fe, que aún no se ha roto, me mantiene en actitud de defensa.

Así estoy solo, triste y enfermo, pero no completamente vencido; y esa fe que reconforta mi abatido ánimo me vigoriza y me impulsa a la palestra donde sólo se debaten espíritus como el mío, inmunes al tormento de vivir al poco calor de una esperanza vieja de soñar imposibles.

Por eso, con la sed que produce esta anemia lírica y sobre el propio dolor de mi soledad, yo espero... espero un milagro que me vuelva nuevamente a la vida, a la luz... y vierta así un bálsamo de olvido en la lacerante llaga de mi angustia.


Buenos Aires, Mayo de 1956





Volver al archivo de Raúl Montañés

Consultas.png
BHL-logo-200px.jpg