Molino Velázquez
Molino Velázquez
Patrimonio Nacional desde 1984.
El camino Velázquez o camino de las Carreras (actual avenida Batlle y Ordóñez) era la única vía de comunicación que unía las poblaciones de Maldonado y San Carlos a principios del siglo XIX.
En lo alto de una pequeña cuchilla se encontraba el emblemático molino, originalmente rodeado de chacras; también había una cancha de pelota y se hacían carreras de caballos. Medía 15 varas de circunferencia, 9 varas de altura y 1 vara de grosor y era un polo de actividad social.
Sobre la vida del molino cuenta Francisco Mazzoni en "Senda y retorno de Maldonado" (1947):
«Al llegar a la ciudad, todavía un poco separado de ella, pero no más de unas cuadras, sitiado por una construcción suburbana desesperante y nacida por generación espontánea, está el viejo Molino de Maldonado. Su vida parece epilogar.
El “sombrero”, tan elegante, construido y colocado como un casco de caballero medioeval, ha cedido en sus nervaduras hundiéndose en el hueco de la torre. Los hierros del gran velamen se resquebrajan. Las vigas-mástiles, caen y se transportan con destino comercial. […]
Cuando se construyó la ciudad a la que iba a proveer de su alimento primario, era apenas un núcleo de casas macizas, graves y militares. A su frente estaba el mismo paisaje de ahora, […] la sierra de la Ballena y los vallecitos del cerro Pelado con el Sarandí y los Ceibos, el lomo del “peñasco” y las largas eses del Maldonado, tranquilo en su desembocadura; del lado opuesto, hacia el mar, cortinas de médanos dorados avanzaban a cada soplo de viento amenazando la ciudad.
Llegaban hasta el patio del Molino altas carretas, cargadas de trigo y maíz y, apenas la gran balanza determinaba la carga traída, se izaban las velas. Allí se recogían todos los vientos porque el “sombrero” giraba buscándolos, apoyado en su “colero”, gruesa viga con rueda […]
Las aspas blancas volteando lentamente en el cielo azul y verde de Maldonado, ante los campos abiertos (¡abiertos, libres! —sin la telaraña de los alambrados […]) hacían los signos del día. Quien llegara en esas horas al patio del Molino no podía menos que experimentar la dulce emoción inenarrable de la paz del trabajo armónico sobre la tierra sin agravios y sin angustias. Mientras se esperaba la molienda, humeaba, junto a la carreta, el fogón, circulaba el amargo y se templaba la guitarra».
Las escrituras sucesivas establecen la propiedad del predio a partir de 1820; don Antonio Velázquez figura como propietario en 1821 y el molino recién aparece documentado a partir de 1859, cuando es adquirido por David Velázquez a su madre.
Tras varios períodos intercalados de actividad productiva e inactividad y diversos propietarios, en 1888 el molino figura a nombre de don Pedro Fossemale; un año después lo arrienda a don Antonio Zanoni Sieta, quien le compra herramientas y maquinaria y lo trabaja hasta su fallecimiento.
En 1944 el molino aparece en la sucesión Fossemale.
En 1957 fue remozado para la celebración del bicentenario de Maldonado. En el mismo predio se construyó la Escuela n.º 7 General José de San Martín, fundada ese mismo año, gracias al filántropo Roger Balet, quien pidió que se diera el nombre a la primera escuela donada allí por él, de un gran argentino y gran americano, el “General José de San Martín” como homenaje a la tierra que eligió como segunda patria» (Yderla Anzoátegui, José Roger Balet, «sembrador de escuelas: Su vida y su obra». Industrias Gráficas Rosso, 1961).
En 2016 el Municipio y la Intendencia de Maldonado junto con la comisión de fomento de la Escuela n.º 7, la Comisión de Reafirmación Fernandina y vecinos lograron una restauración de aspas y cúpula que recrea el aspecto original del antiguo ingenio mecánico.
(Resumen sobre la vida del molino revisado por el Dr. Fernando Cairo y publicado como complemento en la 3era edición -2024- del libro "Maldonado y su región" de Carlos Seijo).