Diferencia entre revisiones de «El Muriel, la goleta que fue paisaje»
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Revisión del 08:56 28 may 2024
El Muriel, la goleta que fue paisaje - por Alberto Moroy
Surcó los mares, tuvo aventuras heroicas e indignas, destacó el paisaje del Puerto del Buceo y aguarda que alguien se acuerde de ella. Podría constituir uno de los más atractivos tesoros de cualquier museo marítimo y atraer turismo, pero no era ese el destino final que aguardaba al Muriel, una goleta con increíble historia rescatada por Alberto Moroy, cuyo trabajo publicamos textualmente. (Publicado en El País el 9 de Marzo de 2015).
Durante muchos años pasé por la rambla de Montevideo frente al puerto del Buceo, resultaba casi imposible no mirar los barcos que estaban al borneo (boya), la mayoría eran veleros y entre todos uno llamaba la atención por su tamaño, por la altura de sus palos y la cantidad de ojos de buey que tenía en sus laterales. Era de color blanco, estaba más cerca de la costa que de las instalaciones del club, su nombre no se veía o tal vez la mayoría de las veces quedaba al través (de costado) de la rambla lo que dificultaba verlo.
Por ese entonces tenía 9 años (1960) y recuerdo algunos vagos comentarios de mi padre, (abogado), en relación a que estaba secuestrado por contrabando, jamás supe de qué. Algunos años después (3 o 4) en rueda de amigos recuerdo haber escuchado toda clase de comentarios, de que había sido de un Maharajá o algo parecido, que tenía camarotes muy lujosos, incluso grifería bañada en oro, que se había hundido y lo habían reflotado, etc.
Con los años la vela fue mi pasatiempo, durante un viaje en velero desde Buenos Aires a Punta del Este, para ver la llegada de una regata de la vuelta al mundo, un velero inmenso y derruido que estaba en las primeras amarras de la escollera del muelle de pescadores, distrajo mi atención, tal vez porque entre los súper modernos veleros que había, ésta parecía pertenecer a otro mundo, aunque sus formas me resultaban conocidas.
En febrero de 1997 el misterio se develó, aquel velero de generosas dimensiones, con un temporal, levantó el muerto (lastre) de la boya y fue a parar a la costa de la Mansa, era el «Muriel», aquel que de chico solía ver en el puerto del Buceo sin saber su nombre ni su verdadera historia.
Su dueño fue un médico argentino de apellido Borea, que 1945 se embarcó con once tripulantes para llevarlo al Mediterráneo, cruzó a Montevideo para aprovisionarse, pero la Aduana objetó los 140 «cajones de vino» para consumo a bordo que llevaba el yacht, declarando a ese cargamento como contrabando y confiscó el barco.
Mis recuerdos me dicen que tal vez haya sido Whisky y no precisamente para consumo de abordo, pero a la distancia tal vez sean solo eso, recuerdos… No obstante una singladura (recorrido) de 50 o 60 días para llegar al Mediterráneo, más algunas estadías en puertos de recalada, significan 2 litros de vino por día y por tripulante, lo que si bien parece mucho, no suena raro para marinos curtidos, por lo cual los motivos del secuestro son al menos dignos de sospecha.
La goleta “Muriel” fue diseñado por William Fife (diseñador de dos barcos de Thomas Lipton, el del té). Nació en la India, en los astilleros Doolabdass Ruttonoji de Mazagan, Bombay, en el año 1906. Su eslora (largo) era 31,00 m., su manga (ancho) 6,00 m, el material de construcción madera de teka y fue botada en Noviembre de 1907, oportunidad en que Sir Geoffrey se lo regala a su esposa Muriel para su cumpleaños (origen del nombre).
Según la historia contada se le adjudica la construcción a un maharajá, la segunda dice que fue Sir Geoffrey Scovell, ingeniero y director de los ferrocarriles ingleses en la India. Era un magnifico exponente del “lujo asiático”, con las tres cabinas decoradas con alfombras y grabados, el comedor estaba amoblado con piezas de estilo y tenía hasta un órgano; su vajilla de época y cristalería eran despampanantes.
Cuando fallece la señora Muriel (1908) Sir Geoffrey decide regresar a Inglaterra navegándolo durante 82 días. En Southwick (Sur de Inglaterra) Sir Geoffrey lo vendió el a un señor Fisher, quien lo traslada al Támesis. En 1919, pasó a ser propiedad del británico John Jewell quien después, en 1925, lo vendió a don Guillermo Udaondo, posiblemente hijo de quien fuera gobernador de la Provincia de Buenos Aires y fallecido en el año 1922.
Con el nuevo nombre “Pampero” hizo agua por los ojos de buey (ventanas laterales) en un viaje a Mar del Plata donde se rompió la botavara (medía 17 m).
En 1928 el “Pampero” fue adquirido por don José Antonio Aguirre, quien le devolvió su nombre original “Muriel”. En 1931 lo compra José Carlos Sabaté, quien poco después falleció en un accidente de aviación en la Cordillera de Los Andes. El Sr. Alfredo Cernadas compró al “Muriel” en 1932 y con la anuencia de William Fife le agrego un tercer mástil para equilibrar el velamen.
Las singladuras (rumbos) esta vez fueron hasta Porto Alegre, Mar del Plata y Punta del Este, puerto donde desembarcó a los marineros por serias desavenencias.
En 1941, el “Muriel” fue comprado por don José Milanese y trasladado a Mar del Plata para dedicarlo a la pesca de tiburones.
En 1945 pasó a manos del médico argentino Borea, cuya historia ya fue relatada. Tras un extenso juicio, la Aduana de Montevideo dispuso la subasta pública del barco. La Armada Uruguaya se interesó por él para convertirlo en barco-escuela, realizó una extensa pericia naval y desistió de la compra. En 1962 se hunde en el puerto de El Buceo, donde fue reflotada. El Dr. Raúl Jude adquirió el yacht y lo trasladó a Punta del Este.
En 1969, el «Muriel» fue comprado por los señores Héctor Ballabio, Juan Carlos Santoro y Carlos La Torre, quienes lo llevaron al astillero Marcopel de Carmelo para repararlo.
Años después, en 1986, el barco era amarrado en la dársena de pescadores de Punta del Este, donde era arrendado para pasear turistas. Allí generó con la Dirección de Hidrografía una deuda de 100.000 dólares en concepto de amarra y en 1996 fue retirado de la dársena e instalado en una boya al borneo.
Un fuerte temporal en Febrero de 1997 cortó la amarra del «Muriel» que lo dejó al garete hasta encallar en la Mansa. Tiempo después, ya muy averiado, fue izado a un carretón y trasladado a un costado del aeropuerto El Jagüel de Punta el Este.
La mayoría de los datos aquí consignados pertenecen al sitio web del Yacht Club Argentino.